Epílogo

Había muchas personas ahí reunidas, todas con el mismoobjetivo: dejar a sus pequeños angelitos en la entrada del jardín de niños.

Muchas parejas se encontraban ahí reunidas, algunas madres lloraban desconsoladamente al darse cuenta de que sus pequeñines estaban creciendo muy rápido mientras los padres las abrazaban tratando de transmitirles confianza, algunas otras con cámara en mano capturaban ese hermoso momento, sonreían radiantemente al saber que sus bebes ya eran niños grandes, y al ver como estos pedían que pararan con tantas fotos. Aunque claro también había padres desobligados que dejaban a sus pequeños bajar del auto para que al segundo después salieran a toda velocidad en sus carros, se les hacía tarde para sus trabajos.

Había llegado a buena hora gracias a su pequeño, le había despertado algo temprano, feliz de que este sería su primer día de clases.

Mientras su bebe de cuatro años desayunaba la fruta que le había preparado, él se limitó a prepararle un sano refrigerio y a acomodar los útiles que llevaría en su primer día de escuela.

¡Que rápido pasaba el tiempo!, su bebe ya tenía cuatro años y ese sería su primer día de clases, el pequeño iba en el asiento trasero del carro, sentado en la sillita especial con su cinturón de seguridad bien puesto y hablando como periquito.

Aunque no fuera su hijo de sangre se parecía bastante a él, más en la forma en que el pequeñín hablaba, demasiado rápido para ser entendible y reía de la nada.

Eso mismo le pasaba a él cuando estaba nervioso, de hecho mientras su bebe hablaba él también lo hacía, los dos a la misma velocidad.

Cuando al fin llegaron a la entrada del jardín de niños y se bajaron al auto una profunda tristeza lo invadió, lo tomo de la mano y lo acompaño hasta la entrada, ambos veían, uno con sus ojos verdes y el más pequeño con sus curiosos ojos avellana, a todas las familias ahí reunidas.

Él pelinegro sintió un vacío en su estómago al ver a esas familias, se veían tan felices, tan perfectas y sobre todo se veía su amor. No puedo evitarlo y una traicionera lágrima se le escapo bajando por su mejilla, rápidamente la limpió antes de que su pequeño la viera y se preocupara, no debía de hacer eso, su deber era transmitirle confianza y eso haría
- Bien... - Soltó un suspiro y se puso de rodillas, quedando a la misma estatura que el pequeño - Quiero que te portes bien, ¿De acuerdo Anthony? Y que no dejes que ningún niño mayor te haga nada y también...
- Papá! papá! Estaré bien ¿sí? - le dedico una tierna sonrisa, esa sonrisa que le derretía de ternura el corazón y hacía que no le pudiera negar nada que su pequeño le pidiera
- De acuerdo, solo cuídate ¿sí? - se acercó a él y le deposito varios besos en la mejilla, lo que provocó un sonrojo en el infantil rostro
- Paaa! -se quejó un poco apenado.
- ¡Está bien! ¡Está bien! Pero no puedo evitarlo... mi bebe está creciendo - lo último le salió en un susurro quebrado, no pudiendo contenerse por más tiempo varias lágrimas escaparon por sus ojos mientras se abrazaba a el pequeño
- No te preocupes papi estaré bien - se separó un poco de él y le dedicó una gran sonrisa tratando de esa forma de transmitirle confianza. Beso la mejilla de su padre y después se dio la vuelta y entro a su nueva escuela, pero antes de perderse de vista volteó y se despidió de lejos de su padre con la mano.

El corazón de Gerard estaba lleno de felicidad, su bebe había crecido tan rápido, pero después se percató de todos los padres y madres ahí reunidos, algunos se abrazaban y 'consolaban' mutuamente; le hubiera gustado haber tenido un cuadro familiar como el que se montaba, pero la vida era injusta.

Justamente ese día no tenía trabajo, le habían dado una semana de vacaciones y tenía tiempo libre, tiempo libre que aprovecharía.

Era un día especial no solo porque su hijo entraba a la escuela, sino también por otro motivo muy triste.

Se dio, media vuelta y regreso a su auto a un rumbo fijo, debía darse prisa, el pequeño Anthony saldría al medio día y el camino era algo largo.

Cuando al fin llego, con un ramo de rosas rojas en mano que había comprado en la entrada de aquel lugar, quedo frente a una lápida cubierta con un poco de polvo y decorada con flores a su alrededor, pasó a sentarse enfrente de ésta, dejar las rosas recargadas en la lápida y contemplarla con tristeza, como hacía desde hace ya un tiempo.
- Otro año más... otro año sin ti - hablo con la lápida como si lo hiciera con cualquier persona, aunque cualquier persona no, sino ESA persona. - Deberías ver al pequeño Anthony, está cada vez más grande - soltó una pequeña risa pero esta murió un segundo después, un nudo en su garganta le asfixiaba, le impedía seguir hablando. - Sabes... él se parece a mí... un poco, recuerdo... recuerdo que me decías que cuando me ponía nervioso hablaba sin parar, bueno, pues él es igual, y también tiene la piel tan pálida como la mía... espero que no le molesten por eso como a mí - más lágrimas comenzaron a salir por sus ojos - Pero sus ojos... sus ojos son... son... - en ese momento se quebró totalmente y comenzó a llorar con más fuerza, no podía soportarlo más - ¡¡TE EXTRAÑO TANTO!! No sé cómo he podido continuar sin ti, quisiera... quisiera que estuvieras aquí... y que... y que lo vieras!, es tan lindo... es.... ¡¡Te extraño tanto!!... ¡¡TE EXTRAÑAMOS TANTO!!... no llegaste a conocerlo... pero sé... sé que lo amarías tanto como yo.


Estuvo durante dos horas en aquel lugar, cada año era 'casi' igual.

El tiempo había pasado rápido y ahora iba de regreso por su hijo, esperaba, rogaba porque le hubiera ido bien. Al llegar vio de nuevo a muchas familias ahí reunidas.

La campana sonó y muchos niños salieron corriendo, buscando a sus madres y padres, un pequeño más bajo que muchos otros niños, se dirigió donde su papá Gee le esperaba, se abrazaron y fueron de vuelta a casa.

El camino de regreso fue bastante parecido al de esa mañana, solo que esta vez el que más hablaba era el pequeño, su padre permanecía muy callado, simplemente escuchando el relato del maravilloso día que había tenido su hijo, de los nuevos amigos que había hecho y de cómo se había divertido.

Llegando a casa cada uno se quitó su abrigo, el clima en esas fechas era lluvioso y frío, y se pusieron a hacer sus respectivas labores del día

Durante ese día Gerard estuvo un tanto ausente, recordando con algo de dolor su pasado y como la vida le había quitado a una de las personas que más amaba, de vez en cuando traicioneras lágrimas se le escapaban, pero siempre las borraba de su rostro, no quería que su hijo las viera, pero tampoco las podía controlar.

Ya entrada la noche lavaba los platos usados en la cena, que no eran muchos, eran exactamente las 10:18pm y su hogar estaba en total calma; Anthony se había ido a la cama hacia una hora y como siempre, él le había leído un cuento para que se durmiera.

Estaba tan distraído en su labor que no fue hasta que unos brazos se cerraron posesivamente en su cintura haciéndole dar un brinco, que se dio cuenta de la presencia de otra persona
- Ya has llegado! - dijo tratando de sonreír, aunque en su mirada todavía persistía ese toque de melancolía
- ¿Qué es lo que pasa Gee? - pregunto él otro preocupado por lo disperso que se encontraba el pelinegro
- Nada - fue la única respuesta que obtuvo, sin el habitual beso que le daba el pelinegro cuando llegaba del trabajo, en lugar de eso, o de cualquier otra forma de afecto, éste se alejó de sus brazos y se fue directo a su habitación.

No tardó mucho en seguirlo, una actitud así en Gerard no era normal por lo que se apresuró y entro a la habitación,

Gerard se encontraba saliendo del baño con el pijama ya puesto, sin siquiera dirigirle una mirada se metió a la cama.
- Vamos Gee! Sé que no estas bien... si es porque no pude ir contigo y Anthony al... - Pero no lo dejo continuar
- No es por eso, comprendo que no pudiste ir - dijo de nuevo sin dirigirle la mirada al hombre al pie de la cama
- Entonces ¿qué es lo que te tiene así?
- Hoy... - su voz se quebró - Hoy se cumple una año más

Lo comprendió al instante, a Gerard todavía le dolía su partida, y no era para menos, había sino una parte importante de su vida durante mucho tiempo y él lo sabía perfectamente, regularmente lo acompañaba todos los años al cementerio pero esta vez no pudo ir, dejo solo a Gerard, por eso estaba tan decaído.

Se sintió miserable por haberlo dejado solo en un día tan difícil

Sin perder tiempo se acostó al lado del pelinegro, lo tomo de la cintura y lo abrazo, Gerard no se pudo contener por mucho tiempo, se dio la vuelta y se abrazó al otro hombre, escondiendo su rostro en el pecho ajeno mientras soltaba amargas lágrimas, todo el día quiso hacer eso, estar así.
- Shhh Gee, tranquilo, todo estará bien - trataba de calmarlo acariciándole la espalda y también el cabello - Siento no haberte acompañado Gee perdóname - sentía su garganta cerrarse, nunca le había gustado ver en ese estado a su pareja. - Perdóname.

Gerard poco a poco se fue calmando gracias a las caricias, restregó su nariz y con voz ronca por el llanto dijo - Todavía me duele su partida, ella lo fue todo para mí, fue la mejor abuela, pero sabes... gracias a ti... gracias a ti el dolor es menos.... Te amo... ¡¡Te amo Frankie!!... Gracias por estar a mi lado, gracias por no dejarme, por no haberme dejado esa noche... -
- Shhh Gee! Eso ya paso - le dedico una sonrisa - Además... ¿Crees que te hubiera dejado para que fueras feliz con otro? ¿Para que alguien más te tuviera? ¡¡CLARO QUE NO!! Ni loco!! - Gerard soltó una pequeña risa ante tal comentario
- Yo no hubiera seguido sin ti Frank
- No pensemos en eso Gee... yo tampoco podría seguir sin ti, Te amo y eres solo mío
- Te amo Frank - Si había alguna duda de eso lo dejaron todo el claro cuando se besaron, había muchos sentimientos en ese beso, pero sobre todo amor.

Cuando el beso comenzaba a tornarse más apasionado unos golpecitos en la puerta hicieron que se separaran. La puerta se abrió dejando ver a un pequeño de cuatro años con un pijama azul con nubecitas
- ¿Qué pasa bebe? - dijo Gerard preocupado por las lágrimas que seguían descendiendo por las mejillas de su único hijo
- Tuve... tuve una pesadilla... ¿puedo dormir con ustedes? - ambos padres asintieron y se separaron para dejarle un espacio entre ellos a su hijo, este subió a la cama y fue cobijado por Frank
- Y dime ¿De qué trato tu pesadilla? - pregunto curioso Frank
- No quiero hablar de eso
- Hablarlo te hará sentir mejor - sonrió Gerard al pequeño, tratando de transmitirle confianza
- Déjalo, si no quiere decirlo que no lo haga, solo fue un sueño - Frank abrazó al pequeño Anthony.

Después de unos minutos Gerard ya se encontraba en el país de los sueños y Frank iba para el mismo camino, Anthony por su parte seguía sin poder dormir, movió levemente a su padre Frank
- ¿Qué pasa pequeño? ¿Sigues sin poder dormir? - el otro asintió con la cabeza - ¿Quieres contarme? - esta vez asintió
- Yo... yo soñé que... que tú y papá Gee iban en un auto... y... y chocaban - comenzó a sollozar bajito, tratando de no despertar a su otro padre - Y... pa... papá Gee... el... él moría - el pequeño se abalanzo a los brazos de su padre y lloro en su pecho, como hacia un rato lo había hecho Gerard
- Tranquilo amorcito... todo fue un sueño - le susurro al niño entre sus brazos y después de un rato también partió al país de los sueños aunque ahora Frank no podía dormir.

Sí, todo había sido un sueño ¿verdad?.... Pero si de algo estaba seguro es que estaría más atento, no volvería a ignorar ninguna señal de futuro.

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