Cap 1


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JAKE
❝안녕하세요❞
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Me revolví el cabello castaño completamente frustrado, no importaba cuánto lo peinase, no lograba acomodarlo.
Estaba teniendo una crisis estética.

Repentinamente el ruido de afuera llama mi completa atención.

Lo recuerdo perfectamente. Fue ahí, cuando le miré por primera vez.

Bajaba del auto recién estacionado frente a un gran camión de mudanzas, cargaba con una pequeña caja en manos, entró a la casa de al lado que llevaba unos dos años vacía y luego volvió a salir por otra caja.

Una blusa de tirantes era lo que traía puesta debajo de un suéter turquesa tejido a mano. Yo me pregunté hasta ese momento, ¿Quién era? ¿Qué la había traído aquí después de tanto?

Una enorme curiosidad floreció dentro mío, que me fue inevitable no querer salir e inspeccionar cuan detective. La verdad desde pequeño siempre había sido lo suficientemente curioso.

En ese momento, baje las escaleras con prontitud hasta el tan amado jardín de mi madre, quien discutía con él señor de la mudanza por haber dañado sus preciosas rosas. Sin que mi cerebro tuviese uso de razón en ese momento, tome su jarrita con agua y comencé a regar las flores luciendo lo más casual posible, ahi, estando más cerca, pude observarla más a detalle.

Su cabello castaño con ligeras luces doradas que brillaban al sol, cada facción que brindaba toda armonía a su rostro y que combinaba perfectamente con esas pecas salpicadas en sus rosadas mejillas.

—Ho-hola, soy Ja...—quise presentarme y saludarle amablemente, darle la bienvenida al vecindario quizá. Sin embargo aquella chica se siguió derecho.

Había sido ignorado exitosamente.

Acaso, ¿Había cometido algún error al tratar de ser cortes? ¿Había sido demasiado entrometido? ¿Invasivo quizá?

No lo sabía. Y siendo sincero, en ese momento dejé de tomarle importancia y sólo regresé al interior de la casa.

Al día siguiente en el colegio, el rumor de que una alumna nueva llegaría a mitad del tercer año era por supuesto toda una novedad.

—¿Escuchaste lo de la nueva?—pregunto Jay, mi compañero y mejor amigo sentándose al frente como de costumbre.

—Es de lo que todo el mundo habla —le respondí sin despegar la mirada del celular.

Tampoco es como si me importase mucho, después de todo, mi ahora vecina había sido bastante clara al respecto luego de ignorarme.

—Parece que alguien está teniendo un mal día—murmuro sacando sus libros de la mochila.

Yo no respondí.

El tiempo siguió pasando en un abrir y cerrar de ojos hasta que llegó la hora en que todos los alumnos ya se encontraban dentro de su aula. Nuestra tutora se hizo presente poco después con la susodicha detrás suyo.

Quise ignorarla, desviar mi atención a otra cosa, pero por alguna extraña razón no lograba despegar la mirada de aquella chica.

La profesora dijo algo que en realidad no le preste atención. Estaba tan enfocado en cada uno de los movimientos que la castaña hacía. Aquella sacó un cuaderno confundiendo a todo el mundo y luego, lo colocó en su pecho mostrando una hoja en específico.

—Es un placer conocerlos a todos, mi nombre es Elizabeth Giannoli —leímos todos—Espero llevarme bien con todos ustedes.

Es ahí donde, lo puedo notar y todo comienza a ser estúpidamente claro.

Aquella joven llevaba un aparato auditivo sobre su oreja.

—Jake , puedes levantarte un segundo—me hablo la profesora sacándome completamente de mis pensamientos.
En un instante hice lo que ella pidió, lo había hecho tan rápido que terminé golpeándome la rodilla con el pupitre.

Todos rieron por mis movimientos torpes.

La maestra pareció darle una orden a la joven, y yo sólo me pude limitar a observarla hasta que tomó asiento a mi lado.

El nerviosismo me atacó al instante.

¿Qué debía hacer ahora? ¿Era correcto presentarme?

—Pues claro que si, tonto. Eso hacen las personas normales—me conteste y me sentí lo bastante tonto por hablar conmigo mismo.

Y justo cuando pensé en hablarle, dos de mis compañeros se acercaron a ella seguramente para indagar en su vida privada.

Segundos y miles de preguntas escritas después, un grupo de chicas los corrió diciendo que no la siguieran molestando.

Y yo con una expresión neutra, lo ví y escuché todo; desde la incomodidad que trasmitía la nueva, hasta la dificultad de los demás para comunicarse con ella.

Tal vez había perdido otra oportunidad para socializar con ella otra vez. Pero al menos, ya sabía algunas cosas.

Elizabeth venía de Italia, lugar donde su padre, quien se dedicaba a los negocios internacionales, trabajaba y por el mismo motivo había terminado mudándose.
Era lo suficientemente risueña.
Teníamos la misma edad.

Y ella...era completamente sorda de ambos oídos.

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