Cap 2
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ELIZABETH
❝안녕하세요❞
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Todo es aparentemente normal.
Las hojas caen de los árboles, el viento se siente frío y esté las hace arrastrar. El cielo se muestra nublado. Alumnos transitan en el patio, caminando a su primer clase.
Y yo desde la ventana puedo verlo todo, cada detalle, no puedo evitar morderme labio inferior mientras golpeo la suela de mi zapato con nerviosismo, mi ceño no puede evitar fruncirse, y luego un suspiró pesado abandona mi cuerpo.
El primer dia de clases siempre es duro.
Hace un par de días mi familia y yo habíamos llegado a la ciudad. No conocía nada, a nadie. Todo era nuevo para mi en ese desconocido lugar, lo cual me parecía intrigante y terrorífico al mismo tiempo.
—Señorita Elizabeth—habla alguien a mis espaldas.
No puedo escucharlo realmente.
—Elizabeth—repite.
Yo sigo sin inmutarme.
Repentinamente siento un ligero toque en mi hombro derecho, lo cual me hace sobresaltar un poco; me giro a ver al culpable, topándome con quien parecía ser una profesora.
—Sígueme—me propongo a leer sus labios lo más rápido posible. Aún así se me dificulta un poco.
Con prontitud me levanto de aquella silla, recojo mi portafolio y con paso veloz trato de igual su paso.
El corazón golpea mi pecho ferozmente, como si buscase escapar de mi cuerpo y huir lejos de este lugar. Estaba tan acostumbrada a mi anterior escuela, a mis amigos, al igual que ellos lo estaban a mi. Llegar aquí sólo complicaba las cosas. No sabía cómo actuarían en presencia mía.
¿Qué pensarían de mi? ¿Qué tan difícil sería comunicarme con ellos a partir de ahora? ¿Realmente lograría encajar en este lugar?
Un montón de cuestiones comenzaban a invadir mi mente provocando que sólo me sintiese más ansiosa. Y ese sentimiento se disparó eufórico cuando aquella profesora se detuvo frente a una de las aulas.
Trague en seco.
Aquella maestra me sonrío levemente antes de deslizar la puerta con la intención de reconfortarme un poco, tal vez, siendo sincera, no se sentía nada reconfortante. Y sin más, ambas entramos al salón.
Todos en ese lugar dirigieron la mirada hacia mi. O quizá sólo lo había sentido así por la paranoia del momento.
Espere un momento ahi, de pie. Era ese instante exacto donde la profesora comunica que alguien se unirá a su clase, que sean compresivos conmigo debido a mi condición y demás, y no es hasta que que vuelvo a sentir por segunda ocasión aquel toque en mi hombro que levanto la mirada y me quedo inmóvil. Sabía lo que significaba a la perfección.
Un segundo toque me hace reaccionar.
Con prontitud, tome un cuaderno y saque un plumón. Sentía cómo seguían cada movimiento que hacía con el. Una vez terminé, giré el cuaderno para colocarlo frente a mi y enseñarles lo que recién había escrito.
—Es un placer conocerlos a todos. Mi nombre es Elizabeth Gianoli. Espero llevarme bien con todo ustedes—se leía.
Pude ver cómo todos comenzaban a mover ligeramente sus labios unos con otros. Murmurando quizá, lo esperado. Y segundos después, un chico se levanta abruptamente de su silla golpeándose la rodilla con su mesa.
Todos parecen reírse de él.
A diferencia de ellos, a mi me parece algo tierno.
—Puedes tomar el asiento de al lado, querida— leo los labios de la profesora.
Sólo me limito a asentir y me dirijo a esa banca.
No podía evitar que los nervios me invadiese como por milésima vez esa mañana. Al no escuchar, toda mi vida me había dedicado a observar, todos tenían ya sus grupos de amigos formados, cada quien metidos en sus propios asuntos al tener la primera clase libre.
Yo al contrario. Me sentía como un ratón atrapado en una jaula llena de gatos que amenazaban con sus grandes garras. No sabía exactamente qué hacer, así que pensé que leer seria mi solución más rápida, sin embargo, antes de poder hacerlo, dos chicos aparentemente amables se acercaron a mi y tomaron asiento al frente.
Miles de preguntas llegaron a mi segundos después.
"¿De donde eres?"
"¿Por qué decidiste mudarte a este lugar?"
"¿Cuál es tu comida favorita?"
"¿Te gustan los climas fríos?"
"¿Que tal es Italia"
"¿Qué tanto escuchas?"
"¿Sabes lenguaje de señas?"
"¿Es difícil aprenderlo?"
No podía leer tan rápido los labios, ni responder tan rápidamente por escrito a sus tantos cuestionamientos. Comenzaba a sentirme algo asfixiada. Luego un grupo de chicas los corrió diciendo que no siguieran molestándome más. Y yo no pude estarles más agradecida.
Sanha, Jiwoo, Rose y Yuna eran sus nombres. No me despegue de ellas en todo el día.
Me adherí como un imán. Lo suficientemente magnética como la mirada de aquel chico tierno de cabellera castaña que no había dejado de mirarme.
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