Dieciocho.
Líder de cabellos bonitos.
— Esa niña no va a caer en esos juegos aburridos — fue lo que dijo Shibusawa al escuchar la manera en que ahora estaban trabajando las ratas.
Fyódor también lo sabía, así que siguió secándose en cabello con una toalla corta cuando Iván volvió a tomar la palabra.
— Entonces le dejó de tarea ingeniar usted mismo una estrategia. Estamos abiertos a soluciones — propuso, dando la vuelta y llevandose fuera de la habitación el juego de té que su amo había utilizado por la mañana.
— Bueno, entonces tengo la solución perfecta — declaró cuando Iván ya no estaba, solo Sigma, quien le vió con duda — Arrebatenle la vida y se acabó el problema. ¿No es eso lo que hace siempre, Fyódor?
El nombrado se quitó la toalla, la dejó en la repisa del mueble que contenía por ahora sus pertenencias y suspiró.
— No lo quiero así de fácil — orgulloso, pronunció. Antes también lo había dejado en claro.
— No, no es eso — sin embargo, Tatsuhiko casi le interrumpe refutando su comentario — Es que usted no puede hacerlo. Primero, nadie de nosotros abandonaría el edificio, si le llegasen a tocar un solo cabello de nieve.
En cierto sentido, el albino decía la verdad, por ende, su jefe no contestó nada a su monótono tono de voz, y el otro, se quedó en silencio como de costumbre.
— Tan solo, ápegate la plan — le ordenó serio. Hablar de ella ya le tenía harto.
— Entiendo — y a este no le quedó más que aceptar.
Unos segundos después, le dejaron solo en la habitación, por lo que aprovechó para retomar algunos pendientes que tenía dentro de su cabeza, sin embargo, todo aquello quedó atrás al mínimo movimiento, ya que la viva imagen de Rikku y él besandose en el jardín cobraba vida como si fuera mágica. De esta manera, recordó las palabras que su mayordomo principal había soltado por la noche.
— No puede ser... — volvió a contestar, está vez repasando un poco más la elección de palabras.
Por mucho que hubiera manifestado sentir nada más que odio por la jefa actual de la mafia, de alguna manera algo le hizo contradecirse. Y es que tal vez no le quería, como había dicho Iván, mas, tampoco sentía como si la odiase de verdad. Claro que, no le soportaba ni por tres segundos cuando compartían habitación, no le agradaba que ahora ella fuera la dueña de la alianza y quería abandonar "ese plan" cuando antes.
Fyódor no quería aceptarlo, no obstante, sabía que perdería aquella apuesta tarde o temprano.
Media hora antes de la cena "familiar", se vistió con su acostumbradas prendas blancas y capa negra, pero dejó el ushanka de lado en un mueble cercano a la puerta, por consiguiente, salió de la habitación y caminó en dirección de la oficina principal en el último piso de ese gran edificio. Quería ver si ese día corría con la suerte de por fin saber su posición en el tablero de la niña, salvó que no le sorprendería no obtener dicha información por las experiencias anteriores.
Una vez estuvo frente a las dos grandes puertas, tocó levemente y esperó pacientemente por una respuesta ignorando a los dos guardias que portaban armas a los lados, pero como nunca habían estado allí, le pareció raro. Poco después, colocó las manos en una de las puertas para empujar, ya que escuchó venir de adentro la voz de Nikolai diciendo "adelante".
— No es cierto... — se dijo a si mismo de pie, con la mirada incrédula, al ver al mencionado antes con Rikku. Estaban sentados sobre la fina alfombra negra en medio de la estancia, mientras ella le cepillaba su largo cabello albino.
— Oh, amo Fyódor, llega en buen momento — celebró el mago y ella negó algunas veces con la cabeza.
— ¿Qué sucede? Parece que a su "alteza" no le agrada su presencia, Fyódor.
Descubrió a alguien más en la sala. Shibusawa estaba ocupando una silla pegada a una de las paredes. Se veía un poco emocionado observando y tocando la trenza gruesa que Rikku le había hecho antes.
¡Tatsuhiko también había caído en sus encantos! No tardó en pensar.
— Infortunadamente, tiene la razón — aceptó no mucho después — Señorita, por favor, deje de...
— Estoy ocupada ahora, si no se va a callar, salga de la oficina, con todo respeto — está le advirtió enseguida con el humor por los suelos, cuando antes de que él se presentara parecía muy feliz peinando a los hombres.
— Tranquila, ama Rikku, ¿por qué no mejor también le hace una bonita trenza? El amo tiene el cabello lindo... — Gogol aprovechó para recomendarle aquello.
— Dostoyevsky-san no es esa clase de hombre — esta soltó sin despegar la mirada de la trenza que hacía y el ruso azabache se indigno.
— ¿Por eso no me ha invitado a su fiesta de peinados? — sarcástico, pero molesto, renegó.
— No le he invitado porque le odio — confesó con una media sonrisa — Además, claro, por ello tampoco le he invitado; por más que sus cabellos sean bonitos, no valen la pena si están en esa cabeza — insultó desmedida, está vez poniéndole la mirada encima.
Todos se quedaron el silenció. Nikolai y Tatsuhiko no quisieron meter mano en su discusión, debido a que el rostro impasible de su jefe, les causaba un poco de terror. ¿Cómo es qué no la había asesinado antes? Se preguntó el albino mayor.
— ¿Y como ha llegado a esa conclusión? — un poco más tranquilo, quiso componer las cosas, pues sabía, ella aún seguía molesta por la escena que le hizo un día antes en el jardín.
— ¡Oh, vamos! — Rikku exclamó perdiendo la calma. Era la primera vez que le veían alzar la voz de esa manera — Usted no se dejaría tocar un cabello por mis manos, debe aceptarlo.
— ¿Acaso quiere apostar? Por que yo terminaré ganando de cualquier manera — casi le interrumpe diciendo sus palabras.
— Bien, apostemos, venga aquí. Le doy cinco minutos antes de comenzar a quejarse como lo hace siempre — decía mientras señalaba el lugar y tomaba a Nikolai de los hombros para moverlo.
El payaso, se movió del lugar que ocupaba sin entender mucho a lo que aquellos dos líderes habían llegado, pero sí de algo estaba seguro, fue que cuando vió a su jefe sentarse en el suelo de espaldas a ella, le causó mucha gracia y le trajo entretenimiento del bueno. Pura calidad.
— Tenemos que irnos, Nikolai — escuchó que le ordenaban, pero se negó — Es mejor dejarlos solos, o nos asesinarán a los dos por el mínimo movimiento que hagamos — advirtió.
Entonces, no le quedó más aceptar sabiendo de antemano que eso realmente podía suceder. Ellos estaban tan absortos en el momento, que no notaron cuando estos se marcharon.
Así pues, el ruso restante se obligó a soportar las manos de la "reina" sobre su cabello. En realidad, odiaba con su vida que le tocaran las hebras azabaches que poseía, dado que era sensible en esa parte del cuerpo. Lo había comprobado con Agatha, ya que la mujer tenía una especie de obsesión con tomarle de este cuando estaba distraído para acariciarlo con ternura. En una palabra, tocale el cabello, y Fyódor se queda dormido en cinco minutos.
— Ah, vaya, una sopresa más. Si que puede quedarse quieto cuando se lo propone — ella se burló en el silenció y él tuvo que cerrar los ojos para aguantar las ganas de contestarle con una queja.
La apuesta no decía que ella no pudiera quejarse, pero no hacía más que favorecer al ruso de no dejarse llevar por el agarre de cabello. Era como un recordatorio.
Dos minutos, tres minutos, cuatro... Él estaba a punto de ganar. Su victoria, realmente podía verla, pero ella hizo trampa al final.
— Mmm... — se quejó, pero aquello, fue más bien un gemido, pues Rikku, había metido su mano por entre su cabellera comenzando desde nuca adivinando su debilidad por pura percepción.
— Que mala suerte tiene usted, eso le enseñará a no andar de hablador — se burló cuando tuvo el tiempo.
Sin embargo, Fyódor se dejó caer involuntariamente sobre su hombro aún de espaldas, incapaz de creer que había perdido, pero por sobre todo, incapaz de creer que había soltado dicho sonido vergonzoso frente a ella.
— Es usted una tramposa — siseó observando el techo, sin querer moverse.
Ella río en alto, y con su mano, colocó una mano en su frente, haciendo así, que abriera bien sus bellos orbes púrpuras para que mirara el techo alto.
— No es trampa si es tú juego el que juegas — susurró en su oído. Para eso quería hacer que observara bien.
— Entonces, no importa que haga yo, todo terminará siendo una trampa... — nada más dijo, con su manos, ya que estaba muy cerca, le tomó de la mejilla y volteó su rostro con fuerza. Así le besó.
Poco a poco, el fue tomando territorio; empujándola sin que ella se diera cuenta de cuánto había descendido su cuerpo apoyado ahora por sus manos abiertas en la alfombra. Hasta que la gravedad le hizo imposible seguir oponiéndose, y la caricia terminó cuando su espalda cayó sobre la superficie un tanto cómoda. De esta manera, le miró a la cara. Él seguía sentado, aunque un poco ladeado por haberle empujado, pero mantenía una sonrisa ganadora, ya que ella, le había seguido el beso como la noche anterior.
Posiblemente seguía siendo un juego inmaduro como los que ella siempre jugaba, no obstante, quién se enamorara primero... perdía más que la vida.
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