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ELIZABETH
❝안녕하세요❞
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Ese día el clima era completamente agradable. No hacía mucho calor, pero tampoco sé sientes lo suficientemente frío. Observaba por la ventana las hojas del enorme árbol en medio del jardín cayéndose.

Ese dia había sido lo bastante aburrido.

—¡Eli!—observó cómo Rose toma asiento al lado mío, extrañamente luce lo bastante emocionada. Lo que me hace confundir—Tú, vienes con nosotras.

Ni siquiera me dejaron expresar algo, fue una venda puesta en mis ojos dejándome en completa oscuridad lo que me obliga a ponerme de pie y sucumbir ante sus palabras.

"¿Qué rayos estaban tramando estas chicas?"

No puedo evitar sentir una mezcla de pánico, preocupación, pero también de intriga por saber a dónde me estaban conduciendo.

Abruptamente nuestros pasos se detienen.

La venda abandona mis ojos. Los cuales se abren poco a poco acostumbrándose a la luz nuevamente; viajan desde el piso hasta las mesas, observo unas cuantas personas atentas a cada uno de mis movimientos, a mis amigas observándome sonrientes detrás mío .

Una calidez se desprende en mi pecho al observar la entrada del salón iluminado con las estrellas reflejadas con un proyector y ahí...Jake sonreía para mi.

Rápidamente acomodó la pequeña mesa, las sillas y la comida que había preparado para tan hermosa sorpresa.

Yo a diferencia suya. No podía moverme.

Así que salió tomando mi mano para hacerme entrar de lleno, y antes de brindarle la oportunidad de hacer algo di media vuelta topándome con aquellas imágenes que me dejaron sintiendo un cosquilleo en mi piel, un hormigueo que recorría mi mejillas tornandolas de un carmesí. Fuegos artificiales estallándome en el pecho.

En la pared se proyectaban videos de el ensayando frente a un espejo las señas que le había estado enseñando durante semanas, sonriendo confiado y practicando lo que parecía ser una sonrisa de cortejo.

Cuando el video acabo de reproducirse todas las miradas estaban sobre mi, y al igual que yo, el estaba paralizado sin saber que decir.

—Y-yo...—movió sus labios.

Corto la distancia entre ambos y tomó mis manos, sentí las suyas temblando por los nervios.

'Al principio no sabía lo que sentía...

Comenzó moviendo sus manos, logrando que yo abriese los ojos por tal sorpresa.

Mi corazón palpitaba con más fuerza y las emociones solían remolinarse en mi estómago, millones de mariposas merodeaban en él cuando tus ojos se conectaban con los míos.

Pude entender con cada movimiento que sus larguiruchos dedos hacían.

Con el primer abrazo que me diste hiciste sentir en paz a mi corazón y te convertiste en alguien vital para mi, enseñándome que a veces un simple abrazo puede hacer más cosas que las palabras.

Una acción puede más que las palabras, por eso me gustas y me esforzado porque esto no salga mal, mostrarte una confesion, digna de lo que significas para mi.

Me gustas Elizabeth...

"¿Yo?" Me cuestione.
"¿Cómo es que te gusto yo?" Me pregunté.

Me gustas mucho más de lo que las palabras pueden expresar por eso lo estoy demostrando con señas.

Para demostrar que estoy comprometido a ser en quien puedas confiar hasta que me lo permitas.'

Me miró con esos ojos brillantes que siempre me miraban vibrantes, por mi parte, no pude contenerme y dejé que un par de lágrimas traviesas resbalasen por mis mejillas.

No resistí más y lo abracé.

Aún había bastante por conocer el uno del otro.
Tanto por explorar, tanto por descubrir.

Pero quería entregarme por completo, quería abrirme a él, dejar que me conociese. Que supiera que soy amante de las cosas sencillas: como el amor en papel, la poesía en chocolate, por ejemplo.

Había cierta telepatía entre nuestros corazones que se buscaban. Cierta frecuencia en la que se comunicaban. Una complicidad que el sentimiento de querer a alguien no explica. Una especie de diccionario mudo. Un abecedario
de haches donde reinan los silencios.

Una forma de comunicación considerada las más simple y la más compleja al momento...

Las señales que da solo el corazón