Diez.

Una adquisición bastante caprichosa.

— ¿Por qué estoy aquí?

— Me haría el honor de decirme su nombre.

Los dos podían jugar el mismo juego inmaduro por horas. Él que se cansará primero, perdía la vida.

— Mi nombre es Kunikida Doppo.

Obtuvimos un claro ganador y un claro perdedor. Lo de perder la vida no era ningún juego de niños, aunque si meramente metafórico.

— Un gusto, Kunikida-sensei — al decir, se sentó en la silla frente a él y adoptó esa posición de jefa con sus manos entrelazadas y su barbilla sobre ellas.

— ¿Cómo sabe que soy maestro? — inquirió desconfiado el hombre de gafas con aumento y traje en color amarillo bajito.

— Porque es exactamente lo que he pedido de cumpleaños — aunque no era su cumpleaños, bromeó con ello.

— Entonces ya obtendré mi respuesta. ¿Por qué estoy aquí? — se veía muy molesto a la par en que veía su reloj de mano para verificar la hora.

— Es usted maestro de Matemáticas, ¿cierto? — el asintió un poco soprendido por la precisión de la afirmación — Ya lo creía, sin embargo, también tiene estudios generales de educación básica, media, media superior y superior, por supuesto.

— ¿Y qué con eso? Me ha traído aquí para decirme sobre mi especialidad.

La hizo reír y Fyódor se dió cuenta de ello.

— Bueno, es una forma de alabar su profesión, después de todo a los docentes no se les da todo el crédito que merecen y para mí es una tarea tan importante como lo es ser un doctor o un ministro de defensa — Kunikida aceptó relajando el semblante — Yo lo necesito, por eso lo he traído hasta aquí — por fin confesó.

— ¿En qué sentido? Ya tengo un trabajo en la universidad central de Yokohama — informó el idealista.

— Déjelo — mandó — Le pagaré mucho más que el distrito y tendrá una vida sin preocupaciones — ofreció entusiasmada por poder convencerlo.

El joven hombre no creía haber escuchado aquella oferta de trabajo por parte de la mafia, claro que sus ideales le obligaban a negarse en primera instancia, pero esa joven chica le causaba una curiosidad increíble como nunca nadie había hecho en su vida.

— En este edificio hay exactamente nueve jóvenes de los que, Kunikida-sensei, me gustaría que se hiciera cargo personalmente. Usted me gusta mucho, por lo que cualquier oferta para quedarse puede ponerse sobre la mesa desde ya, no importa que tan ambiciosa sea.

El ruso y el albino, estaban en el mismo estado que Kunikida. ¿Para que ella quería que esos nueve jóvenes de los que hablaba, tuvieran educación si solo servían para... servirle? Válgame la redundancia.

— Ha tenido usted una buena educación, se le nota incluso en la forma en que se mueve — el rubio halagó entendiendo más o menos de que iba todo eso.

— Mi "padre" — se refirió a Mori — Desde pequeña me educó en casa con la mejor institutriz que encontró, por eso estoy muy agradecida — sonrió al terminar.

— Si tan buena institutriz es, ¿entonces por qué no le paga a ella? ¿No es de confianza? — cuestionó y ella hizo una cara larga.

— Es porque Kouyo-sensei ya tiene un trabajo en casa con mi "hermana" menor — respondió suspirando.

Eso tenía sentido, se dijeron así mismos los hombres.

Atsushi conocía a aquella bella mujer pelirroja, después de todo era la "madre" de Nakahara Chuuya y muchas veces se tomaba la libertad de ir a visitarlos como hacía Elise. Ozaki era de confianza para el ex-jefe de la mafia, había que aclarar.

— Aunque va en contra de mis ideales, me parece una acción muy noble de su parte que quiera darle una buena educación a los jóvenes nacidos en la mafia — se dió el lujo de comentar — De manera que, no me queda más que aceptar la oferta que me ofrece, Rikku-san.

Ella sonrió y Fyódor también, debido a que por un momento creyó que ese hombre duro de moldear fuera a aceptar, sin embargo, ella lo había convencido con palabras dulces muy a diferencia de él, a quien desde el primer encuentro le había dicho "no me gustas nada".

— Será un placer entonces, Kunikida-sensei. Le ruego que se quede a la cena en dónde podrá conocer a sus nuevos alumnos.

Entonces se dió la orden imperial de acomodar la mesa añadiéndole ocho sillas más, que por supuesto, hacían falta en el lugar, ya que el comedor era enorme. Por fin estaría completo, aunque con sus excepciones llamadas Sigma e Iván.

— Ah, no es cierto, de verdad lo hizo — con una mano en la frente, Dazai se quejó cuando entró al comedor y se percató que la mesa estaba llena. Luego río mientras se dirigía a su lugar.

Cómo todas las noches, Chuuya, Odasaku, Atsushi y Akutagawa ocupaban los lugares más cercanos a Rikku, que por el momento no estaba. Después, le seguían Akiko, Kunikida, y los invitados especiales para la presencia del maestro. Por último, Fyódor ocupaba la cabeza del otro lado y Nikolai estaba junto a él.

— Ha hecho una gran familia y usted parece ser el padre — Nikolai río al soltar el comentario y Fyódor le vió con amargura.

Todos escucharon aquello, pero le ignoraron y siguieron en silencio, para después mirar la puerta de entrada cuando está se abrió llamando su entera atención.

— Vaya, lamento la demora, parece ser que llego tarde — divertida, pero con imponencia, comenzó a caminar a su lugar con la mirada de todos puesta encima. 

Kunikida, que era el invitado más reciente, comprendió en ese instante porqué a pesar de ser tan joven, era la jefa en ese lugar lleno de locura.

— Estoy tan contenta de que nadie haya faltado por una vez. Podemos comenzar con la cena — tras el comentario, los sirvientes entraron a la habitación para hacer su trabajo.

Durante la cena, para algunas personas era incómodo, pero para otras, las ya acostumbradas, era placentero comer en silencio, y una vez todos terminaron, ella se dirigió al maestro.

— Kunikida-sensei, aquí están presentes sus nuevos alumnos tal como prometí — extendió sus manos en forma de señal — Nakajima Atsushi, Akutagawa Ryūnosuke y Gin, Kyoka Izumi, Tanizaki Jun'ichiro y Naomi, Miyazawa Kenji, Tachihara Michizo y Kyuzaku Yumeno — los presentó, y aunque estos aún no habían sido informados, bajaron la cabeza en forma de respeto.

Sin embargo, Atsushi volteó a ver de manera nerviosa a Rikku, salvó que está, al sentir la mirada, le sonrió abiertamente para hacerle saber que todo estaba bien.

— Será un placer trabajar con estos jóvenes — admitió el profesor a la vez que también agachaba la cabeza.

— Los dejo en sus manos, podrá decidir el horario que más se le adecué a usted.

— Rikku-sama, ¿qué es todo esto? ¿Qué sucederá con nuestro trabajo — se atrevió a preguntar el oji-gris. Su mirada reflejaba pura molestia.

— Este hombre será su maestro a partir de mañana, por el trabajo no te preocupes, ya lo harán en su tiempo libre, la prioridad ahora es que obtengan el nivel de estudios recomendable — respondió amable al chico.

— Es una orden, Akutagawa-kun, y va para todos los mencionados antes. Si Rikku-chan dice que es prioridad que estudien, lo harán — autoritario, el castaño los regañó sabiendo el pensamiento de todos.

— Si, si es una orden la acataré — Kyoka, la niña de cabello negro y kimono rojo con "Yasha Shirayuki", fue la primera en aceptar.

— Si, con gusto asistiré a sus clases, Kunikida-sensei — Atsushi le siguió.

— ¡Oh, en mi lugar natal no tenemos profesores tan capaces! ¡Cuento con usted, Kunikida-sensei! — Kenji, el chico "Imparable ante la lluvia", se dirigió al rubio.

— Si usted así lo desea, Rikku-sama...

— ¡Mi hermano y yo asistiremos a las clases! — aquella que interrumpía al joven de la "Nieve Tenue", era su misma hermana Naomi que no portaba habilidad alguna. Ellos eran los hermanos Tanizaki, que por cierto no tenían coincidencia en cuanto a rasgos físicos.

— ¿Q puede ir a clase? — en un susurro, posiblemente el más joven de la sala preguntó.

— Claro que puedes, Yumeno-chan — Rikku contestó amable.

— Entonces asistiré encantado — emocionado, también aceptó, aunque media mesa tenía miedo del chico por su temible habilidad: "Dogra Magra".

— No creo haberme unido a la mafia para jugar, pero entiendo su punto, jefa — expresó Tachihara, el muchacho que podía controlar el metal.

— Entendido — finalmente accedió Akutagawa y su hermana asintió casi al mismo tiempo.

Cuando terminaron de presentarse, el postre llegó a la mesa, mas inesperadamente, Rikku se levantó de su lugar y avanzó hasta la salida sin decir nada.

— Buenas noches — deseó por último y salió del comedor.

Todos se quedaron como piedras mirando directamente el pastel de fresa que ya tenían frente a ellos, incluso Dazai, sin embargo, los rusos y el profesor no sabían que sucedía.

— Ya son las diez con dos — entonces Chuuya mencionó aquel dato.

(´-﹏-';)(´-﹏-';)(´-﹏-';)(´-﹏-';)

Ayúdeme con mi tarea banda y yo les ayudo con la suya.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top