Capítulo 26. Reconocido, ¡y mi primera misión!
Capítulo 26. Reconocido, ¡y mi primera misión!
Estuvieron al menos doce minutos en la enfermería, hasta que los mareos de Meredith acabaron, pues insistió en ser quien los conduzca a la Casa Grande. De todas formas debía ir a ver a Quirón y Dionisio, según la petición -amenaza- de Zeus.
Leo Valdez parecía ser un chico hiperactivo, o más que eso, no dejaba sus manos quietas siquiera un segundo. Tenía un marcador en la mano, lo sacó de la serie de bolsillos que colgaban de su cadera; seguro tendría más cosas allí, pues hacía algo de ruido mientras caminaba. Mar supuso que no sería sano quedarse dormida junto a él y su marcador, despertaría con un bigote u otros dibujos en el rostro.
Piper McLean era agradable, y sus ojos algo hechizantes. Sus rasgos le daban un aire exótico, y Meredith estaba segura de que atrás de la ropa desastrosa y el cabello hecho jirones se hallaba una chica hermosa. Sólo le faltaba un baño, como a ella en las mañanas, cuando parecía ser pariente perdida de la llorona.
Llegaron a su destino, la Greengrass alzó una mano para tocar la puerta, pero ésta se abrió antes de que lograra hacerlo. Bajó de inmediato el puño al notar que iba a golpear repetidas veces la cara de Quirón.
Él se vio aliviado y un poco sorprendido, pero le sonrió levemente a los chicos.
—Hola, Meredith, ya llegaste... Ustedes deben ser nuevos campistas —asienten—. Bienvenidos, pasen por favor.
Se giró sobre su silla de ruedas, adentrándose hacia la sala del lugar, y ellos le siguieron de cerca. Meredith cerró la puerta tras ella, acariciando a la aún dormida Doris en sus brazos.
— ¿Cuáles son sus nombres?
—Piper McLean.
—Leo Valdez.
Respondieron y se sentaron donde Quirón les indicó. El centauro preguntó si el sátiro que los trajo ya les había explicado la situación, la respuesta fue que lo hizo a grandes rasgos. Por lo tanto se dedicó a darles la explicación larga y detallada. En ese momento Meredith bajó a Doris en un sofá, lo que la despertó, y para su sorpresa fue a saltar hacia el regazo de Quirón. Él no pareció molesto, siguió hablando mientras la acariciaba.
Maravilloso y sorprendente, esas eran las palabras que usaron para opinar sobre el tema. Mar se dijo que era muy maravilloso y sorprendente si quitabas algunas cosas, como los monstruos.
Se percató de un marco en la cómoda al otro lado de la habitación, y como lo curiosa que es caminó disimuladamente hacia ella. La observó con detenimiento. Parecía una típica foto de playa, aunque luego Meredith notó que el hombre en medio (con otro físico en definitiva) era Dionisio. La mujer a su lado era obvio Afrodita, por poco le veía el alma, junto a ella estaba Ares rodeándola con un brazo. Atrás, sujetando una tabla de surf con una expresión cómica se hallaba Poseidón.
Tuvo que apretar los labios para no reírse a carcajadas, allí todos se veían de al menos veintitantos años, actuando como universitarios. Se veía vieja, como de los setenta u ochenta.
—Ah, esa foto —dio un salto ante el suspiro nostálgico del señor D—. Resalta tanto mi físico.
En ese momento no se veía musculoso, más bien barrigón; su rostro no era como esculpido por dioses (vaya, ironía) más bien se asemejaba a un duende. Lo único igual eran sus ojos, de un color similar al de las uvas.
— ¡Señor D! ¡Hola!
Hace un mohín ante el chillido de la chica —Sí, hola, Madonna.
—Meredith.
—Como sea —miró hacia la sala y frunció el ceño—. ¿Nuevos campistas? —Mar sólo asiente—. ¿Me trajiste más mocosos? ¿Acaso no me aprecias, Mafalda?
—Mi nombre es Meredith, y yo no los traje —se cruza de brazos indignada—. Bueno, los traje a la casa pero...
El dios se fija en el arco y el carcaj que estaban en el suelo, Leo los había traído. Ignoró por completo las palabras de la chica y señaló hacia su dirección.
— ¿Puedo ver eso?
—Ajá —murmura confundida al verlo registrar aquello como un poli de CSI—. ¿Por qué...?
No terminó de hablar gracias al chillido de Piper, entonces volteó de inmediato para mirar. Un martillo brillaba como una llama sobre la cabeza de Leo, él lo observaba con la boca abierta. Segundos más tarde desapareció.
De todas formas ya se suponía que era hijo de Hefesto.
Quirón le dijo a Piper que seguro ella también sería reconocida en poco tiempo, y le pidió a Meredith que se los llevara a sus cabañas.
Asintió antes de volverse hacia el señor D, él aún revisaba el carcaj, incluso le dio la vuelta e hizo que todas las flechas cayeran al suelo. Meredith soportó la risa una vez más, el dios siguió actuando como si nada.
—Bueno, no es este —la mira—. Lleva a los mocosos a sus concurridos aposentos, luego vuelve, Mafalda.
Se abstuvo de corregirlo otra vez, así que sólo le hizo una seña a sus nuevos amigos. Quirón sonrió mientras aún tenía a Doris con él —Déjala aquí, tengo medicina para sus golpes.
—Gracias, en verdad.
Se encaminaron a las cabañas, les dio un corto tour prometiendo hacer otro más extenso en otro momento. Entonces una cabellera rubia conocida se le acercó, Annabeth sonrió abiertamente antes de darle un abrazo a la más joven.
— ¡Estás bien! Comenzaba a preocuparme, a Percy le alegrará saber que volviste.
—Digo lo mismo con respecto a que están bien... Comencé a dudar sobre si seguían vivos —bromea al separarse—. Ellos son nuevos, Piper y Leo.
—Oh, un gusto.
—Igualmente —corresponden a la par, moviendo un poco la cabeza.
Pensó en que debía volver a la Casa Grande, entonces le pidió el favor a Annabeth para llevara a Piper a la cabaña once, mientras ella se encargaba de Leo. Cuando las chicas se alejaron ellos siguieron con una divertida conversación.
— ¿Quién es tu madre o padre divino? —inquirió Leo.
—El señor del mar —bromeó, señalando la cabaña tres—. Ya sabes, Poseidón... Mierda, espera, no debía decir su nombre.
Ante su maldición el chico no pudo retener una risa —Genial, pero... ¿por qué no eres una sirena entonces?
Lo observó con una sonrisa confundida. La palabra sirena le recordó a los merodeadores, por lo tanto su estómago se revolvió en los recuerdo de, apenas, el día anterior.
—Bueno, eres la hija del señor del mar —imita su tono burlón.
—Oh, claro, en tal caso... ¿por qué no eres un robot dragón escupe fuego? Teniendo en cuenta a tu padre, claro.
Se miran con los ojos entrecerrados, él vuelve a jugar con las cosas en sus bolsillos.
—Tú, no-sirena, me caes bien.
—Tú, no-robot, también me caes bien.
Ríen mientras se detienen frente a la cabaña de Hefesto, Meredith alza una mano hacia ella —He aquí tu cabaña, bienvenido.
Observa la mini fábrica mientras asiente —Me gusta, gracias Meredith.
—Dime Mar... Busca al jefe de cabaña, él terminará de darte indicaciones. Nos vemos luego.
Se despide y voltea para comenzar a correr de vuelta hacia la Casa Grande. Estaba segura de que Dionisio le armaría el escándalo si tardaba demasiado, prefería ahorrarse aquello.
Cuando llegó la puerta estaba semi-abierta, decidió acercarse de forma silenciosa y la abrió con lentitud. Echó un vistazo, pudo ver la espalda de alguien rubio, que a decir verdad parecía muy furioso. No dejaba de resoplar mientras Dionisio y Quirón lo miraban.
— ¡No pueden enviar a una principiante por mis cosas! ¡Fracasará!
—No es tan principiante si lo piensas bien, Eros —el señor D se encogió de hombros mientras le daba un sorbo a su bebida, entonces se percató de Meredith y tosió con fuerza—. Bueno, de todas formas fueron los altos mandos quienes decidieron esto, ya está.
— ¿Has visto lo que sucedió en la mitad de Asia? —pregunto el chico, molesto—. Están utilizando mis flechas. Rompen matrimonios porque supuestamente se vuelven a enamorar, hay chicas que no son correspondidas y se suicidan, es horrendo. ¡Y también hay que hacer entrar en razón a Anteros! Cosa de la que yo mismo me haré cargo pero... ¡Mis flechas! —volvió a lamentarse—. Necesito mis flechas para arreglar esto.
Dionisio bufó mientras movía su copa con coca cola —No puedo creer que haya tanto desastre sólo por el "amor".
—El amor tiene más poder del que creen —dijo más calmado el rubio. Suspiró resignado—. Está bien, si Zeus estuvo de acuerdo, supongo que algo de bueno tendrá esa niña.
—Lo tiene —aseguró Quirón, lo cual por alguna razón era divertido para el señor D.
—Tienen una semana...
—Dame dos —soltó Dionisio encogiendose de hombros—. Es principiante al fin y al cabo, como dices.
Eros respiró hondo mientras meditaba.
—Bien, dos semanas, nada más, o todo el campamento será un caos, y yo mismo me encargaré de eso.
En cuanto el cuerpo de aquel rubio comenzó a brillar Meredith cerró los ojos, poniendo una mano sobre ellos. Sólo volvió a mirar en cuanto se aseguró de que el dramático se había ido. Cerró la puerta tras de sí y se acercó a Quirón.
— ¿Qué fue eso?
—Eso, Morticia, fue la furia del señor del amor —se mofa Dionisio—. El famoso bebé alado de San Valentín.
Queda estupefacta y comienza a señalar hacia el lugar donde él se encontró hace un minuto.
—Pero... pero él no era un bebé —balbucea.
—Adopta la edad que quiere en el momento que le apetece —explica Quirón—. Ahora se veía algo mayor porque quería...
—Amenazarnos, usualmente es un niñito.
Asiente intentando asimilar el hecho de que tuvo a Cupido, o bien, Eros, frente a ella. Se acerca para tomar asiento en el sofá, su pequeña mascota salta para recibirla.
— ¿Qué pasó con él?
—Robaron sus flechas y su carcaj, ahora lo usan para crear caos. Así que los dioses eligieron a alguien para ir a buscarlos.
—Vaya, pobre el que le toque —ríe peinando con sus dedos el pelaje de Doris.
Meredith parecía ignorar el hecho de que la principiante de la que hablaban era ella. Dionisio no era muy paciente con tal estupidez.
—Pobre de ti, entonces.
— ¿Perdón?
—Eres tú, idiota. Tú vas a liderar la misión.
Quedó hecha piedra, con la boca abierta. Sus pocas neuronas se conectaron en su cerebro, dio un salto al levantarse, dejando caer al perro en la alfombra. Mar suelta un chillido de emoción.
— ¡Tengo una misión! —ríe tontamente, luego baja las manos—. Oh mierda, tengo una misión.
— ¿Eso significa que aceptas? —Quirón se inclina hacia ella alzando las cejas.
¿Qué otra opción tenía? Aún recordaba su visita a los dioses y las miradas amenazantes de Zeus sobre ella.
—Claro.
—Genial, entonces... ¡Raquel Eliana! —Dionisio grita, una chica pelirroja se aparece con cara de pocos amigos—. Aquí está nuestra oráculo, Maximiliana, a ver si nos dice cómo morirás.
Lo decía en broma, claramente. Y Raquel Eliana no era el nombre la pelirroja, obvio, se notaba en su expresión de fastidio.
No será tan difícil, se dijo Meredith, sólo son unas flechitas.
***
Hoola, queridas. ¿Qué tal todo? Logré editar más rápido este cap ;)
Ya sólo me faltan doce capítulos más para terminar con el primer libro :'3 es hermoso.
Me alegra estar de vuelta, me quedo sin palabras, siempre me falta inspiración en esta parte.
En fin, ¡hasta pronto!
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