Capítulo 11 - El pacto

La mañana siguiente comenzó de forma pesada y densa en el aire. Ese tipo de sensación que anticipa algo importante por suceder estaba presente en el ambiente al despertar. Helena rápidamente se dirigió hacia el bar del Centro donde se había comprometido a encontrarse con Esteban cerca de las diez en punto. Aunque el día se encontraba soleado y 18 de Julio abarrotada de gente como de costumbre, aún así la ansiedad persistía en sus hombros rememorando la visión fantasmal en la ventana y el pánico que sintió. La suave brisa matutina no logra aplacar la intranquilidad que bullía dentro de ella.

Cuando llegó al lugar acordado previamente para la reunión pactada, Esteban ya se encontraba sentado en una mesa al fondo del local, teniendo enfrente una taza de café a medio consumir. Aunque su rostro reflejaba los efectos de la falta de descanso, sus ojos transmitían una determinación profunda, revelando un anhelo por encontrar respuestas tanto como ella misma. Helena tomó asiento frente a él, dejando entrever apenas una leve sonrisa que no logró alcanzar sus ojos.

—Gracias por venir —susurró Helena mientras jugueteaba nerviosa con los dedos sobre la mesa.

Esteban la miró con precaución.

—La noto... cambiada respecto de la última vez que nos vimos. ¿Qué pasa, Helena?

Ella suspiró con intensidad antes de comenzar. No había una manera simple de expresar la situación por la que estaba pasando.

—Podés tratarme de "vos", Esteban —Le dijo antes de seguir—. He tenido visiones. Vi algo que no debería haber visto y que me está afectando profundamente —Su voz se entrecortó, pero siguió hablando—. Vi mi propia muerte.

Esteban frunció el ceño con escepticismo.

—¿Qué querés decir con que viste tu propia muerte? ¿Cómo es posible verla? ¿Ustedes pueden contemplar su propio destino? —Helena respondió afirmativamente con ciertas dudas palpables en su gestualidad, parecía resistirse a aceptarlo porque hasta ese momento había creído que predecir su propio destino era imposible; sin embargo sus creencias sobre lo establecido y lo que debería ser se estaban desmoronando ante sus propios ojos—. ¿Y no podés cambiarlo?

—Ahí está el tema —Helena inclinó la cabeza hacia él mientras sus ojos oscuros se encontraban con los suyos—. Lo que presencié no fue simplemente una imagen común y corriente. Era una sombra que parecía anunciar mi muerte, y ese ser... está conectado contigo.

Esteban frunció el entrecejo.

—¿A mí? ¿Qué tiene que ver conmigo?

Helena vaciló por un momento antes de decidirse a pronunciar las palabras que sabía que debía expresar.

—Es Leila —La tensión era evidente en sus palabras—. La otra noche vino a mi casa y me amenazó, Esteban. Ella está al tanto de lo que presencié, sabe que hay algo siniestro acechándome. Creo que tiene vínculos con esa entidad oscura.

El hombre la observó fijamente intentando entender lo que acababa de oír.

—No tiene sentido —Esteban tratabа de encontrar el sentido en su mente—. Esperá, ella me estaba engañando con algo que no era humano, y ahora me estás diciendo que... ¿ese ente tiene que ver con vos y es el que anunció tu muerte? —Helena asintió—. Pero, ¿por qué Leila te amenazaría? —Se preguntó él confundido.

—Porque hay algo más —expresó Helena en voz baja mientras se inclinaba hacia adelante—. Vi en mis visiones a una chica rubia que una vez vino a consultarme; tengo la sensación de que está vinculada con todo lo que está sucediendo porque desde su visita todo se ha ido a la mierda en mi vida, y creo que Leila tiene información al respecto. Necesito que me ayudes a acercarme a ella y averiguar qué nos está ocultando.

Esteban movió la cabeza de un lado a otro como si intentara despejar una bruma invisible.

—Estás pidiendo mucho, Helena. No puedo creer que me pidas algo así. Si Leila sospecha que la estoy investigando, podría...

—¿Podría qué? —interrumpió Helena de manera firme esta vez—. ¿Darte otra razón para tenerle miedo? La última vez no te pude ayudar como me hubiera gustado. Tendría que haber sido más enfática en aconsejarte que huyeras de las garras de esa mujer. Esteban, no estamos frente a una simple disputa marital. Hay algo siniestro acechándonos, algo que está manipulando nuestro destino. Si no actuamos pronto esa fuerza maligna va a ganar la batalla.

El hombre guardó silencio mientras sus ojos se mantenían fijos en la mesa, finalmente exhaló con profundidad y alzó la vista hacia arriba.

—Está bien, ¿qué querés que haga?

Helena experimentó un breve momento de tranquilidad, aunque era consciente de que solo se trataba del primer paso.

—Necesito que hables con ella. No directamente, claro. Tenés que intentar reconstruir la confianza. Averiguá si menciona a alguien que encaje con la descripción de la chica rubia. Si tiene algo que ver con esto, seguramente Leila lo sabe.

Esteban asintió dubitativo ante la propuesta, parecía que le tenía más miedo del que aparentaba a su esposa.

—Lo voy a intentar, pero Helena... si las cosas no salen como esperamos y le pasa algo a Leila o a mí...

—No te preocupes —interrumpió Helena intentando disipar la duda que albergaba ella misma en su interior. El presagio siniestro se acercaba demasiado y estaba muy presente en su mente, aún así no podía revelar más temores—. Juntos vamos a solucionar esto, Esteban. No estás solo.

Esteban se puso de pie y dejó dinero para abonar el café.

—Voy a hacerlo... Pero espero que sepas lo que estás haciendo, Helena. Esto... esto no es solo un juego. Me preocupa Leila, yo sé que ella está bajo la influencia de algo maligno.

Ella lo miró fijamente mientras él se alejaba. Su silueta se proyectaba en la pared iluminada por los primeros rayos de sol matutinos. Una vez que desapareció por completo de su vista, Helena volvió al asiento y percibió cómo la carga de su determinación descansaba sobre sus hombros.

Sabía que el sendero que estaban por recorrer era arriesgado y peligroso. No obstante, comprendía que no le quedaba alternativa más que encararlo de frente con valentía y determinación. La oscuridad proyectaba su futuro de forma ominosa, pero ella estaba decidida a cambiarlo en pos de lo que creía correcto y justo sin detenerse ante las posibles repercusiones adversas.


***

La noche había caído sobre el exterior de forma contundente mientras envolvía la casa de Helena en un silencio solo interrumpido por el ocasional crujido de la madera. En la sala, la lámpara proyectaba sombras alargadas en las paredes, dando intensidad a una atmósfera inquietante. Durante las últimas horas Helena se esforzó por encontrar consuelo en su rutina diaria, organizó sus cartas del tarot y revisó notas antiguas en su cuaderno en busca de información adicional sobre la chica que tanto buscaba. Además se tomó un tiempo para meditar en su sofá —algo que había descuidado desde que las cosas empezaron a complicarse a su alrededor—, pero ninguna de estas actividades logró apaciguar la inquietud que seguía palpando en lo más profundo de su ser.

Cuando el timbre de su teléfono interrumpió la tranquilidad de la habitación de Helena casi se le escapó el vaso de agua que sostenía entre sus manos temblorosas. Con prisa se inclinó para recogerlo de la mesa esperando encontrar noticias de Esteban. Su corazón latía fuerte en su pecho. Sin embargo era Omar quien le había mandado un mensaje.

Omar:

"Cómo estás? Algo nuevo?"

Si bien no era lo que esperaba en ese momento, se dio el lujo de esbozar una leve sonrisa. Omar había sido un soporte constante de una manera peculiar durante los últimos días.

Helena tecleó deprisa en la pantalla táctil mientras sus dedos temblaban con ligereza.

Helena:

"Hablé con Esteban hoy. Le conté lo que vi y trazamos un plan para acercarnos a Leila. Sospecho que ella sabe más de lo que aparenta, pero él tiene miedo de confrontarla directamente. Vamos a intentar hacerlo con cuidado."

Omar no tardó en responder.

"Será que podés confiar en él, Helena? Realmente creés que va a ayudarte o se va a echar atrás a la primera de cambio?"

Helena dejó escapar un suspiro de resignación ante una posibilidad que había evitado contemplar pero que estaba presente en su mente de todos modos. A pesar de todo, sentía que no le quedaba más remedio.

"Sé que tiene miedo, pero no puedo hacer esto sola. Además, algo me dice que Leila está más involucrada en todo esto de lo que imaginamos. Si tengo que enfrentarla, prefiero que sea con alguien que la conoce."

El chat quedó en silencio durante unos minutos que parecieron eternos para Helena, quien apartó el teléfono y se sumergió en la reflexión sobre cómo anticiparse a lo que vendría a continuación. Antes de que pudiera retomar sus pensamientos, el teléfono volvió a vibrar.

Omar:

"Entiendo. Pero prometeme que vas a ser cuidadosa. No quiero que te pase nada. Todo esto suena... peligroso."

Las palabras preocupantes de Omar aumentaron la inquietud de Helena, quien se sintió aún más intranquila. Otra vez allí estaba él sembrando más dudas que certezas.

Helena:

"Si sabés algo, decímelo."

El mensaje de Omar fue cortito pero con mucha profundidad.

"Tuve una visión... el tal Esteban... su obsesión por Leila es enfermiza. Deberías tener mucho cuidado."

Helena se quedó petrifcada al recibir ese mensaje. A pesar de ser consciente de lo insólito del amor de Esteban por Leila, no comprendía por qué la implicaba a ella en eso.

"Qué fue lo que viste exactamente?"

El mensaje de Omar se retrasó en llegar y Helena comenzó a impacientarse. Decidió llamarlo sin más demora ni dilaciones innecesarias. Sostuvo firmemente el teléfono junto a su oído mientras esperaba que Omar respondiera, su paciencia estaba llegando al límite. El tono de llamada resonó varias veces antes de que finalmente se escuchara la voz de Omar al otro lado de la línea.

—Helena... —murmuró Omar en su característico tonito serio y preocupado como si estuviera aprensivo por revelar lo que estaba pensando.

—No sigas dándole vueltas a esto, Omar. ¡¿Qué carajos viste exactamente?! ¿Qué pasa con Esteban? —La urgencia en su tono era evidente.

Omar suspiró con fuerza mientras el sonido resonaba a través del teléfono como una advertencia distante.

—No pude ver mucho de él ya que no lo conozco, solo pude percibir su energía según lo que me contaste de él y sí pude tener visiones tuyas y de él junto a esa tal Leila, estaban rodeados de muerte en un lugar de... sepulcral.

—¿Un lugar de sepultura? —preguntó Helena mientras apretaba el teléfono entre sus dedos—. ¿Te referís a un cementerio?

—Parecía, sí... —susurró Omar en tono casi susurrante—. Estabas ahí, cerca de ellos, y también de la entidad de la que me contaste.

Helena experimentó un estremecimiento que le recorrió la espalda como si una corriente de frío invisible que atravesaba su piel.

—¿Y qué más pasaba? —preguntó con incredulidad e impaciencia.

—No sé cómo explicarlo mejor porque las visiones eran confusas en su mayoría. El ambiente se sentía cargado y opresivo de alguna manera inexplicable para mí, como si estuviera presente en el lugar físicamente, y después de eso sentí un dolor generalizado por todo el cuerpo que me recordaba al agotamiento de haber corrido una maratón. Sentía como si mis huesos estuvieran siendo martillados repetidamente de manera contundente. Helena, capazs estemos frente algo más peligroso de lo que imaginamos al principio.

Helena frunció el ceño mientras intentaba organizar sus pensamientos. Siempre había confiado en la precisión de las visiones de Omar, aunque no siempre podía explicar cada detalle al respecto, su intuición casi nunca le fallaba.

—Entonces ¿qué sugerís que haga? —preguntó con voz cargada de frustración y miedo—. Estoy perdida y no veo otra salida ya.

—Por favor tené cuidado —respondió Omar de inmediato—. Tenés que protegerte y mantenerte alerta sobre cada movimiento de Esteban y Leila como si estuvieras en una trampa mortal. Esa entidad los está manipulando a todos ustedes y vos sos su principal objetivo. ¡Si necesitás ayuda o cualquier cosa no dudes en decírmelo por favor!

Helena exhaló hastiada y con profundidad mientras permitía que las palabras de Omar se grabaran en su mente.

—Lo voy a tener en cuenta —respondió finalmente mientras la duda continuaba acechándola—. Pero no puedo quedarme quieta sin hacer nada de brazos cruzados ante esta situación, Omar. Si esta entidad me está buscando necesito comprender el motivo antes de que sea demasiado tarde.

Hubo un instante de silencio por parte de Omar antes de retomar la conversación en un tono más calmado.

—Lo entiendo. Solo prometeme que vas a cuidarte. No te enfrentes a ellos sola. Si necesitás algo, cualquier cosa... hacémelo saber por favor.

—Está bien —contestó Helena con cierta duda en su voz sobre si cumpliría realmente su promesa.

Después de terminar la llamada telefónica, de repente, el silencio envolvió la sala de nuevo y Helena se sentó en el sofá sosteniendo su celular en la mano aún caliente de la conversación anterior. Por un momento cerró los ojos y trató de recordar cada detalle de la visión que había tenido sobre su propia muerte, buscando algún indicio que pudiera haber pasado por alto o una pista que pudiera ayudarle a entenderlo mejor.

Las palabras de Omar resonaban en su cabeza como un eco persistente, repitiendo sin cesar: «Esteban... su obsesión por Leila es enfermiza».

Después de apartar el teléfono a un lado en la oscuridad de la habitación al apagar la lámpara, sintió cómo el silencio envolvía la casa como un abrazador manto de peligro. Aunque intentaba convencerse de que estaba haciendo lo correcto, no podía evitar sentir que cada paso que daba la llevaba más cerca de un destino que no estaba segura de querer enfrentar.

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