Capítulo 8. ¿Semi... diosa? ¡Claro, campeón!
Capítulo 8. ¿Semi... diosa? ¡Claro, campeón!
Meredith arrugó la nariz cuando al fin estuvo consciente. Aunque no podía abrir los ojos el olor y la textura de la sábana que la tapaba le decía que estaba en la enfermería. Había estado tantas veces en ese lugar, se había recostado en cada cama, literalmente había sangrado allí... por la nariz, no piensen mal.
—Cada que esta niña me visita o está sangrando, o desmayada, o a punto de desmayarse —escuchó decir a la enfermera y luego sintió unas manos en sus mejillas—. Tiene fiebre... No puedo hacer más, Minerva.
—Ya viene con lo que necesita —la voz de la directora fue un susurro a su izquierda.
¿Qué necesitaba Meredith? ¿Sangre de caballo? ¿Caldo de víseras de unicornio? ¡¿Un riñón de Angelina Jolie?! ¡Maldita sea! ¡Iban a quitarle un riñón a Angelina! ¡Por su culpa no podría...! Bueno, debía calmarse, pensar tantas estupideces juntas iba a hacerle daño.
— ¿Ella está bien? —Albus habló y los recuerdos abofetearon a la Greengrass.
¡Mierda! ¡Maldita sea! pensó y comenzó a hiperventilarse sin poder abrir los ojos gracias al dolor de cabeza. Pero si de algo estaba segura, era de que sus mejillas ardían al rojo puro.
— ¡¿Ahora qué le pasa?! —exigió saber el chico en un tono algo alto.
—Está bien, señor Potter, ella va a mejorar. Ahora por favor retírese —McGonnagall le pidió.
—Directora, ella levantó un muro de agua sin siquiera notarlo —habló con cierta insolencia—. Y ha pasado meses sintiéndose rara... ¡No me voy sin saber lo que pasa!
Un minuto de silencio. Meredith mentalmente preparó el funeral del muchacho. Tenía algo que pensar mientras reunía la fuerza para abrir los ojos sin que un dolor le arrase la cabeza.
—Bien, si quiere quedarse un poco más. Pero... va a irse cuando yo le diga que es necesario.
Escuchó el chillar de una silla contra el suelo y se levantó gritando ante el ruido.
—Merlín, Merlín, eso suena horrible —lloriquea tapándose los oidos.
— ¡Estás despierta!
Iba a soltar un nah, estoy viendo si ya puedo despertar, pero entonces sintió que Albus la abrazaba como nunca y se quedó sin palabras. Abrió los ojos sólo para mirar a McGonnagall con una mezcla de pánico y felicidad. La directora carraspeó cuando el abrazo duró más de lo esperado.
— ¿Cómo te sientes, linda? —pregunta la enfermera separándolos y posando una mano en su frente—. ¿Te duele algo?
—Seré sincera... no estoy vomitándote encima porque no he comido, y el dolor de cabeza quiere desmayarme —susurra con los ojos muy abiertos—. Pero soy tan rebelde que me mantengo despierta.
Todos en la habitación sonríen ante sus palabras, la mujer la ayuda a recostarse suavemente. Meredith respira hondo y les devuelve la sonrisa aunque tenga algo que le taladre en la nuca.
Y la puerta se abre, escucha al profesor Neville hablar y despedirse. Luego unos pasos hacia donde ella se encontraba. Frunce el ceño, deben ser unas cuantas mujeres con tacones enormes. Pero cuando la persona que llegó aparece en su campo de visión, Meredith no puede evitar gritar.
— ¡Van a matarme! ¡Por Morgana! ¡Ya no volveré al bosque, ya no volveré al bosque! —intentó saltar de la cama pero la sujetaron contra ella—. ¡Ya se lo dije a tus amigos, no me mates!
Casi llora mientras el centauro la observa con cierta interrogación. La enfermera se encarga que Mar se calme mientras la directora se acerca al recién llegado.
—Tuvo un problema con los centauros del bosque de por aquí —le murmura y él asiente comprendiendo al fin—. Tanto tiempo, Quirón, siquiera has envejecido.
El centauro sonríe—Siento como si hubiese sido hace mil años la última vez que vine a esta misma enfermería.
—Ellos siempre acaban aquí —suspira y se vuelve a la chica que ya respiraba tranquila—. ¿Tienes lo que necesita?
—Sí, sí. Va a sentirse mejor.
Se acerca a la mesa junto a la cama y Meredith le observa con desconfianza mientras saca una cantinplora y deposita el contenido en un vaso. Entrecierra los ojos cuando se lo tiende.
— ¿Qué es eso? ¿Veneno? No he vuelto al bosque...
—No, Meredith, es algo que va a ayudarte a sentirte mejor.
— ¿Y cómo sabes mi nombre?... ¿Eres un centauro psíquico? ¿Eres como el pato de Pokémon? —inquiere aterrada.
Ríe y esa risa tranquiliza un poco a la Greengrass, quien luego de pensarlo acepta el vaso. Observó el líquido dorado antes de beber un poco, sus ojos brillaron ante el sabor y pronto el vaso quedó vacío.
— ¡Más! —pide estrellando el vaso contra el pecho de Quirón.
—Lo siento, pero no hay que abusar con el néctar —le quita el vaso de las manos y lo devuelve a su lugar—. Meredith, quisiera presentarme, soy Quirón.
—Un gusto Quirón, quiero más de eso.
Otra risa, risa conocida, piensa. Luego nota el efecto de la bebida en ella, ya no le dolía la cabeza y estaba segura de que podía levantarse y correr de un lado a otro.
—Por favor, olvida eso por unos minutos y escúchame, ¿Sí?
—Bien.
Ve a Albus quejarse cuando McGonnagall le pide que se retire. Se remueve incómoda hasta quedar sentada—Alb... ¿podrías venir?
La miran como si no tendría que decir aquello, entonces añade, con el tono más dulce que puede—Por favor.
Albus le dirige una mirada ganadora a la directora antes de ir junto a Meredith y posarse allí como si fuese un custodio.
—No puedo decírtelo si él está aquí, Meredith. Es un secreto —le susurra intentando hacerla entrar en razón.
—No soy una niña de diez años, puedes decirlo —exclama algo ofendida por el tono usado.
—Pero...
—He visto a los monstruos, la vi cuando levantó un muro de agua. Estuve con ella cuando apareció la espada en el momento que más lo necesitábamos.
Luego de una serie de miradas retadoras, y ojos bizcos de Meredith, Quirón resopla y obliga al muchacho a jurar que iba a guardar el secreto. Entonces al fin empieza.
—Meredith, ¿Sabes lo que son los dioses griegos?
— ¿Hércules de Disney?
—Eh, no... bueno algo así, pero no son rosados o azules —mueve las manos y hace una mueca—. Hablo de dioses griegos reales, no de caricatura.
—... ¿Como Santa Claus? —pregunta con inocencia y Quirón se le queda mirando con la boca abierta.
—Por el Olimpo, nunca antes fue tan difícil.
—Yo puedo explicarle —señala Albus y luego mira a Meredith—. Dioses griegos, Mar, como Zeus, Poseidón y Hades. Te leí un libro sobre ello hace poco.
—Ohh, el loco que come sus hijos —asiente y sacude la mano—. Bueno, ¿qué con eso?
Cuando Quirón vuelve a abrir la boca para hablar, la puerta de la enfermería vuelve a abrirse y ahora es un muchacho quien llega. Lleva jeans y una camiseta naranja chillón. Meredith frunce el ceño al verlo a los ojos, a ese chico lo ha visto en algún lugar...
—Son reales —Quirón habla mientras ella observa fijamente al muchacho, y él a ella—. Y bajan al mundo mortal a procrear.
Parpadea y lo mira ladeando la cabeza— ¿Hércules es real?
—Tan real que duele —habla el muchacho y se acerca, sus ojos verdes iguales a los de ella brillan ante la luz—. Los dioses tienen hijos con mortales, esos hijos son llamados semidioses... Yo lo soy.
Silencio, Albus miraba sus manos mientras pensaba. Meredith tenía la boca abierta y miraba a todos en la habitación. Hasta que una sonrisa apareció en su rostro y soltó una carcajada.
—Ay sí, tampoco eres tan guapo —le dice al chico entre risas, él le mira ofendido—. No es para proclamarte un semidiós griego.
—Estamos hablando en serio, Meredith —Quirón le reprocha—. Él es Percy Jackson, semidiós hijo de Poseidón —lo presenta al señalarlo—. Y tú, niña, eres igual a él.
Su sonrisa flaquea hasta desaparecer— ¿Mi padre es un... dios?
—Sí.
—No está muerto, ni... ¿desaparecido? —su voz se corta un poco mientras sus ojos escocen—. ¿Están jugando conmigo o estoy soñando?
—Ninguna de las dos.
Respira hondo y se estremece al intentar no llorar. Que le planten tales esperanzas con respecto a su padre no era divertido. Llevaba toda su vida preguntándo por él, y sólo recibiendo como respuesta que él no era necesario. Sí lo era todos esos días del padre que en la escuela muggle ella pasaba en una esquina mirando a los demás con sus padres, lo era esas navidades donde se quedaba sentada junto al árbol esperando a que Santa le traiga un papá de regalo.
—Voy a fingir que les creo, soy estúpida pero no pueden hacerme esto —dice tartamudeando y se limpia las mejillas mojadas.
—No creo que mientan, Mar —murmura Albus y ella le mira preguntándose si él también era capaz de engañarle así.
—Si en realidad no mienten, ¿quién es mi padre? —exige la respuesta.
—No puedo decírtelo, él debe reclamarte.
Bufa cruzándose de brazos. Si hasta ahora no lo ha hecho, ¿por qué lo haría en el futuro?
El profesor Neville entra apresurado, apenas saluda antes de murmurarle algo a McGonnagall. La directora asintió y miró a los demás que la observaban curiosos.
—Potter, irás a tu habitación. Greengrass... a casa.
— ¿Y eso por qué? ¡Estoy bien! Tal vez algo drogada o dormida, pero bien, seguro.
—Astoria quiere hablar contigo —le dice seria.
Meredith masculla—Tiene mucho que decir.
***
A Albus lo acompañaron el profesor Neville y la enfermera de vuelta a su sala común. Él se fue luego de pedirle que le escribiera para saber que estará bien en su casa. Meredith lo vio irse por otro camino mientras el tal Percy Jackson le decía que ya debían irse.
—Tú... ¿has estado por aquí antes? —le murmura mientras caminan tras Quirón y Minerva McGonnagall.
—No, es la primera vez —confiesa el chico mirando los cuadros que se movían y charlaban—. Es increíble.
Sonríe ante su tono—Siento que te he visto antes.
—Yo te he visto antes —suelta él y la mira—. Hace unos días soñe esta escena.
Le mira con una mueca algo graciosa que le hace reír a Percy.
— ¿Ahora tú eres el psíquico?
—No, es normal que los semidioses sueñen cosas como esas —se encoge de hombros.
—Uy sí, semidioses —rueda los ojos.
—Lo dices con un tono de no creerlo.
—Es que no lo creo.
—Pues si no creías no ibas a venir con nosotros.
—Voy con mi madre —suelta cruzándose de brazos cuando el viento sopla al pasar junto a una ventana—. Quiero decirle que necesito un buen golpe para poder despertar ya.
McGonnagall los lleva a su despacho y justo a su chimenea. Quirón tarda un momento en entrar con ellos en la chimenea, ahora en silla de ruedas.
— ¿De dónde...? Nah, soy una bruja no debería extrañarme —sacude la cabeza y toma un puñado de polvos flú que la directora le tendía.
—Sé comprensiva —le dice McGonnagall antes de que grite la dirección de su casa y desaparezcan en llamas verdes.
Cuando cayeron en la chimenea de la casa Greengrass Meredith cayó al suelo de rodillas, y Percy con ella, ya que se había sujetado de la chica cuando las llamas aparecieron.
— ¡Estoy completo! —festeja Percy riendo histérico.
—Yo... yo no lo se —Meredith se voltea y queda acostada mirando el techo—. Creo que ahora también soy un poni volador...
— ¿Mar?
Astoria aparece con cierto miedo, frotando sus manos y con los ojos rojos. Le dirige una sonrisa a su hija cuando esta la mira con cara de pocos amigos.
— ¿Sabes mami? Creo que tengo peores problemas mentales de lo que pensábamos —se incorpora y se tambalea mientras se acerca a su madre—. Mira que mi mente ha creado todo esto mientras duermo —alza los brazos—. ¡Soy una semidiosa!
Ríe hasta que se le caen lágrimas. Luego toma su collar y saca la espada. Comienza a jugar con ella mientras los demás le miran horrorizados.
— ¡Mírenme! ¡Soy Hércules! ¡Venga oso de nivea!
—Es león de nemea... y deja de jugar con eso, Meredith —le ordena su madre haciendo unos movimientos rápidos y sorprendentes para sacarle la espada—. No estás soñando, no estás tan loca, es real y ahora vas a comportarte y escucharme.
— ¿Es real? —ahora está llorando, no puede evitarlo... no sabe si es por la regla o por el tema de su padre—. ¿Es real y hasta ahora me lo dices?
—Hasta ahora no había pasado algo como esto —ríe nerviosa su madre y mira hacia arriba intentando no llorar—. Por favor escúchame.
Las palabras de la directora suenan en su cabeza, y asiente aceptando las manos de su madre. Astoria se la lleva hacia el sofá y Quirón junto con Percy abandonan la habitación.
—Quiero que sepas, antes que nada, que te amo, eres más importante que mi propia vida —le asegura mirándola a los ojos, Meredith asiente algo descolocada.
—También te amo, pero por favor sólo dilo.
Astoria respira hondo varias veces mientras ordena sus palabras.
—Yo estaba casada —comienza—. Hace mucho, mucho tiempo... tenía dos hijos —el corazón de Meredith se estruja y sus ojos se abren al máximo. Su madre posa un dedo sobre sus labios cuando intenta hablar—. Déjame terminar.
>Casada y con dos hijos. Me quedo sola una noche y siento que alguien se recuesta a mi lado en la cama —relame sus rojizos labios—. Pensaba que era mi esposo, pero no, no era él —cierra los ojos negando con la cabeza—. Y entonces... entonces...
—No me digas, por favor, imaginar a tu madre así no es lindo —chilla con una mueca de asco.
Astoria ríe y le acaricia las redondas mejillas a su hija. Meredith ladea la cabeza pensando en lo que dijo.
—Quedaste embarazada... de mí —completa y su madre asiente, Mar traga saliva—. ¿Qué pasó con tu familia entonces? ¿Te dejaron?
—Yo los dejé —confiesa en voz baja—... porque no podía criarte junto a ellos.
— ¿Los dejaste por mí? ¿Rompí tu familia? —comenzó a hiperventilarse—. ¿Por qué no me odias... o si lo haces?
— ¡No! No te odio, mi amor, dioses jamás —la abraza y besa su cabeza—. Te he dicho que te amo y moriría por ti. Y ese no era el punto, yo sólo te estaba preparando para...
Meredith posa su mentón en el hombro de su madre y abre los ojos. Casi se desvanece al ver a tres personas mirándolas. Podría jurar que su corazón se detuvo unos instantes.
— ¿Malfoy? —susurra con la boca seca, Astoria se queda estática—. ¡Merlín, mamá! ¡¿Ellos son tus hijos?!
En medio de su sorpresa empuja a su madre y retrocede horrorizada. Al ver a Scorpius y Narcissa Malfoy en su casa recordó todas sus miradas de asco y odio cuando pasaba junto a ellos en el pasillo. Recordó la vez que Scorpius le lanzó un sapo a la cabeza, o cuando Narcissa le derramó "accidentalmente" jugo en la camisa.
Negó con la cabeza, no podían ser sus hermanos. La habían tratado como mierda desde que la conocieron. Y lo pensó mejor... claro que iban a tratarla como mierda si ella se llevó a su madre.
Suspira y se sienta en el suelo mientras se sujeta la cabeza.
— ¿Mi amor?
—Por favor ahora no me toques —ruega ahogada—. Déjame procesar esto.
—Tal vez debamos dejarla sola —la voz de Narcissa no suena grosera por primera vez.
Tiene ganas de gritar cuando ve a la rubia sentarse junto a su madre. Mira a los ojos grises de Narcissa mientras esta abraza a Astoria... Le miraba como si estuviese robándole algo y le encantara hacerlo.
Realmente le estaba robando a su mamá, y eso estaba matando a Meredith.
Mar habrá estado dispuesta a compartir su madre con unos hermanos, con cualquier hermano menos con algún Malfoy. Ahora realmente debía compartirla con esos... esos Malfoy.
—Ya volveremos a ser una familia —dijo el señor Malfoy acercándose junto con Scorpius.
Miró la escena y sintió que le clavaban miles de dagas en el cuerpo. Meredith tirada en el suelo y ellos rodeando a una incómoda Astoria.
—Quiero... enterrarme un tenedor en el ojo —susurra y se levanta—. En realidad quiero clavárselo a ustedes.
Toma su espada de la mesa y mira con placer el terror en los Malfoy. La blande un poco hacia ellos para luego retirarse.
Mientras sube las escaleras piensa que si va a compartir a su madre ahora, va a ser como ella quiera... Véase que no está dispuesta a compartir.
***
¡Sí! ¡Cambie el capítulo porque soy rebelde y es mi historia! *resopla como malcriada*
Pasa que borré el otro capítulo cuando lo leía. De repente no me gustaba y escribí otro. Es que no tenía sentido (para mí) el anterior. Demasiada preocupación en lo que pensaba Albus y agh, además los Malfoy... mierda que ya ni me acuerdo cómo era LOL
En fin, hasta luego.
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