Cap. 56: Para ella, para siempre
🎆[Aviso: último capítulo, extra largo]🎆
***
Los rayos del sol comenzaban a calentar de nuevo. Los cerezos se habían cargado de flores y, en esos momentos, el mismo viento suave que arrastraba sus pétalos por el lago, se había colado por la ventana abierta, arrastrando también el olor a primavera, a flores frescas, a jazmín, lirios y hierba.
Inhaló profundamente...
- ¿Llevas todo, Rin? - le había preguntado su peliblanco, pronto a salir.
Dio un repaso mental de las cosas que necesitaba para la boda de Kagome, mientras revisaba su bolso. Vestido, zapatos, maquillaje, kimono... No entendía por qué cuando se trataba de su trabajo era muy fácil recordar hasta los más mínimos detalles; números de especificaciones, componentes, medidas, nombres y marcas. Pero cuando se trataba de esto...
- No lo sé - respondió mordiendo su labio, ligeramente nerviosa. Seguramente se le olvidaría algo de todas formas, pero tenía que asegurarse de que al menos no fuera nada importante, porque sólo faltaba un día para la boda -. Creo que si... - revisó su cartera por última vez -. ¡Mi teléfono!
- ¿Dónde está?
- En mi habitación, creo... Iré a buscarlo.
- Déjalo. Tú ve a despedirte.
- ¿Seguro?
Él asintió. Rin sonrió y dejó un sonoro beso en su mejilla.
- ¡Gracias! - le gritó, mientras se alejaba apresurada en busca de su padre.
Sesshomaru se encaminó tranquilamente hacia su habitación. Primero dio una rápida mirada alrededor, sin encontrarlo. Entonces marcó su número en el suyo, esperando a que sonara, pero estaba apagado. El celular no se veía sobre su cama y sobre su mesa de noche únicamente reposaba el libro que ella leía en esos momentos, con la fotografía que usaba de marcapáginas asomándose por el costado. Quizás inconscientemente, sus ojos se posaron en ella por un segundo más largo antes de continuar con su búsqueda.
Abrió el cajón de su mesa de noche y en eso vio algo más que llamó su atención. Algo que lo hizo olvidar por un momento a qué había ido ahí en primer lugar...
Había un par de fotos de Rin, de pequeña junto a sus papás, y otras tantas con sus amigas. Con la mujer de Inuyasha, principalmente, pero en algunas también aparecía Asano y la hermana del mocoso pecoso que trabajaba en la fábrica. Una en especial llamó más su atención... salían las cuatro abrazadas y bebiendo, en lo que parecía ser un casino. Rin reía a carcajadas, con sus mejillas sonrosadas.
- Rin es la amiga de la que te he hablado, a la que fuimos a visitar cuando fuimos a Las Vegas con Kagome y Sango... acaba de llegar de California.
- California... ¿Entonces eres actriz o algo así?
Bufó muy suavemente y dejó las fotografías de vuelta en el cajón, pero antes de cerrarlo, sus ojos se desviaron hacia la revista que había debajo. No pudo evitar tomarla, ligeramente extrañado... y no sólo porque supiera que Rin no solía leer ese tipo de cosas, sino porque... había visto una exactamente igual hace algunos meses.
- Quién te viera, Sesshomaru - le había dicho Irasue, dejando caer la revista sobre su escritorio con una risa burlesca -. Aunque, dejando de lado tu cara de perro enamorado, tengo que admitir que no se ven nada mal. El vestido del que tanto hablan era bastante decente... ¿acaso se lo regalaste tú, hijo? Es bueno saber que no tienes tan mal gusto después de todo.
A pesar del recuerdo de aquel comentario, su mirada se había ablandado levemente al ver las fotografías de ambos y más aún, cuando se topó con algo más. Justo ahí, en las páginas donde aparecían los dos el día de la dichosa cena, Rin había guardado algunas cosas.
La flor que él había dejado entre sus cabellos hace algunas semanas estaba ahí, seca y delicadamente estirada. Recordó la manera en que ella lo había mirado cuando se la regaló y como sus manos la habían recibido con tanta suavidad, como si aquel fuera el regalo más valioso que cualquiera le hubiese hecho.
Y la imaginó guardándola entre esas hojas con la misma delicadeza...
También estaba la sobria tarjeta que había dejado dentro de la caja en la que venía su vestido, tantos meses atrás. "Gracias" había escrito. Sólo eso y nada más. Ni siquiera imaginó que la guardaría, pudo haberla tirado junto con todo el resto de cajas y basura... Pero, cuando Rin lo llamó luego de haber recibido aquel regalo, parecía más emocionada por esa única palabra que por todo lo demás.
También había guardado su carta.
Ella nunca le había dicho nada al respecto, pero en el fondo sabía que la había leído. Y evidentemente; el papel estaba tan arrugado como si lo hubiese hecho cientos de veces. Incluso algunas palabras ya no se veían, parecían desgastadas o borroneadas, como si le hubiesen caído encima gotas de... agua.
La cerró y volvió a guardarla.
No quería volver a leerla.
Cerrar tratos millonarios, lidiar con todo el directorio, Naraku y su padre juntos, no se había sentido tan difícil como lo fue tener que escribir esa carta y sabía que para ella, tampoco había sido fácil leerla. Pero se conformaba con que supiera que todo lo que había puesto ahí era verdad y, estaba seguro; a pesar de todo... ella lo sabía.
Miró por última vez hacia adentro antes de cerrar el cajón y precisamente en ese momento, otro recuerdo invadió su cabeza.
- ...hay algunas cosas que me gustaría traer de casa, me preguntaba si será posible... - le había pedido ella, con su voz suave y decaída.
Él la acababa de ignorar en su despacho y en aquel momento volvió a hacerlo. "Habla con Jaken", le había dicho o alguna idiotez similar sin ni siquiera voltearse a verla.
Imbécil.
- ¿Qué fue lo que te pidió? - le había preguntado a Jaken tan sólo minutos después.
- Nada importante en realidad, ya sabe cómo es la chiquilla. Sólo... lo que había en la cajonera de su mesa de noche, no me dijo específicamente qué.
No lo había vuelto a pensar. De todas formas, había ordenado que trajeran todas sus pertenencias y las de su padre. Pero, en aquel momento... realmente, ¿esto era todo lo que ella quería?
Realmente, ¿esto era lo que Rin más atesoraba?
Un extraño sentimiento invadió su pecho ante aquel reconocimiento. Ahí estaba, en cada latido... esa calidez que Rin le entregaba.
Se puso de pie y caminó hacia la puerta, pero antes de salir de la habitación recordó porqué estaba ahí. Rebuscó un poco más sin encontrar nada. Miró en el colgador la chaqueta que su castaña había estado usando la noche anterior y revisó los bolsillos.
Bufó levemente por la nariz y negó con ironía al hallar su teléfono ahí.
- ¿Lo encontraste? ¿Te costó mucho? - le preguntó ella al verlo llegar, con sus cejas ligeramente alzadas con preocupación mientras lo esperaba en el recibidor junto a su padre, Jaken y Ah-Un -. Puede ser que se me haya acabado la batería...
Él asintió tranquilamente.
- ¡Rin! ¡¿Cómo se te ocurre enviar al amo Sesshomaru a buscar tus cosas?! - la regañó Jaken - ¡Y más con ese desorden que tienes! Por dios, niña...
- Lo siento - murmuró la castaña, apenada, pero Sesshomaru no dijo nada.
Él sólo la miró con esa expresión tan suave que tenía reservada sólo para ella; insólitamente apacible para tener al señor Jaken aún balbuceando sermones a su lado, tan tranquilo como si ni siquiera lo escuchara. Le entregó su teléfono, dejó un cálido beso en su frente y comenzó a caminar hacia la puerta con su porte imponente y toda la naturalidad del mundo, sin darle mucha importancia a la manera en que Jaken y el señor Takahashi lo miraban en ese momento, con los ojos abiertos de par en par, aunque el segundo intentara disimularlo.
- G-Gracias - farulló la castaña, sosteniendo el teléfono en su mano, con sus mejillas encendidas y con su tonto corazón taladrando contra su pecho.
Él la amaba y ella lo sabía. No era para nada extraño que se lo demostrara con sus acciones, que la besara o la mirara de esa forma cuando estaban solos, pero esta era la primera vez que él... hacía algo así frente a su padre.
- Vamos, Rin - dijo Sesshomaru de pronto, con toda su usual seriedad desde la puerta.
Ella asintió, aún ligeramente descolocada, se despidió rápidamente de su papá, de Ah-Un y del señor Jaken y lo siguió hacia la salida.
- ¿Qué llevas ahí? - le preguntó él con su tono serio y casi desinteresado al verla cargar una gran caja además del bolso que llevaba a duras penas colgado a su hombro.
- Oh, esto... son algunas cosas que me gustaría llevarle a la señora Kaede - comentó -. ¿Te molesta si hacemos una parada de camino?
- Como desees - respondió él tranquilamente y tomó la pesada caja de sus manos, ayudándola.
- Gracias - le sonrió Rin y de pronto paró, llamando su atención -. Acabo de recordar que se me olvidó algo más... Lo siento. Te alcanzó en el auto, ¿si?
Él asintió y ella volvió corriendo apresurada hacia adentro, hasta donde su padre y Jaken aún conversaban, sosteniendo el tirante de su bolso sobre su hombro para que no cayera.
Apenas frenó su carrera para no abalanzarse sobre su papá tan descuidadamente y antes de que él pudiera preguntarle qué ocurría, ella lo rodeó con sus brazos.
En silencio, se aferró a él cariñosamente, con fuerza y ternura por largos segundos, como si no quisiera volver a perderse las oportunidades que aún tenía de abrazarlo. Y él le correspondió de la misma manera, acariciando suavemente sus cabellos castaños y rebeldes.
- Te enviaré fotos de todo, nos vemos en un par de días, papá - le dijo Rin, separándose levemente para dejar un beso en su mejilla -. Te quiero.
Él hombre rió suavemente y asintió.
- Gracias princesa, disfruta mucho. Estaré esperando esas fotos... Yo también te quiero.
Rin se agachó para acariciar la cabeza de Ah-Un, logrando que el animal moviera su cola enérgicamente y se recostara mostrando su panza, como si pidiera más.
- Pórtate bien mientras no estoy y cuida a papá, ¿si, pequeño? - se puso de pie y acomodó su bolso sobre su hombro -. Y a usted lo veré más tarde, ¿verdad, señor Jaken?
El hombrecito asintió.
Rin sonrió y se despidió de ambos sacudiendo su mano mientras se alejaba, tan rápidamente como había llegado.
- ¿Qué mosca le picó ahora? - preguntó Jaken mientras la veía salir por la puerta.
El mayor sólo se encogió de hombros, aún sonriendo.
- Kagome me comentó que también habían invitado a la señora Irasue a la boda - le dijo Rin de pronto, sentada cómodamente en el asiento de copiloto mientras viajaban hacia la ciudad -. Pero creo que no podrá venir. Qué lástima, no tuve la oportunidad para conversar bien con ella luego de la última vez... Me hubiese gustado verla.
Sesshomaru la miró de reojo.
"Mejor así", pensó.
- Durante los últimos meses viajó más a Japón que en todos los años que lleva viviendo fuera - respondió él, seriamente -. No me extrañaría que no quisiera regresar en un buen tiempo.
- Oh, ya veo - murmuró la castaña -. ¿No la extrañas?
- No.
Rin negó entre risas por su rápida respuesta.
- ¡Qué malo! Seguro que ella si te extraña a ti... Se le nota.
- Lo dudo, Rin.
Su relación con Irasue estaba muy lejos de ser lo que ella esperaría de una relación madre-hijo. Aunque muy, muy en el fondo, sabía que... había varias cosas por las que debía agradecerle.
No en voz alta, claro. No quería que se le subieran aún más los humos a la cabeza.
- ¡Oh, es verdad! Había olvidado por completo decirte esto... - continuó su castaña -. Hace un par de días recibí una noticia en el trabajo - dijo intentando parecer seria y ocultar su emoción -. Por alguna razón, decidieron trasladar a Kirinmaru de su puesto en Nueva York a una sucursal al norte de Canadá. La verdad es que me pareció un poco extraño, porque el puesto que había conseguido en Nueva York era realmente bueno y esta sucursal es mucho más pequeña y alejada. Y a él no le debió haber agradado mucho aquel cambio, así que... decidió renunciar - se encogió de hombros -. La cosa es que, recién la semana pasada, se decidió que quién debería viajar a Nueva York para tomar los asuntos que Kirinmaru había dejado pendientes, sería mi Jefe, el señor Ishikawa. ¡Y... adivina a quién decidió dejar en su lugar, como Jefa interina!
- ¿A ti? - le preguntó esbozando inevitablemente una ligera sonrisa de lado.
Por lo visto, eso había resultado mucho mejor de lo que pensó.
- ¡Sí!
- Felicitaciones, Rin.
La castaña se sonrojó ligeramente.
- Gracias, aunque sólo será algo temporal...
- No lo sabes - dijo serio, aunque su voz sonó más como un susurro reconfortante. La castaña le sonrió y se encogió de hombros -. Te lo mereces, Rin.
- Gracias Sesshomaru.
Luego de doblar por unas estrechas calles no muy transitadas en la periferia, finalmente llegaron al lugar que Rin buscaba.
- Puedes detenerte aquí - le dijo, cuando estuvieron sólo a pasos de una humilde y antigua casa. Él se estacionó y la ayudó a bajar el pesado paquete -. Gracias - sonrió -. ¿Me esperas?
Sesshomaru asintió tranquilamente y la castaña se encaminó hacia la casa.
Mientras esperaba a la señora Kaede en el umbral de la puerta, no pudo evitar girarse ligeramente sobre su hombro para ver al peliblanco; sólo para confirmar que él se había quedado ahí de pie, esperándola, y Sesshomaru arqueó una ceja cuando la descubrió riendo "disimuladamente".
Es que no podía negar que era incluso un poco divertido verlo ahí, a él...
Se veía tan imponente y elegante como siempre, enfundado en uno de sus costosos trajes hechos a medida y apoyado relajadamente en su deportivo negro, de brazos cruzados, que parecía una celebridad... Llamaba tanto la atención en aquel lugar.
- Rin...
Se giró rápidamente cuando la voz de la anciana la sacó de sus pensamientos.
- ¡Señora Kaede!
Durante esos minutos en que ambas conversaban, Sesshomaru se dedicó a observar a la castaña sutilmente de reojo, perdido en sus propios pensamientos.
Sabía porqué estaba ahí, Rin le había hablado sobre esa mujer algunas veces antes, le había contado quién era y cada vez parecía abrirse más con él sobre aquella época de su vida, sobre esa parte de ella...
Aunque había olvidado mencionar el detalle de que solía ayudarla todos los meses. De eso se había enterado por Jaken.
En el tiempo en que Rin había estado en la casa del lago sin poder salir, le había pedido a su sirviente que le depositara a la mujer una cantidad de dinero, discretamente. Y por supuesto, como todo, Jaken se lo había informado de inmediato.
Tenía que admitir que en aquel momento le había parecido curioso, aunque ahora que lo pensaba mejor, viniendo de ella... no era algo de lo que pudiera extrañarse.
Cuando comenzó a trabajar con Rin, en algún momento llegó a cuestionarse por qué, con su sueldo como ingeniera de esa reconocida consultora, vivía en aquel modesto apartamento. La paga debía ser lo suficientemente buena como para poder costearse algo mejor, más grande o al menos en un barrio menos peligroso. Sobre todo para alguien como ella, que le gustaba tanto caminar a todos lados...
Ahora era más fácil comprenderlo. Con ese sueldo ella había estado ayudando a esa mujer, a su padre, pagándole a una enfermera privada, comprando medicamentos...
Y nunca la escuchó quejarse al respecto.
Rin...
Su Rin... era como nadie que hubiese conocido antes.
Pensó de nuevo en el cajón de su mesa de noche y no pudo evitar preguntarse... ¿Cómo era posible que alguien como ella lo amara a él de esa forma?
Probablemente esa anciana debía estar cuestionándose exactamente lo mismo, porque en ese momento la vio dirigirle una seria e inquisitiva mirada sin ni un tapujo. Frunció su ceño al percatarse de que la mujer parecía estar regañando a Rin... aparentemente por él. Aunque su castaña pareció no darle importancia a aquello. Soltó una suave y melodiosa risita, con sus mejillas sonrojadas, y estrechó a la anciana entre sus brazos.
Cruzaron un par de palabras más, que parecieron aplacar a la mujer, aunque ella volvió a verlo y él no tuvo problemas con devolverle la fría y seria mirada, casi desafiante, pero entonces todos sus pensamientos se esfumaron como por arte de magia cuando vio a Rin caminar apresurada de regreso a él, sonriendo.
- ¡En la esquina hay un puesto que vende unos Taiyakis exquisitos! - Tomó su mano y tirando ligeramente de ella, comenzó a caminar calle arriba, viéndolo por encima de su hombro -. ¡Vamos, te prometo que te gustarán! Yo invito, ¿si?
Rin estaba feliz y radiante, más radiante que el sol.
Y él simplemente la siguió, sin ser capaz de articular ni una sola palabra, sintiéndose irremediablemente suyo. Se dejó llevar por ella, perdido en el eco de su voz emocionada, en la profundidad de sus ojos grandes y expresivos, en su olor a primavera... y en su sonrisa.
Rin rodeó su brazo con los suyos, cariñosamente, sin ser consciente de todo lo que pasaba por su cabeza en ese momento, apegándose a él mientras caminaban, y él la miró de reojo, disfrutando en silencio como su calidez lo envolvía por completo, preguntándose nuevamente cómo era posible que alguien tan pura como ella, lo viera a él... - un inescrupuloso y maldito desgraciado - con esos ojos.
No lo entendía, pero ya no quería seguir cuestionándoselo... Rin lo amaba. Tan simple como eso. Tan transparente como nadie y aún así, toda ella seguiría siendo un gran misterio para él.
Pero eso estaba bien...
Rin era como nadie que hubiese conocido antes. Ella era todo lo que estaba bien en este mundo y él, sencillamente, era todo lo contrario. Pero quería aprender de ella. Iba a ser mejor para ella. Porque incluso el lado más oscuro y maldito en él... quería ser alguien que la merezca.
***
El gran momento había llegado. Finalmente y tras años de noviazgo, Inuyasha y Kagome se casaron ese día.
Luego de una íntima y preciosa ceremonia tradicional, se encontraban esa noche en la recepción de la boda, en el mejor hotel de la ciudad. Por supuesto, nada menos para uno de los empresarios y magnates más jóvenes del país, heredero y actual presidente del conglomerado Taisho.
Muchas cosas se decían de Inuyasha en esos momentos, pero algo en lo que todos concordaban era en que, a pesar de tener actitudes un tanto bruscas de vez en cuando, se notaba que en el fondo tenía un corazón bondadoso. Se preocupaba por sus compañías y por las ganancias, por supuesto, pero principalmente y más que nada... Inuyasha se preocupaba por su gente.
Y Rin sabía que, si bien todo eso era mérito suyo, la señora Izayoi y Kagome también jugaban un papel muy, muy importante en aquello.
Sonrió al verla a lo lejos. Kagome... ella se veía más hermosa que nunca. Verdaderamente, parecía una princesa, la más hermosa de todas. Y la amplia sonrisa que no quería abandonar su rostro iluminaba todo el lugar.
Estaba tan feliz por ella, que sus ojos se empañaban con sólo verla.
Junto con Sango y Sara habían prometido acompañarla y ayudarla durante ese día, por lo que llegaron juntas a la recepción, un poco más temprano que el resto, para asegurarse de que todo estuviera en orden. Y si bien aún se sentía extraño estar con Sara, durante ese día le pareció que ambas habían decidido dejar sus malos entendidos a un lado, como un acuerdo implícito, por Kagome.
Y la verdad es que eso había sido de mucha ayuda al momento de llegar.
Aquella boda era bastante importante y... lujosa, por lo que había varios reporteros - tanto autorizados, como no - esperando en la entrada para cubrirla. Pensó que pasar desapercibida no sería un problema, la verdad es que nunca se vio como alguien que llamara la atención o mucho menos, que le gustara ser el centro de ella, pero... había pensado mal. Apenas uno de los periodistas la reconoció, todo comenzó a escaparse de sus manos. Se acercaron a ella para hacerle un sin fin de preguntas sobre Sesshomaru, sobre ambos, sobre Naraku, sobre su trabajo en la fábrica, sobre su papá... y por un momento se sintió tan bombardeada que no supo cómo reaccionar.
Nunca le había pasado algo así. Se había quedado completamente en blanco, mientras preguntas y comentarios bastante desagradables no dejaban de llegar a sus oídos...
Por segundos que se sintieron eternos sintió deseos de echar a correr y desaparecer, pero no lo hizo... porque Sara la había ayudado. No le había importado quedar expuesta a comentarios similares también, se había plantado ahí junto a ella y la había defendido - aunque después quisiera negarlo - con toda esa clase y elegancia que le conocía, porque al contrario de ella, Sara sí tenía bastante experiencia a la hora de manejar ese tipo de situaciones.
- Fue bueno que llegaramos primero, hay que mantenerlos a raya, para que no arruinen la boda - fue todo lo que le había dicho minutos después, secamente. Pero a partir de entonces las cosas parecieron marchar mejor.
Y no sólo entre ambas, si no... también para Rin. Estar entre tanta gente todavía se le hacía un poco difícil, más aún teniendo en cuenta como había empezado la noche, pero había decidido que no dejaría que nada de eso le afectara.
No dejaría que nada opacara ese momento tan importante para su amiga.
Y porque además... sabía que no estaba sola. Sonrió al ver a Sesshomaru llegar. Mientras él estuviera a su lado... todo iba a estar bien.
Entre el bullicio de la gente, risas y música, la noche había pasado volando.
Kagome e Inuyasha bailaban abrazados, felices y enamorados. A Rin todavía le sorprendía lo guapos que estaban juntos. Su amiga se veía fresca y radiante y ambos se complementaban tan bien...
Bebió un sorbo de su copa y su mirada se perdió a lo lejos, en la señora Izayoi. Ella estaba tan hermosa esa noche... y se veía realmente orgullosa de su hijo. Su esposo la había sacado a bailar también y aunque Rin se percató de que en un principio ella había aceptado casi renuente, sólo por las apariencias, en ese momento la vio esbozar una sonrisa sincera. El señor Taisho le había dicho algo al oído y ella, finalmente, había apoyado su mejilla en su pecho, sonriente, y se había dejado llevar.
Se preguntó muchas veces cómo era que una mujer como ella había terminado con un hombre como él, y no lo había comprendido, quizás, hasta ese día en su mansión. Y no porque en ese momento comprendiera de pronto que en realidad él era un buen hombre, ni mucho menos, sino porque simplemente había comprendido que... uno ama lo que ama, aunque nadie más lo entienda.
Giró su mirada al sentir una mano apoyarse en su hombro desnudo y entonces sonrió, saliendo de sus pensamientos.
- ¿Quieres bailar, Rin?
El sonido de su voz grave hizo que sus mejillas se sonrojaran. Sin pensar mucho en eso, dio varias cabezadas, asintiendo emocionada.
- ¿Has disfrutado la noche? - le preguntó él, con ese tono suave que solía usar sólo con ella, mientras ambos se mecían lentamente. Sus manos grandes la guiaban firmes en su cintura, acompasando la música.
- ¡Sí! Me he reído tanto y todo ha sido realmente hermoso - suspiró -. ¿De verdad en un principio no querías venir? - Él no respondió -. Sé que las cosas han estado complicadas en tu familia, pero...
- Estoy aquí, Rin.
Ella lo miró con su cabeza ladeada, como insistiendo en una explicación un poco menos... escueta.
- Antes no sentía deseos de venir, eso es todo. Por lo demás, nunca me han agradado este tipo de eventos.
- Oh, ya veo - levantó su mirada para verlo a los ojos -. Pero... hoy no me pareció que lo hayas pasado mal.
Él la recorrió con una lenta mirada, de pies a cabeza, como si la respuesta a eso fuera más que obvia. Se acercó a su rostro hasta que sus narices rozaron y esbozó una corta sonrisa de lado, de esas que hacían su cuerpo cosquillear.
- No, no estuvo mal.
Sus mejillas se sonrojaron, pero aún así sonrió satisfecha y volvió a apoyar su cabeza en su pecho.
- Me alegro - susurró, abrazándose a él.
- ¿Esto es algo que te gustaría hacer, Rin? - le preguntó Sesshomaru de pronto, luego de algunos segundos de silencio entre ambos.
Su voz se había perdido levemente entre la música, pero había alcanzado a escucharlo perfecto.
Sus ojos se abrieron de par en par.
Se alejó ligeramente de él, sólo para verlo a la cara y descubrir si estaba jugando con ella... pero no, no parecía estar bromeando.
- ¿A-a qué te refieres?
- A todo esto.
Sus ojos se abrieron todavía más. ¿A todo? ¡¿Qué quería decir eso?! ¡¿Y por qué él parecía tan tranquilo cuando le hablaba de... de eso?!
Aclaró su garganta ligeramente, con sus mejillas encendidas.
- ¿A todo? - preguntó nuevamente, incrédula.
Él asintió.
Recordaba que su papá le había hecho una pregunta similar hace un año atrás...
"No me imagino con nadie por el resto de mi vida", había respondido en ese entonces.
Pero ahora... todo era distinto. Muy distinto. Por supuesto que quería hacer todas esas cosas con él, quería compartir su vida con él, pero que él le preguntara sobre eso así nada más, era... ¡era extraño!
- N-no lo sé... quiero decir... sí, p-pero... no-no lo he pensado aún... de esa forma - carraspeó -. Esto fue muy hermoso y... Kagome e Inuyasha se ven realmente felices, pero... creo que... s-si fuera yo, quizás... preferiría algo más... más íntimo - se encogió de hombros -. N-no lo sé, quizás en casa... frente al lago... a la sombra de los cerezos...- de pronto calló al darse cuenta de la manera en que él la miraba y escuchaba tan atentamente, y sus mejillas se tiñeron de rojo -. A eso te referías... ¿verdad?
Él asintió.
- ¿Por qué me preguntas estas cosas?
Sesshomaru sonrió ligeramente de lado.
- Curiosidad.
- ¿Estás jugando conmigo?- le preguntó, entornando sus ojitos de chocolate en un delicioso puchero.
- No.
- ¿Entonces por qué te ríes de mí?
- No me he reído.
- ¡Lo acabas de hacer!
- Jamás he hecho tal cosa.
- ¡Hpmh! - sus cachetes se inflaron en un mohín -. Sabes que... esto no significa nada, ¿verdad? Si-si tú... estás pensando en... en esas cosas, ¡tienes que pedirlo bien!
Quizás, si hubiese sido más propenso a reír, lo hubiese hecho en ese preciso momento. En su lugar, sólo se limitó a esbozar otra corta sonrisa de lado y a inclinarse para dejar un beso en su cuello.
- Vas a ser mi esposa, Rin - susurró grave y bajo, en su oído. Sus ojos castaños se abrieron más aún. Su cara ardía y su corazón latía tan fuerte que podía escucharlo en sus oídos.
- ¡Sesshomaru! ¡No hagas eso! ¡No puedes...! - cualquier cosa que hubiese querido seguir reclamando murió en sus labios.
Su peliblanco se fundió con ella en un beso lento y profundo, sus párpados cayeron y sus manos se aferraron a su cuello mientras él tomaba su cintura y comía de sus labios.
- Ya es tarde - dijo al separarse de ella, la castaña sólo pestañeó un par de veces -. ¿Vamos, Rin?
- S-sí.
El señor Jaken los llevó hasta el Penthouse del peliblanco y - no tenía idea de cuánto tiempo después - de pronto abrió sus ojos al sentirse en movimiento.
Dio un silencioso respingo al darse cuenta de que estaba siendo cargada, Sesshomaru la llevaba en brazos y había puesto su saco sobre ella, cubriéndola.
- Me quedé dormida - murmuró, rodeando su cuello con sus brazos y escondiendo su rostro en la curvatura de su hombro -. Lo siento... - susurró. Él sólo la miró de reojo, en silencio -. Gracias por traerme, ya... puedes bajarme.
- Ya estamos llegando - dijo él como toda respuesta, serio y caminando tranquilamente hacia la puerta, como si ella ni siquiera le pesara.
Rin sonrió.
Sesshomaru caminó directamente a su habitación, dejó caer sus zapatitos de tacón al piso y finalmente la bajó ahí. Sin soltarla por completo, echó un mechón de sus cabellos castaños detrás de su oreja, perdido en esos maravillosos ojos cafés y disfrutando como sus mejillas se sonrojaron ante su cercanía.
Hubiese deseado tener las palabras en ese momento para poder decirle tantas cosas... Para poder explicarle todo lo que ella hacía de él; como su frío corazón daba un vuelco cada vez que ella lo miraba de esa manera, cada vez que apoyaba sus manos en él, cada vez que le sonreía. Hubiese deseado tener las palabras para decirle que no estaba jugando con ella, que era su calor y nada más, todo lo que quería sentir por el resto de su vida...
Acarició su rostro con todos esos sentimientos en su boca y se acercó más a ella, hasta rozar su nariz, hasta sentir su aliento, hasta besar sus labios.
Rin ronroneó entre sus brazos, sus manos se perdieron en sus cabellos platinados y luego bajaron por su cuello, adentrándose en su camisa, buscando sentir su piel, sentirlo todo.
- Me encantas... - susurró con su vocecita suave.
Y el peliblanco se aferró a su cuerpo, sus manos se enterraron en sus caderas y en su cintura, arrastrando su vestido, la apegó a él con necesidad y en un ágil movimiento la levantó de sus muslos, caminó con ella hasta la cama y se sentó a la orilla, sentándola a horcajadas sobre él.
Una de sus manos se coló bajo su vestido, acariciando lentamente la piel de su pierna, subiendo por ella hasta agarrar con firmeza su trasero.
La meció suavemente sobre él y Rin dejó escapar otro exquisito suspiro. Sus besos cálidos bajaron por el contorno de su rostro, por su cuello, por su hombro, devorando su piel, mientras no se detenía de tocar su trasero, de empujarlo hacia él. Dejó caer la tira de su vestido, dejando a la vista su pecho lleno y desnudo y entonces sus besos bajaron por ahí, húmedos y ardientes. Lo besó y lo atrapó con su boca, su lengua jugó con su punta vergonzosamente erecta, chupó de él y Rin gimió, más fuerte que antes.
Movió sus caderas contra él, deliciosamente, ida y sin retener los jadeos que escapaban de sus labios perfectos y de pronto otro gemido más fuerte, cuando él la encajó en su miembro duro.
La castaña se abrazó a él, podía sentir su pulso en las venas que sobresalían de su cuello rígido, podía sentir su respiración pesada.
- Rin, mírame - ordenó el peliblanco, reclamando su atención.
Ella abrió sus ojos, encontrándose con los suyos dorados tan intensos y se estremeció entre sus brazos cuando él tomó su rostro y recorrió sus labios con su pulgar.
- Sesshomaru...
Y él la encontró tan malditamente hermosa. La manera en que sus ojos brillaban, la manera en que sus labios se curvaban ligeramente hacia arriba cada vez que pronunciaba su nombre...
- ¿Existe algo que desees, Rin? - le preguntó al fin.
La castaña pestañeó un par de veces, sin comprender. Sus manos grandes aún acariciaban la piel caliente de sus piernas bajo su vestido, aún masajeaban su trasero.
- ¿Algo... que desee? - repitió, con su voz suave y agitada, frunciendo su ceño ligeramente con extrañeza, con aquella expresión tan exquisitamente inocente - ¿Algo... como qué?
- Lo que sea.
Rin esbozó una sonrisa encantadora, traviesa y juguetona.
- ¿Lo que sea? - preguntó nuevamente, él sólo asintió con la mirada -. Qué peligroso, señor Sesshomaru - dijo coqueta y arrugó su boquita mirando hacia arriba, en un gesto pensativo. Él recorrió la piel de su cuello con sus labios -. ¿Robaría la luna para mí si se lo pidiera?
- Si es eso lo que quieres.
Quizás era el estar tocándola de esa manera con ella sentada sobre su miembro duro lo que había nublado sus sentidos o quizás, simplemente, ese era el efecto que Rin siempre tenía sobre él, pero se sintió ligeramente sorprendido de la certeza de esas palabras y de como salieron de su boca sin dudarlo.
Sí, le daría la jodida luna si eso era lo que quería, encontraría la forma.
La castaña rió y juntó su frente con la suya.
- Sólo lo deseo a usted, señor Sesshomaru... Usted es todo lo que quiero.
Él sonrió levemente de lado.
- Ingenua - dijo en su oído y aquel susurro grave y ronco resonó en el pecho de la castaña, en lo más bajo de su vientre, entre sus piernas, en las puntas de sus pies -. A mi ya me tienes, Rin.
Con sus manos afirmando sus caderas la cargó hacia abajo, obligándola a sentir su erección y finalmente la despojó de su vestido.
Se quedó viéndola embelesado mientras sus manos recorrían sus costados, la piel de su abdomen, y subían por sus brazos hasta sus hombros en suaves y lentas caricias. Detalló nuevamente esa delgada cicatriz en su brazo derecho, ligeramente más clara que el resto de su piel. Ya casi no se veía, parecía más como un delgado hilo de plata, un camino que siguió con sus labios, besándola hasta llegar a su cuello y luego bajar por sus pechos.
Y Rin cerró sus ojos, sintiendo como sus marcas se borraban al contacto de sus labios, como todo el mundo desaparecía al roce de su piel.
En ese momento no había nada más. De pronto todo se había desvanecido. No había recuerdos de pesadillas lejanas ni pasados tormentosos, no había futuros inciertos ni malas noticias. No estaba sola. En ese momento, mientras sus labios besaban y recorrían su piel, sólo eran los dos, en algún lugar del mundo, amándose.
- ¿Acaso no lo ves? - le preguntó él en un gruñido, con los dientes apretados.
Rin gimió y se movió sobre él, sus pechos rozaban sus pectorales y su dureza palpitaba entre sus piernas.
Sin poder contenerse más, le quitó las bragas de un tirón y se frotó con ella. Su miembro se acunó en su entrada. Estaba tan húmeda y caliente, quería tocarla, quería saborearla. Una de sus manos bajó hasta ahí, acarició lentamente ese lugar entre sus piernas que la hacía sollozar y Rin gimió, gritó fuerte sin poder contenerse, se estremeció y movió sus caderas hasta tomarlo por completo. Bajó lentamente sobre él, hasta que no hubo ni un espacio entre ellos, nada que los separara y él no dejó de tocarla, mientras su otra mano se aferraba a sus caderas, sus dedos se enterraban en su piel con desesperación, gruñendo y jadeando.
Mordió su cuello y la castaña gritó, sin dejar de moverse sobre él.
- ¿No te das cuenta, Rin? - habló de nuevo, entre sus respiraciones agitadas, tomó su rostro y la miró a los ojos -. Soy tuyo.
Ella lo miró fijamente, pero antes de poder decir algo o si quiera reaccionar, él la agarró con firmeza y la tumbó sobre la cama. Subió sus besos desde su ombligo hasta su boca y se enterró en ella tan profundo como le fue posible. Rin gritó y él se movió más fuerte y más duro, los gemidos de la castaña resonaban en la habitación, su cuerpo vibraba y se estremecía bajo él.
Sus espasmos lo envolvieron, lo hicieron colapsar, aunque hubiese querido en ese momento, no hubiese podido saber dónde terminaba ella y dónde comenzaba él.
La oyó gritar con desenfreno, sollozar, suplicar y llamarlo por su nombre, y él se lo entregó todo, sin dejarse nada, gruñó y la llenó por completo.
Con su respiración pesada y agitada acarició su rostro, retiró los cabellos castaños que habían pegados a su frente y besó su pómulo, atrapando con sus labios las lágrimas que habían escapado de sus ojos.
Rin sonrió, con su pecho que subía y bajaba por su respiración alborotada y sus ojos aún cerrados. Los abrió lentamente, apunto de caer en la inconsciencia, en lo más profundo de un sueño pesado y satisfecho, y lo primero que vio fue a él.
Su cabello ligeramente desordenado, su piel firme y tersa brillaba suavemente perlada por el sudor como luz de luna, sus ojos dorados resplandecían como dos faroles encendidos en la noche y sus labios finos se curvaban levemente en una muy tenue sonrisa.
Parecía un ser fuera de este mundo. Una extraña ilusión...
Sonrió. Sus ojos se cerraron de nuevo, acogida por el calor reconfortante de su cuerpo grande junto al suyo y justo antes de caer completamente dormida, sintió como sus labios se juntaron con los suyos en un suave beso, en un tierno roce del que alcanzó a distinguir una promesa, tan duradera como las palabras escritas al final de una carta o al reverso de una vieja fotografía.
"Para siempre".
***
[Aclaración: la imagen del capítulo al igual que la imagen de portada del fic, no me pertenecen. Son de la artista Mmmilk_ (@mmmilk_0506 en Instagram) sus fan arts de Sesshomaru son mis favoritos✨.
Y aquí me despido yo. No tengo mucho más que decir, sólo agradecerles y enviarles un abrazo grande a todos los que siguieron la historia hasta este punto, en silencio, con sus votos y sobre todo con sus comentarios. Espero de todo corazón haberles dado el final que se merecen y como lo pidieron, esta vez si voy a traerles un epílogo, aunque no sé bien cuando, pero espero que sea pronto. ¡Les quiero mucho y muchas gracias por todo!]
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