Capítulo 25. ¡Sorpresa!, y más campistas.

Capítulo 25. ¡Sorpresa!, y más campistas.

Astoria intentó recuperar las cosas de Meredith con un accio, pero no funcionó, así que mandó a su hija directo a dormir. Mar estuvo como una hora dando vueltas en la cama, preguntándose cómo demonios iba a hacer con su misión si no tenía la espada, porque lo de la varita se podía solucionar con una nueva, y de todas formas aún no podía usarla fuera de Hogwarts. Fue así hasta que al fin pudo dormirse.

Al despertar Meredith estaba desparramada frente al armario, con una mano señalando hacia él. Doris le lamía la cara y tenía las garras clavandole el pecho.

—Ummm —gimió sacándosela de encima, la miró con regaño, aún un poco adormecida—. Doris, eso no se hace.

El perro parecía mirarle con malicia antes de ladrar, un sonido agudo, que lastimó los tímpanos de Meredith. Ante eso la dejó a un lado y se levantó sintiendo todos sus huesos crujir.

Notó con algo de miedo que la puerta del armario estaba semi abierta. Frotó sus brazos nerviosa antes de ir y abrirla, de una forma algo brusca. Pero estaba vacío, todo se veía normal. Se encogió de hombros ignorando su piel de gallina y volvió a salir, cerrando la puerta tras de sí.

Tomó una corta ducha, y fue así porque realmente sólo se dedicó a bañarse y no a joder. En el baño se puso la ropa interior, luego se rodeó con una toalla y salió directo hacia la cama. Se lanzó a ella, con pesadumbre miró el reloj.

Seis de la mañana. Era un pecado que esté despierta y duchada a las seis de la mañana, ¡en vacaciones!

—Doris, esto es tu culpa —le espetó a la pequeña, luego se giró en la cama hasta quedar en el medio, boca arriba—. ¿Por qué tan temprano, preciosa?

—Por nosotros, tal vez.

La voz de Zeus le hizo levantarse de golpe, al más puro estilo Drácula. Cerró las piernas, sus mejillas se tornaron rojas al ver a todos los dioses ante ella. Estaban teniendo un mensaje Iris, apenas lo notaba.

Quiso morir en ese instante. Sólo una toalla y un par de vergonzosas piezas de ropa era lo que tenía en esos momentos.

—Di... Dioses —tartamudeó, por poco convulsionaba de vergüenza —. Yo... ¿Hola?

Hizo una patética reverencia mientras sujetaba su toalla como si su vida dependiera de eso.

Joder, mierda, joder. Pensaba, intentando mantener el rostro sin expresiones. Aunque a decir verdad se veía como una estreñida colorada.

— ¿Estás en el campamento? —Zeus frunce el ceño y le dedica una mirada al cuarto.

—Uh, no.

—Lo noté.

—Estoy preparándome, a decir verdad —sus manos aprietan el borde de la toalla con fuerza, rogando que no se caiga.

Apolo se sacó las gafas y sus ojos dorados se tiñeron de azul, sonrió con picardía.

— ¿Estás desnuda? —aprovecha el silencio que se había formado para poder preguntar.

Meredith estaba por explotar mientras negaba con la cabeza.

—Claro que no, idiota, ¿acaso no ves que tiene dos tirantes negros en los hombros? —Afrodita sale a relucir su sostén, mira a la joven con aprobación—. El negro es tu color, en definitiva. Ya sé qué puedo regalarte en Navidad.

Por centésima vez en los últimos minutos deseó morir, igual que los monstruos, convirtiéndose en polvo que desaparecería con el viento. Afrodita tal vez quería resaltar algo bueno, pero para Meredith aquello era vergonzoso. En especial si lo decía frente a otros diez dioses que eran prácticamente extraños para ella.

—Deja de mirarla así, es una niña —Artemisa soltó, lanzando una flecha hacia Apolo mientras su rostro se volvía una mueca de molestia—. Padre...

—Papá —se quejó a la vez, ambos miraron al dios refunfuñando.

Zeus los ignoró haciendo un gesto con la mano. Miró a los ojos a Meredith, y ella sintió miedo a decir verdad. De que pudiera entrar en su mente, de que le lanzara un rayo ahí mismo y la hiciera cenizas. Él era simplemente imponente y un poco aterrador.

—Quiero asegurarme de que irás al campamento.

—Sí, lo haré —murmura un poco confundida con su insistencia—. ¿Qué otra cosa haría a éstas alturas?

Corto e incómodo silencio, Zeus al fin parpadea y se mueve en su trono.

—Busca al oráculo en cuanto llegues, tal vez tengas al fin una misión.

Asiente, sintiendo el frío colarse en la piel expuesta. Bajó la cabeza aún con vergüenza por la situación. Ya no parecían percatarse de su casi desnudez, tal vez porque ella no tenía algo que ellos no hayan visto antes.

—Dionisio nos informará sobre tu llegada —aquello parecía el final de la conversación—. Así que... Buen viaje, Meredith.

—Gracias —no sabía si era estúpido decir aquello, pero ya lo hizo. Y de todas formas el mensaje Iris ya había acabado.

Registró el cuarto y luego el baño antes de vestirse. Con la camiseta naranja del campamento que Annabeth le había dado, y unos jeans viejos que eran lo más cómodo que podía llevar. Tomó su bolso con lo que necesitaría y le echó una buena mirada al cuarto.

Volvería en unos meses, claro, sólo sería durante el verano. Pero aún así se sentía extraño abandonar esa habitación en ese momento. Sentía que olvidaba algo, que estaba dejándolo. Una vez más su vista se dirigió al armario viejo, y algo pareció tirarla hacia él.

— ¡Meredith! —se detuvo luego de tres pasos, respirando hondo como si acabara de despertar. Astoria le llamaba desde el pasillo—. ¿Ya estás lista?

¿Cuánto tiempo había pasado desde que despertó?... ¿O es que todo este tiempo el plan era salir a esas horas? No podía recordarlo.

Le hizo una seña a Doris y ambas fueron junto a Astoria.

***

Viajar con los Malfoy no era una actividad sana o fascinante. Todo estaba bien cuando aún no subían al auto para dirigirse al campamento. Fue entonces cuando Meredith acabó en medio de Scorpius y Narcissa, apretujada mientras sostenía a Doris en brazos. Astoria le dedicaba constantes miradas de preocupación, ignorando por completo que Draco intentaba tener una conversación.

— ¡Cuidado! —soltó el mago cuando ella volvió a mirar a su hija e ignoró el camino, puesto que casi pasan al otro carril—. ¿Qué sucede, Astoria? Ellos siguen ahí, no van a desaparecer.

—Ya lo sé, Draco —respondió entre dientes, nada divertida con el tono que usó—. Sólo cierra la boca, me estás sacando de quicio.

Silencio por parte de todos, asombrados e incómodos por lo dicho. Una sonrisa se expandió por el rostro de Meredith, y quedó así durante todo el tiempo que estuvieron en silencio. Narcissa a su lado deseaba golpearla, Scorpius sólo miraba por la ventana algo aburrido.

Ya no había autos en la carretera más que el que los llevaba. El viaje era incómodo, silencioso y ciertamente aburrido. Mar no sabía si desear llegar ya, o desear un poco más de tiempo junto a su madre. Estaba en eso cuando escuchó el chillido de Draco.

Una mancha negra pasó ante el auto, causando que la conductora casi perdiera el control. Todos quedaron sin aliento y Meredith se esmeró para intentar ver de qué se trataba.

—Mamá, para el auto —pidió algo desesperada.

—No, estamos cerca. Ya llegamos y estás a salvo.

Un par de chicos corrían en la carretera, no podía dejarlos.

— ¡Para el auto, por favor! —repitió, a los gritos.

Astoria cerró los ojos mientras presionaba el freno. Las ruedas chillaron y los cuerpos de todos fueron para adelante, la cara de Scorpius chocó contra el asiento de Draco, y quedó algo mareado.

Por ello Meredith giró hacia Narcissa; la rubia estaba sujetándose de su cinturón con los ojos muy abiertos, aterrada, apenas podía respirar.

—Narcissa...

—No voy a moverme, Meredith. Ni de coña —espeta, muy rápido—. ¡Era un monstruo, idiota! Mamá, mejor vuelve a...

—No seas mierdosa, Narcissa —gruñe empujándola, la rubia sólo se dedicó a parpadear confundida por la palabra.

Era obvio que no se movería, así que Mar se subió sobre ella mientras abría la puerta. Ignoró sus gritos y chillidos, saltó al exterior. Miró a los lados hasta divisar al monstruo persiguiendo al par de chicos.

Corrió hacia ellos y alzó los brazos.

— ¡Oye, tú! ¡Gran y fea masa de obesidad peluda! —gritó el primer insulto que se le ocurrió.

Eres estúpida, se dijo cuando el minotauro volteó a verla resoplando furiosa. Eres estúpida y morirás por ser discriminativa con un monstruo. Comenzó a correr como loca hacia la colina, zigzagueando con la esperanza de quitarse al monstruo de encima. Escuchaba a los Malfoy y su madre gritar, quiso mirarlos, en consecuencia tropezó. Cayó rodando por la colina, maldiciendo por su mala suerte.

Terminó nuevamente a un costado de la carretera, mareada y jadeando. Su vista se desenfocaba cada segundo, y el minotauro embestía hacia ella.

Dionisio tenía razón, pensó, moriría ese mismo año. Moriría siendo aplastada por una jodida masa obesa de pelo.

Escuchó a Doris ladrar y sus uñas golpear al suelo mientras se acercaba. El corazón de Meredith latió con terror mientras intentaba levantarse, una cosa era que ella saliera mal parada, otra era que su pequeña lo hiciera.

Estaba incorporándose cuando el minotauro rugió, pero fue opacado por otro rugido más feroz. Ante la mirada estupefacta de todos Doris se convirtió en una enorme sombra negra, que luego dejó ver a un monstruoso perro del infierno. Gruñía mostrando los dientes cuando se lanzó sobre el minotauro, mordiéndole el cuello y tirando de él hacia el otro lado de la carretera.

Meredith tuvo que recomponerse de golpe, se levantó al momento en que el otro par de adolescentes se le acercó con preocupación.

— ¿Estás bien? —preguntó la chica, de cabello castaño.

—Rodaste de manera impresionante, y tu perro también lo es —exclamó el chico, con emoción que se disipó en cuanto notó la mirada reprobatoria de su amiga—. Quise decir...

—Mi pequeña es enorme —balbucea señalando la batalla—. Mi pequeña bebé es en realidad enorme y está mordiendo a un minotauro y... ¿Eso es un sátiro ninja con un bat de béisbol?

El sátiro se lanzó sobre el minotauro dando un grito de guerra antes de comenzar a golpearlo con su bat. Eran dos contra uno, pero aún así el monstruo no caía. Le daba golpes a Doris sin algún tipo de consideración, a diestra y siniestra. Eso preocupó a Meredith, quien miró a sus lados buscando algo con lo cual pudiera ayudar.

Entre los arbustos algo brilló, captando su atención de inmediato. Caminó hacia él como si estuviese en trance, luego se inclinó para tomar el arco y el carcaj con unas cuantas flechas. Éste dejó de brillar en cuanto lo tuvo en sus manos, por acto reflejo le dedicó una mirada al cielo, como si la estuviesen mirando.

De alguna manera Meredith sabía, o al menos presentía, quién se lo había mandado.

En cuanto puso la primera flecha en el arco los otros dos se le acercaron.

— ¿Qué harás? —el chico pregunta, un poco temeroso al notar que hasta el enorme perro perdía la batalla contra el minotauro.

—Hacer palomitas, ¿no es obvio?

Luego de eso alzó el arma e hizo que el extremo de la flecha que sostenía rozara sus labios. En el poco tiempo que estuvo en el campamento vio a los hijos de Apolo hacer aquello miles de veces, y siempre acertaban. Ella no fue muy buena con respecto a eso, tal vez dio en el blanco un par de veces.

Pero ahora no tenía siete u ocho oportunidades, sólo constaba de una y debía ser perfecta.

Por ello rezó al ser divino con mejor puntería.

Le rezó a Artemisa, quien le había mandado el arma.

En apenas unos segundos la vista de Meredith pareció enfocarse demasiado, y el tiempo se ralentizó. Contuvo la respiración cuando logró apuntar al cuello del minotauro.

— ¡Doris! —gritó antes de disparar, y como si estuviese al tanto del plan, ésta se hizo a un lado.

La flecha se incrusto varios centímetros dentro del cuello, el minotauro apenas pudo quejarse antes de convertirse en cenizas que fueron llevadas por el viento. Meredith al fin pudo respirar, soltó el arco junto con el carcaj para poder dirigirse hacia Doris.

La ahora enorme perra caminó lentamente hacia su ama, y se dejó acariciar mientras poco a poco volvía a su tamaño anterior. Se veía exhausta y algo lastimada, necesitaría cuidados luego de esto.

—Eso fue... Simplemente genial —volvió a comentar el muchacho, acercándose junto a la otra chica—. En verdad.

—Agradecemos tu ayuda —sonríe su amiga, alargando una mano para acariciar la cabeza de Doris—. Y la de esta pequeña gigante.

Mar sonríe asintiendo —No fue...

— ¡Maldita sea! ¡Arruinaste mi diversión, niña! —el sátiro se queja, lanza su bat al suelo como niño malcriado.

La chica ante Meredith se avergüenza a más no poder, y en busca de aligerar lo anterior no hace más que presentarse.

—Soy Piper McLean, mucho gusto.

—Meredith Greengrass —corresponde.

—Yo soy Leo Valdez —dice el chico de aspecto parecido al de un duende, sonríe mostrando los dientes—. Y quisiera saber dónde adoptaste a éste amiguito.

Intenta tocarle a Doris, pero ésta le gruñe, haciendo que sus ojos resplandecieran de peligro. Leo retrocede varios pasos con miedo. Meredith ríe internamente.

—Es amiguita.

Luego de eso se acercó a su madre y los Malfoy para asegurarse de que estén bien (su madre) e informarles que no se preocupen por ella (a su madre). Tuvieron una pequeña charla como despedida, y luego de ayudarla con su maleta hasta la cima de la colina Meredith los vio retirarse, con un aire algo triste.

Leo y Piper se acercaron con el sátiro gruñón tras ellos, le sonrieron a Meredith, ella igual. Con una mano tomó su maleta y con la otra sostenía a una Doris dormida contra su pecho.

—Así que... Bienvenidos al campamento mestizo —expresa suavemente mientras lo observan.

—Aún no me lo puedo creer —admite Piper, en voz baja.

—Deberías comenzar a intentarlo... ¡Somos semidioses, Pipes! —Leo alza un puño en actitud ganadora.

Ríen entre dientes cuando el sátiro pasa, aún quejándose.

—Uh, creo que su espalda está sangrando. Debería ir a la enfermería —le recomienda al ver las heridas.

— ¡Son marcas de guerra! ¡No se deben borrar!

—Muy bien —Meredith alza las cejas y se dirige al par. Ahora podía sentir las consecuencias de su caída—. Pues yo sí voy a la enfermería... Sostengan al perro que me desmayo.

***

¡Hola! Tanto tiempo, lo siento.

En primera, éste capítulo va en honor a mi mascota que falleció hace poco, quien me inspiró para crear a Doris. Fue mi guardiana y mi amiga, por siempre en mi memoria y mi corazón.

No me pondré más cursi porque ya no quiero seguir llorando.

En éste capítulo llegaron Leo y Piper, debo confesar que cuando escribí ésta historia hace como dos años yo siquiera era consciente de la saga de los héroes. Leí un poco del primer libro, y así fui leyendo sólo pedazos de la saga (que no termina de gustarme) hasta ahora sólo sé de ella a grandes rasgos. Leo y Piper me agradaron, aparecen aquí por esa simple razón y no sucederá algo relacionado con la saga de los héroes. Olviden todo de ella mientras lean éste fic xD

Me despido con un posible hasta pronto.
En todo caso, felices fiestas, se acercan tan rápido😉

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top