Cap. 32: Un amor sempiterno (Parte I)
El verano ya estaba llegando a su término y el suave viento que anunciaba la inminente llegada del otoño mecía con tal gentileza sus cabellos platinados, que daba la impresión de que incluso el viento le guardaba cierto respeto.
Se encontraba apoyado relajadamente en su habitual Ferrari, en un callejón poco transitado a pasos del edificio de la pelinegra, dándole rienda suelta a sus amargos recuerdos y pensamientos, mientras esperaba por ella pacientemente.
Tan paciente, que parecía que una parte de él en realidad deseaba que Kagura no se presentara.
Pero, desafortunadamente para él, ella sí llegó...
- Aquí está lo que necesitas - dijo finalmente la oji carmesí, luego de un parco saludo y extendiéndole un sobre.
Él lo tomó, pero Kagura lo mantuvo firme entre sus finos dedos con largas uñas del mismo color que sus labios y ojos, asegurándose de tener su atención antes de volver a hablar.
- Cuando encontré esto, recordé lo que hablamos ese día en el bar... - confesó, aún sin soltar el sobre - Me dijiste que estabas seguro de que Naraku había guardado algo, porque necesitaba un salvoconducto para no caer solo por si alguna vez lo atrapan... Pero se te olvidó mencionar que ese salvoconducto podrías ser tú - dijo con firmeza y lo miró seria, fijamente a sus ojos -. Naraku guardó esto porque te inculpa, Sesshomaru.
- Pensé que lo había dejado claro - sentenció irritado -; tú preocúpate de lo tuyo y yo de lo mío. Esto no te incumbe, Kagura.
La pelinegra finalmente soltó el sobre. Sesshomaru revisó su contenido rápidamente; eran algunos papeles de su padre Onigumo como clara evidencia de sus actos ilícitos. Y otro punto importante en esos documentos era la fecha; la única forma en la que Naraku los tuviera, era si estuvo en la fábrica el mismo día del incendio.
El resto de información en el sobre eran millonarias transacciones hacia cuentas bancarias de Naraku alrededor de la misma fecha... con su nombre en ellas. Era su parte del dinero de la aseguradora y otros pagos, pero no le costó comprender las sucias intenciones de Naraku al guardar esos comprobantes.
- Si culpas a mi hermano por esto, se va a encargar de hacer parecer que tú le pagaste por hacerlo, que sabías la verdad y lo cubriste - habló Kagura nuevamente -. Y no me interesa si fue así o no, pero no le será difícil demostrarlo, porque quizás no le habrás pagado por hacerlo, pero sí sabías perfectamente lo que estaba ocurriendo... ¿O me equivoco?
El peliblanco levantó su vista de los documentos y la miró con frialdad.
- ¿Qué quieres escuchar? - espetó.
- Sólo quiero saber qué pretendes hacer...
- Ya te lo dije, voy a hundir a Naraku por lo que hizo hace 10 años atrás y por atreverse a desafiarme de la manera en que lo hizo.
- Ella no lo sabe, ¿verdad? - le preguntó con un leve tono de compasión en su voz, nada parecido al que había usado antes - No sabe que tú tienes casi tanto que ver en esto como Naraku...
Sesshomaru la miró con sus ojos entrecerrados, intentando ocultar el hecho de que esa pregunta lo había tomado por sorpresa.
- No - respondió secamente luego de algunos segundos.
- Ya veo... en realidad de eso se trata todo esto; planeas decirle la verdad - sonrió -. Después de todo si tenía razón... Te enamoraste, Sesshomaru.
El peliblanco se mantuvo en silencio escondido detrás de su estoica fachada, con su rostro serio e inescrutable, como si aquellas palabras no le afectaran en lo absoluto; como si no estuvieran hablando de él.
Kagura negó y soltó una leve risa nasal e irónica.
- Vaya Karma el tuyo...
Karma...
Las palabras de su padre resonaron en su cabeza como un tormentoso eco...
"Supongo que la vida tiene una cruel forma de restregarnos en la cara nuestro pasado..."
- Es curioso, ¿no crees? - la voz de la pelinegra lo hizo reaccionar - Lo que uno está dispuesto a hacer por amor...
No pudo evitar sentir cierta extrañeza al escuchar a Kagura, y más aún porque su mirada y su sonrisa parecían casi nostálgicas, pero decidió no ahondar más en todo eso.
- ¿Estás segura de que estás bien entregándome esto? - le preguntó cambiando de tema y aclaró de inmediato: - No sólo me incrimina a mi y a Naraku, tu padre también está involucrado y después de esto no habrá vuelta atrás.
- Está bien, Sesshomaru... Onigumo y Naraku son prácticamente lo mismo y merecen lo que les toque. Sólo quiero librarme de ambos...
El peliblanco asintió. Le entregó un sobre con el resto del dinero y una tarjeta. Kagura recibió el dinero y lo guardó de inmediato en su cartera. Luego se quedó mirando la tarjeta de presentación por algunos segundos, sin comprender.
El pequeño cartón rectangular únicamente tenía grabado un nombre que no reconocía y un número de teléfono, pero no decía cargo, empresa o profesión.
- ¿Qué es esto?
- Él puede ayudarte mientras me encargo de Naraku. Es de confianza, dile que vas de parte mía, ya está arreglado.
Los ojos de la pelinegra se abrieron más de lo normal, exhibiendo su color rojo intenso tan vivo como la sangre, y no pudo hacer más que mirarlo fijamente con asombro y confusión...
- ¿Qué te hizo cambiar de opinión? - se atrevió a preguntar luego de algunos segundos - Pensé que... no tenías interés en ayudarme - murmuró. Sesshomaru simplemente se mantuvo en silencio y Kagura sonrió mientras detallaba la tarjeta entre sus dedos, soltando un suspiro de alivio -. Gracias, Sesshomaru...
Él asintió levemente, correspondiendo a su agradecimiento, y se giró dispuesto a marcharse cuando la voz femenina lo detuvo.
- ¡Espera! - lo llamó Kagura. Sesshomaru volteó a mirarla por sobre su hombro - Si no te digo esto, mi conciencia no me dejará tranquila... - murmuró - Sé que jamás me harías caso, pero tómalo como un consejo, después de todo, te debo al menos eso...
- Habla.
- No se lo digas, Sesshomaru.
- ¿Qué dices? - masculló fastidiado y desafiante.
- Sé que no es mi asunto, pero... creo que por primera vez no estás pensando las cosas con claridad... - él entrecerró sus ojos, más irritado aún, pero Kagura continuó de todos modos: - Sé que estás intentando hacer lo mejor, pero... ¿no lo ves? Esto podría destruirte a ti también... Quizás no termines en la cárcel, pero si esto se sabe podrías perderlo todo. ¿Estás seguro de que estás preparado para algo así?
¿Perderlo todo? No. Sólo haría lo de siempre... arriesgar, jugar bien sus cartas y ganar.
Esta era la única forma de remediar lo que había hecho y esta vez lo haría bien, porque no tenía pensado perderlo todo, pero por sobre todo... no tenía pensado perder a Rin.
- Si no estuviera seguro de mis acciones, no estaría aquí ahora.
- Bueno, quizás tú estás seguro de lo que haces, pero... ¿qué hay de ella? ¿Crees que será fácil vivir sabiendo algo como eso y no hacer nada al respecto? ¿Crees que va a poder perdonarte después de que se lo digas? Sé que no es tu intención, pero... vas a romperle el corazón, y créeme, no es fácil recuperarse de eso... - afirmó con más certeza de lo que le hubiese gustado - Sin mencionar que, además, la estarías poniendo en peligro - agregó -. ¿No has pensado en lo que le haría Naraku si se llega a enterar de que ella sabe la verdad? ¡Sabes de lo que es capaz!
- ¿Insinúas que no puedo contra Naraku? - le preguntó desafiante.
Esas palabras lo habían molestado.
Ya se estaba hartando de todo esto, estaba harto de que lo cuestionaran y le dijeran qué hacer. Sabía lo que tenía que hacer, ya lo había decidido, e iba a proteger a Rin cueste lo que cueste.
- No me conoces si crees que voy a permitir que se vuelva a acercar a ella - dijo con firmeza -. No me subestimes, Kagura.
- ¡No te subestimo, idiota! ¡Me preocupo por ti! - gritó y luego bajó su mirada - Ya deberías haber aprendido que no puedes controlarlo todo, Sesshomaru.
Él sólo la miró seriamente, sin decir nada.
- Quizás... podrías decirle sólo una parte - habló la pelinegra nuevamente, luego de varios segundos de silencio -, la misma versión que todos tienen; despediste a su papá porque accidentalmente provocó un incendio. Eso es bastante más fácil de aceptar que la verdad - propuso -. Y con esto no digo que debas dejar a Naraku libre de castigo, eso es lo que menos quiero... pero, puedes encargarte de él con algo más. Tú mismo dijiste que ya tenías suficiente para mandarlo al jodido infierno si te daba la gana.
Una suave brisa se coló por el callejón, agitando sus cabellos y bajando la temperatura del ambiente. Kagura se abrazó a sí misma para protegerse del frío, mientras el peliblanco, sin prestarle atención al clima, se sumergía en sus propios pensamientos...
Sabía perfectamente que lo que tenía que hacer no sería fácil, pero también sabía que Rin era como nadie que hubiese conocido antes...
Ahora sabía lo muy equivocado que había estado cuando la conoció, porque ingenua no era ni siquiera una palabra para describirla.
Rin era luz aún en sus peores días. Era decidida, sincera y transparente. Rin era bondad y valentía, pero no la valentía que intenta demostrar algo, ni tampoco la que es para uno mismo. Rin era valiente siempre para los demás, de una forma que tiempo atrás él hubiera confundido con debilidad, de la forma que se necesita para poder llevar un corazón bueno en un mundo despiadado.
Rin sabía perfectamente la clase de hombre que él era y aún así, lo había recibido con toda su calidez, sin esperar nada a cambio. Aún así le había entregado su amor, su cuerpo, su alma, su ternura y su corazón, sin reparos, y él, como el maldito depredador ambicioso y egoísta que era, sin merecer nada de eso, lo había tomado todo.
Rin era todo lo que estaba bien en este mundo y él, sencillamente, era todo lo contrario... Pero quería ser mejor para ella.
Y para eso, debía empezar con la verdad... toda la verdad.
- Al menos piénsalo - murmuró la pelinegra, rompiendo el silencio.
- Sé lo que tengo que hacer y no cambiaré de opinión - dijo con tranquilidad y se dio la media vuelta -. Tú preocúpate de lo tuyo, que vienen tiempos difíciles.
Kagura asintió, rendida y sonrió débilmente.
Sesshomaru subió a su auto y ella lo miró desaparecer por las calles de la ciudad, con una extraña sensación en su pecho, como si doliera comprender que el peliblanco sí tenía sentimientos después de todo, sólo que... nunca los tuvo por ella.
Y ahora, por alguna razón, tenía la impresión de que no lo volvería a ver...
Dejó escapar el aire que tenía retenido en un fuerte suspiro, como si deseara que aquella suave y fría brisa otoñal se llevara consigo todas sus inquietudes y sentimientos no correspondidos y, aunque no fue así, una sensación de alivio la invadió.
De sólo pensar en que faltaba cada vez menos para ser libre, se sentía más liviana.
***
Sesshomaru se detuvo frente a la puerta del apartamento de Rin por algunos segundos antes de tocar. Las palabras de Kagura aún rondaban por su mente...
"Sé que no es tu intención, pero... vas a romperle el corazón..."
Sentía una desagradable opresión en su pecho y su estómago revuelto.
Dejó escapar un suspiro y le causó cierta extrañeza que hubiera tanto silencio en el lugar; siempre que Rin estaba en casa, aún desde el pasillo se podía escuchar la música que venía desde adentro y su vocecita melodiosa tarareando a ritmo.
Pero ahora no se oía nada de eso.
Dejó de darle vueltas al asunto y finalmente se animó a tocar. Al poco tiempo pudo sentir sus pasos acercarse a la puerta... Rin si estaba en casa, y a él... le esperaba una difícil conversación.
- Sesshomaru... hola - lo saludó la castaña con una débil sonrisa -, no sabía que vendrías... - dijo rehuyendo de su mirada.
Sus mejillas estaban más rosadas que lo normal y alcanzó a distinguir sus ojos vidriosos.
- Rin, ¿qué ocurre?
- Nada, no te preocupes - sonrió y se acercó a besarlo con ternura en su mejilla -. Ven, entra.
La castaña tomó su mano y lo guio hasta el sillón de la sala de estar, él corrió el libro que ocupaba su lugar, deteniéndose fugazmente a observar la foto que Rin siempre ocupaba como marcapáginas y que ahora descansaba sobre el libro.
Sin decir nada al respecto, se sentó junto a ella.
- Pensé que hoy te quedarías trabajando hasta tarde - murmuró la castaña.
Sesshomaru tomó rostro con suavidad, examinando su mirada. Ella sonrió, pero sus grandes ojos cafés mantenían un brillo distinto, uno que ya había visto algunas veces antes... parecían tristes.
- Lloraste, Rin.
Ella negó.
- No te preocupes, de verdad es nada - dijo con una cordial sonrisa, pero la verdad es que era demasiado transparente para ocultar que algo le pasaba y por alguna razón, no se lo quería decir.
Alejó su mano de su rostro y Rin suspiró.
- Hablaba con mi papá antes de que llegaras - dijo en un bajo susurro y la opresión en el pecho del peliblanco se hizo aún más fuerte -. Hoy está de cumpleaños mi mamá.
- Ya veo... ¿La extrañas? - le preguntó con voz suave.
Rin siempre hablaba de su padre, lo recordaba a menudo y solía contarle historias de cuando vivía en el pueblo o de cuando lo iba a visitar. De cierta forma hasta se había acostumbrado a escuchar sobre él, pero hasta ahora, muy pocas veces la había oído mencionar a su madre. En realidad, lo único que sabía de ella era que la mayoría de los libros que la castaña tenía, y tanto atesoraba, le pertenecieron a ella alguna vez.
Y además, que había fallecido hace ya varios años. Pero eso no lo sabía de su boca, sino porque lo había leído del informe de su padre hace 10 años atrás...
Sin embargo, a la castaña no pareció extrañarle su pregunta.
- Si, la extraño... - admitió con una sonrisa melancólica - siempre lo hago, pero no lloro por eso - aclaró -. La señora Kaede siempre me decía que no es bueno llorar mucho a los fallecidos, porque podrían ponerse tristes en el más allá... - negó - Recuerdo que cuando pequeña no le creía, pero igual evitaba llorar, porque pensaba que en el menor caso de que eso fuera verdad, no quería poner triste a mi mamá... - sonrió-, creo que... todavía lo pienso.
Sesshomaru acarició suavemente el dorso de su mano con su pulgar. No podía sacarse aquella desagradable sensación de adentro, pero de cierta manera... escuchar la voz de Rin ayudaba.
- No creo que se vaya a poner triste... - dijo bajo.
La castaña le sonrió con ternura y por un momento le pareció ver algo extraño en los intensos ojos dorados de su peliblanco. No pudo evitar mirarlo con una leve expresión de preocupación.
- ¿Ocurre algo, Sesshomaru? - le preguntó intrigada.
- No, Rin...- negó.
Lo miró a los ojos por algunos segundos más, como si no le creyera. Pero al no obtener más respuesta, finalmente se rindió y se acurrucó a su lado.
- ¿Quién es Kaede? - le preguntó el peliblanco.
- La señora Kaede es una mujer con la que viví por algunos años...
- ¿Dónde?
- Aquí en Tokio - respondió tranquilamente y él la miró con cuestionamiento -. Fue luego de que... mi papá dejara la fábrica y regresara al pueblo - murmuró -. Sólo me quedaban un par de años para terminar la escuela y ella tenía una pequeña pensión en la ciudad, así que me quedé ahí con ella - contó. Hizo una pausa y suspiró -. Fueron... años difíciles, pero la señora Kaede me recibió como si fuera su propia hija y me enseñó muchas cosas. Es una mujer muy amable, y aún la visito de vez en cuando... Quizás no tan seguido como debería.
- No lo sabía... - admitió más para él que para ella, sintiendo como aquella sensación de culpa lo invadía por completo al comprender que Rin había sufrido... y había sido a causa de él.
Que, mientras él disfrutaba de los millones ganados con su ascenso sin ni un remordimiento y se convertía en uno de los magnates más jóvenes del país... Rin estaba sola.
Qué grandísimo hijo de puta había sido...
Y comenzaba a creer que, no importaba lo que hiciera, nada podría remediar todo el daño que había hecho.
- No tendrías por qué saber - le dijo la castaña con su suave voz -, no hablo mucho de esos tiempos.
- Rin...
- ¿Uhm? - se quedó mirándolo a través de sus largas pestañas y él sintió que las palabras quedaron atoradas en su boca - ¿Estás bien, Sesshomaru? Te noto... extraño.
- Estoy bien... dime, si no fue por tu mamá, ¿entonces por qué llorabas?
La castaña suspiró.
- Supongo que... sólo es un día triste... - dijo encogiéndose de hombros y sus ojos se empañaron. Bajó su mirada y calló por un momento - Mi papá era la clase de hombre que solía celebrarlo todo... - habló con su voz suave -, incluso las cosas más pequeñas; como desde que se me caía un diente, hasta cuando aprendí a manejar - sonrió -. No sólo celebraba con mi mamá su aniversario de matrimonio, pero también el aniversario de su primera cita y de la primera vez que se besaron... sin falta, siempre la sorprendía con algo, siempre la hacía feliz - contaba con una débil sonrisa en la cara -. Y los cumpleaños..., los cumpleaños eran realmente otra cosa. Eran sus fechas favoritas... aunque generalmente resultaban siendo todo un caos - rio negando levemente con su cabeza y luego guardó silencio.
Mordió su labio intentando contener un sollozo y él no pudo hacer más que simplemente sostener su mano entre la suya.
Su pecho dolía...
- Luego de que mi mamá falleció dejó de hacer todo eso... - dijo la castaña finalmente -. No fue de un día para otro, lo siguió intentando por algún tiempo, imagino que por mí, pero sé que le costaba... y cuando yo me quedé aquí y él tuvo que volver al pueblo, dejó de hacerlo por completo. Entonces todas las fechas importantes, sólo... dejaron de serlo.
Rin calló y limpió rápidamente una lágrima que había escapado de su ojo.
- Lo siento, Rin.
La castaña negó.
- Está bien... - le dijo con una tierna sonrisa - Justo antes de irme a California comenzó a mejorar y a tener más ánimo. Cuando estaba allá siempre hablábamos y le había prometido que cuando regresara, lo primero que haríamos sería celebrar su cumpleaños por todos los que me perdí, y él estaba tan emocionado con la idea... Por eso cuando supe que no podría viajar a verlo me afectó tanto, pero... finalmente pude ir, gracias a ti - sonrió -. No tenías por qué hacerlo, pero sabías que era algo importante para mi y me ayudaste de todas formas... No sabes todo lo que significó eso para mi y... lo mucho que lo valoro, Sesshomaru.
Sin decir nada, él la estrechó entre sus brazos y besó suavemente su cabeza.
Rin sonrió enternecida y se abrazó a él, disfrutando de la calidez de sus brazos. Respiró su elegante y varonil aroma, que tanto le encantaba, y se quedó así por un momento... Disfrutando su compañía.
- Hoy lo llamaba porque sé que el cumpleaños de mi mamá es un día difícil para él, así que... quería saber cómo estaba y... contarle sobre ti - susurró y sonrió con sus mejillas sonrojadas -. Esperaba escucharlo bien, pero... se oía triste y me dolió - confesó -. Eso... fue lo que pasó.
Él sintió su cuerpo tensarse al oírla.
- Comprendo... ¿Y qué dijo cuando le dijiste que estabas saliendo conmigo?
- Nada, la verdad... ya te lo dije, no era un buen día - suspiró y él no pudo evitar sentirse extrañado -. Pero... estoy segura de que te va a querer si alguna vez lo conoces.
- ¿Cómo puedes estar segura de eso?
Rin sonrió.
- Sé que te va a querer, porque yo te quiero, y porque... me haces feliz.
El peliblanco guardó silencio. Giró su rostro hacia un lado e inevitablemente fijó su mirada en la foto que había sobre el libro a su costado.
Algunas de las noches que pasaban juntos, él debía trabajar hasta tarde y pese a que siempre le insistía en que no era necesario que lo hiciera, Rin siempre se quedaba acompañándolo. A veces trabajando también y otras veces sólo leyendo a su lado. Ahí fue cuando vio esa foto por primera vez. Generalmente intentaba no hacerlo y en ocasiones hasta fingía no hacerlo, porque podía reconocer perfectamente al hombre que salía en ella, sonriente.
Tenía los mismos ojos que Rin; grandes, castaños y muy expresivos, y en esa foto, miraba embelesado a la mujer a su lado.
Se atrevió a tomarla en su mano y la acercó para verla en detalle.
La foto parecía ser de hace varios años atrás, porque la mujer se veía realmente joven, al igual que su papá. Ella tenía el cabello negro como la noche, del mismo color que sus ojos. Quizás a simple vista no se parecía mucho a Rin, pero su sonrisa... podría reconocer esa radiante sonrisa a kilómetros de distancia.
- Es ella, ¿verdad? - le preguntó, con su mirada aún fija en la fotografía.
- Si... Papá siempre dice que nos parecemos, pero la verdad es que yo nunca lo he notado.
- Te pareces a ambos - susurró -. Pero tienes su sonrisa.
Rin sonrió enternecida.
- ¿Qué le pasó? - se atrevió a preguntar.
- Cáncer - dijo la castaña tranquilamente, aunque con un deje de resignación -. Fue hace ya mucho tiempo y... fue bastante rápido. No tuvo que arrastrar la enfermedad por años. Supongo que... así es mejor.
Él asintió con entendimiento y giró la fotografía por inercia, quizás en busca de una fecha, cuando encontró la dedicatoria escrita con una delicada caligrafía femenina en la parte de atrás.
En ese momento, no le costó comprender porqué Rin se aferraba tanto a ese recuerdo, que podía ser de algún momento incluso antes de que ella naciera...
Inconscientemente releyó las palabras ahí escritas, una y otra vez, hasta que la voz de la castaña lo hizo reaccionar...
- Cuando era más joven y veía a mi papá triste, muchas veces llegué a pensar que no era justo... creí que no era justo amar de esa manera para terminar así - confesó, y él levantó su mirada, encontrando sus ojos vidriosos -. Hasta que hace algunos meses, hablando con él sobre algo más, me dijo que, para él, no haberse enamorado de verdad, como él lo hizo, hubiese sido como no haber vivido - sonrió -. Quizás en ese momento me costó comprenderlo, pero... creo que ahora sé a qué se refería.
***
[¡Hola! Espero que les haya gustado el capítulo, fue un poco triste y lo siento mucho porque quedó a medias, pero no alcanzaba a terminarlo y este fin de semana no tendré mucho tiempo, así que preferí dejarles esto por ahora para no hacerlas esperar tanto y la próxima semana les comparto la parte II.
Un abrazo, y nos leemos pronto ❤]
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