XIV.
Las risas, toscas y presuntuosas, invadían la estancia aquella noche como lo hizo en las anteriores, acompañadas de la suave melodía clásica de violines, contrastando además con el fuerte olor del vino.
Arturo no me importunó en ningún momento de esos días, pareciéndome ridículo luego de haberme amenazado recién llegó al palacete. Sin embargo, nunca me perdía de vista, e incluso intentaba centrar la atención de cualquiera que estuviese fijándose en mí más de la cuenta. Pareciera como si no quisiese que ninguno de sus compañeros pudiese propasarse conmigo. Incluso llegué a plantearme si ese sería su inusual método de tortura; me parecía sumamente estúpido.
En todo este tiempo noté algo extraño en los silencios de los pasillos, cuando solo se sentían a lo lejos, en alguna habitación cercana, las voces de los visitantes murmurando sobre temas que yo desconocía.
Nunca presté demasiada atención, ni decidí involucrarme en demasía. No, hasta el día en que se me fue revelado el secreto que cambiaría todo, planteándome sinceramente si en algún momento tendría la fuerza para aguantar ese peso y luchar por la seguridad de quienes me importaban...
-¡Estoy embarazada! -soltó Adarah de golpe, dejándome confundida por unos segundos.
Nos habíamos escapado unas horas al bosquecillo donde solía cazar para el señor Greelard, el cual era nuestro refugio para contarnos las "buenas nuevas" sobre los acontecimientos dentro del palacete. Incluso había comenzado a ser el nido de amor mío y de Meggias, donde cada atardecer estrechábamos nuestro vínculo y disfrutábamos de un plácido momento de ocio y éxtasis.
Luego de la sorpresa inicial, solo me quedó hacerle a Adarah un mar de preguntas sobre cómo había podido suceder, a lo cual ella, como si fuese el secreto mejor guardado del mundo, me confesó su romance con Dakofz, el cual ya yo había deducido desde el mismo día que los conocí a ambos en el escondite de los contrabandistas.
-No puedes decirle nada a nadie -me exigió.
-Y... ¿qué harás una vez que el bebé nazca?
-Lo criaré aquí, no tengo de otra.
No me atreví a juzgar su situación, ni a indagar más del tema. Procuré no saber nada y continuar con mis labores normales dentro del palacete: servir vino, halagar a los invitados, bailar vals hasta que los pies doliesen y aguatar a un Arturo que ya comenzaba a ejecutar la venganza que tanto me pareció, no sucedería.
La sensación viscosa y húmeda del vino sobre mi cabello fue una total sorpresa. Me quedé completamente inmóvil ante la sonrisa cínica del canalla de Arturo mientras las rojizas gotas bajaban por mi mentón, manchando el escote de mi vestido y las hombreras. Solo podía mirarlo fijamente a los ojos, los cuales no se centraban en un punto fijo debido a los efectos del alcohol. Me agarró la muñeca y aprisionó de mí contra la pared, cogiéndome el mentón con la otra mano y alzándolo para luego comenzar a manosear mi cuello.
Su aliento me producía arcadas, pero la sensación predominante era la lástima que me estaba causando en ese momento. No le temía; aunque un tiempo atrás me haya preferido muerta, yo estaba segura que él no era peligroso al punto de hacerme daño por sus propias manos, o eso creía.
Jugueteó con mis senos por encima del ajustado vestido y el corsé, hasta que se cansó y pasó su mano por mi espalda, tirando del lazo y aflojando mi busto hasta dejarme prácticamente desnuda de la cintura para arriba. No pude contener más la vergüenza y comencé a forcejear. Salí corriendo desprendida de ahí una vez pude salir de su agarre, mas noté que para mi alivio, no me siguió. Miré atrás una vez estuve a una distancia prudente, al otro extremo del pasillo, observé a Arturo sentado en el suelo, recostado a la pared, con una pierna doblada y su codo descansando en la rodilla, con sus dedos entre su cabello despeinado, destilando molestia, o quizás hasta dolor.
Doblé rumbo a mi habitación y al estar dentro cerré con llave. Quité rápidamente el sucio vestido de mi cuerpo, agarré unos harapos que escondía debajo de la cama y me los puse, abrí la ventana y calculé la distancia hasta el suelo para luego, en un acto de puro impulso, morderme el labio con fuerza y desatar mi maldición a un rango que pudiese controlar perfectamente. Una vez que mis garras salieron, mis colmillos crecieron y mi fuerza aumentó, salté hacia abajo y salí corriendo desprendida intentando no ser vista. Necesitaba llegar al río lo antes posible y quitarme el olor a Arturo, ahogar mi llanto entre los sonidos del bosquecillo y aclarar mi mente para poder seguir aguantando esa dura prueba de valor.
El agua fría consiguió eso y mucho más. Hacía poco tiempo pude encontrar un lago y una pequeña cascada que se habían convertido en mi parte favorita, mi lugar mágico. Llegar ahí y tirarme a la profundidad fue una sensación reveladora, la cual sentí como un ritual para limpiar no solo mi cuerpo sino también mi alma.
Regresé por el mismo trayecto un rato después, poco antes de la puesta de Sol.
Procuré no hacer ruido, ejecutando el mismo proceder en el cual mordía mi labio y saltaba hacia arriba a mi habitación. Sin embargo, para mi sorpresa, la ventana se encontraba cerrada desde dentro, sin posibilidades de abrirla a menos que la rompiese. Respiré resignada y pensé en qué ruta del palacete podía coger sin ser vista por los capataces o vasallos, menos aún por algún noble. Al final opté por bordear la parte trasera, coger algún uniforme de las criadas del lavado e intentar no ser notada.
El plan resultó un éxito en un inicio, logrando entrar al palacete. Caminé con la cabeza baja y paso apresurado subiendo una escalinata secundaria del ala sur, bordeando las habitaciones vacías y los pasillos alternos.
Solo me faltaba atravesar una saleta de cocteles para llegar a un balcón nunca usado por el señor Greelard, el cual había sido desmantelado y abandonado al día siguiente de morir su esposa tras una trágica caída. Ese balcón daba justamente a una parte del jardín que llevaba al pasillo por el cual se cogía a mi habitación, un piso más abajo.
El Sol apenas se divisaba en una suave línea en el horizonte, por lo cual decidí apresurarme para poder estar a tiempo en el banquete de esa noche, mas algo me hizo detenerme y centrar mi total atención.
-Fresno ya nos está garantizando la recogida del cargamento en las fronteras con el reino vecino -dijo una voz masculina, diferente a la de los nobles hospedados desde hacía varios días. Me tumbé en el suelo del balcón cuando noté a alguien salir de la habitación de al lado, la cual se suponía que estuviese sellada.
-Necesitamos más. -Esta vez fue Greelard quien habló-. Cada regionario debe poner de su parte para hacernos con el poder del mercado. Esto nos puede dar aún mayor fortuna y podremos controlar el comercio y las rutas de todo el reino.
-Arturo, necesito que reúnas a tus hombres para un nuevo viaje. Esta misión es de suma importancia y será la que demuestre tu valía para nosotros -dijo nuevamente el desconocido.
-Todo irá bien. No se preocupen -contestó Arturo.
Esta reunión clandestina olía a peligro, a negocios turbios y contrabando de algún tipo. Tragué saliva, rezando por que acabasen de irse y así yo poder llegar a mi habitación.
Comenzaba a exasperarme cuando pude notar cuando entraban nuevamente, a lo que me levanté con intensión de saltar por fin por el balcón, cuando escuché una frase que por su impacto terminó por desconcentrarme, haciendo que cayera de forma brusca y terminara torciéndome el tobillo. «...nuevo cargamento de esclavos...», fue lo último que pude escuchar.
Entrando al fin a mi habitación, incluso con el enojo de las sirvientas que llevaban tiempo esperando para arreglarme y el dolor punzante en mi tobillo, no pude librarme de los pensamientos que rondaban en mi cabeza. Sin embargo, de algo estaba completamente segura: debía averiguar más sobre el negocio de los nobles respecto a la trata de esclavos y a la vez, proteger a Adarah y al bebé en su vientre de las crueldades que el destino amenazaba con traer para nosotros.
Espero que les esté gustando el giro de esta historia. Si es así, no duden en dejar sus preciados votos y comentarios ❤
Los quiero mucho mucho...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top