XIX.
La mesa que centraba la pequeña glorieta se encontraba adornada con unas velas que iluminaban de forma tenue y somnífera. Arturo corrió hacia atrás uno de los asientos en cortesía, esperando que me sentase para comenzar con la plática. Yo no me moví del sitio en donde me encontraba parada, obviando el gesto galante y mirándolo de forma inquisitiva. Él resopló, yendo al otro extremo de la mesa y sentándose en su sitio.
-¿Por qué me solicitó a estas horas, señor Delorme?
-Hace mucho que dejé de ser Delorme para ti, Jade. ¿Por qué los formalismos a estas alturas?
-Será, quizás, debido a la clara amenaza que me hizo hace unas semanas atrás...
-Será, quizás, debido a la ira de volver a ver a quien arruinó mi vida y mató a quienes más quería...
No tuve forma de refutar eso. Suspiré, exhalando nostalgia y verdadera pena por el error que había cometido en aquel entonces.
-Si lo que quieres es venganza, dejaré que la tengas y acabaremos con esto de una vez por todas. Pero debes esperar; hay algo que debo proteger a toda costa en este momento.
-Yo también he encontrado algo que debo proteger, Jade -dijo, mirándome fijamente como queriendo atravesar mi alma.
Comencé a sentir los palpitares de mi ingenuo corazón, que seguía confiando en él a pesar de sus claras intensiones. El cuerpo comenzó a temblarme, invadido por la inoportuna ansiedad que me caracterizaba.
-No le creo. Algo estará tramando...
-¿Recuerdas cómo sucedió todo aquel fatídico día? -preguntó de golpe, ignorando mi acusación.
Negué con la cabeza. Mis pies estaban cansados de estar parada, por lo cual, con prudencia, me acerqué a la glorieta, sentándome en el lugar que me correspondía.
-No recuerdo nada.
-Lo supuse... -dijo, dejando ver en su rostro una media sonrisa. Conocía su rostro a la perfección; esa pequeña sonrisa triste fue la misma que tantas veces presencié los primeros días de haberlo conocido.
«Todos sufren a su manera...», recordé.
-Tengo una especie de laguna mental cada vez que intento recordar cómo sucedió todo -sinceré.
-Puedo contarte todo lo ocurrido; es decir, todo lo que yo viví.
-¿Qué cambiaría en caso de saberlo? Arturo, el pasado es pasado. Los muertos no volverán por recordarlos. Del pasado solo recordemos los buenos momentos.
-Yo recién llegaba de mi viaje -comenzó a contar, ignorando completamente mi respuesta anterior.
-¡Basta, Arturo! -grité para luego bajar la voz, controlando mi enojo-. Si esta es tu forma de torturarme, date por sentado que me iré en este preciso momento.
-Quédate, por favor -suplicó, levantándose de su asiento y yendo hacia mí. Se arrodilló, tomando mis manos y apretándolas con fuerza-. Me lo debes, Jade.
Nuevamente mi ingenuo corazón hizo de las suyas. Las palabras que tenía guardadas no querían salir de mi boca y mi cuerpo dejó de hacerme caso por el efecto de tenerlo tan cerca. Desvié la vista, el apretó con más fuerza. Lo volví a mirar y asintió. Volvió a pararse, dándome la espalda y caminando unos pasos. Se detuvo, mirando en dirección al palacete, con su característica pose erguida con las manos cruzadas en la espalda. Ese hombre tenía más porte que cualquiera de los nobles que había visto en mi vida.
»... Entraba por la puerta principal cuando te vi. Mi opción inicial fue ignorar tu presencia ya que no me sentía preparado para encararte, pequeña. Fui un cobarde en aquel entonces. Hice como si no te hubiese visto, mas algo me detuvo, haciendo que prestara total atención a un evento singular en tu dirección. ¿Tienes idea de qué pudo ser?
-Sangre, supongo. Es lo más obvio -dije muy segura.
-Exactamente, pequeña Jade. Tu rostro, cuello y busto estaban cubiertos de sangre. Tambaleabas mientras caminabas en mi dirección, llorando e intentando hablarme. Tu rostro manchado en agonía me alertó, por lo cual corrí hacia ti, agarrándote antes de que cayeras al suelo.
-No recuerdo nada de eso. -Era cierto, no podía recordar nada por más que pusiera mi mente a trabajar.
-Te estabas tocando el collar de piedra nigra, el cual estaba medio desabrochado. Por impulso terminé por quitártelo, pensando en que te podría estar asfixiando. Ese fue mi primer error.
Me restregué en el asiento cuando paró de contar sus recuerdos de aquel día. Sentía culpa, aunque no fuese a causa mía que todo aquello sucediera. Él tenía razón: quitarme el collar había sido su primer error. En ese entonces aún no controlaba la maldición oculta en mi interior por lo cual, la piedra nigra, era lo único que podía mantenerme equilibrada.
-No quiero saber más -demandé-. Es suficiente, intuyo lo que puede haber sucedido a continuación.
Él asintió, entendiendo mi necedad por continuar escuchando la historia. Sin embargo, hizo algo que no había previsto y me erizó la piel; deshizo el lazo de su camisa, sacándosela de por dentro del pantalón, dejando al descubierto su torso desnudo. Llevé mis manos a la boca, ahogando un grito de espanto al ver, clara y horrorosamente, una gran cicatriz en forma de garras que ocupaba toda la piel desde los pectorales hasta debajo del ombligo.
-Sigue doliendo, Jade. Duele cada noche, cada día, cada vez que te recuerdo. Ahora mismo duele al punto de flaquear mis fuerzas y volverme loco.
Me levanté de golpe, dando pasos hacia atrás, intentando alejarme más de él. Sentí como el aire salía de mis pulmones sin regreso. Un nudo de emociones se estancó en mi garganta al tiempo que el llanto no tardó en aparecer, derrumbándome en el frío suelo, agarrada de una de las patas del asiento.
-Perdóname... -Fue lo único que salió de mi boca mientras el llanto cobraba fuerza.
-No quiero que duela más. -Se arrodilló a mi altura, poniendo su mano en mi rostro hasta alzármelo, forzándome a mirarlo-. No quiero que siga doliendo, pequeña. Es por eso que necesito de ti. Me odiaría por seguir siendo un cobarde...
Y llegó un beso, que cortó su última palabra para transformarla casi en un gemido. Puso su otra mano en mi otra mejilla, agarrando mi rostro con fuerza, acariciando con sus pulgares mientras su lengua poseía desenfrenadamente la mía. Separamos nuestros rostros y pude reaccionar al fin a lo que estaba pasando, a todo lo que había sucedido en esos segundos en los cuales volvimos a reconocer nuestros aromas, nuestras texturas, nuestros deseos. Desvié mi mirada de la suya, levantándome, aún descompuesta por la conversación, el susto de ver su herida y el beso.
«Lo siento, amado mío. Perdóname por esta vez ser yo la cobarde...», pensé mientras mis pies se movieron solos, sacándome de ahí, corriendo por el jardín hasta salir del laberinto hasta entrar al interior del palacete.
No miré atrás ni me detuve, incluso cuando mi mirada se cruzó con la de Meggias, pletórico y rígido ante la escena que posiblemente haya podido presenciar.
Misión cumplida. Capítulo 5/5 del maratón publicado. Espero que les vaya gustando este giro de acontecimientos. Se avecinan problemas para Jade, así que estén atentos a nuevas actualizaciones dentro de poco.
Los quiero mucho mucho.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top