Un roedor  y un felino se encontraban caminando sobre la tierra húmeda que los rodeaba, puesto que lloviznaba tenuemente desde hace un rato. Caminaban uno a la par del otro, observando con curiosidad su alrededor, nunca habían estado en esa parte del bosque. El gato miro hacia el cielo, viendo pinos tan grandes que no distinguía las copas de estos, el cielo decorado con nubes tan blancas como la pureza de su pequeño compañero, el cielo tan celeste y claro que daban tranquilidad al mirarlo, estrellas que se desparramaban por todo el cielo, siendo difíciles de ver por el día que se apoderaba de ellas mientras la luna observaba desde otro lugar, tan blanquecina que por poco no es notada.

-¿Cuantas estrellas crees que haya en el cielo?- pregunto el depredador, bajando con calma la cabeza para ver a su amigo.

-Infinitas, creo que no se podrían contar- Respondió el ratón que  caminaba a su lado.

-Ya veo... - Miro el cielo nuevamente por unos segundos y luego bajo la mirada para ver el camino que recorrerían sus patas.

-Señor gato... ¿Cuanto cree que tardaría alguien contando cada una de ellas? -el ratón paro su caminar al decir tal pregunta, mirando hacia el cielo para tratar de ver algunas de las estrellas que aun eran visibles.

-Años- el felino lo imito, mirándolo.

-Entonces...

"Quiero pasar el resto de mi vida contándolas con usted"

Dijo el ratón viendo el cielo con una sonrisa, para luego mirar al gran gato que se encontraba sorprendido por las palabras de la presa. Una carcajada fue lo que salio de la garganta de el gato pinto.

-Quiero ver eso -Dijo con una sonrisa, siguiendo su camino seguido por su compañero.