06. confesiones de medianoche
THE BEGINNING OF THE END.
act two ♱ season five !
SEMPITERNAL, SIXTH CHAPTER.
ACT TWO ! 𝟬𝟬𝟲, MIDNIGHT CONFESSIONS.
Era un domingo al caer la tarde cuando ella recorría las calles de su pueblo, perdiéndose con la mirada entre los altos árboles. Aunque no era muy tarde, esperaba que, al llegar a la tienda de su tío, ya no encontrara a sus compañeros de trabajo; albergaba esa esperanza. Habían transcurrido algunos días desde el incidente con el multimillonario propietario de la aplicación y aún no había podido hablar seriamente con su tío, ya que había estado ocupada ayudando a Henry a aceptar que había perdido sus poderes.
La joven Smith era consciente del esfuerzo que Henry estaba haciendo para aceptar que sus poderes habían desaparecido para siempre y entendía la razón. Henry no se sentía completamente un héroe sin sus poderes, pero Jasper y Hope pensaban diferente, y cada hora le reafirmaban al joven que era extraordinario, con o sin poderes, algo que había demostrado desde el primer día que se unió como compañero del Capitán Man y Fire Girl.
Henry había enfrentado innumerables situaciones de riesgo, saliendo siempre ileso, lo que lo convertía en un héroe.
Adaptarse a su nueva etapa de vida era complicado, pero lo manejaba de manera excepcional. En las últimas semanas, el joven ayudante había proclamado que su éxito se debía a la presencia de Hope, aunque ella discrepaba, confiando plenamente en la independencia de Henry. Estaba convencida de que él superaría cualquier desafío con o sin su ayuda, lo que a menudo los llevaba a discusiones que Hope solía ganar.
Diez minutos después, mientras escuchaba al tan famoso grupo sueco de música pop llamado ABBA, levantó la vista hacia el cielo por pura inercia, pero frunció el ceño al descubrir una silueta masculina en el tejado del establecimiento.
Avanzando lentamente, pero con determinación, inició su ascenso hasta la cima donde encontró a su tío, con las rodillas abrazadas al pecho, el viento azotando su cabello y el susurro de los árboles meciéndose mientras él observaba la luna en un silencio tangible.
Juguetonamente, sus manos manipulaban los bordes de su sudadera y al sentarse junto a él, acomodó un mechón de cabello detrás de su oreja. Su cabeza se inclinó suavemente sobre el hombro de su tío y por un momento, disfrutó del silencio que la noche le brindaba.
El terror a lo que podría descubrir la paralizaba, las palabras se negaban a salir de su boca, atrapadas en su garganta mientras las lágrimas se acumulaban en sus hermosos ojos azules. Ansiaba conocer la verdad, ya que nunca había vivido entre secretos o mentiras; sus convicciones siempre la habían impulsado a confesar la verdad, por dolorosa que esta fuera.
A veces se veía a sí misma como una hipócrita; su vida era una farsa, y ella era parte de esa mentira. A pesar de ello, nunca lamentó su estilo de vida, que tanto disfrutaba, aunque a veces se quejara tanto que pareciera odiarlo. Pero ¿quién no se quejaría en su sano juicio? Un suspiro pesado escapó de sus labios, y la ansiedad en su pecho se intensificaba al saber que tal vez ninguno de los dos estaba listo para abordar el tema, pero era necesario hablar, ya que no podían retroceder.
—Debes decirme la verdad ahora—dijo ella con una voz que la sorprendió por su firmeza, frialdad y severidad—. No quiero ni necesito más secretos, ¿qué quiso decir Rick acerca de la muerte de Cordelia?
Sus miradas se cruzaron; los ojos de su tío parpadeaban con rapidez, erráticos, buscando una salida para escapar del embrollo. Sin embargo, sabía que era imposible, y ella lo confirmó al verlo dejar caer los hombros, rendido.
—Es una historia larga, muy larga —dijo él con la voz tensa, sin saber por dónde empezar, y ella no lo apuraba—. Todo comenzó hace años, justo días antes de que tú nacieras. Había peleado con tu madre y no hablamos durante días, pero eso sucedía muy a menudo cuando peleábamos, como tú y yo—se ríe ligeramente sin mirarla—. Pero entonces tu padre me llamó, al principio creí que era un berrinche de Cordelia dado que solía desaparecer así sin más para estar sola, pero esa no era la situación y yo debí saberlo.
Lo recordaba tan perfectamente bien que dolía.
Estaba aterrada; su respiración se cortaba cada pocos minutos antes de volver a la normalidad, solo para luego volver a ser irregular. La oscuridad de la habitación la abrazaba, y la sensación de soledad y miedo la consumía.
Buscaba desesperadamente una salida, sabiendo que era inútil esperar a un salvador para ella y su recién nacido. Nadie vendría a rescatarlos de la dureza del mundo. Su esfuerzo se concentraba en encontrar una salida rápida y sencilla, pero parecía imposible; todo estaba sellado, impidiendo su escape, pero ella no se rendía.
Sus pies tocaban el suelo y un escalofrío la invadía al sentir su fría superficie. Un suspiro se escapó de sus labios, cansada de la situación; no era justo que ella y su pequeña estuvieran allí. Deberían estar en casa, disfrutando del cálido abrazo de su esposo, deleitándose con las atenciones que él les brindaba, ambos admirando los ojos azules de su bebé. Sin embargo, parecía que el destino tenía otros planes.
Avanzaba con pasos lentos pero firmes hacia el área donde su bebé yacía en una incubadora, rodeada de innumerables cables que se aferraban a su frágil cuerpo. Un sentimiento de alivio la inundó al darse cuenta de que estaba a punto de sostener a su hija por primera vez. Pero de repente, algo o alguien la agarró por la cintura, sellando sus labios.
Sin dudarlo ni un segundo, impulsó su brazo hacia atrás y le dio un codazo en el estómago al individuo que osó agarrarla, dejándolo sin aire. Se giró con determinación para enfrentarlo, pero una risa se le escapó al reconocer a la persona.
—¡Raymond! —exclamó, la emoción inundando su ser—. ¡Pensé que no vendrías por mí! —gritó, golpeándole el pecho y lanzándose a sus brazos, rebosante de alegría. No mentiría, por un momento temió haber sido olvidada, que nunca encontraría la salida de aquel vacío. Pero el alivio de ver a su hermano mayor allí, con ella, era inmenso.
—¿Cómo iba a faltar? —dijo el Capitán Man con una mueca, levantándose y mirando a su hermana con reproche—. Al principio pensé que era solo un capricho, pero luego realmente me preocupé.
Ella frunció el ceño y, sin vacilar, le dio un fuerte golpe en la nuca, visiblemente molesta.
—¿¡Un capricho!? —exclamó con voz baja pero intensa—. No lo puedo creer. He sufrido días terribles, he sido torturada, tuve que dar a luz a mi hija sola, sin poder evitar que la dañaran y la transformaran en un arma, mientras tú te quedabas en la cueva del Capitán pensando que todo era un simple capricho. Eres increíble, pero no en el buen sentido.
La culpa se reflejaba en el rostro de Ray, incapaz de esconder el remordimiento por sus actos. Mientras su hermana sufría, él había esperado que ella llegara a la cueva, suplicando perdón.
—Lo siento, ¿de acuerdo? —se disculpó, con la mirada clavada en el suelo, evitando el contacto visual—. Nuestras peleas son frecuentes y tú siempre te enfadas cuando no estoy de acuerdo contigo, Cordelia. Pensé que era la misma situación de siempre, nunca fue mi intención permitir que te lastimaran, si estuviera en mi mano evitarlo, sabes que lo haría.
Ella se relajó y lo abrazó por el cuello, sin encontrar las palabras adecuadas. Habitualmente, era él quien se frustraba cuando no conseguía lo que quería, pero ella comprendía que no era el momento de discutir. En su interior, se sentía aliviada al ver a su hermano allí, en aquel lugar tan lúgubre, y todo por ella.
—Dejemos eso atrás—solicitó mientras se separaba de él, ofreciéndole una sonrisa tenue que no alcanzaba sus ojos, pero que, a pesar de todo, reflejaba su alegría—. Debemos escapar de aquí antes de que...—se interrumpió al oír un estruendo proveniente del exterior de la habitación donde estaban, seguido de un murmullo incesante—. Se percaten de tu presencia.
La alarma del Capitán Man resonó y él se acercó a su sobrina. Sin mirarla detenidamente, desconectó los numerosos cables ligados a su cuerpo y la levantó en brazos con agilidad, para luego dirigirse a su hermana con una sonrisa suave. Intentó tomarla del brazo, con la intención de llevarlas lejos de ese lugar, a un hogar donde pudieran estar seguras, solo con él.
Sin embargo, fue Cordelia quien se retiró negando con la cabeza, y su sonrisa se esfumó con el paso de los minutos. No comprendía su rechazo, no entendía la tristeza que nublaba sus ojos, ni cómo sus brazos caían derrotados a los lados, exhaustos al fin.
—Tienes que irte con ella —dijo la mujer de cabellos castaños frente a él, con una voz temblorosa, aguda y frágil, claramente quebrada—. Vete, Raymond. Yo me encargaré de ellos.
Él se negó rotundamente.
—Soy el mayor, soy invencible, tú eres quien debe marcharse —susurró con voz apenas audible, mientras sus ojos se nublaban por las lágrimas que luchaban por salir y un dolor agudo le golpeaba el pecho—. Vete, y así tendrás la certeza de que volveré a casa contigo. Siempre lo supiste, yo muero, tú vives.
—Olvidas que no puedo vivir sin mi hermano mayor—le recordó ella, mientras un sollozo involuntario escapaba de sus labios y las lágrimas se deslizaban por sus mejillas rosadas, sin poder contenerlas, y su voz se quebraba—. No es esta discusión, tú te irás con ella. Necesito que seas tú.
Él había olvidado que Cordelia no podía concebir un mundo sin su otra mitad. Ella había sobrevivido a innumerables peligros, soportado las peores torturas, y mirado de cerca a la muerte, pero nada la devastaba más que la idea de perder a su hermano. Juntos habían luchado incansablemente por permanecer unidos, habían llorado, sacrificado y soportado el dolor más agudo, pero todo parecía en vano, ya que uno de los dos debía morir, y ese no sería Ray Manchester.
Dejó un beso en la mejilla de su hermano, saboreando las amargas lágrimas que caían de los ojos de Ray, y luego besó la pequeña y delicada mano de su hija mayor, sollozando y maldiciendo la crueldad del destino que le impedía verla crecer.
—Toma a la niña, dile cuánto la amo y críala como si fuera tuya—mandó ella con autoridad. Su mirada se había tornado oscura, pero un destello de tristeza se filtraba a través de sus ojos—. Por favor, cuida de Maverick también, asegúrate de que no se aleje de ella, dile que nada de lo ocurrido es su culpa, esta es mi decisión y nadie podría hacerme cambiar de parecer. Cuídalos por mí, hermano. Y te suplico de rodillas que cumplas tu promesa, Raymond.
Ella lo empujó, forzándolo a retroceder por donde había venido, mientras se posicionaba frente a la puerta principal. Capitán Man permaneció inmóvil por un instante, sumido en un trance donde todo en su mente era un vacío, su cuerpo no respondía a las órdenes de su cerebro a pesar del llanto de la bebé en sus brazos. Estaba a punto de abandonar a su hermana en un laboratorio que años atrás le había concedido sus poderes, que la había convertido en un arma, y ahora la historia casi se repetía con su primogénita.
Cordelia y Hope fueron creadas para ser armas, pero nunca estuvieron destinadas a convertirse en tales, a pesar de lo que muchos pensaban.
Sin voltear, se marchó con pasos firmes de la habitación, dejando a su hermana atrás; prometió regresar por ella una vez que su sobrina estuviera a salvo. Mientras tanto, Cordelia luchaba valientemente contra un grupo de hombres que intentaban herirla, alternando entre el uso de sus poderes y el combate mano a mano, sin importarle las consecuencias.
Exhausta de batallar en una guerra que nunca sintió suya, se encontraba sin alternativas. Un agudo dolor en su pecho la asaltó al contemplar la rendición, anhelando la paz que había buscado desde sus nueve años.
Pero su destino ya no podía sostenerla; estaba preparada para partir, su tiempo había llegado. Sus ojos se cristalizaron, la tristeza cedió paso a la ira y, en un abrir y cerrar de ojos, su cuerpo se iluminó con destellos rojos, y sus ojos se encendieron como faros, reflejando su furia interna.
Ella lanzaba rayos que impactaban en el pecho de sus atacantes, quienes caían al suelo, agarrándose el pecho con dolor. A pesar de sentirse lista para partir, no lo haría; alguien aún la necesitaba. Anhelaba ver a su hija crecer, a su esposo convertirse en el mejor padre, y la idea de su hermano como tío la hacía sonreír. Deseaba ver a su familia feliz.
Sin embargo, de repente, todo se volvió oscuro, la esperanza se esfumó y comprendió que no había retorno. La ira la abandonó, dejando solo un inmenso dolor. Cayó de rodillas al suelo antes de colapsar completamente, lamentando no haber mirado hacia atrás antes de soñar con una vida plenamente feliz.
El hombre que le había dado sus poderes sostenía un arma mientras la observaba con una mirada de triunfo, la misma arma con la que le había disparado por la espalda para acabar con su vida. Su respiración se volvió entrecortada y las lágrimas brotaban de sus ojos involuntariamente; ya no había escapatoria para ella.
Las estrellas y el cielo, todo lo que alguna vez consideró hermoso, se desvanecía ante sus ojos. Trató de mantener la calma, pero la preocupación era inevitable. ¿Qué sería de su hija? ¿Encontraría la felicidad? ¿La cuidarían como ella lo haría? Su corazón se oprimía con el dolor; anhelaba verla crecer, amarla, protegerla. ¿Por qué la vida insistía en causarle dolor?
—Oh, dulce Cordelia, ¿realmente pensaste que te permitiríamos ser feliz? —el tono burlón era insoportable, le provocaba lágrimas de sangre solo con oírlo, deseaba que todo fuera una mala broma—. Pobre niña, naciste para ser un instrumento de guerra, eso es lo que siempre fuiste, pero tu condenado padre lo arruinó. No obstante, no te preocupes, aquí nos encargaremos de tu hija, aunque es una pena saber que ella no te recordará.
Mientras el mundo avanzaba sin pausa, ella vivía bajo la sombra del hombre que se autodenominaba su tío. En un último acto de amor hacia su hija, miró hacia el lado, sonrió y cerró los ojos, imaginándose en su hogar de piedra, con suelos de mármol y paredes blancas decoradas con fotos familiares, grandes ventanas, una mesa y sillas relucientes, música llenando el ambiente, las risas de su esposo e hija, y un cálido sentimiento de hogar que los envolvía. Se transportó a ese lugar donde nunca se sintió sola.
Un lugar donde se sentía en casa.
Los recuerdos llenaban su mente: ayudar a su madre en la cocina acabando siempre en desastre, acompañar a su padre al trabajo, las noches escapando a la habitación de su hermano mayor, el día que conoció a quien sería su esposo, los noviazgos y luego el matrimonio, los constantes "te amo, Cordelia", su risa, sus labios, las veces que ella lo observaba trabajar en silencio desde un rincón de su oficina, las cenas en el balcón, y los ojos azules de su hija.
Construyó un hogar para su familia, pero la vida lo desmoronó. Abrió los ojos, una sonrisa tenue apareció en sus labios; era el momento de partir y convertirse en cenizas.
Ray corría con su bebé en brazos cuando una explosión lo derribó. Protegió a la niña de los escombros. Al girarse, vio el laboratorio en llamas. El último acto de amor de Cordelia fue darle a su hija una vida libre de sufrimientos.
Sintió un hormigueo extendiéndose por su cuerpo, su mandíbula se tensó, tragó saliva luchando contra el nudo en su garganta, el vacío en su estómago era insoportable, sus ojos se nublaron con el dolor, su labio inferior vibró y entonces comprendió, su hermana menor había partido. Era inesperado. Ya no estaba a su lado.
Se puso de pie, sus piernas temblaron levemente, una lágrima recorrió su mejilla y con ternura tocó el rostro de su sobrina. Lanzó una última mirada al laboratorio, sabía que era su responsabilidad. Debería haberla buscado antes, pero no lo hizo y ahora ella había fallecido.
—No te preocupes, pequeña—murmuró a la niña dormida en sus brazos—. Tío Ray estará aquí para ti. Siempre.
Avanzó, dejando atrás la catástrofe, decidido a poner a su sobrina a salvo. Se comprometió a cuidarla, a verla crecer y ser feliz, todo por ella. Por su hermana menor.
Hope limpió las lágrimas que caían por sus mejillas con su mano y tragó saliva. Se encontraba desconectada de la realidad; parecía estar presente, pero no lo estaba, su mente se hallaba en blanco, su respiración se aceleraba y sus manos temblaban ligeramente. Hubiera deseado conocer a su madre, no tenía dudas de que esa mujer la amaba, después de todo, había entregado su vida para salvarla.
Seguramente, en otra vida, Cordelia sería feliz.
—Lo siento—se disculpó Hope avergonzada consigo misma. Ahora entendía porque su padre no hablaba con ella en lo más mínimo y porque apenas la miraba—. La perdiste por mi culpa, no puedo imaginar lo que sentiste ante...
—No es tu culpa—la interrumpió su tío después de tragar saliva. No se arrepentía de haber salvado a su sobrina ni tampoco la culpaba, ella era solo una bebé que no conocía el mal que había en el mundo—. Tomamos una decisión y estoy seguro de que ninguno se arrepiente de ello.
—¿Por qué nunca me lo dijiste? —interrogó con la voz entrecortada. Sabía que todo cambiaría que probablemente ya nada sería igual y que debía asimilar con calma los secretos que habían sido revelados—. ¿Por qué ocultármelo?
Ray experimentaba una capa de sudor cubriendo su rostro, su boca reseca, pupilas dilatadas y una palidez que rozaba lo cadavérico. Su mirada perdida y vidriosa reflejaba la confusión; incapaz de hallar las palabras para explicarse, pero igualmente incapaz de frenar lo que estaba sucediendo.
—Tu padre me culpo—respondió con voz temblorosa, sus ojos errantes buscaban una salida mientras su respiración se aceleraba—. Tenía razón, debí haberla buscado cuando él me lo solicitó, pero no lo hice. Al llegar a tu casa para explicarte y entregarte a él, vi a Maverick desmoronarse; nunca antes lo había visto así y dudo volver a verlo en tal estado. Minutos después, empezó a gritarme y me expulsó de su hogar, estaba furioso y lo comprendí, pues yo sentía lo mismo, así que no insistí. Después, me pidió que guardara el secreto, deseaba tu felicidad y respeté su voluntad para verte crecer, era lo único que mi corazón deseaba.
El silencio se impuso de nuevo entre ellos, perdidos sin palabras adecuadas. Hope apoyó su cabeza en el hombro de su tío y suspiró exhausta; no lo culpaba, sabía que él solo había intentado protegerla y estaba agradecida con Cordelia por su sacrificio.
—Cordelia es la pérdida más grande de mi vida.
*****
Había pasado apenas una semana desde esa charla en basura y más, y desde entonces, no había vuelto a tener contacto con su tío ni con sus amigos. Todavía necesitaba tiempo para procesar todo y esclarecer sus emociones. No era solo por los secretos que se habían desvelado tan rápidamente, sino también por la necesidad de entender sus propios sentimientos hacia Henry, lo que la llevaba a distanciarse más y más. El joven le escribía sin cesar, pero ella nunca contestaba sus mensajes ni llamadas.
¿Estaba enamorada de él? No podía decirlo con certeza, o quizás en el fondo sí lo sabía. Disfrutaba de su compañía, del calor que él le proporcionaba, de oírlo hablar sin parar todo el día, su risa... Podía escuchar la carcajada del muchacho una y otra vez sin fatigarse; era uno de sus sonidos predilectos en el mundo.
Entonces, ella sonrió ante los recuerdos, la manera en que Henry la trataba, su forma de pensar, cómo él era el único que parecía entenderla, sus malos chistes y bromas, su sentido del humor, cómo ella se volvía más sincera y menos amargada cuando estaba con él. Le fascinaba cuán complicados podían ser juntos, pero también lo perfectamente que se complementaban en el momento justo.
Eran uno mismo.
Para ella, mirar a Henry era su mundo; le proporcionaba paz, y el mundo parecía desvanecerse en esos momentos efímeros. Lo hacía siempre que podía: mientras dormía, hablaba, cuando él tomaba su mano, cuando sonreía, cuando la tristeza se reflejaba en su rostro. No importaba qué estuviera haciendo él, en cualquier lugar, a cualquier hora, ella lo observaba, siempre.
Su vida se había transformado en algo irremediablemente maravilloso con Henry a su lado.
Esa revelación llegó una noche, mientras estaba sentada en el centro de su habitación, sumida en el silencio de la medianoche escuchando how deep is your love de Bee Gees. Ella estaba irremediablemente enamorada de Henry Hart y ya no podía ocultarlo más.
Aquella mañana, se despertó temprano decidida a retomar su trabajo y enfrentar la realidad, aunque en el fondo sabía que lo hacía por necesidad económica. Antes, debía pasar por la escuela, la herencia futura que su padre siempre le había prometido, una y otra vez, hasta el punto de que ella nunca se atrevía a contradecirlo, consciente de que algún día heredaría todo lo que pertenecía a su progenitor.
Un pequeño grito se escapó de su garganta cuando, de repente, cuatro chicas la rodearon. Al apartarlas, las reconoció y les sonrió, pero su sonrisa se desvaneció rápidamente al sentir un golpe en la frente.
—Un buenos días por lo menos, ¿no? —bromeó mientras se tocaba la parte golpeaba con una mueca en su rostro. Soltó un suspiro preparándose para la dramática situación que le montaría su amiga, sin embargo, solo recibió otro golpe—. Hoy amanecimos agresivas.
—¡Has faltado más de un mes! —casi grito la pelirroja con las manos en las caderas mientras su mirada desprendía la furia que sentía—. ¡Te he llamado, mensajeado, pero ni una maldita señal tuya! Hasta te he visitado, pero tu maldita ama de llaves responde lo mismo de siempre, «ella no se encuentra en este momento, ¿quiere dejarle un recado?» —imito la voz de su ama de llaves provocando una risa por parte de todas.
Eso la hizo enfurecer aún más, pero no menciono nada, solo esperaba una explicación por parte de su amiga. No estaba sobreactuado, ella estaba preocupada por Hope, llego a pensar lo peor, pero ahora viéndola sabía que estaba bien, sin embargo, la preocupación por no saber nada de ella la había carcomido por días enteros. Hope era como una hermana para ella.
—¿Que justificación tienes esta vez? —inquirió Ava ante el silencio de su amiga. Sus ojos claros estaban sobre ella esperando una respuesta—. ¿Quién se murió o enfermó? ¿Por qué no me avisaste? ¿Ya no somos más amigas? ¿O es que ya no confías más en mí?
Hope sintió un nudo en su garganta al ver los ojos llorosos de su amiga, tal vez debió haber llamado o mandado tan solo un mensaje, pero nunca se le había ocurrido hacerlo ni siquiera había pensado en ellas, esa era la realidad.
—Lo siento—se disculpó avergonzada—. Yo he tenido meses difíciles, si debí llamarte o al menos avisar que estaba bien, pero no tenía cabeza para ello—mintió descaradamente, ella solo estaba divirtiéndose la mayor parte del tiempo—. De verdad lo lamento, Ava y no es que no confíe en ti, solo no he estado pegada al teléfono.
—A otra con ese cuento—se molestó Ada, la melliza de Ava, pero después sonrió de lado y enganchó su brazo al de Hope mientras comenzaban a caminar con las demás siguiéndoles el paso—. Por esta vez, haremos como que te creemos. ¿Han visto el nuevo chisme?
—¿El ensucia juegos? —inquirió Leila con una risita, su cabello dorado caía sobre su espalda mientras sus ojos verdes se posaban en el suelo mientras recargaba su hombro en los casilleros y alzaba las cejas arrugando su nariz.
—Yo creo que es ese chico de los baldes que esta con nosotros en nuestra clase—responde Ava acompañada de una risa divertida mientras guarda un par de libros en el interior de su casillero—. ¿Como es que se llama? —la joven parece pensarlo y unos minutos más tarde truena los dedos con una enorme sonrisa—. ¡Jasper Dunlop! No tengo pruebas, pero tampoco dudas de que es él.
Hope se ríe al escucharla, no podía defender a su amigo dado que sonaba como algo que él haría sin dudar, sin embargo, tenía la certeza de que no se trataba de él.
—No sean idiotas, Ada habla sobre lo de Kid Danger—negó Ayla divertida echando su cabello atrás mientras se cruzaba de brazos y miraba a sus amigas—. Ayer dijeron que Kid Danger se había roto el brazo y ahora todos buscan a un chico normal de la misma altura que el superhéroe, con la misma edad y que tiene un brazo roto. En las noticias dijeron que ese chico sería kid danger.
Hope se puso rígida en su lugar mientras su mueca divertida desaparecía de su rostro y era reemplazada por la preocupación. No solo porque pudieran descubrir el secreto de Henry sino porque había resultado lastimado y tal vez si ella hubiera estado ahí probablemente lo hubiera evitado, pero no lo hizo por estar aclarando sus tontos sentimientos, se lamentaba por ello.
—Ahora entiendo la razón porque la hermana pequeña del chic Hart está aquí revisando los brazos de cada chico—indico Leila ladeando su cabeza en dirección a la entrada del instituto. La rubia estaba recargada en un podio mientras le indicaba a los estudiantes que hacer y los que consideraba aptos los revisaba para saber si eran kid danger o no.
Su preocupación aumento cuando sus ojos observaron cómo Schwoz y su tío hacían acto de presencia en la escuela vestidos con ropa antigua, pelucas horribles y una enorme catapulta con ellos la cual colocaron en medio del salón. ¿Que planearían aquellos dos tarados? Se pregunto mentalmente mientras negaba ligeramente y pensaba como Charlotte había permitido aquel suceso.
Las cosas acabarían mal.
—¡Hope! —exclamaron en su oído y se sobresalto en su lugar mientras miraba a todos con los ojos bien abiertos. Sus amigas reían suavemente a verlas y golpeó suavemente el hombro de Ava—. Te perdiste de la conversación, Hopy.
—Primero; no me llames Hopy—pidió acomodando su cabello mientras la reprendía con la mirada—. Segundo: lo siento, estaba pensado. Tercero: ¿qué me preguntaron?
—¿Quién crees que sea kid danger? —cuestiono Leila mirándola fijamente e ignorando los ruidos que provocaban los dos adultos mientras acomodaban la catapulta para comenzar con el plan que tenían en mente—. ¿Creen que sea guapo?
—Obviamente lo es—respondió Ada revoloteando los ojos mientras le quitaba la envoltura a una paleta—. ¿Recuerdan a Bianca? —indago con curiosidad a lo que ellas asintieron. Hacía mucho tiempo que Bianca se había marchado de Swellview y nadie sabía más de ella excepto cuando grababa el programa por el cual se había ido—. Pues ella me contó que se besó con él cuando Kid Danger intentó salvarla de caer de un elevador.
—¿Qué no Bianca andaba con el chico Hart? —inquirió Ayla frunciendo el ceño confundida y ante la pregunta Hope no pudo evitar blanquear los ojos, una pequeña punzada de enojo se hizo presente en su pecho, ni siquiera entendía porque le molestaba—. Tú dinos Hope.
—¿Yo por qué?
—Porque en los últimos años has estado muy junta con ese grupito de tres nerds—comentó Ava de manera obvia mientras se cruzaba de brazos casi como si estuviera molesta o celosa. No le molestaba que tuviera más amigos, Hope siempre había sido una persona muy sociable a pesar de que siempre mantenía una fría mirada, sin embargo, Ava se sentía reemplazada—. Así que supongo que sabes, ¿no?
Hope soltó un suspiro y asintió ligeramente; —Si, creo que anduvieron por tu tiempo, pero después ella lo dejo para irse a grabar—menciona con una leve sonrisa.
—Eso mismo sucedió con Chloe, ¿no? —se burla Ada—. Vaya ese chico tiene una suerte—la mayoría ríe, excepto por Hope quien mantiene un semblante serio y cruzada de brazos—. En fin, ¿que les parece si por la tarde vamos de compras? Y Hope no acepto un no por respuesta.
—Tengo trabajo—se quejó en voz baja—. Y aunque mi tío sea mi el dueño no me deja faltar, aunque no lo crean, eh. Además ya he faltado muchísimo, chicas, mejor lo dejamos para el sábado, ¿si?
Las cuatro comenzaron a quejarse sin dudarlo, sabían que el sábado Hope también les cancelaría porque así era ella siempre decía que haría las cosas, pero también siempre cambiaba los planes, a ese paso dejaría de tener amigas muy pronto. No les puso la suficiente atención dado que su mirada viajo hasta la entrada principal para observar a Henry entrando junto a Charlotte.
Negó ligeramente cuando Schwoz y Ray dispararon una sandía con la catapulta, debía averiguar que era lo que planeaban, pero no sabía cómo acercarse así que no le quedaba de otra más que observar el show que estaban por dar.
Cuando Henry y Charlotte se alejaron de su tío y Schwoz ella se despidió de su grupo de amigas para acercarse a ellos lentamente, beso la mejilla de la morena y le regaló una suave sonrisa al joven ayudante.
—¿Qué esta pasando? —interrogó alzando una ceja y señalando la catapulta con su cabeza a lo que ambos jóvenes bufaron cansados. Ray queriendo sus planes divertidos y sus tonterías, antes de que puedan responder llega Jasper hasta ellos con rapidez.
—Oigan, oigan, chicos, miren esto—pide Jasper sacando su iPad de su mochila mientras la joven castaña lo mira confundida.
—Hola popis—lo saluda Henry divertido, los tres sabían que solo estaban molestando a Jasper con esas bromas puesto que en realidad no creían que fuera él quien ensuciaba los juegos, pero era divertido ver a Jasper desesperado y negándolo.
—¿Qué ha pasado?
—Se quien es el ensucia juegos—comento Jasper ignorando ambas burlas y dejando un beso en la mejilla de la joven Smith.
—Nosotros también—responde Charlotte.
—Si, eres tú.
—Que no soy yo—se quejó visiblemente molesto, las bromas tenían que ser graciosas y para él no lo eran del todo además de que había pasado día y noche buscando una manera de comprobar de que no se trataba de él—. Uso el baño y use la bacinica cuatro años.
Hope frunció su ceño ante la confusión y después negó ligeramente, algo no cuadraba y los tres eran consientes de ello; —Espera un momento.
—Solo miren esto—pidió señalando su iPad donde se mostraba un video sobre el ensucia juegos, era de noche en esa ocasión y estaba escondido detrás de unos enormes arbustos en el parque de Swellview—. Este es el ensucia juegos caminando entré claveles, yo soy alérgico a los cláveles, no puedo ser yo—indico de manera obvia mientras se señalaba a si mismo orgullosamente.
—Parecen rosas—evidencio la joven Smith observando mejor el video y con una mueca en su rostro. Sentía pena por Jasper puesto que cada vez que intentaba defenderse el chico terminaba peor.
—¿Qué?
—Si, son rosas azúcar de Norteamérica, amigo conozco de flores—destacó Henry después de mirar fijamente la pantalla del iPad y pasar su mirada hasta su amigo. Charlotte le dio la razón asegurando que el joven ayudante estuvo en un campamento cuando era niño—. Si, amigo, fue genial—Henry asiente ligeramente mirando a Jasper, el joven sueltan un exagerado «¡no!» antes de alejarse de ellos a enormes zancadas luciendo molesto, en verdad creía que podía probar que no se trataba de él.
—¡Atentos! ¡Atentos! —exclama una voz ronca llamando la atención de todos los presentes y ese alguien no era nadie más que Ray Manchester que usaba un traje de la era medieval junto a una peluca que le llegaba hasta los hombros—. El lanzamiento esta por comenzar, todos deben pararse donde se supone deben pararse.
—Bien, yo me voy a alejar antes de que algo salga irremediablemente mal—anuncia Hope dirigiéndose a sus dos amigos antes de volver a al sitio donde se encontraba las cuatro chicas mirando a su tío de forma extraña.
—¿Saben? Siento que conozco a ese hombre—indica Ava con una mueca, Hope abrió sus ojos como platos al escucharla y suspiro para controlar sus nervios.
—Se parece al profesor que tuvimos de reemplazo—contesta Leila despreocupada—. ¿Lo recuerdan? Cuando llego ese chico raro llamado Orto y la maestra se enfermó un día después para luego tener un día de padres improvisado donde solo el padre de Orto hizo acto de presencia y después ese profesor desapareció y tuvimos clase libre.
Las cuatro rieron, sin embargo, Hope no lo hizo solo forzó una sonrisa tragando saliva; —Ni recordaba eso—menciono la joven Smith con una mueca mientras miraba a Schwoz—. Paso hace años.
—Tengo el presentimiento de que alguien va a salir lastimado con esa catapulta—dijo Ayla con una mueca—. ¿Este tipo de cosas se permiten en las escuelas?
Las chicas negaron ligeramente y prestaron atención cuando su profesora hizo acto de presencia. La señorita Sharon les pidió a la «sociedad de lanzamientos» marcharse dado que los jóvenes que se encontraban alrededor tenían que asistir a clases y fingir que prestaban atención, sin embargo, Ray encontró una rápida solución ofreciéndole lanzar una pelota hacía la pared a lo cual ella rápidamente aceptó, ni siquiera había dudado.
A pesar de que Ray y Schwoz quisieron explicarle a la maestra como usar tal máquina ella se negó asegurando que ya había hecho uso de una catapulta en el pasado y sabría como manejar esa, empero las cosas terminaron mal cuando la pelota fue a impactar contra la cara de Charlotte Paige quien cayó al suelo de inmediato mientras la maestra huía de la escena.
Las manos de Hope fueron directo a su boca por la sorpresa y un jadeo abandonó su garganta mientras las otras chicas hacían una mueca de dolor al igual que el resto de alumnos. Henry se acercó para ayudar a su amiga, pero esta lo tomo por su brazo falso y al no poder sostenerse el brazo termino en medio del salón.
—¡AHHHHHHHHH! —gritó Henry exageradamente al ver todas las miradas sobre él—. ¡Charlotte me acaba de quitar mi brazo real! —exclama con la voz temblorosa mientras señalaba el brazo que se encontraba en el suelo—. ¡La próxima vez que me vean traeré un yeso!
Melvin un compañero del superhéroe se acercó para hincarse, tomar el brazo y comenzar a examinarlo detalladamente mientras la sorpresa se hacía presente entre todos. Hope negaba ligeramente mientras apretaba su mandíbula, ¿por qué las cosas siempre terminaban mal para ellos? Hasta parecía que la vida se burlaba de ellos.
—El brazo es falso—anunció Melvin con sorpresa observando su alrededor mientras tocaba el brazo que antes usaba el joven ayudante—. Este brazo es una prótesis. Es falso.
—¿¡Tú amigo es Kid Danger!? —casi gritó Ayla en la cara de Hope quien retrocedió negando ligeramente mientras tocaba la parte trasera de su cuello—. ¿¡Lo sabías!? ¡Dios mío! ¡Lo sabías! —afirmó ante su silencio y comenzó a negar frenéticamente mirando a sus amigas quienes tenían la mirada puesta en ella.
Antes de responder Lysander hizo acto de presencia salvándola del momento incómodo en el que todas sus amigas estaban comiéndosela viva con la mirada y en el que no podía inventar una excusa por los nervios.
—Te salve—canturreó su amigo después de alejarla del grupo con una excusa barata que las chicas se habían creído—. ¿Cómo van a solucionar su dramita?
—No lo sé—susurro Hope con la mirada perdida—. Ni siquiera era consciente de este plan. He faltado a mi trabajo por una semana entera y me he perdido de cosas. Mi cabeza es un lío y solo quiero llorar—se quejó mirando a su amigo.
—¿Qué te sucede, Smith? —inquirió él alzando una ceja mientras la observaba detenidamente—. ¿Problemas con tu padre? —ella negó ligeramente ni siquiera había tenido el mínimo contacto con su padre—. ¿Entonces?
—Son muchas cosas—murmuró casi fue un susurro inaudible, pero tampoco tenía porque ser discreta todos tenían la atención en Henry quien intentaba inventar una excusa para calmar a todos—. Pero creo que estoy enamorada de Henry—confeso y al decirlo en voz alta no pudo creerlo por unos momentos, ¿en verdad lo estaba? —. No me lo puedo creer. Creo que me estoy enamorando.
Para ella era la gran cosa dado que muchas veces se había negado a aceptar tan siquiera que Henry Hart le atraía un poco, pero no para los demás por lo que Lysander alzó una ceja antes de reírse.
—Vaya, Hope, te convertirse en Sherlock—bromeó con una sonrisa tirando de sus labios mientras la joven Smith lo miraba con una semblante serio, ciertamente no le hacía ninguna gracia—. ¿Cuánto te tardaste, nena? ¿Ocho años? ¿Quince?
—No seas payaso—se molesta la joven Smith golpeando al chico en el pecho—. Lo digo enserio. Quiero decir es raro, ¿sabes? Al principio lo odiaba porque sentía que iba a quitarme mi lugar, sin embargo, con el tiempo, no lo sé... creo que aprendí a quererlo.
—Ya lo sabía—murmuro Lysander con una sonrisa. Era muy fácil darse cuenta de tal cosa, cualquiera que conociera a Henry y Hope podría asegurar que tenían una relación, aunque no fuera verdad—. Lo sé desde hace mucho tiempo, Hope. No es tan difícil darse cuenta, tan solo con ver la manera en la que escuchas a Henry, le pones atención hasta en la más mínima cosa, haces mucho contacto visual con Henry, como si lo admirarás. Y no solo tú estoy seguro de que a él también le pasa igual.
«si Henry puede, yo puedo» había dicho la joven Smith en una ocasión. Admiraba la valentía de Henry, la forma en la que no temía salir lastimado con tal de poner a todos salvos incluida ella. Se amaban, ¿cierto?
—¿Entonces? Ahora que lo sabes, ¿que harás? —preguntó Lysander con curiosidad y emoción al mismo tiempo, él había esperado años por eso a pesar de que no mantenía contacto con la chica muy seguido siempre la miraba y estaba pendiente a ella, aunque ella no lo notará—¿te vas a declarar? Mas te vale que si, porque si no te obligaré.
—Cálmate chico—pidió ella con una sonrisa divertida—. No es que no quiera hacerlo, pero la verdad es que no sé como hacerlo. Tengo miedo.
—Solo bésalo y listo—dijo despreocupado mientras se encogía de hombros mirando a su alrededor—. Funciona en esos libros que lees.
—Primero; ya lo bese y segundo...
—¿¡YA LO BESASTE!? —grito llamando la atención de algunos alumnos mientras Hope lo reprendía con la mirada molesta—. Perdón, me emocioné un poco, pero ese no es el punto, ¿ya lo besaste? —repitió en un tono normal de voz a lo que Hope asintió ligeramente—. ¿Y aún son amigos? —nuevamente asintió—. Vaya, ustedes si que son unos malditos cegatos enamorados. En fin, debemos ponernos al corriente de todo.
—Tu solo quieres saber el chisme de mi vida—se quejó ella con una mueca.
—Ahora que se tu identidad secreta no puedes juzgarme—refunfuño él—. ¡Tu vida es como un show! Pasas cosas emocionantes, estás teniendo tu amor adolescente, la verdad es que yo quisiera ser ese.
Hope se rió ligeramente mientras se acercaban a la bola de personas que se juntaba cerca de la entrada principal de la institución en la que estudia tal parecía que Henry estaba por dar un discurso en el que le acercó el podio que anteriormente usaba Piper, un micrófono y un intérprete de señas.
—Se qué hay mucha especulación que debido a mi brazo roto soy Kid Danger—habló Henry con calma mientras que Piper al escuchar las últimas dos palabras soltó un grito horrorizada—. Pero la verdad es que no soy Kid Danger, porque—hizo una pausa para tragar grueso mientras Jasper se acercaba y colocaba una mano en su hombro—, soy, bueno... soy el ensucia juegos.
—¿Así que eres kid danger y el ensucia juegos? —interrogó Melvin a pesar de los murmullos que había a su alrededor.
—¿Qué? No, no, no, no, no, no—Henry comenzó a negar frenéticamente al escuchar la pregunta de Melvin—. No, solo soy el ensucia juegos—admitió con dificultad porque no era cierto, pero no había otra solución.
La mayoría de los alumnos comenzaron a aclamar un «¡pruébalo! ¡Pruébalo!» incluido Lysander por lo que Hope lo golpeó en las costillas y bajo su mano del aire.
—Como pueden ver—continuó Henry callando a todos—, el video que todos hemos visto de mi haciendo lo que amo trae la hora, eso prueba que al mismo tiempo que a Kid Danger sea quien sea le estaba rompiendo el brazo el doctor Karate, yo estaba en los juegos.
—¿Descargando? —cuestiono Melvin.
—Si, Melvin, gracias—responde Henry visiblemente molesto con el chico que cada vez lo ponía más en evidencia—. Eso hacía. Así que obviamente yo... no soy kid danger, ¿quedó claro? Respeten mi privacidad mientras busco ayuda en estos malos momentos, gracias.
Henry estaba por retirarse cuando Melvin volvió a hablar; —Espera, ¿cómo te rompiste el brazo?
—Cierto, como me rompí el brazo—murmuro Henry sin alguna excusa—. Ah, después de hacer mis cosas me resbalé.
—¿Con popo?
—Si, Melvin, con popó—confirmó Henry molesto por tales preguntas mientras los demás comenzaban a burlarse del joven ayudante.
Hope y Lysander se miran el uno al otro antes de soltar una carcajada mientras se encaminaban a clases con las amigas que esperaban a Hope en el inició de la escalera. Henry la busco con la mirada para poder hablar con ella, la extrañaba de eso no tenía duda, pero soltó un suspiro cansado cuando la vio subir las escaleras con su grupo de amigos.
*****
La joven Smith estaba sentada junto a Henry en la azotea de la residencia Hart, contemplando la luna en silencio. Hacía minutos que habían cesado su charla sobre todo, menos sobre lo más crucial: sus sentimientos. ¿Cómo expresarlos? ¿Deberían simplemente revelarlos o entablar una conversación al respecto? ¿Un beso sería suficiente para confirmar que eran pareja? La incertidumbre les carcomía lentamente.
Hope evitaba su mirada, perdida en el vasto cielo nocturno, admirando la luna y las estrellas. Por otro lado, Henry no podía apartar sus ojos de ella; era su dilema. No quería dejar de observarla, le fascinaba, y esos momentos juntos eran lo que más apreciaba. Disfrutaba esos instantes efímeros bajo el suave resplandor lunar, donde se conocían, se observaban y se amaban en silencio, siendo auténticos.
Ella solía permanecer callada la mayor parte del tiempo, prefiriendo escuchar a Henry hablar, observar cómo se acomodaba el cabello, cómo gesticulaba con sus manos, cómo se movían sus labios y cómo la miraba con atención. Eso era más que suficiente para amarlo.
—Hope—la llamó en un susurro que el viento se llevó.
—¿Mhm?
—¿Estás?
—Siempre.
—Quiero confesarte algo —murmuró Henry con una mueca, endureciéndose en su sitio—. Pero debes prometerme que no huirás después de oírlo.
—Dilo.
—Promételo.
—Solo dilo, Hart.
—No, hasta que lo prometas.
—Lo prometo.
—¿Prometes qué?
—Henry—ella advirtió.
—Me gustas—el confeso.
El silencio reinó entre ellos durante unos segundos que parecieron eternos. Henry, nervioso, aguardaba una respuesta afirmativa, mientras ella sufría un pequeño colapso interno: su corazón latía acelerado, sus manos temblaban y le faltaba el aire, incapaz de articular palabra alguna.
—No—dijo Henry con una leve negación y el ceño fruncido, su voz denotaba firmeza—. No me gustas—afirmó, y las esperanzas de ella se esfumaron, sintiendo por un instante su corazón desgarrarse—. Te amo—confesó al fin, soltando un suspiro de alivio al liberarse de su carga—. No puedo respirar sin ti, no logro dormir sin pensar en ti cada condenado segundo—se volvió para observarla con intensidad—, te espero cada día, te cuido y estoy exhausto—murmuró, posando sus manos en las mejillas de ella—. No puedo dejar de pensar en ti, habitas en mi mente, dominas cada uno de mis pensamientos, te has adueñado de mí. Cada parte de mí responde a la expresión de tu rostro cuando me miras.
Hope mantenía su mirada fija en Henry, sin pronunciar palabra, en silencio mientras lo observaba; quizás era su forma de expresarle todo lo que sentía. Sus ojos resplandecían y se llenaban de ternura al oír su voz, al escuchar su confesión.
—Henry... —susurró con voz tenue.
—No pronuncies una palabra—suplicó él, cerrando sus ojos mientras suspiros escapaban uno tras otro—. Hagamos algo, ¿de acuerdo? Si no me amas, no lo digas, solo dime que lo considerarás y realmente espero que nunca pronuncies esas palabras porque sería un miserable sin ti. Tú. Eres a quien quiero, ahora y siempre, estoy perdidamente enamorado de ti, ¿entiendes? No quiero seguir ocultándolo, no quiero negarme el gozo de expresarlo. ¿Podrían las cosas salir mal? Sí, ¿podemos sacar lo mejor el uno del otro? Sí, ¿es posible que acabemos detestándonos? Sí, quizás llegue el momento en que veamos que nuestros caminos ya no se alinean, pero lo nuestro es inevitable, sé que estamos destinados a estar juntos, tú y yo somos eternos. Nadie podrá convencerme de lo contrario.
El silencio volvió a reinar. Era la única respuesta que recibía de ella, y el temor lo consumía lentamente por dentro, era muy probable que ella no compartiera sus sentimientos, pero no lamentaba haberlo expresado en voz alta; estaba exhausto de guardarlo en secreto. Amaba a Hope Smith con toda su alma y se regocijaba en ese sentimiento.
Su pecho se elevaba y descendía tranquilamente con el transcurrir de los minutos, mientras sus ojos permanecían fijos hasta que él rompió el contacto, bajando la mirada y sus manos lentamente hasta que las tomó entre las suyas. Levantó la cabeza, encontrándose con sus ojos azules que resplandecían con devoción.
—¿Te enamoraste de mí? —ella preguntó.
—Lo hice—él dice.
No comprendía por qué su pregunta contenía un tono de sorpresa, casi como si dudara de él. Sin embargo, era esencial que ella le creyera. Era imposible no enamorarse de ella.
Hope se inclina hacia adelante; —Así que lo admites así, tan fácil.
—Nunca lo negué en primer lugar—replica él alzando una ceja con superioridad mientras una sonrisa tiraba de sus labios—. Si nunca lo dije fue porque al principio me odiabas, después te conocí mejor y sabía que si te lo decía saldrías huyendo apenas dijera la palabra «amor.»
—No soy buena con los sentimientos—ella se encoge de hombros al decirlo. Nunca fue expresiva, ni siquiera en su infancia; en su hogar, le enseñaron a guardar silencio y a sentir sin hacer ruido, y eso es lo que hacía.—. Pero eso ya lo sabes.
—Lo sé—él afirmó orgulloso de sí mismo—. Te conozco tan bien que supe el momento preciso para decírtelo, aunque lamento que hayas tardado en aceptarlo; hemos perdido tiempo valioso—empezó a divagar mientras ella reía suavemente, pero de repente se dio cuenta de algo—. ¿Estás enamorada de mí, ¿verdad? Tiene que ser así, estamos destinados a estar juntos. Dime que es cierto, porque si no, mi corazón se rompería. Solo te quiero a ti, ninguna otra persona cambiará eso. Dejaría de ser quien soy, porque solo me siento completo cuando estoy contigo y...
—Henry.
—¿Mhm?
—Cállate y bésame.
Y eso hizo, profunda y sinceramente la besó con tanto amor que ella sintió desvanecerse en sus brazos. Se encontraban inmersos en un delicado beso, apenas rozando la piel de sus labios, un puro contacto que capturaba su aliento y saboreaba su respiración. Eran esos besos donde se tomaban el tiempo necesario para recorrer minuciosamente cada rincón de sus bocas. Él la estaba tentando.
La ansiedad comenzaba a crecer lentamente en su vientre, mientras una sensación de cosquilleo se propagaba por todo su cuerpo. Ya no podía pensar con claridad y él tampoco. Su mente se veía empañada por el momento, donde solo reinaba en ella el sabor de los labios que ahora estaban sobre los suyos. El roce del cuerpo de Henry contra el suyo, percibiendo el calor de su aliento quemando sus labios, mientras la intensidad aumentaba y en lo más profundo de ella misma, su alma sonreía por aquellos besos.
Revivía en su pecho la sensación de aquella noche en el patio trasero junto a Henry, algo que había estado anhelando desde hace días, y ahora volvía a estar presente en ella.
Besándola de nuevo, esta vez de manera más audaz y provocativa, como quien explora terreno desconocido. Se adueña de sus labios con determinación, los disfruta lentamente, los acaricia delicadamente. Sus manos recorren sus mejillas mientras las manos de ella se enredan en su cabello; poco a poco, su boca provoca estremecimientos en la otra. Al final, se separan por la falta de aire, pero mantienen el contacto visual y comparten unas sonrisas cómplices.
Ambos lo sabían: a partir de ese instante estarían unidos.
No necesitaban etiquetas ni palabras para expresarlo; bastaba con una mirada. Aunque si deseaban un título, podrían tenerlo sin complicaciones, pues así lo sabían.
Solo serían ellos.
Eso era todo lo que necesitaban.
—Estoy tan desesperadamente enamorado de ti.
—Compartimos el mismo sentimiento, Hart.
Él sonrió, la atrajo hacia su pecho y cerró los ojos, sintiendo su presencia entre sus brazos mientras ella percibía cómo los latidos del corazón del joven ayudante se aceleraban, como si eso también lo compartieran. Henry Hart era su novio y Hope Smith su novia; eso era todo lo que sabían y todo lo que necesitaban.
—Las cosas pueden terminar muy mal—ella murmura después de unos minutos en silencio. Ciertamente, no era el momento para hablar de ello, pero el futuro la asustaba. Tal vez ambos sentían que estaban destinados a estar juntos, pero no podían saberlo con certeza. Solo la vida tenía la respuesta.
—Lidiaremos con ello—susurro él dejando un beso en su cabello—. Juntos, como desde el día en que nos conocimos, Tessabelle.
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