Capítulo 1: Calamidad.

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Padme despertó con una sacudida. Las voces a su alrededor no hacían más que confundirla, pero casi de inmediato su mente se fue directo al último suceso del que tenía registro.

—¿Dónde está?

Con la vista aún nublada por el sueño, observó como la señora Weasley se precipitaba en su dirección. A juzgar por sus ojos rojos, parecía haber estado llorando hasta que Padme se dignó a despertar.

—Padme, cariño. Vuelve a recostarte, aún estás muy débil...

—No, no —negó con la cabeza, las lágrimas empezaban a formarse en sus ojos negros: igual de profundos que el mismo vacío—. ¿Dónde está él? ¿Dónde está mi Cedric?

Molly Weasley nunca había experimentado tanto dolor como cuando tuvo que decirle a Padme Evans que su novio, el perfecto chico de Hufflepuff, el sonriente, caballeroso y amable Cedric, estaba muerto.

Sus gritos de dolor se escucharon por los pasillos de la enfermería, donde un triste Albus deseó que la niña sonriente de cabellera pelirroja, aquella Slytherin de buen corazón, no tuviera que pasar por semejante dolor. Pero había ciertas cosas que no eran posibles, y que Cedric Diggory volviera a su lado era algo completamente imposible y fuera del poder del mago de larga barba.

—¿Escuchas eso Severus?

El hombre de cabello grasiento se hallaba contemplando el muro más cercano con expresión indecifrable, frívola.

—¿Cómo no escucharlo, señor? —preguntó irritado, sarcásticamente amargo.

Albus negó, con sus gafas brillando y dejando ver una tristeza y compasión pura.

—Son los gritos de un corazón roto, ¿no te recuerda algo?

Severus apretó la mandíbula, para finalmente relajar su expresión y abrir paso al entendimiento y el dolor que seguía ahogando su pecho. Al igual que él, en algún tiempo del pasado, la joven Evans sufría lo que nunca le desearía a nadie.

La muerte de un amor. Un amor que consumía y destruía a su paso.

Eso era lo que estaba sintiendo Padme en esos momentos.

Ese día, algo se rompió. Algo que no era visible, pero se vislumbraba en sus ojos acuosos y su mirada pérdida; su expresión de permanente luto y el gran vacío que se veía en sus ojos nublados, tan negros como el mismo vacío.

Padme Evans ya no quería sentir, porque lo que tuvo que pasar por las siguientes semanas fue mucho más de lo que su pobre corazón podía soportar.

Porque el primer amor es el que siempre te marca, mucho más cuando te es arrebatado por tal calamidad.

Pero como dicen por allí, el dolor solo nos hace más fuertes. Aunque Padme pareció agarrar cierta fuerza que ni el más fuerte de ambos mundos, podría romper.

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Atte.

Nix Snow.

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