Cap. 4: Adiós, Rin


Ese extraño chofer la dejó en la puerta de la casa de Kagome, como se lo pidió. Al momento de llegar, Rin quiso pagarle por el viaje, pero él se negó a aceptar su dinero asegurando que no era necesario, lo que a ella le pareció más extraño aún.

Sin darle más vueltas al asunto, bajó del auto y entró a la casa con la llave que Kagome le había dejado días atrás. Había pasado esa última semana en su casa y mañana se iría desde ahí al aeropuerto. Lo bueno es que había arreglado sus maletas con tiempo, para asegurarse de que no se le quedara nada, o nada importante al menos; como una persona que vive con la mente en cualquier lado, se había obligado a revisar varias veces si tenía todo lo necesario, así que podía estar tranquila... Ahora sólo tenía que dormir para reponerse de esa peculiar noche, tomar un baño al despertar, almorzar con sus amigas y finalmente, irse...

Irse sin fecha de regreso... Y eso la hacía sentir extraña.


Se sacó sus zapatos de tacón al entrar en la casa, sus pies ya no aguantaban ni un segundo más. Caminó hasta la habitación donde se estaba quedando, puso a cargar su celular para avisarle a sus amigas que ya estaba en casa y se puso pijama, luego fue al baño a sacarse el maquillaje y lavarse la cara y finalmente se dejó caer en la cama; muerta.

Y pese a todo el sueño acumulado que tenía, no podía pegar un ojo... Las imágenes de lo sucedido hace no más que minutos atrás, seguían reproduciéndose en su cabeza una y otra vez, casi en contra de su voluntad.

Aún podía sentir sus caricias como si estuvieran grabadas con fuego en su piel, el sabor de sus labios y su exquisito aroma varonil impregnado en ella...

Estuvo apunto de irse con ese hombre, apunto de entregarse a él aunque no lo conociera, aunque sólo había estado de esa forma con una sola persona antes...

Y no entendía por qué sintió esa sensación tan extraña al separarse de él, no entendía por qué no quería alejarse de él, no lo conocía, ni siquiera sabía su nombre, sólo habían compartido un par de caricias indebidas y los mejores besos de su vida... 

¡Es que nunca nadie la había hecho sentir así!, y no podía evitar esa extraña sensación de angustia al cuestionarse si en un futuro encontraría a alguien que lo hiciera nuevamente... 

"Qué dramática, Rin"

Le gustaría pensar que quizás él también estaba pensando en ella en este momento, pero para qué ilusionarse de esa forma, cuando probablemente él ya estaba en su cama con alguien más... Y eso estaría bien, de todas formas, entre ellos nada ocurriría jamás. 

Y menos mal que nada más pasó, o ahora, por culpa de todos sus malditos sentimentalismos seguramente estaría con el corazón roto... 

"¡Ya olvídalo y duérmete! fueron sólo un par de besos..."


***

- Menos mal que no tenías ganas de ir a la fiesta de ayer. - Le dijo Rin a Sango, codeándola en modo de burla mientras almorzaban. Kagome y Sara estallaron en risas y la miraron esperando a que dijera algo. Ella se sonrojó rápidamente. - Te pillé con las manos en la masa Sango, no puedes negarlo. ¿Qué pasó?

- ¿Me viste? - Preguntó ella, Rin asintió. - No sé qué pasó, creo que sólo me dejé llevar. Miroku, ese amigo de Inuyasha... Resultó ser todo un galán. - Las tres rieron ante su confesión. - ¿Y tú, Rin, qué hiciste? Te perdí toda la noche.

- ¡Yo las perdí a ustedes!, eso fue lo que pasó. - Les dijo entre risas, con una mueca de molestia fingida - Después de ir al baño con Kagome, ella se fue con Inuyasha y yo me quedé conversando con un chico. - Las tres la miraron traviesamente. - ¡No! nada de eso, es más, él cambió mi vaso por el suyo, seguramente le echó algo a la bebida...

- ¡¿Qué?! / ¡¿De verdad?! - Preguntaron todas al mismo tiempo, con cara de preocupación.

- ¡Les dije que la gente que iba a esas fiestas no era de fiar! - Dijo Sango seriamente. Kagome, Rin y Sara la miraron con los ojos entrecerrados por su cinismo.

- Si, pero menos mal no me pasó nada... Alguien se dio cuenta y me lo dijo. - No pudo evitar que sus mejillas se sonrojaran al recordarlo. - Y lo sacó de la fiesta.

- ¿Quién? - preguntó Kagome. - ¿Y quién fue el idiota que hizo lo de los vasos? Debería decírselo a Inuyasha...

- No sé el nombre de ni uno de los dos - Dijo aún más sonrojada, lo que no pasó desapercibido para Kagome.

- ¿Por qué tienes esa cara? ¿Pasó algo, pillina?

- El chico que me ayudó... Ehem, bueno... nos besamos.

- ¡¿Qué?! - Preguntaron las tres al mismo tiempo con la boca abierta, esa sí que era una sorpresa, sobre todo viniendo de Rin.

- ¿Y no sabes cómo se llama? - Le preguntó Kagome.

- No... no se lo pregunté... - Dijo más avergonzada aún. - No tenía caso, de todas formas no lo volveré a ver... 

- ¿Y cómo?, ¿en qué momento?

- Me di cuenta de que ustedes no estaban por ningún lado y mi celular estaba descargado, así que le pedí ayuda para llamar un taxi, me acompañó y nos besamos, eso fue todo... - Dijo restándole importancia al asunto y omitiendo el pequeño detalle de que habían sido los mejores besos de su vida y que no podía sacarlo de su cabeza desde que se subió a ese maldito auto. - Kagome, ¿y tú? ¿Pasó algo con Inuyasha? - Le preguntó intentando cambiar el tema.

- También nos besamos... - Las tres la miraron expectantes - No pasó nada más que eso, pero quedamos de volver a vernos...

- Al parecer fue una buena noche para todas. - Dijo Sango aún riendo - Para ti también, ¿No, Sara?

- ¡Es verdad! ¡Te vi saliendo de la mano con un chico! - Recordó Rin- ¿Era el hermano de Inuyasha? ¿Tu amor platónico?

- Pfff, ojalá... - Bufó molesta. - No, no era él, Rin. Apenas llegamos vi a Sesshomaru con Kagura, la modelo... Después no lo vi en toda la noche, así que supongo que se fue con ella. ¡Ahg! Detesto a esa mujer... En fin, yo terminé liándome con alguien, pero tampoco recuerdo su nombre.

- Oh - murmuró Rin - Pero lo pasaste bien, ¿no?, te veías entusiasmada... - La ojiazul asintió y cuando iba a decir algo más, escucharon que alguien golpeó la puerta.

Kagome miró a sus amigas con complicidad y le pidió a Rin que fuera a abrir, ella sin cuestionarlo mucho acató su pedido. 

Cuando llegó, no pudo evitar abrir los ojos como platos al ver quien estaba al otro lado de la puerta.

- ¡¿Papá?! - Sin pensarlo más saltó a sus brazos, donde rápidamente fue bienvenida.

- ¡Hola princesa!

- ¡¿Qué haces aquí?! ¿Cómo supiste dónde llegar?

- ¿Pensaste que dejaría a mi pequeña niña ir sola al aeropuerto? - Le preguntó riendo. - Tenía el número de tu amiga Kagome guardado en mi teléfono, de una vez que me llamaste desde ahí... Así que la llamé para preguntarle su dirección. Espero no importunar.

- ¡¡Para nada!! ¿Cómo se te ocurre? Estoy muy feliz porque hayas venido, no puedo creerlo... ¡Y no puedo creer que Kagome no me haya dicho nada!

- No te molestes con ella, le pedí que guardara el secreto, quería que fuera una sorpresa.

- Gracias papá - Lo abrazó con fuerza -, ven, pasa a conocer a mis amigas, están todas acá.

El hombre asintió y se sacó sus zapatos antes de entrar y seguir a Rin que corría emocionada por la casa.

- ¿Cuántas veces te he dicho que si andas corriendo por ahí de esa forma vas a terminar en el suelo?

- Lo siento, lo siento... 

- ¡Señor Takahashi!, yo soy Kagome, es un placer conocerlo. - Saludó - Y es un gusto tenerlo aquí, venga, acompáñenos, le tenemos un puesto servido en la mesa.

- Muchas gracias señorita, su casa es realmente hermosa. - Kagome le sonrió - ¿Vive sola aquí?

- Si, mientras hago mi internado de medicina, es que me queda más cerca del hospital que la casa donde viven mi mamá, mi abuelo y mi hermano menor.

- Comprendo... - Dijo admirando el lugar - Rin me contó que tanto su madre como su abuelo son reconocidos doctores en la ciudad, deben estar orgullosos de usted.

- Si, así es, gracias señor Takahashi.

- ¡No puedo creer que hayas podido guardar el secreto! - Chilló Rin con sus ojos brillantes de pura emoción.

- Uff, fue difícil, estuve a punto de decírtelo un millón de veces.

- Eso suena más a ti. - Le respondió riendo.

Sara y Sango también se acercaron a saludar a su papá mientras se sentaban a la mesa.

 Almorzaron los cinco juntos, conversando amenamente entre risas causadas por las historias que contaba el señor sobre su pequeña traviesa mientras Rin refunfuñaba sonrojada.

- No sé por qué, pero nada de lo que cuenta el señor Takahashi me sorprende. - Dijo Sara molestando a Rin. Ella sólo rio - Es fácil imaginarla haciendo todo ese tipo de cosas...

- Siempre ha sido así. - Dijo su papá - Como un pequeño tornado... Imagino que para ustedes también debió ser difícil soportarla a veces.

- ¡¡Papá!!

- Sólo a veces. - Dijo Kagome riendo, Rin la miró con una mueca de enfado - Bueno, debo agradecerles a todas por haber recibido y cuidado todos estos años a mi pequeña princesa... Rin siempre me ha hablado mucho de ustedes, me siento afortunado de que mi hija haya encontrado buenas amigas en una ciudad tan grande como esta.

- Las afortunadas somos nosotras, señor Takahashi. - Le dijo Kagome. Rin la miró con sus ojitos brillantes haciendo un puchero que la hizo reír.


Al terminar el largo y agradable almuerzo, Sara llamó a uno de los choferes de su padre para llevarlos a todos al aeropuerto, donde finalmente se despidieron.

- ¿Te quedarás en la ciudad? ¿o volverás a casa? - Le preguntó Rin al mayor.

- Volveré enseguida, sabes que estar en la ciudad mucho tiempo no me sienta bien.

- Si, lo sé... Gracias por venir, papá.

- ¿Estás segura de que aún quieres irte y no quieres esperar un par de años más? - Rin negó sonriendo. - O quizás 10 o 20... Eres muy pequeña aún.

- ¡Papá! - Dijo riendo algo avergonzada - Ya no soy pequeña, además, sabes que trabajé mucho para esto. Es una gran oportunidad...

- Lo sé - La abrazó -, es solo que te voy a extrañar mucho. - Rin se aferró con fuerza a él, mientras unas lágrimas traicioneras comenzaron a caer por sus mejillas - Pero no llores, o no dejaré que te vayas.

- Si, está bien, sabes que no puedo evitarlo, soy demasiado sensible. 

Él rio al escucharla.

- Lo sé, eres igual que tu mamá. - Rin sonrió - Igualmente hermosa e inteligente que ella. - Le dijo con ternura acariciando sus cabellos castaños - Ya, debes irte o se te hará tarde... Estoy muy orgulloso de ti, mi pequeña ingeniera. - La castaña lo besó tiernamente en su mejilla. 

- Lamento dejarte solo.

- Nunca estoy solo, lo sabes... - Rin asintió, intentando detener sus lágrimas - Y estoy muy feliz por ti, así que no lamentes nada, ya nos volveremos a ver.

- Gracias papá, te amo.

- Yo a ti, princesa. - La castaña le sonrió con ternura y se acercó a sus amigas que esperaban detrás de ella, igual de afectadas.

- Adiós chicas - Les dijo mientras se acercaba a abrazarlas -, las voy a extrañar mucho... Gracias por todo, de verdad.

- No tienes nada que agradecer. - Le dijo Sango y las demás asintieron. Rin sonrió enternecida.

- Kagome, no llores por favor o no podré irme bien.

- Lo siento... ¡Pero es que te voy a extrañar tanto, pequeña revoltosa!

- Yo también, pero prometo que seguiré en contacto.

- ¡Más te vale! 

- Y quizás, nos veremos más temprano que tarde, organizaremos un viaje para ir a verte... - Sugirió Sara y las demás asintieron emocionadas - y salir de compras, pero principalmente ir a verte. - Bromeó y Rin dejó escapar una risita entre su llanto.

- Eso sería genial, las estaré esperando... - Les dijo con ternura. - Hasta luego chicas.

- Vuelve pronto, por favor. - Le pidió Kagome, Rin asintió sonriendo con sus ojitos castaños brillantes.

- Adiós papá.

- Adiós princesa, suerte en todo. Y no olvides reportarte de vez en cuando...

La castaña le sonrió y miró hacia atrás por última vez, despidiéndose agitando su mano antes de desaparecer entre el gentío y las puertas de embarque.

- Malditos sentimentalismos...- masculló entre dientes, mientras se limpiaba las lágrimas y la nariz con un pañuelo.

Suspiró y siguió su camino dándose ánimos, le quedaba un largo viaje por delante...


***

Idiota.

Así se sentía. Casi tanto como el idiota de Inuyasha... 

Se había encaprichado.

Tres días habían pasado desde la celebración del cumpleaños de su medio-hermano, y finalmente llegó a la conclusión de que esa noche había terminado cometiendo dos grandes errores que ahora eran los causantes de que se sintiera así... Idiota por dejar que una ingenua castaña le ganara la partida y ahora no lograr quitársela de su cabeza.

El primer error fue no sacarla de ahí en cuanto tuvo la oportunidad... Estaba completamente seguro de que un poco más de tiempo y hubiese logrado llevarla a su penthouse, saciarse de ella y borrarla para bien de su cabeza.

Y no entendía realmente por qué la dejó marcharse... Y se negaba a aceptar que era porque una parte de él creyó que quizás, si la dejaba ir, tendría una excusa para verla de nuevo...  

No. Eso era inconcebible, porque a él no le interesaba verla de nuevo, no tendría porqué interesarle...

Y el segundo error fue volver solo a casa... Al parecer algo dentro de él se dijo que si esa noche no la tenía a ella, no quería a nadie más. ¡Idiota!, porque tuvo que llegar a satisfacerse a él mismo para poder calmar el dolor en la entrepierna con la que esa castaña lo había dejado... Y para rematar todo, tuvo que hacerlo pensando en ella...

¡Pero no quería verla de nuevo!, como el gran orgulloso que era, se repitió una y otra vez que no la buscaría. Ella lo había rechazado y a él simplemente nadie le decía que no...

Y eso se dijo hasta dos noches después, cuando salió y terminó follándose a una de las modelos de costumbre, con la intención de distraerse, pero finalmente le salió el tiro por la culata, porque no pudo pensar en nadie más que no fuera ella... Y la modelo que tenía contra la pared no besaba ni remotamente parecido a su castaña, así que terminó de peor humor.

Entonces esa mañana, rendido después del fiasco de la noche anterior, tuvo que dejar su maldito orgullo atrás... y le ordenó a Jaken que averiguara su nombre, para poder terminar lo que habían empezado, salir de su encaprichamiento y finalmente volver a la normalidad. Pero el muy inservible le dijo que la casa a la que la había llevado le pertenecía a una tal Higurashi Kagome...

Su amiga... La pelinegra que estaba con Inuyasha.

"Castaña escurridiza" 


- ¿Me mandaste a llamar? - preguntó Inuyasha al entrar en su oficina.

- ¿Cómo se llama la amiga de la mujer a la que te estabas tragando la noche de tu cumpleaños?

Inuyasha se sonrojó al escucharlo.

- ¡Idiota, no me la estaba tragando! - Refunfuñó.

- No me interesa saber lo que hacías con ella, indecente, sólo responde mi pregunta.

- Eran tres amigas, ¿a cuál de las tres te refieres?, ¿Sara?

- No, la del vestido plateado.

- Vestido plateado... - murmuró intentando hacer memoria - ¡Ah!, ella era Rin. - Inuyasha lo miró traviesamente - ¿Y por qué preguntas por Rin? ¿acaso te gustó? 

- ¿Rin cuánto? - Preguntó omitiendo su pregunta y su gesto estúpido.

- No lo sé, podría preguntarle a Kagome si necesitas saber... Pero en todo caso, no creo que te sirva de mucho, creo que de todas las mujeres que había ese día en mi cumpleaños, Rin es la única a la que no puedes tener... A excepción de Kagome, obvio.

Él arqueó una ceja, levemente intrigado ante su comentario.

- Explícate.

- Ese día Kagome y sus amigas estaban despidiendo a Rin. Se fue del país...

- ¿Y cuándo regresa? - Preguntó pareciendo indiferente, como si realmente no le interesara en absoluto la información que le acababan de entregar.

- No tiene fecha de regreso, en un par de años quizás, por lo que me contó Kagome ayer... Pero ya sabes como es, a veces se van y no regresan nunca más. 

- Bien. - Respondió retomando la lectura de unos papeles que tenía sobre el escritorio. - Eso era todo. 

- ¿Me vas a decir por qué el interés? Rin no parece tu tipo... Se veía demasiado buena para alguien como tú.

- No es tu asunto. Y lo sé... Ahora lárgate.

- Tsk. Simpático como siempre...

- Inuyasha. - Lo llamó, él se detuvo en la puerta a mirarlo - No le digas a Kagome que pregunté por ella.

- Está bien... - Iba a salir cuando recordó algo. - ¡Oye! Kagome me contó que le gustas a Sara y ella si está en el país... - Le guiñó un ojo - También me dijo que no te lo dijera, así que...

- Idiota, no me interesan tus chismes de adolescente. - Lo frenó - Ahora vete, tengo trabajo que hacer.

- Ahg, si, ya me voy, gruñón. ¡Pero que conste que tú me mandaste a llamar!

- Recuerda que si le dices una palabra de esto a esa mujer...

- ¡Si, está bien! ya entendí, no le diré nada... - Fue lo último que dijo antes de cerrar la puerta con brusquedad por accidente y el peliplata se masajeó el puentecillo de su nariz con frustración.


"Realmente escurridiza... Así que eso fue todo".

De todas formas era mejor así... Tenía cosas mucho más importantes en las que concentrarse, y definitivamente no tenía tiempo que perder con encaprichamientos ridículos...

Además, los hombres como él; malditos demonios, no tenían derecho a tanta ternura como la que esa castaña tenía para dar, y él ya había hecho uso de toda la que le correspondía - y más - al besarla.

Ahora se tendría que conformar sólo con el recuerdo del dulce sabor a cereza de sus labios perfectos.

Rin... 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top