Cap. 42: Despedida (Parte II)
Rin miró por la ventana polarizada del auto hacia el exterior y alcanzó a ver la silueta de los rascacielos a lo lejos. Secó el sudor de sus manos en sus pantalones; se sentía nerviosa, sentía incluso miedo. Ni siquiera sabía que iba a hacer una vez que viera a ese hombre, ni siquiera tenía realmente claro qué le diría, sólo... necesitaba entender, necesitaba saber qué hacer con todos esos sentimientos que aplastaban su pecho.
Miró nuevamente por la ventana, notando como los edificios se alejaban cada vez más. Ya llevaban viajando un buen rato y estaban en una parte bastante retirada de la ciudad.
Dos hombres de apariencia tosca y rostros serios los acompañaban en completo silencio. Uno conducía y el otro iba de copiloto y ella no reconocía a ni uno de los dos.
Sesshomaru iba sentado a su lado, en la parte de atrás, y durante todo el trayecto tampoco había dicho absolutamente nada.
Sin darse cuenta, la castaña dejó escapar un suspiro.- ¿Y el señor Jaken? - le preguntó tímidamente.
- Tenía otros asuntos de los que encargarse - respondió serio después de algunos segundos, sin dirigirle la mirada.
De pronto el auto se detuvo y uno de los hombres bajó a abrirle la puerta al Taisho.
- Esperarán aquí hasta que avise lo contrario - ordenó el peliblanco y cerró la puerta antes de que la castaña tuviera tiempo de replicar.
Los dos hombres asintieron con obediencia y Rin lo miró afligida adentrarse a solas en una gran casona de apariencia vieja y abandonada. Una extraña sensación invadió su pecho al verlo desaparecer y respiró profundo intentando relajar sus pensamientos. Tenía que estar tranquila, porque él... iba a estar bien.
Miró la hora en su teléfono y luego a los hombres.
- ¿Cómo se llaman? - les preguntó con una sonrisa amistosa que se desinfló al verlos mirarse entre sí y guardar silencio.
Después de un poco más de una larga hora, una patrulla ya había llegado al lugar y, finalmente, uno de los hombres recibió un llamado.
Los tres bajaron del auto y se adentraron en la gran casona. Con cada paso que daban, la vieja madera crujía y Rin sentía sus piernas cada vez más temblorosas, sus manos más sudorosas y su estómago más revuelto.
El lugar parecía un laberinto y el tenso silencio del que esa casa era dueña parecía tan artificial, como si las gruesas y desgastadas paredes no permitieran escuchar nada de lo que ocurría al otro lado de ellas.
Caminaron por un largo y oscuro pasillo y subieron por una escalera hasta llegar a una puerta custodiada por dos policías. Los hombres saludaron con un leve asentimiento de cabeza y los policías se hicieron a un lado, permitiéndoles entrar.
El ambiente en aquella pieza era tan denso que ahogaba.
Inmediatamente, Rin buscó con la mirada al peliblanco por toda la habitación. Él estaba parado cerca de su padre, algunos metros más allá. Estaba bien y le devolvió una fugaz mirada de reojo, que a pesar de su evidente seriedad, resultó reconfortante. Luego, los ojos dorados se dirigieron al hombre que parecía ser un detective y que mantenía esposado a Naraku frente a ellos.
Comprendiendo el gesto, el detective ajustó las esposas del pelinegro a un pilar a su espalda y comenzó a caminar hacia la salida.
- Debo atender un llamado - se excusó, y dejó la habitación.
- No debiste haberla traído contigo, Sesshomaru - murmuró su padre, con su voz gélida -. Esto no va a terminar bien.
Rin lo miró, seria, pero simplemente omitió aquel comentario y enfocó la mirada en el hombre frente a ella, quien le sonreía perversamente, como si no estuviera realmente consciente de su situación, mientras sus ojos rojos como la sangre la escudriñaban sin escrúpulos de pies a cabeza.
- Señorita Takahashi, que gusto volver a verla - dijo con tranquilidad. Un escalofrío recorrió su espalda al escucharlo y Sesshomaru frunció su entrecejo -. Tengo que admitir que su visita me causa cierta curiosidad... ¿Vino hasta aquí acompañando a su novio?
- No, yo... - su voz y sus manos temblaban, y antes de que pudiera decir algo más, el hombre volvió a hablar.
- No, déjeme adivinar, ya sé: vino hasta aquí por lo que ocurrió hace algunos años atrás con su padre - sonrió -. Pero en realidad, lo que usted quiere saber es si aquella fue la única vez que su novio, mi viejo amigo, estuvo consciente de mis actos y, además, se benefició de ellos - asumió, con un tono irónicamente amable -. Bueno, lamento decepcionarla, pero puedo asegurarle que aquella no fue la única vez. No llevo la cuenta, pero él debe tenerlo más claro que yo. Después de todo, él tiene toda la evidencia.
Sesshomaru apretó su mandíbula, pero mantuvo su mirada altiva, casi arrogante, mientras su padre negaba.
- No... no vine aquí por eso, no es eso lo que quiero saber... - dijo mientras caminaba acercándose a él, y tragó pesado antes de continuar -. Ella... Ella murió...
Naraku soltó una leve risa que la dejó descolocada.
- Ya entiendo... - rió suavemente -. Usted quiere saber cómo duermo por las noches o si estoy arrepentido, para así poder darle un sentido a las cosas, para entender si tiene que odiarme o si podrá perdonarme algún día y quizás también perdonarlo a él, pero tendré que decepcionarla de nuevo, señorita Takahashi - calló por un segundo y esbozó una maliciosa sonrisa de lado que rápidamente desapareció -. Yo, Naraku, no tengo arrepentimientos. Simplemente no están hechos para los hombres como yo.
Rin desvió su mirada por un segundo y luego lo miró fijamente.
- Eso no es verdad... - murmuró y dio un paso más acercándose a él con las piernas temblorosas.
El pelinegro la miró con los ojos entrecerrados.
- Y quizás, él podrá decirle que sí se arrepiente - dijo señalando a Sesshomaru con su mirada -, pero yo podría apostar a que no es así. Él y yo, nos parecemos mucho más de lo que usted cree...
- Silencio - lo interrumpió el peliblanco con su voz molesta, grave y golpeada.
Esas palabras le causaron repulsión y otras no tardaron en llegar a su cabeza...
"...de no haber conocido a Rin, probablemente usted sería uno de esos hombres".
Sus músculos se tensaron. Podía recordar todas las veces que había chocado su vaso con el de Naraku... "¿Quieres conocer los detalles?" le preguntaba el pelinegro con esa asquerosa sonrisa retorcida. "Sabes que no me interesa", respondía él cada vez... cada maldita vez.
Quizás, esas palabras le molestaban tanto, porque... tenían razón.
Naraku lo miró de reojo y luego volvió su mirada hacia la castaña nuevamente.
- Y ahora que lo pienso, recuerdo esa noche... - volvió a hablar tranquilamente.
Sesshomaru apretó sus puños con fuerza.
- Silencio, dije - La voz del peliblanco cobró una extraña resonancia. No subió el tono, pero cuando habló, fue como si su voz llenara toda la habitación, sin dejar espacio para ningún otro sonido.
- Recuerdo ir saliendo de la fábrica en llamas - continuó Naraku, sin prestarle atención - cuando escuché esos horrorizados gritos de ayuda... ¿Me juzgaría demasiado si le dijera que sonaban como una hermosa melodía? - preguntó con una oscura sonrisa, sin quitar la mirada de Rin -. El pánico y la desesperación hacen algo muy maravilloso con la voz de las personas. Incluso recuerdo que me detuve a escucharlos...
- Cállate de una maldita vez - ordenó el peliblanco mientras caminaba hacia él con su brazo levantado y toda la intención de asestarle un golpe en la boca, cuando la castaña lo detuvo tirando de él.
El pelinegro sonrió y Sesshomaru la miró de reojo.
- O quizás, me estoy equivocando con todo esto. Quizás, lo único que usted quiere - dijo mirando fijamente a Rin - es poder terminar lo que comenzamos ese día, cuando su novio nos interrumpió... - Le guiñó un ojo y antes de que pudiera decir algo más, la castaña levantó su rodilla con fuerza y rapidez, pegándole justo en la entrepierna.
El hombre gruñó con los dientes apretados y se encorvó adolorido. Intentó abalanzarse sobre ella, pero las esposas lo detuvieron y en menos de un segundo, Sesshomaru estaba entre ella y Naraku, y los hombres que los acompañaban se acercaron alertas.
- Perra - escupió.
Rin tocó el brazo de Sesshomaru con suavidad, llamando su atención, y le regaló una débil sonrisa.
- Tenías razón - susurró -. No tengo nada que hacer aquí... no necesito nada de él.
Soltó su brazo y comenzó a caminar hacia la salida. Antes de abrir la puerta se giró a ver por última vez los ojos rojos y enfurecidos.
- Espero que algún día puedas estar en paz contigo mismo. - Fue lo último que dijo antes de salir.
El pelinegro miró a Sesshomaru y luego a su padre.
- Espero que tengan claro que esto no termina aquí - masculló.
Sesshomaru lo miró por sobre su hombro y sin decir nada, dejó la habitación tras Rin.
- Te llevaré - le dijo al encontrarla fuera.
- No es necesario, Sesshomaru, llamaré a un taxi, puedo ir sola - lo miró con una corta sonrisa y luego al detective que lo esperaba recargado sobre la pared -. Tienes bastante que hacer aquí, no quiero quitarte más tiempo.
El peliblanco frunció el ceño.
- Es peligroso que andes sola por aquí.
- Revisamos todo el perímetro, Taisho - dijo el detective sosteniendo la manija de la puerta para volver a entrar -. Es seguro que salga.
Sesshomaru lo miró con expresión molesta y, comprendiendo el gesto, el hombre entró en la habitación, dejándolos solos.
Rin le sonrió levemente.
- Te irás - asumió él con voz suave.
La castaña tragó pesado y asintió.
- Volveré a casa... - contó -. Trabajaré desde ahí por algún tiempo y luego... ya veré cómo resulta todo.
Sesshomaru asintió con su mirada.
- No volveré a verte.
- Cuando termines aquí... si así lo quieres... podemos despedirnos - dijo con voz débil -. Estaré en mi apartamento; me iré antes de que oscurezca.
Sesshomaru sólo... la miró, por largos segundos, miró sus ojos grandes y brillantes, en silencio. Rin pestañeó un par de veces y luego él... se fue. Sin decir nada, volvió a entrar en la habitación, dejándola sola.
La castaña dejó escapar un profundo suspiro y, con un nudo en la garganta al pensar en que quizás esa sería la última vez que lo vería, se encaminó a la salida.
Iba a paso lento por el largo y oscuro pasillo, cuando de pronto escuchó un sigiloso ruido a lo lejos, como el de una puerta abriéndose y sintió un escalofrío recorrer su espalda...
No estaba sola en ese lugar.
Se giró a mirar en la dirección de la que provenía el sonido y divisó a alguien al final del pasillo...
Era una mujer, apoyada en la pared, encorvada y con la respiración agitada.
La mujer comenzó a caminar hacia ella; hacia la salida, recargándose en la pared y cojeando, con la mirada fija en el suelo, y Rin alcanzó a notar como dejaba un tenue rastro de sangre por el piso de madera con cada paso que daba.
Preocupada, se apresuró en llegar a ella y entonces la mujer, con sus ropas sucias y su pelo alborotado, levantó su cabeza.
- Mierda - masculló al verse encontrada y Rin abrió sus ojos como platos.
Ella era... Ella era la hermana de Naraku.
- Kagura... - murmuró, aún sorprendida.
- Si no quieres meterte en problemas, sigue caminando por donde llegaste y sólo haz como que no me viste, ¿de acuerdo? - espetó con un tono bajo e irritado.
- Por dios, estás sangrando... ¡¿Qué te pasó?!
- Tsk. No tengo tiempo para esto - dijo impaciente y siguió caminando a duras penas.
- Iré... iré a buscar a alguno de los policías o a Sesshomaru, hay que llevarte al hospital...
- ¡No! - gritó con desesperación e hizo una mueca de dolor -. No se te ocurra hacer eso... sólo déjame y lárgate, niña.
- ¡No voy a dejarte sola! ¡Mira cómo estás! - dijo con el ceño fruncido, señalando su pierna y su abdomen, donde tenía grandes pedazos de vidrio incrustados - Así no vas a llegar a ni una parte.
- Entonces... sólo... ayúdame a salir de aquí.
Rin asintió con determinación. Colgó uno de los brazos de Kagura a su cuello y comenzaron a caminar hacia la salida con cuidado.
- Debo llamar a una ambulancia... - murmuró la castaña, preocupada, al ver como la sangre goteaba en el piso y manchaba sus ropas.
- Ya te dije que no. Si haces eso, sería lo mismo que dejarme aquí tirada.
- ¡¿Cómo puedes decir eso?!
- ¡¿No lo entiendes?! Si la policía me encuentra, me llevarán a un hospital y no pueden tenerme custodiada todo el tiempo, ¡tendrían que encerrarme!, es ridículo... Y si me llevan a un hospital, Hakudoshi y ellos me estarán esperando afuera apenas salga y todo terminará en lo mismo... - dijo con su voz quebrada -. Necesito desaparecer... Debo esconderme.
Rin suspiró, indecisa.
- Está bien... Te llevaré a mi apartamento, llamaré a alguien que puede ir a ayudarte...
Kagura la miró de reojo.
- Gracias... - murmuró más tranquila. Se detuvo y llevó sus manos a su abdomen, justo al trozo de vidrio que tenía enterrado.
- No creo que quitarlo sea una buena idea - murmuró la castaña con rostro afligido.
- Duele...
- Ya, lo sé, pero... queda poco, llamaré al señor Jaken; él podrá llevarnos... - hizo un mohín al recordar que Sesshomaru le había dicho que estaba ocupado, quizás no podría llegar en seguida... - Quizás un taxi sea más rápido.
Sacó su celular de su bolsillo y buscó en la aplicación. Luego de confirmar la ubicación, escogió el que menos demoraba en llegar... aun así, estaba a 10 minutos... 10 minutos y no sabía si Kagura podía esperar tanto.
Llegaron afuera y Rin miró alrededor, no había nadie cerca a quien pedirle ayuda. Ese lugar estaba completamente desolado.
Kagura se apoyó en la pared y Rin tomó su celular nuevamente; si le decía al señor Jaken que era una urgencia, quizás podría llegar antes...
Marcó el número y antes de poder llamar, las dos escucharon un ruido que venía desde el fondo del pasillo.
-Maldición, despertó - masculló la pelinegra -. Será mejor que te vayas, no llegaremos lejos si me sigues cargando y cuando él nos alcance, desearás no haberte quedado.
Rin miró hacia atrás por el pasillo y frunció el ceño al ver una puerta abriéndose a lo lejos.
- ¿Q-Quién...? - sacudió su cabeza en negación, confundida - Se suponía que los policías habían revisado el lugar... - murmuró temerosa y molesta - ¿Puedes explicarme qué está pasando?
Kagura negó.
- Naraku y Hakudoshi me encerraron aquí... - dijo con voz débil y tocó su abdomen -. Hakudoshi estaba conmigo cuando comenzaron a llegar los policías; él escapó y yo aproveché el alboroto para golpear al guardia que me vigilaba y escapar, pero... me hirió... - suspiró adolorida -. Los policías jamás nos hubiesen encontrado, este lugar tiene escondites que nadie podría hallar. Hubiese muerto ahí adentro y nadie lo hubiese sabido nunca.
Rin frunció su ceño, preocupada, y llamó al señor Jaken.
- Ya no hay tiempo - la interrumpió Kagura asomándose por el pasillo y viendo como el hombre se acercaba cada vez más -. Sólo ándate... Yo me las arreglaré, no te necesito.
La castaña cortó la llamada, impaciente.
- Deja de decir eso, ya te lo dije, no voy a dejarte sola.
- ¡¿Por qué te importa tanto?! Ni siquiera me conoces... Ya intentaste ayudarme, está bien, no hay nada más que puedas hacer por mí en este momento... Si corres, podrás llegar a algún lugar antes de que él te vea.
- ¡No! ¡No voy a permitir que nadie más sufra por culpa de ese hombre! - dijo con determinación y frunció su ceño -. Voy a sacarte de aquí, Kagura.
La pelinegra sonrió débilmente y asintió.
- Bien... - aceptó - ¿Qué tienes pensado, niña?
- Yo... n-no lo sé - admitió apenada.
Kagura dejó escapar un suspiro frustrado y Rin miró a su alrededor. Fue hacia el auto de Sesshomaru y arrojó una piedra contra el vidrio de la puerta del copiloto.
El vidrio se rompió en mil pedazos y la alarma del auto comenzó a sonar.
- Por dios... estamos muertas - murmuró la pelinegra.
Rin abrió la puerta, presurosa desconectó los cables de la alarma y el fuerte sonido se detuvo.
Fue hasta donde Kagura la esperaba y la ayudó a subir por la puerta trasera, recostada en el asiento.
- ¿Cómo piensas arrancar? - le preguntó la pelinegra cuando la vio sentada en el asiento del conductor, mientras veía al hombre caminar hacia ellas apresuradamente. Luego miró la palma de su mano que presionaba su vientre bañada en sangre y cerró sus ojos con fuerza -. Ni siquiera tienes las llaves...
- He trabajado toda mi vida con autos - murmuró mientras retiraba con toda la rapidez posible el panel bajo el volante y revisaba los cables -. Creo que puedo... - tiró algunos y juntó otros y de pronto el auto partió - arrancar un auto sin llaves -sonrió -. ¡Si! ¿Ves? Sólo tienes que confiar... vamos a estar bien.
Kagura soltó el aire que tenía retenido en sus pulmones, aliviada.
- Entonces no me molestaré en preguntar si sabes manejar...
- Ehh, sí sé, pero... - el auto partió de un fuerte tirón que hizo a la pelinegra removerse en el asiento trasero y soltar un quejido de dolor - no lo hago hace mucho... ¡Perdón, lo siento! ¿Estás bien?
- Hpmh- bufó y negó, con una sonrisa incrédula -. Estoy bien... me salvaste.
Rin sonrió. Miró por los espejos, nerviosa, por si veía a alguien seguirlas, pero no vio nada. Respiró ligeramente más tranquila y continuó conduciendo camino a casa.
Kagura suspiró.
- Entonces... ¿Te enseñan a hacer esto en la universidad? - le preguntó con voz débil -. Parece divertido.
Rin sonrió levemente y negó.
- Cuando entré a la universidad, comencé a trabajar en un taller de autos como ayudante. Ahí hice un amigo; él me enseñó a hacer eso y también... a abrir las puertas sin tener que romper una ventana, pero... no había tiempo para eso y, además, Sesshomaru puede costearse un vidrio roto - dijo encogiéndose de hombros.
Kagura soltó una débil risotada y luego tosió adolorida. Rin la miró preocupada.
- Tu amigo... robaba autos - mencionó la pelinegra luego de algunos segundos -. Lo sabes, ¿cierto?
La castaña la miró por el espejo retrovisor y asintió levemente. Kagura esbozó una ligera sonrisa de lado.
- Tengo que admitir, Takahashi... no eres tan aburrida como pensaba.
***
[¡Hola! Fue un capítulo corto, pero la tercera parte de este capítulo saldrá pronto. Tuve que dividirlo en tres, porque aún faltaba bastante.
Espero que les haya gustado. Esta parte salió antes de lo pensado sólo gracias a mi ansiedad por estar esperando el capítulo de HNY 😂
Un abrazo y nos leemos luego 💖]
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