XXII.

-Despierta, muchacha -sentí como una cálida voz me hablaba. Abrí los ojos con pesar, encontrando a la madre de Antonella parada a mi lado, queriendo despertarme al parecer-. Levántate, debemos irnos.

-¿Qué...?

-No hagas preguntas y apresúrate. Me llegó una nueva nota de mi hija. -Me levanté entonces sobresaltada. El cuerpo me dolía de sobremanera debido a la incómoda posición que había adoptado al dormir.

-Ya, ya. Hago lo mejor que puedo, pero con estos despertares es imposible apurarse. -Me dedicó un gesto de desaprobación en lo que iba cogiendo el humilde y básico vestido que me había tendido-. ¿Podrías leerme qué dice la nota?

-Que te lleve a la entrada del bosque con urgencia. Al parecer, el conde ya dictó orden de búsqueda y captura para ti.

La piel se me erizó ante sus palabras. Greelard estaba actuando con rapidez y el pavor de no poder salir de esa situación comenzó a dejarme sin oxígeno, cayendo presa de mi ansiedad nuevamente.
La madre de Antonella, Merlot, me ayudó a vestirme con agilidad, poniéndome la capa por encima y ocultando mi rostro. Fue entonces que salimos de la pequeña habitación, caminando desprendidas hacia afuera de la taberna y moviéndonos por los rincones y callejones, camufladas por la multitud, hasta llegar a la salida del pueblo donde podía divisarse la tupida entrada al bosque y un camino que parecía cruzarlo.

Nos adentramos un poco, sin perder de vista al pueblo, cuando Merlot me ofreció el saco que llevaba encima y una canasta donde estarían mis provisiones para sobrevivir varios días en caso de que algo sucediese. Además, guardó en un bolsillo delantero del vestido que me había prestado, un pequeño puñal por si debía defenderme de algún animal... o de quienes quisieran capturarme.

-La nota venía en un sobre junto a otro papel -dijo, extendiendo su mano para ofrecérmelo. Yo lo agarré dudosa y la miré confundida-. No lo he leído, por si esperas que te diga su contenido.

-Está bien, entiendo...

-Te deseo completa seguridad, muchacha. A partir de este punto no puedo hacer mucho más por ti sin llamar la atención. Ve con cuidado.

Me dio dos suaves palmadas en el hombro y giró para marcharse de nuevo al pueblo. Yo iba a desdoblar el papel en ese momento, cuando sentí varios hombres acercándose, lo cual me hizo guardarlo apresurada y correr, adentrándome más en la profundidad del follaje.

Caminé y caminé, prefiriendo salirme del camino, guiándome por las raíces de los árboles y dejando pequeñas marcas a mi paso en varios troncos para no perderme cuando tuviese que volver para reunirme con Arturo. Justo cuando pude divisar un claro, me detuve, acomodando lo que llevaba encima en el suelo y sacando la nota para poder descubrir qué contendría. La letra de Arturo hizo que mis nervios disminuyesen.

... Ha sido todo muy caótico desde que huiste, pequeña. Todo está al revés en el palacete y piensan enviar varios hombres al bosque dentro de unas horas, así que rezo porque veas esta nota antes y estés alertada.
Es mi deber contarte, además, que tu amiga esclava acaba de dar a luz y ha sido toda una sorpresa. La bebé está muy débil y se espera que no aguante muchos días de vida. El conde no ha querido pronunciarse y decidió dejar que la naturaleza haga lo suyo con esa pobre alma.
Por otro lado, todas las miradas están fijas en mí, al ser quien fue encontrado en tu habitación junto al cuerpo de Darly. Sospechan que estoy confabulado contigo y tengo algo que ver en tu huida. No siento miedo, Jade; estoy más que preparado a dejar lo poco que me queda por ti.
Cumple con lo acordado y espérame a la salida del pueblo mañana al amanecer, cuando se escuchen las primeras campanadas de la iglesia. Ten cuidado de no llamar la atención y si notas algo raro huye. Veré entonces otra forma para poder escapar juntos.
Siempre tuyo, más allá de las adversidades...

-Arturo... -recité en voz alta, pegando el pedazo de papel a mi pecho y suspirando, más nerviosa todavía y con un dolor enorme en el pecho ante las noticias que se habían acontecido en menos de veinticuatro horas desde mi huida.

No podía sacarme de la cabeza el dolor que le había causado a tantas personas. A veces sentía, o podía hasta creer realmente que yo era especial, pero no en el buen sentido de la palabra. Era como si el hecho de crear un vínculo con alguien desatara una horrible maldición que les hiciera sufrir a todos los que se cruzaran en mi vida. Una desgracia andante, así me veía yo.

Intenté alejar esos malos pensamientos, recorriendo el claro en busca de frutos y hongos, recolectando hojas y explorando. Tuve intensión de hacer una fogata, mas me di cuenta de que el humo que provocara podía delatar mi posición, por lo cual me tuve que resignar a pasar frío cuando cayera la noche. Y sí fue...

Logré agarrar el sueño con bastante esfuerzo, pero una horrible pesadilla me invadió, recordándome momentos que ya daba por superados y despertándome a altas horas, sudorosa y con el pulso por los aires.

-No creo que haya ido muy lejos. -Pude escuchar una voz, masculina, que se intensificaba poco a poco.

Me levanté del suelo terroso sobresaltada, recogiendo mis pertenencias y trepando a un árbol por puro impulso. Controlé mi respiración e intenté acomodarme, evitando caerme o dejar caer algo que hiciera el ruido que me delatara. Desde mi perspectiva podía verse todo el claro, alumbrado por los haces de luz de luna, además de pequeños puntos centellantes volando cerca del suelo. Era hermoso.

En la densidad del bosque, alrededor del claro, pude divisar varias antorchas moviéndose en mi dirección, marcando el camino de aquel a quien escuché junto a otras personas. Sus voces y pisadas iban escuchándose más marcadas, hasta que los tuve prácticamente debajo de mí.

-De seguro ya estará a las afueras. Han pasado varias horas y según nos informaron, ella no es normal -dijo uno de los hombres.

-Ni que estuviésemos cazando a un animal -volvió a hablar el que primero noté antes de esconderme.

-Es peor que cualquier animal que hayan visto. -Esa voz pude distinguirla perfectamente. Era Freud, el sucio mercader y contrabandista que formaba la mente maestra del plan que se estaban trazando los nobles en el palacete del señor Greelard.

Seguí inmóvil en mi incómodo escondite. Los tenía justo a mis pies.

-¿Qué pudo haber hecho tan grave una mujer para que le teman tanto? -preguntó el iluso. Parecía solo un joven, tanto por su tono de voz como por lo poco que podía distinguir de él desde donde me encontraba.

-Mató a un hombre -respondió Freud secamente.

-Eso no es tan grave -intervino el tercer hombre.

-Quédense con mi advertencia. Es un demonio vestido de mujer. Ustedes serán los próximos si se confían demasiado.

Reí por dentro, confirmando sus palabras en silencio. Ya poco me importaba matar si quería continuar con vida.

Ambos quedaron callados ante las palabras del comerciante y continuaron caminando, perdiéndose otra vez en la negrura del espeso bosque. Freud, por su parte, se quedó atrás, observando y tocando el bulto de hojas apiladas que me había servido de cama hacía minutos. Miró luego a los alrededores y por último hacia arriba. Recé para que no me encontrase y al parecer el Gran Padre escuchó mis plegarias. O eso creí...

-Alguien deberá pagar, sea como sea... -
murmuró con una sonrisa torcida en el rostro, para luego continuar su paso y adentrarse en la espesura a alcanzar a sus compañeros.

Pasaron varios minutos desde que dejé de sentir la presencia de algún humano cerca, mas mis piernas temblaban al punto de no dejarme fuerzas para bajar del árbol. Dejé caer mis pertenencias al suelo y pude respirar bien al fin, aliviada de no tener aquel peso en mis adoloridos brazos. Sin embargo, algo en el fondo de mi mente no me dejaba pensar con claridad, y solo se repetían en mi cabeza las últimas palabras de Freud:

«Alguien deberá pagar...».


Hermoso fanart hecho por la bella y talentosa Raejoonn ❤❤❤

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