Cap. 44: Algo que vale la pena recordar
Volvía a ser de noche en las oficinas del conglomerado Taisho y el silencio reinaba en todo el gran e imponente edificio. Pero, por sobre todo, en la segunda más grande oficina del lugar.
En el resto del edificio, el silencio pasaba casi desapercibido entre la oscuridad de la noche, pero en esa oficina en especial se sentía diferente. Tenso, profundo, solitario y espeso, como la niebla en una fría madrugada de invierno.
Y así lo prefería él.
Bebió un sorbo de su vaso mientras hojeaba unos documentos sobre su escritorio y el tintineo de los hielos apenas se escuchó. Decir que se sentía a gusto en aquel lugar probablemente sería una exageración; la simple verdad es que no sentía nada, excepto, quizás, un ligero rastro de comodidad.
O al menos hasta que su silencio se vio interrumpido por el sonido del elevador, seguido de unos inoportunos pasos a lo lejos. Frunció su ceño y se decidió a ignorarlo, pero de pronto golpearon su puerta.
- Sé que estás ahí, Sesshomaru - dijo una voz femenina que él bien reconoció. Entrecerró sus ojos, molesto al escucharla, y más aún con lo que siguió -: Si estás haciendo algo depravado, por favor, súbete los pantalones porque voy a entrar.
El peliblanco se masajeó el puentecillo de su nariz, irritado. Desvió su mirada hacia el gran ventanal de su oficina, donde se reflejaban las luces de la ciudad, hasta que la puerta se abrió.
- Amo bonito - lo llamó Jaken, asomándose por un costado de la elegante mujer que hacía acto de presencia en su oficina -, discúlpeme, por favorcito, sé que usted dijo que no quería ser molestado, pero la doñita no me escuchaba y yo...
- Silencio - dijeron los dos al mismo tiempo.
El hombrecito asintió repetidas veces y se reverenció ante él exageradamente.
- Por dios - dijo la mujer con disgusto -, luces como si tuvieras la resaca de una semana.
- ¿Qué haces aquí, Irasue?
- En mi último viaje de negocios no me alcanzó el tiempo para encargarme de todos los asuntos que tenía planeados - respondió tranquilamente, tomando asiento frente a él con una gracia comparable a la de la nobleza -, así que no me quedó más opción que regresar.
- ¿Qué haces aquí, en mi oficina? - aclaró Sesshomaru, enfatizando lo último.
Irasue dejó escapar un suspiro teatral.
- Siempre me pregunto... ¿Cuándo va a ser el día en que simplemente te alegres de ver a tu madre?
El peliblanco arqueó una ceja.
- Tonterías.
- Bien, al grano entonces, qué aburrido eres... - le espetó negando -. Si debo ser sincera, estoy aquí sólo por curiosidad. Apenas puse un pie en el país me comenzaron a llegar rumores - dijo al fin, admirando sus uñas con despreocupación -. Nakamura aparece en todos los noticieros, y dicen las malas lenguas que tú lo entregaste... Al principio me costó enterder por qué harías semejante estupidez, pero luego de indagar un poco más, comprendí tus razones - esbozó una sonrisa mordaz -. Supongo que Toga se desentiende de todo esto... Y el famoso directorio no debe estar muy contento contigo. Dime, Sesshomaru, ¿cuál fue su ultimátum?
Él peliblanco frunció su entrecejo, extrañado por la precisión de sus palabras y de aquella pregunta.
- Por favor, hijo, no me mires así... - dijo su madre, con una leve sonrisa de lado -. Es bastante obvio y, además, conozco a esos hombres. O mejor dicho, conozco a los de su clase - agregó alzando sus cejas -. Mientras Nakamura esté en juicio, con cada día que pasa, las acciones del conglomerado caen; por supuesto que te dieron un ultimátum. A ellos no les interesa cómo se haga el trabajo, mientras se haga; no les importa lo que es correcto o incorrecto, mientras puedan llenar sus bolsillos en el proceso - clavó su fría mirada en él -. Tú deberías saber algo de eso, ¿o me equivoco? - sonrió y se encogió de hombros con elegancia -. Finalmente, así funciona el mundo de los negocios. El resto no es más que... daño colateral.
- Quieren que llegue a un acuerdo con Naraku - admitió él, luego de algunos segundos de silencio, sin alterar su expresión serena, fría y seria -. Quieren enterrar el asunto rápido, sin prisión, sin más juicio. Quieren hacerlo firmar un simple acuerdo de culpabilidad, con discreción, y que desaparezca del mapa.
- Y por supuesto, eso no es lo que tú quieres - asumió Irasue -. A estas alturas, Nakamura se ha convertido en un peligro para el conglomerado y esos hombres son demasiado estúpidos para verlo... Y además, para qué negarlo: deseas vengarte de él - agregó, con una leve sonrisa maliciosa.
Sesshomaru simplemente la miró de reojo ante esa afirmación.
- Bueno, hijo... como yo lo veo, si deseas conseguir la presidencia, sólo tienes dos opciones: o llegas a un acuerdo con Naraku o... contratas a un nuevo Naraku, que se encargue de "solucionar el problema" en el que Nakamura se ha convertido - sonrió -. Sea como sea, debes hacerlo desaparecer... por las buenas o, ya sabes - hizo un gesto de indiferencia con su mano -, por las malas.
El peliblanco tensó su mandíbula e Irasue negó con una sonrisa irónica.
- Pero claro, tú ya lo habías considerado... Y cualquiera de esas dos opciones, significa cortar lazos para siempre con esa niña - añadió al comprenderlo y luego rió suavemente -. Entonces, si no eres capaz de hacerlo... renuncia - dijo con simpleza -. No me vendría nada mal un par de manos extra en Hamburg.
El peliblanco chasqueó su lengua, y desvió su mirada hacia el ventanal, con el ceño fruncido.
- Nada de esto es tu asunto.
- Ya eres un hombre, Sesshomaru. No un niño incapaz de tomar una simple decisión... - continuó Irasue, con tono burlesco -. ¿Qué es lo que pretendes hacer? ¿Quedarte aquí, para siempre, sintiendo lástima por ti mismo?
Sesshomaru se paró de su asiento de golpe, hastiado, y arrastró con su brazo todo lo que había sobre su escritorio. Los papeles volaron y el vaso se estrelló contra el piso, haciéndose trizas. Por cortos segundos, el fuerte sonido de los cristales rompiéndose llenó la habitación y luego, como el viento regresó el silencio, tenso y profundo.
El peliblanco apoyó ambas manos sobre el escritorio y clavó su mirada desafiante en ella. Irasue sólo lo miró seria, con su gesto imperturbable.
- No me tomes por cobarde, no soy un imbécil cualquiera como los que acostumbras a tratar - habló él, con su voz grave y serena -. No voy a renunciar. Yo voy a encontrar la manera de solucionar esto.
La mujer soltó una suave risa sardónica.
- ¿Solucionarlo? - negó -. Al parecer aún no entiendes nada... Este desastre no tiene arreglo, hijo. Tú ya tomaste una decisión; elegiste tu propio camino en el momento en que decidiste entregar a Naraku, teniendo perfectamente claro lo que podía suceder. Ahora sólo estás viviendo las consecuencias de tus actos.
Sesshomaru se dio la media vuelta y caminó hacia el gran ventanal. Se quedó ahí de pie, en silencio, de espaldas a ellos.
- En este momento - continuó su madre -, sólo te queda decidir qué es lo que realmente quieres, porque, sí o sí, tendrás que renunciar a algo más para obtenerlo - sentenció, mientras se ponía de pie tranquilamente, y luego añadió, impasible -: Si quieres a la chica, entonces haz que Naraku se pudra en prisión. Si quieres la presidencia, entonces tendrás que aceptar que no volverás a verla.
Aquellas palabras resonaron en la habitación como un eco.
- Rin se fue - dijo Sesshomaru, después de largos segundos, aún de espaldas a ellos, con un tono perturbadoramente calmo -. Ella ya tomó una decisión.
Irasue bufó por la nariz con ironía.
- Por supuesto que se fue, Sesshomaru. ¿Qué más esperabas? Debe estar devastada. La pobre necesita tiempo, aunque sea la niña ilusa que parece, y por más que... te quiera, sería insensato quedarse. Menos después de enterarse de todo lo que supongo que se enteró... - suspiró -. Eso no quiere decir que se haya ido para siempre. O quizás si. Quizás, sin importar lo que hagas, ella no podrá perdonarte nunca. No lo sé, no puedo saberlo... Lo que sí puedo asegurarte, es que si no haces lo "correcto" definitivamente terminarás de quemar todos tus lazos con ella.
- ¿Lo correcto? - preguntó Sesshomaru, con ironía - ¿Desde cuándo a ti te importa lo que es correcto o no?
- No me importa más que a ti, sólo te estoy diciendo lo que pasará... Sé de lo que hablo, Sesshomaru.
La mujer comenzó a caminar hacia la puerta y justo antes de salir, la voz del peliblanco la detuvo.
- Irasue - la llamó. Ella se volteó a verlo -. ¿Por qué estás tan interesada en esto?
- No me interesa, ya te lo dije... es sólo curiosidad - dijo levantando sus hombros ligeramente con despreocupación -. Es en momentos como estos cuando la gente demuestra su verdadero valor, y me gustaría saber qué clase de hombre resultaste ser. Pero, finalmente, sea lo que sea que decidas... me da exactamente igual.
El peliblanco la miró por sobre su hombro y sin decir más, volvió su mirada hacia la ciudad.
- Hasta luego, Sesshomaru - se despidió su madre finalmente, al dejar su oficina junto a Jaken.
Mientras caminaban hacia el ascensor, la mujer escuchó un sonido extraño. Bajó su mirada hacia el hombrecito que caminaba a su lado a paso rápido, intentando llevar su ritmo, y lo vio sollozar.
No pudo evitar negar con irritación.
- ¿Y a ti qué te sucede? - le preguntó con frialdad.
- No soporto ver así a mi amo bonito - murmuró Jaken, sin dejar de caminar a su lado -. Desde que la chamaca se fue, se lo ha pasado encerrado y solo en su oficina y... y... yo no sé qué hacer para ayudarlo...
Irasue suspiró.
- No hay mucho que puedas hacer. Me temo que mi hijo es muy inteligente para muchas cosas, pero no tiene ni la más mínima idea de cómo manejar sus emociones... ¡Es desastrosamente igual que su padre! - dijo dramáticamente, apoyando el dorso de su mano en su frente. Jaken la miró extrañado, porque... ella tampoco parecía ser la persona más emotiva del mundo -. Supongo que se lo pasará solo por un buen tiempo.
- Es sólo que... preferiría incluso verlo enojado, pero... no... triste.
- Tengo que admitirlo, yo tampoco imaginé que lo vería así algún día - dijo ella con una ligera sonrisa y luego se encogió de hombros con simpleza -. Pero así funcionan estas cosas; no puedes entregar tu corazón sin aceptar volverte débil y vulnerable, él debería tenerlo claro... El amor siempre es así - afirmó, con un casi inapreciable desprecio -. Va unido al dolor y, tarde o temprano... atormenta a todos los que se rinden a él. (*)
***
- Rin.
La castaña se sobresaltó al sentir que tocaron su hombro. Llevó una mano a su corazón y se giró a ver a quien estaba de pie tras ella.
- Papá, me asustaste.
- Pero pequeña, si llevo hablándote un buen rato y tú no me escuchas.
La castaña rió suavemente y negó.
- Lo siento, estaba concentrada.
- Bueno, ya deja eso ahí - dijo señalando todas las herramientas y aparatos que habían sobre el mesón en su pequeño taller -. Te buscan.
- ¿Me buscan? - preguntó Rin frunciendo el ceño con curiosidad - ¿Quién?
- Ehh, es una de tus amigas.
- ¿Kagome?
- No, no es la señorita Higurashi... - el hombre arrugó su boca y frunció su ceño, tratando de recordar, sin conseguirlo -. Lo siento, pequeña... esta cabeza vieja ya no funciona como debería.
Rin sonrió débilmente.
- Está bien, no te preocupes - dijo levantándose de su asiento -. Iré a ver.
Limpió la suciedad de sus manos en su camiseta desgastada, mientras caminaba hacia la puerta, y no pudo evitar abrir sus ojos como plato al ver a quien la esperaba de pie justo en la entrada de su casa.
Estaba de espaldas a ella, pero no le costó reconocerla. La pelinegra llevaba un elegante abrigo blanco hasta los tobillos y una bufanda a cuadros envolviendo su cuello.
- ¿Sara? ¿Qué...? ¿Qué haces aquí?
- Vine a verte - respondió ella con un suave gesto conciliador, pero Rin no logró quitarse la expresión de confusión de la cara -. ¿Puedo...?
- Eh, si, claro... - La castaña se hizo a un lado, aún bastante descolocada, invitandola a pasar -. Sígueme.
Caminaron por un estrecho pasillo hasta su habitación, y Rin cerró la puerta tras ella. Sara escudriñó todo el pequeño cuarto con sus ojos azules y finalmente se sentó en la cama imitando a la castaña. Sacó una revista de su bolso y se la extendió.
- ¿Qué es esto? - preguntó Rin, con seriedad.
- Si no es sobre autos, tú no te enteras de nada, ¿verdad? - bromeó la ojiazul, pero Rin no cambió su expresión.
Sara hojeó la revista y se la extendió, señalando las fotografías que se mostraban en la página que le indicaba.
Rin la tomó, reacia, y se quedó en silencio, sin decir absolutamente nada. Sintió una extraña punzada en su estómago y sus ojos se nublaron. Estaba tan absorta en esas imagenes, que ni siquiera fue capaz de leer algo de lo que decían esas páginas.
Después de algunos minutos, dejó caer la revista sobre la cama, se paro y levantó su mirada, con el ceño fruncido, encontrándose de inmediato con los ojos azules.
- Sara, si viniste hasta aquí únicamente para insultarme, puedes regresar por donde llegaste. Ya estoy cansada de que me trates como basura, y este no es un buen momento - pidió, con voz seria, triste y molesta -. No quiero saber nada, no quiero escuchar nada de lo que tengas que decir. Por favor, sólo... ándate y... llévate eso contigo.
- Hpmh. Está bien, me lo merezco - murmuró la ojiazul, seria -. Pero no vine hasta aquí para insultarte, Rin.
La castaña se volteó a mirarla, incrédula.
- ¿Entonces?
- Vine a... advertirte.
Rin frunció su ceño, sin comprender.
- ¿De qué estás hablando?
- Quieren saber quién eres, Rin... Te vieron en la cena del señor Taisho, pero sólo saben que eras la mujer que acompañaba a Sesshomaru, no saben nada más, y tienes a todos muy intrigados... sobre todo porque luego de esa cena, desapareciste como si te hubiera tragado la tierra... - contaba, con una ligera mirada de preocupación -. Esto - dijo señalando la revista - es sólo el principio. Están empezando a hacer conjeturas y atar los cabos sueltos. Creen que la razón por la que dejaste de aparecer junto a Sesshomaru, luego de verse tan... enamorados, tiene relación con el juicio de Nakamura.
- Nada de eso debería importarles...
- Pero les importa, ¡es Taisho Sesshomaru, Rin!, y harán todo lo que sea necesario para saber un poco de la verdad. O ni siquiera eso... un comentario, un chisme, lo que sea suficiente para armar una historia... lo usarán, lo retorcerán y lo divulgarán como se les de la gana. Lo sé, porque es lo que yo he hecho - admitió -. Te seguirán buscando hasta que logren dar contigo o... con tu familia. Se aparecerán por tu casa, haciéndose pasar por alguien más, intentarán acercarse a ti en algún bar o en alguna tienda... Harán lo que sea para lograr sacarte algo de información, así que no puedes seguir siendo la niña confianzuda y parlanchina que eres, debes estar alerta - dijo con firmeza y luego calló por algunos segundos -. Lo siento...
La castaña agachó su mirada.
- ¿Y a ti...? - preguntó en voz baja - ¿A ti no te interesa saber la verdad? ¿No estás aquí para hacer exactamente eso?
- No - espetó seria y firme, casi ofendida -. No es mi asunto. Y además... no haría algo como eso.
- ¿Por qué no? Después de todo... esto es tu trabajo, ¿no?
- Si, es verdad - dijo con una mirada molesta y altiva -. Y si, me lo ofrecieron. Pero me negué. Y no, no lo hice por ti ni menos... por él. Me negué por la misma razón por la que estoy aquí ahora; porque sé perfectamente lo que pasaría y sé que esto no sólo te involucra a ti.
La castaña frunció su ceño y desvió su mirada, en silencio.
- No soy tonta, Rin - continuó Sara -. No necesito que me digas la verdad para hacerme una idea de lo que ocurrió. Los noticieros hablan de cosas terribles... Y sé que Sesshomaru está involucrado, aunque no se diga nada de él, directamente. Con lo poco que lo conocí, no me queda duda... Es malo, Rin, y no se interesa por nadie más que por él mismo, lo sé. Como además sé que... tu papá también está involucrado - admitió -. Y sé que si esto llegara a saberse, te expondrían a ti y a él de una forma horrible... Y no quiero que eso suceda.
- Quizás... no sería algo malo que se sepa la verdad - murmuró Rin con el entrecejo fruncido -. Mi papá no hizo nada malo, la gente debería saberlo.
- Lo sé, y si eso es lo que deseas, entonces mi consejo es que esperes a que todo el asunto con Nakamura esté claro y encontrar a algún medio más serio que se interese en lo que tengas que decir, pero... a ellos - dijo señalando la revista - no les importa la verdad, ni las personas detrás de la historia. Ya te lo dije, sólo les interesa vender, con lo que más llame la atención... Y créeme, lo que pueden llegar a decir o a hacer, no es agradable... Lo he visto. Y no me gustaría que tu papá tuviera que pasar por algo así.
- ¿Por qué? - preguntó Rin después de algunos segundos de silencio, con su voz quebrada.
- Porque es un buen hombre y no lo merece - admitió la pelinegra -. No tiene por qué revivir todo lo que ya ocurrió. Sé que él no está bien y... quizás nunca te lo dije, pero siempre envidié lo que ustedes tenían. Sólo los dos, y aún estando a veces separados, su pequeña familia es mucho más de lo que yo nunca tuve. No me gustaría ser la responsable de que algo como eso... dejara de existir.
Rin sonrió débilmente.
- Gracias, Sara.
La pelinegra negó, con su mirada agachada.
- No he hecho nada, sólo vine a advertirte lo que vendrá. Y ya te lo dije... no lo hago por ti - espetó, y luego dejó escapar un profundo suspiro de resignación -. Pero supongo que... aún después de todo, es lo que tú hubieras hecho por mí.
La castaña tomó una de sus manos con ternura, y Sara estiró sus labios en una fina línea, como un amago de sonrisa.
- Esto no quiere decir que volveremos a ser amigas - añadió de pronto la pelinegra, después de algunos segundos de silencio.
- Lo sé - respondió Rin tranquilamente.
Soltó su mano y bajó su mirada nuevamente hacia la revista. No pudo evitar sonreír levemente, con tristeza, cuando sus grandes ojos cafés se posaron nuevamente en las fotografías.
Eran del día de la cena. La primera era del momento en que llegaron, cuando se detuvieron en aquel antiguo puente de piedra.
Ella sostenía su mano y... Sesshomaru besaba su frente.
En la segunda fotografía bailaban. Él la guiaba, afirmando su cintura con su mano grande y firme. Ella reía por un comentario que la hizo sonrojar y él, para quien conociera su seria expresión, también esbozaba una ligera sonrisa.
Pero no fue nada de eso lo que dejó un pesado nudo en su garganta, si no... la manera en que él la miraba, como si en ese momento, no hubiera absolutamente nadie más a su alrededor. Como si en aquel instante, en todo el mundo, sólo fueran ellos dos.
Quizás le hubiese gustado decir que nada de eso significó algo para ella, que no sintió nada. Que ya lo había olvidado, que fue fuerte, cerró la revista y dejó todo eso atrás.
Pero la verdad distaba mucho de eso...
La verdad era que, aunque habían pasado semanas, aún recordaba esos momentos como si hubieran ocurrido ayer.
Que si cerraba los ojos, aunque fuera por cortos segundos, aún podía sentir la calidez de sus labios en su piel.
Que aún podía sentir el calor de sus brazos y el suave sonido de su voz, que aún podía recordar la manera en que él la hacía sentir, y como lograba conseguir, sin siquiera proponérselo, que los fantasmas de su pasado dejaran de atormentarla, con sólo estar a su lado. Cuando lo más irónico era que el fantasma más grande... era él.
La verdad era que aún dolía, y sobre todo dolía saber que, durante todo el tiempo en que lo amó, él fue capaz de ocultarle algo así, y que aún ahora, aún sabiendo todo lo que sabía, en el fondo no podía dejar de creer que...
- Él no es malo.
- ¿Cómo? - preguntó Sara casi en un grito, y su expresión de disgusto, desagrado y sorpresa la hizo comprender que había dicho en voz alta lo que creyó haber pensado.
Entonces, no le quedó más opción que encogerse de hombros e intentar explicarse, por complicado que pudiera parecer en ese momento.
- Eso fue lo que dijiste, pero... él no es malo. No creo que lo sea.
Sara frunció su ceño aún más y pestañeó lento, como si realmente no comprendiera.
- No me mires así - pidió la castaña en voz baja -, no estoy loca, no lo estoy defendiendo. Es sólo que... no creo que "malo" sea una palabra para definirlo. Quizás... fue cruel - corrigió -. Como un lobo o... una tormenta de nieve. Aun si la tormenta dejara un desastre y terminara con todo a su paso, jamás dirías que fue mala. Quizás, fue cruel. Sólo hizo lo que sabía hacer... Lo que estaba en su naturaleza.
La pelinegra dejó escapar un suspiro y negó.
- Malo o cruel... no hace una gran diferencia para mi - dijo levantando sus hombros ligeramente y poniéndose de pie -. Porque con cualquiera de las dos... uno igual sale dañado.
Rin no dijo nada más, se puso de pie junto a ella y le acercó la revista para que volviera a guardarla en su bolso.
- Ya debo irme - dijo Sara -, pero... creo que deberías quedártela.
Rin la miró con confusión.
- Puedes quemarla o guardarla, ve tú, es tuya... - agregó agitando su mano con elegancia y despreocupación -. No sé lo que sientes por él en este momento, y tampoco creo que algún día llegue a entenderlo. Pero quizás, para ti, esto... es algo que vale la pena recordar.
Rin sonrió débilmente.
En los días que le siguieron a esa visita, ocurrió exactamente lo que Sara había previsto.
Se enteró por Eiji que habían llegado buscándola incluso hasta las oficinas de la consultora y algunos días más tarde, dieron con la casa de su padre.
No habló con nadie. Les pidió a su padre y a Asa, la enfermera que lo visitaba algunos días por semana, que hicieran lo mismo. Con el tiempo dejaron de insistir, pero aún así, la sensación de sentirse observada sólo aumentó con el paso de los días.
Y quizás fue por ese mismo motivo, que el incidente que ocurrió casi dos semanas después, no llamó su atención como hubiese debido...
En ese momento, caminaba de regreso luego de haber hecho algunas compras en la tienda, cuando un sonido la hizo detenerse. Eran quejidos de un pequeño cachorro, justo al borde de la calle, frente a su casa.
Había mucha sangre a su alrededor, tiñendo la nieve de rojo. Rin no dudó en dejar la bolsa en el piso y correr hacia él. Al parecer lo habían atropellado, muy recientemente, y tenía una patita trasera quebrada.
Miró hacia los alrededores, en busca de su dueño o de algún indicio de alguien a quién pedirle ayuda, pero sólo vio a un niño, mirando desde el costado de un árbol, medio escondido. -
¡Hola! - lo saludó Rin y él sólo asomó su cabeza un poco más - ¿Este pequeño es tuyo?
El niño negó varias veces.
- No tiene collar... - murmuró la castaña - ¿Sabes si es de alguien?
El niño volvió a negar y dio un paso acercándose a ella tímidamente, con sus manos detrás de su espalda. Sus pantalones se veían rotos y desgastados, y él parecía preocupado.
- ¿Viste qué fue lo que pasó?
El niño asintió.
- ¿Podrías contarme?
- Un auto, estaba estacionado aquí - dijo en voz tan baja, que a la castaña le costó escuchar -. Salió recién, muy rápido. No paró.
Rin frunció su ceño, dejó escapar un suspiro y negó. Buscó en su bolsa y le acercó al niño un dulce que había comprado en la tienda.
- Hace frío, pequeño. Deberías volver a casa.
El niño tomó el dulce, asintió y se fue corriendo apresuradamente, dando grandes zancadas en la nieve.
- Y tú... - susurró la castaña acariciando al cachorro -, tranquilo, tú vendrás conmigo.
***
[¡Hola! Lamento la demora en actualizar, pero aquí les traje un nuevo capítulo, así que tranquilas, porque la historia aún no ha terminado 🙊
(*) La última frase que dice la suegra, es una cita de Hermann Hesse. Lo próximo que se lee luego de que ella dice eso, es al papá de Rin, llamándola. Quise ponerlo así, para probar el punto de Irasue, sutilmente.
Si tienen alguna pregunta sobre la historia, sobre cómo se han ido dando los hechos o cualquier cosa que quisieran saber de esta, pueden dejarlas en los comentarios y me encantaría aclararlas (cualquier cosa que no sea spoiler😂) o también me gustaría leer lo que creen que va a pasar ahora...
Además, como siempre también quería agradecer a todos los que han seguido la historia hasta este punto, a todos los que comentan y votan, ¡de verdad muchísimas gracias! 💖 Espero que nos leamos pronto. Un abrazo grande!]
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