Dieciséis.
La venganza y el tonto que no sabe lo que quiere.
El aire fresco le hizo tomar un respiro de todas las conversaciones que tuvo que mantener de manera amable y respetable con personas importantes que había adentro; enseguida, ella se soltó de su mano para comenzar a caminar a paso lento.
— ¿No cree que este lugar es muy bonito? — comenzó por preguntarle.
— No estoy para juegos, no después de lo que me ha obligado a hacer delante de toda esa gente — le recriminó viendo su espalda alejarse — Ahora que estamos solos, dígame por que ha hecho todo esto.
Ella se detuvo, pero no le dió la cara.
— No intente hacerse el listo, sabe muy bien para que lo he hecho. Usted es todo menos tonto, debo aceptar — para reir, cubrió su boca con elegancia y cerró los ojos en el proceso.
— Me refiero a todo... — intentó quejarse, pero la mujer se perdió en un camino del bello jardín dejándolo atrás.
Se tocó la frente, quiso jalar de sus bonitos cabellos, pero sabía que los gigantescos ventanales dejaban ver en gran parte el lugar, y por supuesto que a él mismo. No quería verse como un loco, así que se tranquilizó y echó a andar detrás de ella. Cuando pudo verle otra vez, está seguía caminando con parsimonia a través del largo camino de cemento.
— Señorita, por favor — le pidió en un susurró cuando estuvo a punto de alcanzarle.
— Ah — ella se detuvo y volteó a verle con un semblante lleno de sorna — ¿Quién sabría que usted podía utilizar ese tipo de palabras? — se refería a el "por favor".
No pudo creerlo, ¿realmente ella le había medido las palabras desde que se conocieron hacia una semana? Bueno, ya que se tomaba algunos segundos para reflexionar, no recordaba haberle dicho nunca un "por favor". Era un conjunto de palabras que no utilizaba seguido, incluso hasta olvidó la última vez -además de esa- que lo hizo.
— Deje de jugar conmigo — le encaró, y como siempre ella no retrocedió.
Ahora estaban escondidos en el jardín. Nadie podía verles.
— Ya he mencionado que no es personal — se justificó enseguida.
— Como sea, es hora de que me diga cuál es mi papel en esta guerra contra Guild. He perdido bastante tiempo jugando a ser el padre de su familia, ¿cree qué no me he dado cuenta? — terminó preguntando, y después...
La distancia de pronto desapareció, pues Fyódor, con propiedad, tal como había hecho ella antes frente a Fitzgerald, le tomó del cuerpo, exactamente pasó una mano por su espalda baja y le obligó a juntar su pecho contra el de él. Una vez en esa posición, agachó la mirada por la altura y ella la levantó, pero no miró exactamente sus ojos.
— ¿Qué sucede? — volvió a tomar la palabra cuando Rikku no contestó nada y subió la mirada con rapidez ahora sí hasta sus orbes púrpuras — No me dirá que quiere que la bese otra vez, ¿o si?
— No diga tonterías, Dostoyevsky-san — neutral, entonces respondió.
— Parece que no le agrada nada ser la persona acorralada, en cambio, le encanta molestarme de la misma manera. Sin embargo, perdóneme usted, su majestad, no es propio de un caballero forzar a una bella dama — su sonrisa se hizo más grande al saber que por una vez, de las muchas que ella le debía, el pudo vengarse.
Rikku bajó las cejas, eso era más que suficiente para comprobar que él había salido victorioso de ese encuentro, mas, no pudo predecir su siguiente acción, y cuando menos lo notó, está le había pasado un brazo por el cuello para acercarlo más a su rostro, entonces ella fue quien esta vez lo besó.
No obstante, la acción en esta ocasión se llevó de la manera más lenta que pudo. No logró evitar perder la noción de lo que sucedía en el exterior con aquel roce que por poco lo mata. ¿Por qué de pronto se sentía tan débil? Sabía, no sería capaz de apartarla por más que quisiera.
— ¡Ah! Lo siento, no quería interrumpirlos — la mujer que antes los había saludado en la puerta, se encontraba frente a ellos tan sonrojada, que agradeció que la luna estuviera puesta para hacerlo desapercibido.
Fyódor y Rikku se separaron lentamente, y la "princesa", enseguida escondió el rostro en el pecho del hombre actuando tal y como lo había hecho en la entrada. Inocente.
— No, está bien, ¿nos necesita para algo? — amable, el respondió está vez colocando una mano en el cabello de ella para fortalecer el espectáculo. Acarició con sutileza sus cabellos cortos y blancos como la nieve.
— Solo avisarles que el baile pronto dará fin, por lo que tienen que estar presentes para las palabras de despedida del alcalde — informó, esta vez inquieta por lo bello que era aquel joven extranjero.
— Muchas gracias, estaremos ahí en un minuto — le prometió, y a la mujer no le quedó más que volver por dónde vino.
Fue que Rikku se separó del agarre y acomodó el moño en su pecho.
— Vaya manera de actuar... — quiso adular complacido aún por el contacto de sus labios en aquella noche.
— Vaya manera de parecer un tonto — sin embargo, ella le interrumpio con molestia — La próxima vez que intente tocarme, no se le ocurra retroceder. Odio a las personas que no saben lo que quieren.
Y así, tomó camino ella sola de regreso, pero por más que el ruso quiso molestarse, no pudo. Debía aceptar que aquel beso había sido perfecto aunque no tuviera mucha experiencia en ello y aunque Rikku no le gustara para nada.
Al final, la velada dió fin, haciendo al ruso agradecer por la última palabra que el alcalde había dicho por esa noche. Realmente sonreír de aquí para allá no era lo suyo -al igual que los postres-, y menos si lo tenía que hacer para complacer al demonio que llevaba pegado al brazo.
Cuando pudo tomar asiento nuevamente dentro del auto lujoso, cerró los ojos dispuesto a olvidar todo con la intensión de relajarse, y vaya que lo logró, puesto que la joven ni siquiera la mirada le dió. De igual forma, no era como si a Fyódor le importase mucho haberle molestado, así que le dejó hacer berrinche en su asiento complaciendola con su mismo silencio, hasta que separaron caminos de vuelta en el edificio de la Port Mafia.
— ¿Cómo estuvo su velada? Amo, Fyódor — Iván preguntó cuando esté iba camino hasta su cama aflojando su corbatín con pereza.
— Perfecta — informó con una nítida sonrisa en el rostro, haciendo que el mayor desviara la mirada.
— ¿No será que usted...? — no terminó su cuestión, porque se dió cuenta de la barbaridad que había estado a punto de soltar a la persona frente a él.
Sin embargo, el ruso lo entendió bastante bien.
— ¿No será qué me he enamorado yo de ella? Ibas a decir — terminó por él, y le dió la cara.
El de las ropas de mayordomo, por un momento sintió el miedo recorrerle cada vena y cada hueso. Al igual que con la jefa de aquel edificio, Fyódor también podía enojarse a cierto punto en que mandaría a cortar la cabeza de quién le molestara, lo entendía, ya había estado presente antes, pero al verle la cara, descubrió que este mantenía un semablante relajado en demasía, por lo que sonrió levemente mientras sus comisuras vacilaban.
— No, no es posible — le contestó poco después — Lo único que siento por y hacía Rikku es odio; tampoco perderé está parte de la guerra — decidido, soltó para luego dar un bostezo que ocultó con su mano derecha.
Al día siguiente, cerca de las siete de la mañana, la joven albina entró a su oficina con Atsushi siguiendole los pasos para cerciorarse de que no tropezara con su mismo andar. Tuvo que despertar temprano para atender ciertos asuntos que le convenían a su organización, a pesar de que por la noche se había acostado muy tarde por el compromiso que tuvo que cumplir, y gran noticia que era, no verle sacar humo de las orejas, sino más bien pereza extrema era lo que llevaba encima. Pesaba toneladas.
— Oh, que temprano se despierta usted, pensaba esperarle, después de todo una niña tiene que dormir sus ocho horas completas, pero es una gran noticia que ya haya comenzado a madurar — una voz tranquila, que denotaba aburrimiento puro, los encontró cuando levantaron la mirada al mismo tiempo.
El albino se puso a la defensiva, colocándose frente a Rikku para darle la cara a aquel desconocido que se encontraba recargado en el escritorio.
— ¿Quién es usted y qué hace aquí? Responda con la verdad, o me veré obligado a usar mi habilidad — amenazó Atsushi. Detrás de él, la joven bostezo sin cubrirse la boca.
— ¿Me pregunto si podrás hacerlo? — avivando la voz, sonrió con pesar, y luego, una neblina antinatural le tocó los pies. Pronto el personaje frente a ellos tenía entre sus manos una gema de color azul que veía con admiración.
Shibusawa Tatsuhiko se unía a la fiesta, tarde, pero ya estaba entre los pasillos.
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