Capítulo 29. No es un McDonald's normal.

Capítulo 29. No es un McDonald's normal.

''Yo te quiero enseñar, un fantástico mundo, ven princesa y deja a tu corazón soñar. Yo te puedo mostrar, cosas maravillosas, ven princesa y déjate llevar a un mundo ideal...''

¿Cómo terminaron en un hospital viendo Aladdín de Disney? Bueno, es una historia un tanto (nada) compleja, cuyas escenas son algo subidas de tono y no aptas para menores de seis años.

Todo comenzó en la mañana, dos días después de salir del campamento, dos días después de que Percy le recitó a Meredith las mil y un formas de morir pero en realidad no hacerlo (añadió un guiño en esa parte, y Annabeth le golpeó la cabeza). Se hallaban Washington, un poquito atrasados ya que, bueno, cuando el estómago llora debes calmarlo.

-Muero de hambre -se había quejado Meredith, volteando hacia Piper, quien ya tenía una pequeña expresión de fastidio por la actitud de la azabache.

Llevaba al menos media hora repitiendo esa frase.

-Ya vamos a bajar en cualquier momento, aguanta un poco más -rogó mientras miraba por la ventana, se encontraban en un bus-. Además, ahí tienes comida, ¿por qué no la comes?

Mar se fijó en el plato ante ella, la azafata le había entregado lo mismo a todos; una especie de pollo a medio cocinar, con un extraño arroz a un lado que parecía tener vómito encima. Qué delicia, pensó con sarcasmo, mientras imitaba unas arcadas.

-Pero, Pipes, es asqueroso -murmuró poniendo ojitos de corderito degollado, pero al parecer eso no funcionaba. Tuvo que buscar otra táctica-. ¡Valdez! ¡Ayúdame!

Le da una "ligera" patada que lo despertó. El chico miró hacia todos lados y asintió sin más. No sabía a qué se refería Meredith, pero él siempre asentía a todo lo que le decía, era inevitable. La chica se volvió a su amiga sonriendo complacida.

Piper sólo rodó los ojos y se levantó. Tendrían que bajar antes de la parada.

-Si nos matan la culpa será de tu barril sin fondo.

-Puffi acepta toda la responsabilidad -afirma en nombre de su enorme estómago.

Sacó a Doris de su enorme abrigo, hacía un calor de mil infiernos pero debía esconderla en alguna parte. Se suponía que en ese lugar no se permitían mascotas, así que la pequeña se encontraba allí de puro contrabando.

Era tan enana, tan minúscula... No podrían notarla.

Meredith le ordenó a Leo que llevara las mochilas mientras los seguía, con el bulto del perro en su barriga. Caminaban por el pasillo bajo la atenta mirada de los pasajeros, quienes parecían algo nerviosos. ¿Quién los culpa? Una chica de enorme saco en medio del verano llevaba un bulto sospechoso en la zona del abdomen.

-Ugh, no es como si llevara una bomba o algo así -se quejó en voz baja, con la intención de que nadie la oyera.

Pero un niño a su lado la escuchó, abrió sus ojos al máximo y la señaló.

-Dice que tiene una...

Le tapa la boca de inmediato, se acercó a él de forma amenazante. Bueno, lo más amenazante que Meredith Greengrass podía ser.

-Dices algo y... yo le diré a mi jefe, que por cierto es Megatron, que te destruya a ti primero en la próxima invasión de decepticons, ¿comprendes, humano sin gracia?

Él asintió muy asustado. Sólo entonces Meredith sonrió, soltándolo y dándole palmaditas en la cabeza como si de un perro se tratase. Pero antes de irse le dedicó una seña de "te estoy vigilando"

Y chocó contra la puerta del baño, terminando de alguna forma dentro de él, y apestaba tanto. Salió a tropezones mientras abrazaba a Doris en su barriga,

Hay que dejarlo en claro... claramente en caso de una pelea de decepticons y autobots Meredith estaría con los últimos. Por favor, ella era la chica buena, y siempre estaría en el bando de Optimus Prime.

Al fin encontró a Leo y Piper, mientras se retorcía por las cosquillas que Doris le proporcionaba, al removerse en su lugar.

- ¿No que tenías mucha hambre? -inquirió la hija de Afrodita, alzando las cejas.

- ¿Dónde estabas? -siguió Leo, intentando sujetar las mochilas de todos a la vez.

-Bueno... -lo pensó un poco- esa es información que sólo puedo darte si también tienes jefes en el lado oscuro de la luna.

Leo iba a añadir algo, pero Piper insistió en que bajaran del bus de una vez por todas.

- ¿Dónde comeremos? -pregunta animada, sacando a la pobre perra del infierno al fin. El rostro de Meredith se contrajo al olerla-. ¡Oh por Merlín! ¡Doris del Carmen Greengrass Banderas Efron! ¡Necesitas un buen baño!

La pequeña y peluda amiga pareció mostrarse abochornada, aunque no estaba segura si los perros podía verse así.

Está bien, vayamos al punto que nos trajo a ésto: Meredith moría de hambre.

- ¡Oh dioses! -gritó Leo de repente, luego de un tiempo caminando, alzando los brazos con júbilo-. ¡Gracias, gracias! ¡Un McDonald's!

De inmediato Meredith saltó junto a él, observando el establecimiento como si fuese un manantial de agua en medio del desierto -Es una bendición -le saltaron algunas lágrimas de emoción.

¿Era exagerado? Con Meredith todo era exagerado.

Doris hacía rato cayó de sus manos, estaba tirada en el suelo boca arriba buscando la atención de su dueña, quien nunca volvió a mirarla. Siquiera fingiendo su muerte podría competir contra McDonald's.

Su estómago gruñó con fiereza, le ordenaba un obvio ENTRA Y VACÍA LA COCINA, cosa que ella obedeció sin rechistar. Fue corriendo hacia el lugar, cuando llegó a un metro de distancia las puertas se abrieron, Meredith amaba las putas puertas que se abrían solas. Eran una bendición cuando debías ir al baño con urgencia.

El olor a hamburguesas, papas y todo tipo de grasosas delicias llegaron a su nariz. Se dedicó unos segundos para olfatear profundo, para luego soltar un suspiro.

Caminó hasta la caja, no había fila. Se dirigió a la chica rubia que leía una revista Seventeen con aburrimiento, mascando chicle sin parar. No le prestó atención hasta que la Greengrass carraspeó.

-Bienvenida a McDonald's, ¿puedo tomar su orden? -inquirió en tono monótono.

Meredith incluso había quedado sin voz por el hambre, tuvo que volver a carraspear para poder responder.

-Quiero... una cajita feliz -murmuró, se dio una cachetada mental y recapacitó-, digo, eh, el McCombo Big... No, no, quiero el McCombo Pollo Classic -saltó en cuanto vio la foto, babeando sobre el mostrador.

-Claro. Puede tomar asiento mientras le llevamos su orden.

La rubia iba a levantarse, ya que parecía la única en el trabajo, pero Meredith la detuvo tomando sus manos. Con los ojos brillantes le susurró: -Eres una buena persona, vales mil.

Sólo recibió un asentimiento y una mirada de extrañeza, seguida de una nada disimulada huida.

Las manos de Meredith se movían sin parar, como un drogadicto sin su droga, como una Mar sin sus hamburguesas. Corrió al baño, al entrar y verse al espejo soltó un grito.

¡Parecía una vagabunda! ¡Algo peor que los pobres vagabundos!

Se dedicó a asear lo que podía, sus manos y rostro. Peinó un poco su cabello para luego volver a salir. Sacudía las manos cuando chocó con Piper.

-Ey -saludó, recordando que no iba sola en ese lugar. Una sonrisa avergonzada surcó su rostro-. Tanto tiempo.

-Nos dejaste, Meredith.

-Fue un momento de debilidad, por favor perdona.

-Te perdono, pero tú te encargas de alimentar a Doris... Ya pagamos la cuenta.

Una cachetada mental más, ¿cómo pudo olvidar a su preciosa y pequeña Doris?

Era una mala dueña, aunque técnicamente Doris estaba allí para cuidar de ella.

En una de las mesas se encontraba Leo, escondiendo con las mochilas a la pequeña mientras con una mano devoraba sus papas. Parecía distraído, Meredith decidió robar de sus papas pero terminó con un golpe en la mano. Leo le miró con los ojos entrecerrados.

-Nunca te metas con las papas de Leo Valdez -susurra amenazante.

Y Meredith robó más papas.

- ¡No hagas eso! -lloriquea.

-Según los grandes sabios del lado oscuro de la luna esa es mi misión -se excusa mientras toma asiento.

Leo alza una ceja mientras estira sus papas lejos de Meredith.

-Bien, háblame más de tu jefe -le dijo en forma teatral, con una impresionante seriedad.

Meredith tragó el pedazo de hamburguesa que había mordido, con un poco de queso en los labios.

-Si lo hago, tendría que matarte -siguió con el mismo ambiente, moviendo la cabeza de forma dramática.

Y el chico estalló en carcajadas mientras le decía que tenía queso en los dientes.

La conversación siguió, con ambos dándole algo de sus comidas a Doris, terminando con las hamburguesas antes de que Piper llegara. Ella era vegetariana, sólo había pedido una ensalada.

Diez minutos después de que Piper llegó toda la comida ya descansaba en los estómagos de los jóvenes. Incluso Doris parecía satisfecha, echada boca arriba en el suelo. Durmiendo... al menos eso deseaba creer Meredith.

Picó a la perrita ahora regordeta con un dedo, con expresión preocupada -Ey, no me asustes así, ¿sigues viva?

Volvió a picarle, con más fuerza. Se escuchó un sonido como de un globo desinflándose. Meredith cayó de su silla mientras gritaba.

- ¡Joder, que tenía la cara ahí y...! ¡Mi boca estaba abierta! -llora mientras sus amigos se descojonan de la risa-. ¡Está viva! ¡Podrida pero viva!

Aún así la perrita siguió durmiendo plácidamente, luego de liberar sus gases en el rostro de su dueña.

Luego de un rato, cuando el olor y el sabor dejaron de torturar a Meredith, los tres semidioses notaron algo. El lugar estaba vacío, desolado, ahora siquiera podían ver a la chica seventeen que los había atendido.

-Ésto me huele mal -murmuró Piper.

Leo abrió los ojos como platos, luego pareció redimirse -Lo siento.

- ¿Qué? -las chicas le miraron confundidas hasta que percibieron el olor-. ¡Mierda!

- ¡Lo siento! ¡El queso me causa flatulencias!

Meredith toma una servilleta para poder abanicar.

- ¿Por qué lo comiste entonces? -Piper se tapa la nariz con los ojos llorosos.

-Porque esto es McDonald's, y comes hasta lo que te mata por el simple hecho de que es delicioso -responde obvio, Mar le da la razón.

Escucharon pasos a sus espaldas, voltearon lentamente para mirar.

-Exactamente -siseó la persona, o bien el monstruo.

¿La chica seventeen? Bueno, podríamos decir que se trataba de una dracaenae, y hasta ahora la niebla les permitió notarlo.

- ¡Doris! -chilló Meredith mientras se levantaba, casi cayendo con silla y todo-. ¡Yo te elijo!

Señaló a la monstruo con dramatismo, y nada. Doris seguía en el suelo, hinchada e inconsciente. Podía escucharla roncar incluso.

- ¿Es que eres idiota? -Leo se burló, luego su rostro se contorsionó-. Quiero un inodoro.

- ¡Impactrueno! -volvió a gritar Mar, seguía con los mismos resultados- ¡Maldita perra del infierno!... Sigues dormida y no muerta, ¿verdad?

Le dio una patadita, Doris gruñó enseñando los dientes, pero siguió durmiendo.

La dracaenae les miraba con extrañeza. Examinaba al muchacho que se retorcía rogando un baño, a la chica que le hablaba a un perro aparentemente muerto, y ni hablar de la que estaba atrás con la boca abierta, paralizada.

- ¿Acaso tienen el síndrome del semidiós loco? -inquirió.

Eso pudo haberles ofendido, pero parecía ser una ruta de escape.

-Sí -Piper al fin se movió, y pareció volver a respirar-. Y si nos comes vas a terminar loca también.

La chica seventeen pareció meditarlo, luego se encogió de hombros dando un paso hacia ellos.

-No importa, el hambre es mayor. Luego probaré su perro-gallina.

-Es una perra solamente... ¡está gorda porque es glotona como su maldita dueña! ¡Doris, por favor! -volvió a gritar desesperada, sin cambio alguno aún. Terminó lloriqueando hacia la dracaenae-. ¿Por qué quieres comernos? Tienes mucha comida ahí atrás.

-Exacto -Leo concuerda-. Somos carne grasosa, cruda y para nada tierna. Mañana despertarías con un terrible sobrepeso.

Eso pareció despertar cierta preocupación en la monstruo.

-Pero... -murmuró- yo quiero un cuerpo como el de Lady GaGa.

-Y yo uno como el de Sofía Vergara, casi casi le alcanzo -Meredith dijo con "modestia" mientras se acomodaba el sostén-. Pero no todo en ésta vida se puede.

- ¿Por qué Lady GaGa? -Piper inquiere, confundida.

La dracaenae abre su chaqueta, revelando una camiseta con el rostro de GaGa impreso en ella. Meredith ocultó su expresión de horror, puesto que los ojos de la cantante parecían mirar su alma.

-Es mi ídola.

- ¿En serio? -fingió interés mientras tomaba su mochila y a su perra, que ahora parecía pesar varios kilos más-. Una vez fui a uno de sus conciertos.

Los ojos de seventeen se iluminaron.

- ¿Sí? ¿Cuál fue tu canción favorita?

-Eh... la que decía: Is it true that you love me? I dare you to kiss me. With everyone watching...

- ¡Esa es de Shakira!

¡Mierda! Pensaron los tres, mientras Leo y Piper deseaban arrancarle la cabeza a Meredith por no saberse una maldita canción de GaGa.

-Ah, es que... ¡Mira! ¡Es Lady GaGa en bragas! -señaló hacia sus espaldas.

- ¡¿Dónde?! -la dracaenae voltea emocionada.

Los jóvenes salieron corriendo despavoridos, mientras Meredith se reía muy alto por lo que había hecho. Eso le pasaba por ser monstruos fanáticos. Cualquiera se podía aprovechar de ello, como con el gato-monstruo belieber.

No dejó de reír hasta que un bicho se coló a su boca. Comenzó a toser sin parar hasta que logró escupirlo.

- Puaj - dijo con una mueca.

Se encontraban lo suficientemente lejos del McDonald's del demonio, en medio de varios lugares comerciales y todo lo típico de una ciudad. Y tuvieron que meterse a un callejón, como los genios que eran.

Leo se recostó en la pared jadeando, Meredith bajó a la obesa Doris que seguía roncando como si no hubiesen estado a punto de morir. Piper tenía las manos en la cabeza.

- Nunca más comeré en un McDonald's.

- Siquiera viviste la experiencia completa, sólo comiste una ensalada - le masculla Meredith, intentando respirar con normalidad.

-Da igual.

-Bueno, ahora sólo quiero dormir - admitió Leo mientras cerraba los ojos.

Meredith asintió, ella también quería a su camita. Pero no tenía una camita por ahí, sólo unas cajas y basureros.

Se quedaron en silencio allí, intentando calmarse. Leo casi durmiéndose contra la pared, Piper mirando al cielo y Meredith intentando despertar a Doris. Quien seguía gruñendo al ser molestada.

- Meredith, no me molestes -masculló Leo de la nada.

Ella frunció el ceño, girándose para encararlo - Yo no... ¡Ay mamita! ¡Una araña!

Enorme, peluda, con tantas patas. Recorría el rostro de Leo, y en cuanto él comenzó a gritar la araña le picó en la mejilla.

- ¡Me mordió! ¡Me mordió! - comenzó a llorar mientras daba saltos.

El olor a flatulencias llenó el callejón, casi desmayó a las jóvenes. En definitiva Leo no debía comer queso y luego asustarse.

-Yo te ayudo, deja de llorar... ¡Quieto! -Piper le dijo mientras se le acercaba con un palo.

Meredith sólo abrazaba a su inconsciente perra del infierno.

- ¡Me mordió! - seguía lloriqueando-. Mi carita hermosa.

- ¡Quieto! -repitió y golpeó con fuerza hacia la araña.

Lastimosamente ésta se encontraba en las partes nobles de Leo, así que Piper casi le revienta las pelotas.

-Lo siento -se disculpó la chica llevándose las manos a la boca-. Yo no quería, lo juro.

-Necesito... hospital -dijo él a media voz mientras caía al suelo de lado.

Así fue como terminaron en el hospital viendo Aladdin, sin duda una historia que le contarían a sus nietos, hijos... a todo el mundo.

El día en que casi fueron devorados en un McDonald's.

El día en que casi pierdo las pelotas, para Leo.

***

¡Hola, queridas!

¡Nueve capítulos para el final!

Y este es el cap que hasta ahora no ha sufrido tantos cambios, es que está para mearse de risa.

En el siguiente... en el siguiente conocerán a alguien, o "algo" que he deseado presentarles desde hace tiempo.

A las antiguas lectoras se les ruega moderar los spoilers, o poner una alerta. No es divertido que te arruinen la historia, en verdad. Con amor <3

Les quiero.

¡Hasta pronto!

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