Cap. 2: Un pequeño favor


Se hizo paso entre la gente analizando todo el lugar con esos ojos escrutadores. "Lo mismo de siempre..." pensó con desdén. Miró hacia un lado para encontrarse a Kagura coqueteándole a Inuyasha. Podía sentir esos ojos escarlata mirar en su dirección una y otra vez, como cerciorándose de que estuviera al tanto de su pequeño numerito... "¿Qué pretende esa mujer?"

Se acercó a la barra que se había instalado en el patio de la mansión para la celebración del cumpleaños de su medio-hermano y pidió un whisky, cuando al poco tiempo sintió esos brazos femeninos rodearlo por la espalda, apegando su cuerpo sugestivamente a él. No tuvo que darse vuelta para saber exactamente de quién se trataba.

- Apártate. - Ordenó con tal firmeza que a ella no le quedó otra opción más que obedecer. - Sabes que detesto esas cosas.

- ¿Celoso? - Preguntó con tono coqueto y una media sonrisa, girándose hasta quedar frente a él.

"¿Celoso?" bufó, burlándose de ella. Estaba seguro de que no había un sentimiento más patético que aquel y alguien como él definitivamente estaba muy por encima de eso.

- No seas ridícula, Kagura.

- ¿Entonces me vas a decir que no te molestó ni un poco verme con Inuyasha? - Preguntó con su sonrisa arrogante, tomando el cuello de su camisa y rozando sus finos dedos por la firme piel de su cuello masculino.

- No podría interesarme menos lo que hagas.

- No hay caso contigo... ¿Sabes, Sesshomaru? A veces creo que simplemente no tienes sentimientos. - Dijo molesta con el ceño fruncido, alejando su mano de él.

"¿De qué idioteces está hablando ahora?" Claramente no los tenía, o por lo menos no los que ella espera que tenga, por si no le ha quedado claro hasta ahora...

La miró de reojo sin decir nada y esbozó una leve y sardónica sonrisa de lado que la hizo sentir tan aterrada como excitada a la vez... Y aunque la oji carmesí supo entender perfectamente lo que él quiso hacerle saber con ese fugaz gesto, prefería eso a nada... Tenerlo de vez en cuando en su cama o sobre algún escritorio y disfrutar de sus maravillosas caricias vacías, que no tenerlo en absoluto.

Sesshomaru se apartó de ella, pero antes de poder seguir su camino, Kagura lo detuvo.

- ¿Te veré más tarde?

- Quizás. - Respondió secamente como de costumbre y sin más se alejó.


Bankotsu se le acercó a conversar sobre banalidades, mientras él recorría disimuladamente el lugar en busca de "algo interesante" que lo mantuviera despierto. Estas fiestas estaban comenzando a parecerle demasiado tediosas; los mismos idiotas ebrios, otros tantos drogándose a escondidas como si a alguien realmente le importara, mujeres intentando llamar su atención con coqueteos desesperados y otras siendo devoradas por bocas y manos sin escrúpulos...

Nada nuevo.

A lo lejos vio a Inuyasha acompañado de cuatro mujeres. Supo reconocer a la hija de Soju Asano entre ellas; Sara. Se veía bien...Y aunque sí tenía un plan para ella, aún no era tiempo para eso...

Además, pensar en eso lo ponía de mal humor, porque inevitablemente llegaban a él los recuerdos de esa desagradable conversación con su padre en la que no quería pensar aún...

Volvió su mirada a ellos para distraerse de sus pensamientos, a las otras dos mujeres las había visto en alguna que otra ocasión que no tenía interés en recordar, pero una de ellas... Estaba completamente seguro de no haberla visto nunca antes. Y eso era extraño, porque reconocía cada una de las aburridas caras en ese lugar, menos esa.

No pudo evitar sentir una pizca de curiosidad y se sintió casi obligado a seguirla con la mirada, como si no dependiera de él y fueran sus ojos los que tomaran el control.

La veía mientras caminaba a la pista de baile con sus amigas, sintiendo una extraña fascinación por sus movimientos; tan espontáneos, tan inocentemente sensuales; casi desinteresados, como si realmente no estuviera consciente de lo que causaba a su alrededor... Sintió un leve tirón en su entrepierna al verla bailar, ese peligroso escote en su espalda la hacía ver simplemente deliciosa mientras su cabello castaño acompasaba a la música y sus delicados movimientos.

Estaba tan absorto en ella y en sus propios pensamientos que no escuchó a Bankotsu hablar hasta que le hizo señas con sus manos.

- Te estaba preguntando si vienes conmigo, voy con Inuyasha y los demás.

- Si, te sigo. 

Bankotsu asintió y se alejó, él bebió lo último de su vaso y lo dejó sobre una mesa a su costado, dispuesto a seguir su camino cuando sus ojos se cruzaron con los suyos. Cafés como el chocolate; comunes, si lo pensaba fríamente... Pero no había nada de común en ellos. Cafés como el mismo café que quita el sueño, "justo lo que buscaba" , dijo una vocecita en su cabeza y en ese momento ella sonrió. Le sonrió como si lo conociera de toda la vida, con tanta inocencia y ternura como no había visto antes, era la primera vez que alguien le sonreía así; una sonrisa de pura luz, jodidamente hermosa...

Y al darse cuenta de las extrañas sensaciones que le provocó y de todos esos pensamientos para nada propios en él, hizo lo único que se podía permitir hacer en una situación así: rompió el contacto de sus miradas y siguió su camino bajo su fachada de inquebrantable estoicismo. La única que sabía usar bien.


- Sesshomaru, ¿Es verdad que ahora que regresaste te harás cargo del negocio de los autos? - Preguntó Miroku, él asintió parcamente. 

- ¿Y tú, Inuyasha? - Preguntó Koga con burla. - ¿Qué haces mientras tu hermano da el primer paso para hacerse cargo de todo el imperio Taisho?

- Tsk, lo compadezco... Tener al viejo respirándote en la nuca con cada decisión que tomas no es agradable para nada. - Los demás rieron y Sesshomaru lo miró con el ceño fruncido, molesto por aquel comentario tan imprudente. - Yo estoy bien así.

- Lo sabemos, no se te dan bien las responsabilidades, amigo. - Dijo Miroku.

- ¡¿Y tú qué hablas?! - Refunfuñó Inuyasha. - Eres peor que yo.

- No tengo nada que decir a mi favor... Y los dejo caballeros, a la vista una bella señorita sin compañía. - Dijo con los ojos clavados en Sango.

- No te portes como imbécil por favor, es amiga de Kagome. - Pidió Inuyasha mientras Miroku se encaminaba hacia ella sin escucharlo.

Al rato después, Inuyasha salió en busca de la pelinegra y Sesshomaru se descubrió a sí mismo buscando insistentemente a esa castaña con su mirada, nuevamente y sin entender realmente por qué.

No pensaba en nada coherente, solo quería volver a deleitarse con esa buena vista... Y quizás algo más.

Hasta que finalmente dio con ella, estaba hablando con un idiota al que le sonreía amablemente, pero no de la misma forma en que le sonrió a él minutos atrás, o por lo menos quiso convencerse de eso. Estaba incómoda, podía notarlo de lejos, cada vez que el idiota daba un paso para acercarse a ella, ella lo retrocedía. Seguía sonriendo, pero era una sonrisa cordial, casi como para no hacerlo sentir mal por su rechazo... Cuando la realidad más probable era que ese imbécil, como cualquier otro en ese lugar - incluido él -, no mereciera su inocente amabilidad.

"Demasiado buena o demasiado ingenua" pensó, aunque en realidad, para él no había diferencia alguna.

De pronto ella hizo un leve ademán con la intención de alejarse, pero el idiota la sostuvo de la muñeca y algo en el peliplata despertó con ese desagradable gesto, ¿Cómo se atrevía ese imbécil a ponerle un dedo encima?, sintió unas extrañas ganas de partirle la cara, y más aún cuando notó lo que hizo después: en un ágil movimiento cambió su vaso por el suyo y la muy distraída ni se percató.

Y aunque no sabía qué le habría puesto a esa bebida, no había que ser un genio para darse cuenta de lo que pretendía... "patético" pensó, y no le quedó otra opción más que encaminarse hacia ellos cuando vio que él sostenía su vaso proponiéndole un brindis y por supuesto, ella en su ingenuidad no se negaría.

- No tomes eso. - Le dijo con firmeza y voz molesta, una vez que llegó hasta el lugar. 

Rin levantó su rostro para encontrarse nuevamente con esos ojos dorados tan brillantes como el sol mirándola seriamente y alejó el vaso justo antes de llevarlo a su boca, obedeciéndole sin saber por qué, mientras lo veía con cuestionamiento.

- ¿Qué ocurre? - Preguntó con un leve tinte de preocupación en su voz, él no respondió y dirigió una mirada aterradora al hombre a su lado.

- Tú, escoria. - Lo llamó con su voz gruesa y temible. - Lárgate - ordenó impasible. - No quiero volver a verte aquí.

El idiota asintió y se alejó rápidamente y sin réplicas, sabiendo que era mejor no enfrentarse a un hombre como él, alguien que podría destruirlo en un abrir y cerrar de ojos, sin ningún esfuerzo.

Rin mientras tanto miraba en todas direcciones en busca de sus amigas, no veía a Kagome por ni un lado, probablemente estaría con Inuyasha, porque tampoco había rastros de él. Vio a Sara salir caminando muy acaramelada de la mano de un hombre al que no reconocía, seguramente era del que les había hablado en la disco, "su amor platónico"... Incluso Sango, la más reacia a ir a la fiesta, estaba besando al que recordaba como uno de los amigos de Inuyasha. 

Dejó escapar un suspiro nervioso, estaba completamente sola en ese lugar.

- ¿Qué pasó? - Le preguntó nuevamente al peliblanco algo preocupada cuando vio que el hombre que hace segundos conversaba con ella, se fue casi corriendo despavorido del lugar, él la miró de reojo con su gesto frío e imperturbable.

- Eres muy distraída. - Le dijo con un tono de voz que sonaba a regaño.

- Lo sé. - Le sonrió levemente con un suave sonrojo en sus mejillas que a él le pareció malditamente adorable. - Pero aún no entiendo...

- Cambió sus vasos.

- ¿De verdad? - Preguntó asustada. - Qué tonta, no sé cómo no lo noté... - Hizo un leve puchero de preocupación. - ¿Y tú cómo supiste...?

- Te estaba mirando. - Dijo sin tapujos.

La castaña abrió sus ojos con sorpresa, sintiendo cómo el calor subía a su cara. ¡Si la estaba mirando a ella! ¿o escuchó mal? No, estaba segura que lo había escuchado fuerte y claro con esa maravillosa voz que tenía... Y de pronto se dio cuenta de que aún no salían palabras de su boca y su cara ardía, probablemente estaba roja como un tomate y eso la hizo avergonzarse aún más... 

"¡Contrólate, tonta! y di algo, lo que sea... ¡agradécele!"

- Gracias, e-en serio... no quiero pensar en lo que hubiese pasado si no hubieses estado cerca. - Le dijo con una tierna sonrisa que él admiró en silencio. - Parece que de verdad eres un ángel. - Soltó en un susurro, como si estuviese pensando para sí misma, pero para su desgracia él la alcanzó a escuchar perfectamente y arqueó una ceja algo extrañado y divertido con su comentario, aunque su rostro seguía serio como siempre.

- ¿Así que un ángel? - Le preguntó con esa voz tan seductora que por un momento le costó reaccionar al hecho de que había dicho lo último en voz alta y no en sus pensamientos.

"Ay no... ¡¿Qué te sucede, Rin?!"

- Ehh, lo digo porque... me salvaste. - Dijo con nerviosismo, intentando no verlo a esos ojos dorados que la estaban volviendo loca. - Eres muy bueno.

Él soltó una leve risa nasal, mientras negaba con su cabeza, como si estuviera burlándose de ella.

- Distraída e ingenua. - Tomó entre sus largos dedos un mechón de sus cabellos castaños y Rin sintió como su corazón empezó a latir tan desbocado que pensó que iba a saltar de su pecho en cualquier momento. - No soy bueno y tampoco un ángel. - Dijo fríamente. - Quizás todo lo contrario a uno.

- No lo creo. - Le dijo ella con su linda sonrisa. Y el peliplata sintió esa extraña sensación de nuevo, la que disfrazó frunciendo su ceño ante su testarudez.

¿Qué era eso que sentía cada vez que ella sonreía?

- ¿Eres amiga de Inuyasha? - Le preguntó en un intento por retenerla, sorprendiéndose a él mismo de que a estas alturas no se sintiera aburrido y quisiera seguir conversando con ella. 

Ella negó, algo sonrojada. 

- No, lo acabo de conocer. - Dijo avergonzada. - Él invitó a Kagome Higurashi, vine con ella y otras amigas... Pero ahora no las veo en ningún lado, así que... creo que me iré, me siento un poco extraña estando sola aquí.

Él la miró inconscientemente cautivado ante su sinceridad, era muy fácil ver a través de ella... Se quería ir y él la dejaría marchar sin más; esa linda castaña era demasiado inocente para él. 

Así que asintió secamente y se dio la media vuelta. Rin dejó escapar un suspiro al verlo alejarse, "¡tonta!" se gritó una vez más, "a ti si que no se te dan bien estas cosas, Rin". 

Suspiró de nuevo y sacó el celular de su pequeño bolso para llamar a un taxi y enviarle un mensaje a sus amigas avisando que se iría y recién ahí se dio cuenta de que se había quedado sin batería. Su celular estaba completamente muerto.

"Genial"

Levantó la mirada para distinguir al peliblanco alejándose entre la multitud y corrió a alcanzarlo. Tomó suavemente su brazo y él se giró al sentirla, mirándola seriamente en busca de una explicación.

- Lo siento, yo... Mi celular murió. - Dijo mostrándole la pantalla apagada y haciendo un puchero que a él le provocó unas enormes ganas de morder esos carnosos labios. - No conozco a nadie más aquí y la última persona con la que hablé antes de ti intentó drogarme o quizás qué. - soltó una leve risita nerviosa. - ¿Me prestarías el tuyo para llamar a un taxi?

- ¿Y qué me darás a cambio?

- Es sólo un pequeño favor. - Pidió batiendo sus pestañas con rapidez, en un inocente gesto de manipulación pura. 

- Ya te lo dije, no soy bueno. - Dijo con frialdad. - No hago favores desinteresados, por más "pequeños" que sean.

Ella lo miró con el ceño fruncido y los labios arrugados en una mueca de falso enojo que no la hacía ver más que adorable. Si seguía así, no iba a poder seguir conteniendo esas ganas que tenía de saltarle encima.

- No sé qué ofrecerte, no sé qué podrías querer de mi. - Dijo sin pensarlo mucho. 

Él la miró fijamente, con una leve y maliciosa sonrisa de lado que hizo que a Rin le temblaran las piernas, se le erizara la piel y se le sonrojaran las mejillas, mientras él se sentía complacido al ver el efecto que tenía sobre ella. 

- ¡No! - Gritó de pronto la castaña terriblemente sonrojada al imaginarse por aquel gesto lo que él pensó al escuchar sus palabras. 

El peliblanco arqueó una ceja, divertido con su expresión avergonzada. 

- ¿No qué?

- N-no a lo que sea que estás pensando. - Dijo nerviosa. 

- ¿Y qué estoy pensando, según tú? - Preguntó torturándola aún más.

- Yo... ¡No sé! - Él volvió a sonreír de lado, era muy fácil y divertido ponerla nerviosa. - ¿Estás jugando conmigo? - Preguntó al ver su expresión.

- No. 

- Entonces dime qué es lo que quieres... - Pidió con un puchero nuevamente y él no pudo despegar la mirada de sus labios rosados y brillantes, mientras intentaba recordar cuándo fue la última vez que había deseado unos con tantas ganas... Pobre castaña, porque había caído derechito en las garras del lobo y por más buena e inocente que fuera, ya no la dejaría marcharse tan fácilmente. Debió haber aprovechado su oportunidad cuando la tuvo, porque ahora ya no había vuelta atrás. - Y tiene que ser algo en proporción al favor que te estoy pidiendo, ¡nada demasiado grande! es sólo una llamada... 

- Un beso.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top