Capítulo 7 - La muerte en la cruz
La noche había caído en la ciudad y la casa estaba envuelta en un silencio frío y oscuro que envolvía todo a su paso. Helena se encontraba en su habitación sintiendo una gran ansiedad recorrer todo su ser. La bola de cristal que solía ser su guía ya no estaba allí de la misma manera que antes. De repente, se rompió con suma crueldad cuando vio salir de ella a una figura que recordaba a la misma muerte. Ahora solo tenía una certeza sin respuestas restantes en su mente; la presencia de la muerte acechando la casa se volvía cada vez más intensa, perceptible y tangible, como si el aire se densificara con tan sólo evocarlo en sus recuerdos.
Con un profundo suspiro trató de calmarse en su interior mientras se recostaba en la perfectamente tendida cama y sentía la frescura de las sábanas bajo su cuerpo. Intentó cerrar los ojos para alejar los pensamientos sombríos que no paraban de rondar en su mente; sin embargo, al hacerlo algo la detuvo. La habitación yacía en un silencio denso y ordenado que rayaba en lo surrealista, la presencia de la cruz metálica colgando sobre su cabeza le hizo tensar el cuerpo apenas la vió. La imponente cruz de hierro brillaba con debilidad bajo la luz de la lámpara tenue que aún iluminaba la habitación mientras Helena la observaba, y un escalofrío le recorría el cuerpo al sentir que algo estaba fuera de lugar.
Su mente comenzó a trabajar a toda velocidad mientras observaba la cruz encima de ella y se preguntaba si eso podría significar su fin inminente. ¿Y si se caía mientras dormía? ¡Ni Dios alcanzaría a salvarla! Un escalofrío recorrió su cuerpo al considerar esa idea tan espantosa, ¿podía la cruz tener semejante poder sobre su vida? De repente, todo parecía más denso y pesado a su alrededor; el sonido de la respiración entrecortada de Helena resonaba en sus oídos mientras sus ojos permanecían clavados en el objeto sagrado como si estuviera hipnotizada por el terror que le provocaba ahora aquella insignia de protección y esperanza que se transformaba en una amenaza latente haciéndola vacilar entre la cordura y lo irreal.
El metal colgado sobre ella estaba sujeto por dos ganchos en la pared y de alguna manera parecía estar moviéndose de una forma sutil y apenas perceptible. El latido de su corazón resonaba en su pecho mientras observaba ese movimiento misterioso en sus pensamientos. «¿Se desliza? ¿Se está cayendo?», se preguntó aterrada mientras se cubría la mitad de la cara bajo las sábanas.
Helena comenzó a sudar; su piel se pegaba a las sábanas y sus manos temblorosas revelaban su estado de ansiedad palpablemente tenso. Cada instante que transcurría aumentaba la sensación de miedo que la envolvía por completo. Aunque intentó convencerse de que solo era sugestión de su mente traicionera, la intensidad del sentimiento era tan real que resultaba imposible ignorarlo. Observó cómo el crucifijo se desplazaba con sutileza; si llegara a caer, sabía que sería incapaz de escapar de las ataduras mentales en las que estaba sumida.
De pronto se escuchó un crujido: un sonido suave y apenas perceptible que hizo que el corazón de Helena se detuviera por un instante al pensar en la cruz...
Se incorporó de repente y clavó la mirada en el objeto de metal que pendía de la pared frente a ella. Su respiración se volvió más agitada y ansiosa al pensar que un simple error podría provocar que la cruz cayera encima de su rostro. «Si se cae, me va a matar», aquella idea le cruzaba la mente una y otra vez como un mantra incesante.
Al dar un paso fuera de la cama crujieron los resortes y se sintió el cambio de peso en sobre el colchón; en ese momento resonó un ruido similar a un golpe seco cuando el metal cayó bruscamente.
Helena gritó sorprendida al dar un salto hacia atrás, sintiendo cómo su corazón latía acelerado en su pecho mientras observaba la cruz caer con agresividad sobre la almohada que había estado a punto de tocar su cabeza momentos antes.
¿Estaba muerta acaso? No lo estaba; seguía viva y sin un solo rasguño en su cuerpo. Sin embargo, el miedo persistía y se intensificaba cada vez más, fragmentando su mente de la realidad como si pudiera percibirse ajena a su propio ser.
Con los ojos bien abiertos la miró con detalle como si pudiera moverse de nuevo; era como si la muerte se hubiera personificado en esa cruz caída frente a ella. A pesar de que el silencio llenaba la habitación de nuevo, no había calma en el ambiente, y Helena sabía que su paranoia no era una ilusión pasajera. La muerte ya no solo acechaba en sus visiones perturbadoras, sino que ahora parecía rodearla en cada rincón y sombra sin darle tregua alguna.
El frío que sentía en las manos llegaba directo al corazón, consciente de que apenas estaba empezando su lucha por evitarlo.
Entonces, de repente su celular vibró en la mesita de noche y la sacó de su ensimismamiento. Agarró el teléfono temblando y por un momento la luz de la pantalla la cegó. Era un mensaje esperando ser leído.
De Omar:
"Cómo estás? Me acordé de vos... De cierta manera viniste a mi mente y quería saber si estás bien, qué es de tu vida?"
Helena repitió esas palabras una y otra vez en su mente sin poder decidir si debía sentir alivio o miedo en su corazón. Omar era un antiguo amigo que no veía desde hacía mucho tiempo pero que mantenía un lazo especial con ella; también tenía el don de la videncia. No podía ser una simple coincidencia, no después de todo lo que estaba ocurriéndole.
Por un momento vaciló antes de contestar la llamada ¿Por qué él decidiría recordarla justo en ese instante? ¿Sabía algo que ella desconocía?. Helena apretó el móvil con firmeza mientras su mente se llenaba de interrogantes que no estaba segura si quería despejar. La sombra de la muerte seguía presente de forma latente, y ahora Omar.. ¿era una señal?, ¿una advertencia?, ¿o tal vez solo otra pieza del rompecabezas que la llevaría hacia su destino final?
Helena se tomó un momento para reflexionar con profundidad antes de actuar: «¿Respondo o no?», se preguntó para sí misma mientras su pulgar temblaba ligeramente sobre la pantalla de su celular y el cursor parpadeaba en el campo de texto vacío frente a ella. En el fondo de su ser sabía que no deseaba comunicarse de nuevo con Omar; era un lazo del pasado que había optado por cortar hacía mucho tiempo atrás. Sin embargo, las circunstancias habían cambiado y la desesperación la empujaba hacia direcciones inciertas e inesperadas; incluso si eso significaba regresar a aquello que había decidido dejar atrás en su vida. Quizás él podría ofrecerle alguna pista o brújula en medio de tanta confusión y desconcierto que estaba experimentando. Tomó una profunda bocanada de aire y comenzó a escribir meticulosamente cada palabra.
"Hola, Omar. Qué sorpresa tu mensaje. Estoy... bien, creo. Un poco complicada con cosas del laburo y la vida en general. Vos cómo estás? Hace años que no sé de vos."
Envió el mensaje sin dar marcha atrás y lo sintió como lanzar una piedra a un pozo sin fondo. Helena colocó el celular en la mesita de luz y se apartó de él como si pudiera estallar en cualquier momento.
Sus enfoques divergentes hacia sus habilidades los distanciaron: Helena siempre había tratado de equilibrar su vida cotidiana y sus visiones, mientras que Omar se había sumergido por completo en el lado oscuro de lo desconocido.
El móvil vibró en la mesita de noche y Helena se sobresaltó de sus pensamientos al sentirlo temblar mientras leía el mensaje.
Omar:
"Helena... ¿complicada? Eso no suena bien. Estoy bien, dentro de lo que se puede. Pero me acordé de vos porque... bueno, soñé con vos hace unos días. Algo extraño. ¿Te pasa algo?"
Helena experimentó un escalofrío que le recorrió la espalda. Soñó con ella, pero no de la forma en que tal vez hubiera querido. Parecía demasiado increíble para ser una simple casualidad.
Helena:
"Qué raro lo que me decís. Sí, estoy pasando por algo complicado, pero no sé si quieras escuchar mis paranoias. Es difícil de explicar. ¿Cómo fue tu sueño?"
La contestación llegó enseguida casi de manera instantánea; como si Omar estuviera anticipando su pregunta.
Omar:
"Era más una sensación. ¿Viste cuando alguien se te viene a la mente y sentís la necesidad de hablarle? Bueno... eso."
Helena soltó el teléfono en la cama y notó que algo le pesaba en el pecho. Sin decir palabra alguna él revelaba una coincidencia que no podía ser normal, y ella no era de las que confiaban en la suerte, especialmente cuando se trataba del destino. Las visiones del parque; la sombra que le recordaba la sensación opresiva de la muerte acechando a su alrededor; el mensaje oportuno de Omar que resonaba en su mente, y la cruz que amenazaba caer sobre ella completaban este rompecabezas infernal de forma macabra y perturbadora. Sus dedos se dirigieron hacia su celular una vez más y sin apenas darse cuenta acabó marcando su número.
La llamada sonó tres veces antes de que Omar contestara.
—Helena —murmuró él con una voz que esbozaba preocupación—. Sabía que me ibas a llamar.
—Omar... —Helena susurró tensa y cautelosa, como si estuviera preocupada de ser escuchada—. Necesito tu ayuda, vos sabés lo que me está pasando. Algo te impulsó a hablarme y necesito que me digas lo que viste.
Un momento de silencio pesado se hizo presente en la conversación hasta que finalmente rompió el hielo con sus palabras.
—¿Es la sombra? —preguntó Omar sin rodeos.
Helena apretó los párpados con fuerza mientras percibía el inminente flujo de lágrimas.
—Sí —murmuró en voz baja—. La siento, está acá Omar. Todo empezó hace unos días y desde entonces me siento desorientada; cada vez peor porque mi bola de cristal... se rompió.
Al otro lado de la línea se oyó un suspiro de Omar, y Helena pudo visualizarlo pasándose una mano por el cabello; un habitual gesto que indicaba su profunda concentración en aquel momento.
—Eso no suena nada bien... La bola de cristal era como tu enlace especial... Si se rompió, podría significar que alguien la usó para llegar hasta vos. ¿Qué fue lo último que viste antes de que se rompiera?
Helena sintió dudas en su interior antes de hablar en voz alta; le resultaba difícil revivir esa imagen nuevamente, pero comprendía que era necesario hacerlo.
—Vi... algo. Era esa sombra. Un rostro, Omar. Era como... la muerte misma. Salió de la bola y después todo se hizo pedazos.
Omar sintió cómo su respiración se agitaba y escuchó el suave sonido de una silla moviéndose al otro lado de la línea.
—No se trata solo de una simple visión; es una advertencia —dijo después de una breve pausa—. Helena ¿viste algo más después de eso?
Helena sintió un nudo en la garganta al experimentar de nuevo el abrumador peso del miedo sobre ella.
—No exactamente... Pero siento algo extraño en el ambiente; parece que algo sigue acá conmigo, una sombra... siento que las cosas se mueven solas. Hoy estuve al borde de la muerte cuando una cruz se desprendió de la pared. Por suerte logré esquivarla justo a tiempo. Cada pequeña cosa en mi vida la siento como un peligro.
Hubieron unos instantes de silencio tras los cuales Omar retomó la palabra con una tonalidad más seria.
—Tenemos que vernos pronto porque no es algo que puedas manejar sola. Dame tu dirección, Helena. Voy a verte.
Helena se sintió indecisa por un momento antes de decidirse a invitar a Omar a su casa sin haberlo previsto anteriormente; sin embargo sabía que no tenía alternativa alguna ya que él era su única esperanza para obtener las respuestas que necesitaba con tanta desesperación en esta carrera contra el tiempo. Al cabo de unos segundos decidió pasarle la dirección de su casa.
—Voy para allá —comentó él—. No te muevas y no hagas nada. Solo esperá.
La llamada se cortó y Helena dejó caer el teléfono en la cama sintiéndose llena de interrogantes y miedos; aunque al menos ahora sabía que no estaba sola por completo.
Permaneció sentada en la cama mientras miraba la cruz caída en la almohada frente a ella. Había algo en eso que le parecía simbólico; como si esa caída fuera una advertencia, una confirmación de que la muerte estaba jugando con su fé.
Un estruendo retumbó en la noche mientras Helena notó que la lluvia había empezado a caer con intensidad allá afuera de su habitación. Las gotas golpeaban la ventana como si intentaran entrar en la casa. La lámpara parpadeó de repente causando que el corazón de Helena diera un brinco. La atmósfera se tornaba más oscura, más inquietante dentro de la casa. Cada sombra en los rincones parecía albergar un posible peligro, cada sonido se percibía como un potencial ataque del más allá.
Se puso de pie y se paseó por la habitación con movimientos pausados y medidos., Evitaba estar quieta pero tampoco deseaba desplazarse demasiado lejos. El tiempo pareció alargarse mientras aguardaba por Omar; cada minuto se dilataba en una eternidad.
Cuando por fin oyó el ruido de un coche deteniéndose frente a su casa, Helena experimentó una mezcla de alivio y miedo. Corrió hacia la puerta y al mirar por la mirilla, sintió inquietud al ver que él aún no había llegado. Las horas pasaron sin tener noticias de él. Cada vez que miraba hacia afuera era una falsa esperanza que se desvanecía con el correr de las horas. Su teléfono tampoco volvió a sonar durante toda la noche. Algo le habría ocurrido, quizás. Helena recordaba su dirección, por lo que decidió salir y averiguar qué había pasado... Salir de su zona segura era la única manera de obtener respuestas, y él era su única esperanza de salvación posible.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top