Única parte.
Conocía al señor Jeon cuando era un mocoso de 22 años, con deudas hasta el culo y un mar de ideas estúpidas en la cabeza. Mi familia siempre careció de dinero y muchas veces dormí con el estómago vacío, pero me propuse superarme en la escuela, consiguiendo becas por buen promedio y muchos esfuerzos que me ayudaron a conseguir mucho.
Pero con el tiempo no fue suficiente, no me gustaba la idea de tener las monedas contadas para el autobús, ni elegir entre desayuno o cena porque el dinero de mis becas se iba en materiales que mi carrera implicaba.
Y es que estudiar medicina podía considerarse un lujo debido a lo costoso que era. Pero mis ambiciones podían más que yo y por eso me arriesgué hasta conseguirlo. Antes decía que me hubiese gustado conseguirlo por medios más seguros, donde no tuviese que poner en riesgo mi vida al ser dealer. Pero, ahora daba gracias a mi cabeza tonte por haber tomado aquella decisión, ya que, de no haberlo hecho, no lo habría conocido a él.
Admito que se me daba bien, el chico inteligente de la clase, responsable e intachable me daba la imagen perfecta para que nadie sospechara de mí. Y durante toda mi estancia en la universidad pude tener una vida más tranquila. Para desgracia hasta el más mínimo error en ese negocio era jugarte el culo, y tuve la osadía me endeudarme con una considerable cantidad de mercancía, misma que no pude pagar.
Estando en la universidad tenía clientes, pero al graduarme y no poder ingresar a esta se me hacía todo muy complicado. Al final, ni siquiera me digné a buscar empleo entre los distintos contactos que me proporcionaron al recibirme por promedio, sentía que mi vida estaba resuelta al vender mis mierdas a los estudiantes desesperados.
Y aunque hubiese obtenido un empleo como doctor de planta en el hospital más lujoso de la ciudad, no me daría la cantidad de dinero necesaria para salvarme de lo que me esperaba. Porque, además de haber sido estúpido al no buscar más territorio sin molestar a otros dealers, me atreví a extraviar más de medio millón de wones en droga que estaba supuesta a vender.
Recuerdo haber corrido como loco durante una noche lluviosa cuando los hombres a quienes les debía fueron a buscarme luego de una agresiva advertencia, donde me golpearon tan feo que me costó ponerme de pie al día siguiente.
El aire me hacía falta, me dolían las costillas y el pánico recorría cada centímetro de mi cuerpo. Pero no podía darme el lujo de detenerme a recuperar fuerzas, sabía que un solo segundo de ventaja les sería suficiente para atraparte.
Aun así no logré escapar, y los hombres de la familia Kim me atraparon.
Sabía que me había metido en un problema y que mi vida estaba a nada de terminar, pero lo que no imaginaba era que me había involucrado con una de las mafias más poderosas del país.
—¿Crees que puedes burlarte de mí? —me preguntó el señor Kim aquel día, mientras me veía con mucho odio. Me tenían colgado de barras metálicas, con unas cadenas pesadas que habían atado a mis muñecas—. ¿Te creíste lo suficientemente listo para escapar con mi dinero y mi mercancía? Eres un estúpido de mierda.
—Iba a pagarle...—dije en un susurro ahogado, la grande en mi boca no me dejaba hablar y me dolía la garganta de tanto que había gritado—. L-le juro que iba a pagarle...
Aquella barra metálica impactó nuevamente contra mis costillas, sacándome un grito desgarrador ante el dolor que me provocaba. Me pegaba con todas sus fuerzas, pero tenía una maldita precisión para no hacerme daños severos que pudiesen matarme.
Sabía bien como hacer durar a sus víctimas en medio de sus torturas, lo había entendido desde los primero tres golpes. La sangre recorría cada parte de mi cuerpo, sentía la cara adormecida de tantos puñetazos que me habían dado. Mis muñecas ardían, no podía sentir los dedos y mis piernas estaban inmóviles.
—No me jures una mierda. —escupió cerca de mi rostro, tomando este con una de sus manos para hacerme verle a los ojos—. ¡Dame mi puto dinero!
Un golpe en mi espalda fue lo siguiente que sentía, y tanto gotas de sangre como las lágrimas rodaron por mi cuerpo. Nunca fui un creyente de la religión o los seres divinos, pero tanta era mi desesperación que comencé a rezar con la voz hecha un hilo.
Pedía e imploraba por ayuda, por una oportunidad o simplemente rogaba clemencia para morir de una vez por todas y dejar se sufrir. Lloré en voz baja esperando más golpes en medio de mis rezos, pero el sonido de una explosión fue más entretenido para el señor Kim que seguir torturándome.
—¿Qué carajos está pasando allá arriba? —se quejó Kim Namjoon, girando a ver a sus hombres, quienes estaban igual de confundidos que él. Pero sus dudas fueron rápidamente aclaradas cuando múltiples disparos se escucharon por todos lados.
Lo vi sacar su arma para defenderse, pero al parecer el enemigo que venía por él tenía más poder. Dos disparos en el pecho fueron suficientes para hacerle caer, pero el miedo no me abandonó aun cuando vi a mi captor desangrarse rápidamente, haciendo que aquel rojizo se mezclara con el que me había hecho derramar.
—Señor, no quedan rastro de hombres de Kim...—informó un hombre rubio de ojos pequeño, llegando al lado del sujeto que le había quitado la vida al mafioso—. ¿Quieres que tomemos la mercancía? Encontramos más de 30 toneladas en su bóveda y todo su dinero. O al menos una gran parte de este...
—Pongan lo más posible en las camionetas, la policía no tardará en llegar aquí y debemos darnos prisa...—le escuché hablar. Aquella voz frívola me dio escalofríos desde el inicio de la columna hasta las puntas de los dedos—. Yo tengo algo que hacer aquí, al parecer Kim estaba muy entretenido con un juguete cuando llegamos...
Y mis esperanzas de ser libre se fueron al carajo cuando le vi tomar aquella barra, y no pude hacer más que echarme a llorar como un tonto pidiendo clemencia.
—¡No más, por favor! Máteme de una vez...—lloriqueé, desperdiciando el poco aire que me quedaba—. ¡Máteme! Pero ya no me haga más daño. O, si me deja ir le prometo no decir nada, me quedaré callado. ¡Quiero irme! ¡Le pagaré lo que le debía al señor Kim! Por favor... Por favor, ya no más...
Levanté la mirada, sintiendo la cabeza más pesada que nunca y busqué conectar con sus ojos. En otras circunstancias me habría vuelto loco al instante ante la hermosa mirada que aquel hombre tenía, a diferencia de la del señor Kim, quien solo tenía malicia en ella.
—Te ves patético lloriqueando de esta manera...—me dijo, acercándose poco a poco a mí. Retuve mientras daba cada paso hasta romper aquella distancia—. Pero, eres muy lindo para dejarte morir.
Boqueé sin poder decir nada más, no había una respuesta para aquel comentario. Solo pude llorar aún más y bajar la vista avergonzado, no entendía que estaba pasando. Perdí el conocimiento a los segundos a causa de toda la sangre que estaba perdiendo, y no supe más de mí por un par de horas.
Cuando desperté no pude ni ponerme de pie, me dolía cada centímetro del cuerpo de una forma inexplicable. Hasta el mínimo esfuerzo se sentía como si la piel se me estuviera desgarrando y no podía evitar gritar ante esto.
No conocía la habitación donde me encontraba, pero era bastante grande. Todo estaba impecable y olía bastante bien, sin duda alguien dormía ahí. Pero casi desfallezco cuando miré ingresar al cuarto al hombre que asesinó al señor Kim frente a mí.
—Por fin despiertas, llevas dos días dormido...—explicó retirándose el saco y colgándolo en el perchero. Sus grandes ojos brillantes se posaron en mí y me inspeccionaron, pero yo no podía ni moverme—. Te ves menos pálido ahora, eso es bueno. El doctor dijo que era difícil que sobrevivieras, pero al parecer eres fuerte.
Desvié mis ojos hasta su muñeca, tenía una venda en ella y la sangre parecía estar saliendo en gran cantidad, pues se veía roja y húmeda.
—No prestes atención, es normal para mí lastimarme cuando tienes un trabajo como el mío...—dijo, al notar hacia donde estaba mirando—. ¿No vas a decir nada? Sería bueno que le dijeras siquiera tu nombre a la persona que te salvó de morir.
—¿Vas a matarme? —preguntó temeroso, hasta mi garganta me causaba molestias en ese momento.
—Si quisiera eso no me habría molestado en pagarle al doctor por ayudarte...—respondió, acercándose a donde yo estaba y tomando atención en la orilla de la cama—. Simplemente te hubiese dejado colgado dejando que te desangraras hasta que tu corazón se detuviera. Pero aquí estamos, y tú sigues muy vivo.
—¿Tendré que hacer algo por usted para pagarle? —murmuré, sabía que el favor no sería gratis. Un mafioso no se tomaría tantas molestias por alguien solo porque sí—. ¿Cuánto debo pagarle?
—Mis favores son costosos, dudo que te alcance la vida para pagarme...—argumentó, cruzando sus brazos sobre su pecho y analizándome con más detalle—. Por ahora concéntrate en sanar, ya después hablamos de cómo me pagarás por la ayuda. Le pediré a una de las empleadas que te suba el desayuno, me enojaré mucho si escucho que no comes bien, así que procura portarte bien...
No respondí, solo mantuve mi mirada hacia otro lado para evitar ver hacia aquellos ojos imponentes. Su mirada era profunda, y sentías como si pudiese ver a través de tu alma. Me ocupé tanto en evitar verle que no noté cuando se acercó aún más a mí, haciendo que mi corazón se detuviera un momento.
Su mano fue hasta mi rostro y acarició este con sumo cuidado, mientras que sus ojos me dedicaron una mirada que no supe descifrar. No sabía si era lástima por lo golpeado que seguramente estaba, o malicia al pensar que haría después conmigo.
—Si haces lo que yo diga, todo irá bien para ti...—le escuché susurrar, mientras daba ligeras caricias a mi mejilla Temblé ante el tacto, pero me limité a asentir y no decir palabra alguna.
No entendía nada de lo que estaba pasando, pero por alguna razón sentía que podía confiar en el señor Jeon. Sabía que no me arrepentiría de seguirme y obedecerle, así que no puse mucha oposición.
Me recuperé por completo luego de un mes, durante ese periodo no hacía más que recorrer aquella casa enorme, comer y luego encerrarme en mi habitación, la cual me enteré dos semanas después era la del señor Jeon.
Él pasaba poco tiempo en casa, pero se aseguraba de ir a verme cuando llegaba. A veces llegaba sin un solo rasguño, a veces no podía ni reír sin quejarse del dolor. Cuando descubrió que era doctor despidió al médico que siempre iba ayudarlo, y me pedía ayuda con sus vendajes o a desinfectar alguna herida.
—Usted es muy descuidado...—me atreví a comentar, mientras le cambiaba el vendaje de la muñeca—. Esta herida no se la hizo alguien, usted no tuvo cuidado y se lastimó con el filo de algo.
Su risa era algo que me gustaba mucho escuchar, y me había estado acostumbrando a ella en los últimos días. Nunca decía bromas, pero mis quejas o pequeños regaños parecían divertirle.
—Soy muy torpe en ocasiones, lo siento...—se disculpó, mirando con atención todo lo que yo hacía—. Debo darte mucho trabajo, estos días has tenido más vendas que cambiar y heridas por curar que otros días.
—A veces pienso que se lastima a propósito solo para hacerme despertar a las 2 de la mañana a curarle...—confesé, logrando sacarle una sonrisa.
—Creo que me has atrapado...—murmuró risueño, logrando que mis ojos fueran a los suyos ante la confesión—. No tengo otra excusa para poder verte a esta hora más que mis heridas. ¿Despertarías en la madrugada solo porque yo quiero mirarte? No lo creo, si hasta cuando debes curarme refunfuñas.
—No me gusta que me despierten cuando estoy durmiendo cómodamente...—dije, un poco avergonzado por lo que había dicho, pero también siendo sincero—. De todas formas, yo tengo que hacer lo que usted me pida. Y si solo quiere verme a esta hora, despertaré sin quejarme y lo veré...
La sonrisa que me brindó me aceleró el corazón, el señor Jeon era demasiado guapo, no había que ser demasiado inteligente para comprobarlo. Era gentil y hasta juraba que tenía un lado, y de no ser porque llegaba con las manos bañadas en sangre y herido, podría defenderlo como el ser humano más puro y bueno de todos.
—Me gusta que seas tan obediente...—confesó—. Te has ganado un premio, pero te lo daré después cuando piense en algo bueno. Por ahora ve a dormir, tus ojos están abiertos con mucho esfuerzo.
No sabía con exactitud cuando tiempo tenía viviendo con el señor Jeon, pero no me podía quejar de absolutamente nada. Me sorprendía más cada día que pasaba, ya que no podía terminar de pensar como aquel hombre intimidante que llegó matando gente a diestra y siniestra en nuestro primer encuentro fuese el mismo pelinegro de ojos brillantes y sonrisa bonita que llegaba a mi habitación lastimado como niño pequeño esperando ser curado.
—¿Te gustan los animales? —me preguntó, mientras me dedicaba a curar aquella pequeña cortada que ni siquiera ameritaba atención. Pero entendía, solo era su excusa para platicar conmigo de lo que fuese que hubiera en su cabeza en el momento.
—No soy fanático, pero me gustan los gatos...—murmuré concentrado—. No creo que usar una venda sea necesario, con una bandita bastará.
—Tú eres como un gato...—se atrevió a comentar, haciéndome verle como si estuviera demente—. En verdad, eres exacto como uno; tus ojos, tu nariz, hasta juraría que tu boca. Duermes mucho, no te gusta meterte a la piscina, eres gruñón en ocasiones, o a veces eres mimoso sin darte cuenta.
—Yo no soy un gato...
—Claro que lo eres...—su voz risueña estaba presente, estaba jugando conmigo. Se permitía hacer eso cada vez que le ayudaba con sus heridas—. El más tierno de todos...
—Ya terminé...—dije apresurado, terminando de guardar las cosas del botiquín para evitar mirarlo a los ojos—. Cambiaré la bandita mañana, póngase otra si se cae. Buenas noches, señor Jeon...
—Buenas noches, gatito. —le escuché decir, logrando que los colores se me subieran al rostro.
Recuerdo haber salido a pasos torpes y rápidos de su habitación aquella noche, absteniéndome a levantar la vista para que no pudiese ver mi sonrojo. Pero sabía que aun así había logrado verlo.
Hoy en día no me sorprende al pensar que la tensión entre ambos creció de sobremanera luego de aquella noche, pero admito que en su momento me causaba una fuerte ansiedad al no saber qué hacer, o al tener que luchar contra mí mismo para no arrojarme a besarlo cada vez que lo tenía cerca.
Y es que el señor Jeon no me ayudaba, menos si llegaba a mi habitación a medianoche sin camisa pidiéndome curarle, aun cuando eran simples rasguños que seguía seguro se hacía a propósito para que yo le tocara. Sus palabras me lo confirmaron una vez, pero una voz en mi cabeza me decía que no me ilusionara o saldría lastimado.
—Tenerte aquí es peligroso...—dijo, mientras yo me limitaba a desinfectar una herida algo profunda que tenía en la costilla derecha—. Lo sabes, además yo no puedo estar todo el tiempo para cuidarte. Sería una pena que el mejor doctor que he tenido muera, así que decidí que te enseñaré a usar un arma y un poco de defensa personal...
—Me asusta no ser lo suficiente bueno en eso, no quiero hacerle perder el tiempo conmigo...—murmuré sincero, pero su mano en mi mejilla me distrajo—...Señor, Jeon...
—Tú nunca serás una pérdida de tiempo para mí, Yoongi.
La calidez en mi pecho a cada tacto y palabra que me decía aumentaban conforme los días pasaban. Pero tal como lo predije, fui un asco para intentar aprender a usar armas o para defenderme. No tenía la fuerza suficiente y me cansaba rápido, fallaba cada tiro que daba y me temblaba todo cuando debía sostener mi pistola.
—Lo siento...—susurré avergonzado, sintiendo mis ojos lagrimear ante la pena que sentía. No podía creer lo torpe que estaba siendo, la frustración me invadía cada vez que intentaba y fracasaba—. He fallado todas de nuevo, señor Jeon.
—Está bien, Yoongi...—me dijo, acercándose a donde yo estaba y quitándome el arma con cuidado—. Ey, no llores. No pasa nada, simplemente no estás hecho para esto.
—Pero si alguien llega a venir no voy a poder defenderme y solo voy a causarle problemas...
—No me importa dejar todo de lado para poder salvarte...—confesó, llevando sus manos a mis mejillas para acunarlas entre estas—. Voy a protegerte con mi vida si es necesario, Yoongi. ¿Es que no ves lo loco que estoy por ti? Me estoy enamorando de tu precioso ser, no dejaré que nadie te haga daño...
Me quedé sin habla por dos razones aquel día: Porque estaba completamente sorprendido por la repentina confesión y porque el señor Jeon me dio un beso después de decir eso.
No hace falta decir que nos volvimos más cercanos después de aquello, no sabía con exactitud como llamarlo, pero no hacía falta ponerle un nombre. Solo me limitaba a disfrutar de la compañía del señor Jeon, de sus abrazos y besos, así como los detalles que tenía conmigo.
Me sentía tan bien a su lado, protegido y querido.
Llegue al punto donde tenerlo lejos dolía, de lo tan acostumbrado que me había vuelto a su presencia. Y más culpable era él por malcriarme, dejándome hacer lo que yo quisiese y quedándose conmigo si se lo pedía. Pasaba más tiempo en casa porque, según sus propias palabras, él también me extrañaba.
Fui feliz en todo el tiempo que estuve a su lado, pero justo ahora me arrepiento de haber sido tan mimoso, y que él fuera tan complaciente. El señor Jeon dejó pendientes que tenía de lado sin cuidado alguno por estarme consintiendo, y pronto estos le cobraron factura.
Durante una larga temporada dejé de verle diario, en ocasiones no regresaba durante toda una semana, a veces dos. Volví a dormir solo debido a que sus negocios estaban creciendo y lo mantenían ocupado.
Quería estar con él, pero sabía que tenía muchas cosas por hacer, mucho más importantes que quedarse en cama conmigo mientras me besaba. La vida del señor Jeon no le permitía un lujo como ese, y por intentar dárselo es que se había atrasado tanto en todo.
Niveló sus pendientes luego de tres eternos meses, y entonces volvió a mí. Claro que, con un cambio en horarios, uno donde ambos respetábamos cuando tenía pendientes y no posponía cosas por quedarse conmigo. Me llevó de viaje dos veces y conocí mucho, me enamoré de Nueva Zelanda y Japón, sus negocios extendidos le daban la oportunidad, y él se reusaba a irse sin mí.
Me sentía como en una eterna luna de miel, todo a su lado se sentía bien, aunque sabía que en sus manos había muchísima sangre. Aún cuando sabía que para muchos era un monstruo, yo estaba seguro de que lo amaba, y un día lluvioso cuando una reunión que tenía se canceló y pudo quedarse en casa conmigo todo el día, se lo confesé.
—Lo amo...—susurré contra sus labios, aferrándome a su cuello y sintiendo mi corazón latir con mucha fuerza en mi pecho—. Lo amo con mi vida entera, señor Jeon. Lo amo con una locura tan intensa que no podía callarlo más, necesitaba hacérselo saber.
—No tienes idea de la alegría que me das al decirme esto...—murmuró, alejándose un poco para permitirse mirarme a los ojos—. Te amo, Yoongi. En verdad te amo más que a nada...
Juro que jamás había experimentado un sentimiento de alegría tan genuino como aquella vez. Las cosas entre ambos mejoraron sorprendentemente, no sabía que era posible querer tanto a alguien, pero yo lo amaba.
Todo fue perfecto por ese instante, y deseé que nuestra felicidad nunca terminara. Pero todo tiene un final, aunque no esperaba que el nuestro fuese mil veces más doloroso que lo que sentía en nuestro primer encuentro.
Y es que los golpes que el señor Kim me dio aquel día eran nada comparados al dolor y agonía que sentía el día en que perdí a Jungkook.
Fue una mañana de octubre, el clima era fresco y estaba nublado. No llovía, pero parecía que estaba por caer una gran tormenta. Recuerdo haber despertado por los insistentes golpes de uno de los hombres del señor Jeon en la puerta.
Juraba que por poco y tiraba esta de lo tan desesperado que se encontraba. Jungkook se puso alerta al instante, y no dudó en tomar el arma que estaba en el cajón de noche. Me colocó detrás de él e intentamos salir de la habitación, pero tres hombres ingresaron a esta antes de poder reaccionar.
Mis piernas aún tiemblan al recordar aquel día, ver al hermano mayor de la familia Kim llegar para vengar a Namjoon, mismo que el señor Jeon se había encargado de asesinar el día que lo conocí.
Disparó hábilmente a los hombres, logrando hacer que cayeran al suelo sin vida. Pero no era suficiente, ingresaba más gente al cuarto a como el señor Jeon iba disparando, y en pocos segundos las balas se habían agotado.
Grité como un loco cuando comenzaron a golpearlo entre cuatro sujetos, pero no pude hacer nada para defenderlo, dos hombres me estaban sujetando para no intervenir. Lloré mucho al ver su rostro ensangrentado, y quise morir al verle caer al suelo mientras tosía y escupía mucha sangre.
—Con razón no escuchaste el ruido que hice al llegar...—se burló el pelinegro alto frente a Jungkook, quien le estaba apuntando con un arma en la frente—. Estabas muy ocupado con una de tus putas, aunque no sabía que eras de estar con chicos. De haberlo sabido antes tú y yo pudimos divertirnos...
—Antes muerto que tener algo con un hijo de puta asqueroso como tú...—se atrevió a decir el señor Jeon, ganándose un golpe de los hombres que lo estaban atacando—. ¿Vienes por lo de tu hermanito? Has de saber que disfruté muchísimo el matarlo, no duró nada. Deberías estar agradecido, le atravesé el cráneo de un disparo, no sufrió.
—Pero qué considerado eres...—respondió serio el azabache, claramente disgustado por el comentario del señor Jeon—. Tú no eres de tener putas en casa, lo sé porque estuve espiándote todo este tiempo. Sin embargo, estabas tan ocupado jugando a la parejita enamorada que no lo notaste. ¿Qué te parece si te castigo mirando como le hago mil agujeros a tu niño bonito?
—Si le tocas un solo cabello, te juro que te arrancaré el pene y te haré tragarlo. —sentenció el señor Jeon, el coraje en sus ojos podía notarse. Nunca había visto eso en su mirada, era la primera vez.
—Qué desgracia, alguien se enamoró...—murmuró Kim, mientras se acercaba a mí—. Suenas muy valiente, pero al parecer no has notado la posición en la que estás. Yo tengo la ventaja aquí, y voy a decidir como morirán ambos... Y tengo la muerte perfecta para ti...
Tengo mucho odio hacia mí mismo desde ese día, por no haber sido valiente y no hacer más que llorar cual niño pequeño. El señor Kim puso un arma en mi nuca y otra en mis manos, me acercó hasta Jungkook y me hizo ponerle el arma en la frente.
—Dispara...—recuerdo que ordenó, pero yo solo pude llorar.
Me golpeó tres veces en la espalda con su arma, y me gritó un sin número de veces aquella orden. Pero no podía hacer nada, estaba de pie frente al hombre que amaba, viéndolo herido y apuntándole con una jodida pistola.
No sabía que hacer, no podía reaccionar.
—Dispara, Yoongi...—me ordenó el señor Jeon, mirándome a los ojos desde abajo—. Si lo haces tú, voy a irme contento. Te matarán de igual forma, estaremos juntos si lo haces... Confía en mí, solo dispara, no tengas miedo...
—¡No puedo hacerlo! —grité entre lágrimas—. ¡Te amo! ¡No quiero hacerte daño!
—Hazlo, mi amor... Déjame descansar tranquilo, sálvame de este infierno que construí...
—No, Jungkook... No quiero verte morir...
—Solo hazlo, no pienses mucho y hazlo... Hazlo por mí...
Mis manos temblaban y mi vista estaba borrosa, las lágrimas no dejaban de caer por mis ojos y los sollozos salían fuerte desde mi garganta. Apreté el arma en mi mano lo más que pude y le miré a los ojos, una pequeña sonrisa se asomaba en su rostro y fue entonces que lo vi caer al suelo, con un agujero justo en medio de sus cejas.
Mis ojos se abrieron a tope al verlo comenzar a sangrar, pues yo no había disparado. El arma que le quitó la vida a Jungkook había disparado desde detrás de mí, y había sido Kim Seokjin quien me lo había quitado.
—¡Eres un hijo de puta! —grité ahogado, girando hasta donde él estaba y disparando entre mi llanto y ansiedad.
No recuerdo cuantos disparos di, pero lo hice hasta que el arma dejó de sacar balas. A la vez que disparé, más hombres entraron al cuarto, pero estos venían de parte de la gente de Jungkook. Dejé caer el arma al suelo y corrí hacia el cuerpo sin vida de mi amado, comenzando a llorar mientras le abrazaba.
El señor Jeon se había ido, y con él toda mi alegría y mis ganas de amar.
Recuerdo que Jimin me ayudó a levantarme aquel día, él siempre fue la mano derecha de Jungkook. Desde ese día estuvo al pendiente de mí, me dio dinero y asilo, al menos hasta que logró hacerme papeles falsos y ayudarme a salir del país.
Intenté quitarme la vida en más de una ocasión luego de eso, no tenía más motivos para seguir con vida. Lo había perdido todo al perderlo a él, solo pensaba en estar a su lado, pero no podría verlo si seguía en este mundo terrenal.
Antes de irme de Corea fui a visitar su tumba, y entre lágrimas me despedí de él.
—Te amo...—susurré, mi voz hecha un hilo como el día que le conocí. Pero ahora mi único miedo era estar vivo, porque no estaba listo para la vida sin él—. Te amo con todo mi corazón, con cada parte de mí. Te agradezco tanto que hiciste por mí, te agradezco por amarme, por rescatarme. No sé qué será de mí ahora, pero prometo que voy a seguir amándote... Y voy a vivir bien. Sé que es lo que tú querrías... Hasta que vuelva a verlo, señor Jeon.
—¿Esa promesa fue lo que te hizo venir hasta aquí? —preguntó la psicóloga, mientras le observaba atenta. Admitía que le daba escalofríos la historia de su nuevo paciente, pero no podía hacer nada. Temía meterse en problemas por negarle la sesión—. ¿Tu promesa de vivir bien?
—Sí, además, sentía que debía contarle esto a alguien...—contestó el pálido—. Mi ansiedad ha aumentado y me siento triste todo el tiempo, quiero estar bien para que él pueda descansar tranquilo hasta el día en que vuelva a verle...
—Es muy valiente de tu parte afrontar esto, Yoongi...—dijo la mujer, siendo genuinamente sincera—. Estoy segura de que el señor Jeon apreciaría tu esfuerzo por estar bien por él.
El muchacho solo sonrió, sintiendo sus lágrimas acumularse en sus ojos. Dolía como si tuviera mil cuchillos encajados en la piel, pero iba a esforzarse. Iba a estar bien, iba a tener una buena vida y, cuando esta terminara, se reencontraría con su señor Jeon.
Estuve con un bloqueo tremendo y este OS me ayudó a sacarlo, espero poder avanzar con lo que ya tengo después de esto. El lunes inicio un nuevo cuatrimestre en la universidad, pero en verdad deseo poder seguir escribiendo sin problemas.
¡Gracias por leer! Y también un agradecimiento a @Yooniesvibrator por la idea, ella fue la que me dijo que lo hiciera y me dio la trama. Yo solo la desarrollé porque dice que no es buena en ello, pero no le crean mucho.
¡Te quiero mucho, Nan!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top