Capitulo 10. El señor ceps y... ¿Más "familia"?

Capítulo 10. El señor ceps y... ¿Más "familia"?

Luego de charlar con Quirón sobre algunas reglas del campamento Meredith caminó junto a Percy a paso lento. Él señalaba los lugares y explicaba vagamente sobre ellos, Meredith asentía y movía la cabeza en todas direcciones.

—Uno, dos... Y tres —señaló las cabañas y terminaron fijándose en la tercera, la que era un tanto más baja que las anteriores—. Es la nuestra.

Ella paseó la mirada por las paredes de piedra gris, las conchas marinas y algunas piezas de coral. Le pareció una casa recién salida del fondo del océano.

—Es... ¿Rústica? —terminó murmurando.

Percy sonrió de lado —Vamos, ambos sabemos que la gente dice rústica cuando le parece que es un asco.

Mar ríe con fuerza.

—No, no, en verdad me gusta —alza las manos y la señala—. Puedo percibir el olor del mar desde aquí.

—Si te gusta el exterior, te encantará lo que hay adentro —toma su brazo y tira de ella.

Efectivamente el olor a la playa le dio la bienvenida una vez dentro. Adrenalina se paseó por su cuerpo mientras parpadeaba varias veces. Tenía que admitirlo, amaba más el interior de la cabaña.

Las paredes brillaban, habían seis literas esparcidas. Una fuente de agua estaba en medio, caminó lentamente hacia ella y se inclinó poniendo una mano en el agua.

—Antes no me agradaba tanto —habló Percy con nostálgia mientras ella tomaba las monedas junto a la fuente y las examinaba ceñuda—. Se veía tan solitaria y triste... Pero ahora me siento más cómodo.

Él señala los hipocampos de bronce en el techo. Meredith se voltea a mirarlo aún con la moneda en mano.

— ¿Quién puso todo esto?

—Papá puso la fuente —responde y observa incómodo cómo ella deposita la moneda en su lugar y se aparta—. Tyson puso los hipocampos y las plantas junto a la ventana.

Alza las cejas y gira varias veces como si buscara al tal Tyson.

— ¿Tyson? ¿Quién es Tyson?

—Oh, bueno —se rasca la nuca—. Es mi... Es nuestro medio hermano cíclope.

Los ojos de ella se abrieron como platos.

— ¿Cí...cíclope? —balbucea retrocediendo—. ¿Es un gigante devorador de niños?

— ¿Qué? —ríe sujetándose la barriga—. ¿De dónde has sacado eso?

—Televisión... ¿De verdad es un cíclope?

—Es un cíclope, sí —afirma—. De esos cíclopes que en vez de matar a las moscas, las ayudaría a ir a otro lugar.

—Ah —dice con menos temor—. Entonces no es... Malo.

—Para nada.

Ríe con algo de pena y toma su bolso mientras mira las literas y se balancea sobre sus pies.

—Elige la que quieras —Percy le habla con amabilidad, aunque luego grita—. ¡Esa no! ¡Es mía!

— ¡Bien! ¡Entonces esta!

— ¡Es la de Tyson!

— ¡Merlín! —gruñe y lanza su bolso en la litera junto a una ventana—. ¿Ahí está bien? ¡¿O es la cama de Mike?!

Percy la observa extrañado.

— ¿Quién?

—Mike Tyson —responde, él se toma sus segundos para asentir comprendiendo.

—Tu chiste fue un asco.

—Sólo porque tengo hambre.

***

Cuando Annabeth abrió la puerta encontró a una chica intentando ahogar a su novio con una almohada, ¿la acción inmediata? Tomarla del tobillo, hacer una extraña llave y luego sostenerla de las piernas. Así es como cuelgas a una Meredith que sólo quería jugar a morir con su hermano mayor.

— ¡Annabeth! —dice Percy mientras se incorpora, con el rostro pálido por lo que pasó—. ¿Qué... Haces? Dioses, sueltala.

—Estaba intentando ahogarte —chilla la rubia con los ojos muy abiertos.

Percy carraspeó y junto sus manos en la espalda mientras se balanceaba nervioso sobre sus pies.

—Estábamos jugando.

—Jugando —repite su novia mientras entrecierra los ojos.

—Jugando —asegura Meredith con la cara tornándose de todos los colores—. Soy Meredith Greengrass, un gusto. Debes ser Annie, Percy me habló sobre ti.

La pequeña morena alza apenas una de sus manos mientras sonríe con los ojos algo bizcos. Annabeth repite su nombre mentalmente y sus mejillas poco a poco se tornan rosadas.

— ¿Meredith? ¿La nueva de Inglaterra?  —susurra avergonzada—. No suenas como una inglesa.

—Seh, pero mi acento es raro porque antes vivía en California —explica—. Por favor bájame, creo que voy a dejar salir todos mis órganos por la nariz.

Con suavidad baja a la chica, repite disculpas, cada vez más sonrojada.

—Ew, ¿eres hermana de Percy? —pregunta luego de un rato, intentando romper el hielo.

— ¡Sí! —Meredith afirma, sacude la cabeza y al instante la mira sonriente—. Lamento la escena de hace rato, él dijo algo tonto.

—Y no me estaba ahogando... tanto —añade el chico.

—Oh —dice Annie a media voz.

—No te sientas mal —le toca el brazo, con cierta simpatía—. Mis amigos solían colgarme de una torre... O en una escoba a diez metros del suelo —murmura mirando al techo, aterrada de sólo recordarlo—. Pensándolo bien, lo tuyo fue dulce a comparación de eso.

— ¿Colgar de una escoba?

—Ahí viene lo interesante, Annie —Percy se acerca a su nueva hermana y la abraza por los hombros, sacudiéndola levemente—. ¡Meredith es una bruja!

Pasan los segundos en silencio, ambos hijos de Poseidón sonríen mostrando todos los dientes, Annabeth los observa con la boca ligeramente abierta.

—No seas grosero, Percy.

— ¡No! Habla en serio —Mar mueve las manos—. Soy, realmente, una bruja —luego explica un poco la situación.

Annabeth escucha atenta, cada vez más maravillada, y el entusiasmo invade su mirada ante la mención de un enorme y antiguo castillo. Pide más detalles del castillo, hace algunas preguntas sobre él, Meredith intenta explicar lo mejor que puede, aunque sólo sea capaz de decir:

—Muy grande, algunas partes frías, otras destruidas por la guerra... Muy grande.

Salieron a caminar entre las cabañas, aún interrogando sobre todo a Meredith. Hubo un momento en el que se le cruzó por la mente mostrarles algo de magia, jugó con su pulsera. Su pulsera no era sólo eso, fue hechizada por su tío Theodore hace año y medio para hacerla interesante. Era su varita, y cuando tocaba las piedras incrustadas en la pulsera cambiaba de forma.

—Bueno, miren —dijo posándose frente a ellos, pasó los dedos por la pulsera, en medio de una luz brillante y blanca se convirtió en su varita.

—Es hermoso —Annabeth se acercó a mirar—. ¿Puedes... Ya sabes?

—No puedo hacer gran cosa, soy menor de edad y estoy fuera del colegio —le dice con media sonrisa, juega con la varita pensando en un hechizo pequeño—. Uh, ya se.

Carraspea y ruega mentalmente hacerlo bien, luego retrocede dos pasos y apunta a Percy.

—Wingardium leviosa —mueve ligeramente la muñeca, Percy grita cuando se eleva de la nada.

— ¡Esto es genial! —asegura a los gritos mientras alza las manos.

Tal vez no debió hacer eso en medio de tantos campistas, algunos tropezaban para atrás mientras farfullaban "Percy Jackson ahora vuela... ¡Ese chico lo hace todo!"

Meredith ríe mientras retrocede, elevándolo cada vez más, casi sincronizados, ella lo movía a los lados mientras Percy fingía ser Superman. Todo iba bien hasta que ella pisó unos pies, chocó contra una persona y escuchó un quejido.

Diciéndose mentalmente que debe dejar de pisar los pies de las personas, volteó para disculparse. Apenas había abierto la boca cuando vio al muchacho.

Santo Papi, pensó descaradamente. El joven era poco mayor que ella, alto y algo robusto. Segundos bastaron para que ella bajara la mano y Percy cayera.

—Yo te perdono —soltó ante su pensamiento donde él decía "lamento ser tan ardiente"

— ¿No debería ser yo quién lo diga? —alza una ceja, acto que vuelve a llamar su atención.

¡Todo el santo mundo alza una ceja y se ve sensual! Pero ella lo hace y... Dios nos salve.

—Uh, me refería a perdóname, confusión de palabras —ríe como estúpida y maldice mil veces.

— ¿Eres nueva? —pregunta algo confundido luego de mirarla demasiado a la cara.

—Nueva ser yo —asiente, más maldiciones—... De Australia ser yo, inglés ser difícil...

Una sonrisa divertida surca el rostro moreno del chico—En Australia hablan inglés.

Diablos, me pasa por ser idiota. ¡Oh! Que en esta vida no se puede ser hermosa e inteligente. Pensó abatida, aunque luego quiso carcajearse por tanto ego en sólo un pensamiento.

—Soy Troy Eaton —le escuchó decir y dejó de mirarle los brazos como una acosadora.

—Soy... Meredith, sí, Meredith. No Marceline, si ese hombre duende dice Marceline o Madeline no lo escuches —murmura—. Es mentira.

Otra risa del tal Troy, esa chica era divertida a su parecer. Además de que no había salido corriendo luego de notar que era a él quien había pisoteado los pies. Aunque probablemente luego le digan su historial y ella ya no se muestre tan divertida con él.

— ¿De qué cabaña eres? —pregunta relajado, intentando disfrutar ese pequeño momento para socializar.

—Tres —dice y sonríe.

—Yo soy de la cabaña cinco —comienza a decir y Meredith asentía como si supiera de esa cabaña.

Iba a preguntar quién era su padre o madre cuando tiraron de su brazo.

— ¡No! ¡Eaton no! —grita Percy y sigue empujando a la morena—. ¡No la lleves al lado oscuro! ¡Ni la mires que la perturbas!

Tira de Meredith lejos, ella le sigue ceñuda. Eso a su parecer fue grosero, el señor ceps (apodo que se le ocurrió mientras lo manoseaba con la mirada) no debía ser tan malo. A menos que ser tan ceps sea un delito.

— ¿Por qué lo tratas así? ¡No me tires del brazo! ¡Mi piel es sensible! —chilla y se sacude para que la suelte—. Sólo hacía amigos.

—Haz miles de amigos, pero no con Eaton —le dice él.

— ¿Por qué?

Tal vez me pegue su sensualidad... Seríamos los amigos sensuales. Piensa.

Percy chasquea los dedos ante su rostro para que despierte —Eaton no es el campista del año, no es bueno tenerlo alrededor.

—Pero...

—Es mala influencia, Mar —Annabeth dice con más sensatez que Percy—. Él es algo... Explosivo.

— ¡Es una bomba! Mezclar la hiperactividad con un transtorno explosivo de la personalidad, falta de paciencia y con genes del dios de la guerra... ¡Eso no es bueno! —intenta explicar mientras mueve las manos.

—Es un chico problemático —la rubia palmea el hombro de su novio para calmarlo—. Y tú no te ves como una problemática, mejor no te embarres tanto con él.

Meredith pensó en las bombas que ayudó a hacer junto con sus amigos en segundo año... Ella también podía ser una bomba. Y podía juzgar solita a las personas.

—No pueden decirme si le hablo o no —niega, por primera vez seria—. Si quiero que sea mi amigo, lo será... ¡Y me hará sensual como él!

— ¡¿Qué?! Oh no, apenas tengo una hermana y ya la pierdo —dice dramático y se sienta en el suelo—. Crecen tan rápido —murmura.

***

Meredith se meneaba como chihuahua excitado... En el buen sentido. La emoción le invadía al notar que todos en el campamento (casi todos, si somos sinceros) le sonreían y correspondían sus saludos todas las mañanas. Ella tenía algo tal vez, una gran bocota y unos pulmones de acero para gritar ¡Hola! Y que la escuchen tres cabañas a la redonda. A los hijos de Apolo les gustaba su actitud, a los de Hermes les fascinaba cuando hablaba sobre las bromas que hace con sus amigos, algunos de Hécate le preguntaban confundidos por qué no podía hacer magia libremente. Se sentía tan a gusto que casi olvidaba Hogwarts, pero una vista a un inodoro le recordó a sus amigos.

— ¿Por qué dijiste que te metió la cabeza en el inodoro? —pregunta Percy tapándose la nariz de forma exagerada, sólo para preocuparla.

—No sé... Tal vez no le agrado tanto como pensé —responde con la cabeza bajo la ducha mientras se ponía litros de shampoo en el cabello—. O no le gustan los abrazos y que le griten ¿cómo estás, linda?

—Tú tienes algo mal ahí dentro —ríe entre dientes.

—Apenas noté cuando mi cara estuvo en el inodoro —lloriquea—. Al menos estaba limpio.

—Ya fuiste oficialmente bienvenida —palmeó su espalda antes de retirarse del baño.

Luego de desinfectar cada parte de su cabeza (y luego también tuvo que darse una ducha porque terminó totalmente empapada) Meredith salió de la cabaña abrazándose a sí misma. Miraba a cada momento hacia atrás o los lados, temía que Clarisse vuelva a aparecer salvajemente para meterla al inodoro otra vez. No importa que no se moje si no quiere, el problema es saber que su cara estuvo en un maldito inodoro.

A la hora del almuerzo se acerco a la fogata mirando su plato de comida con ojo crítico, ¿qué podría dar de ofrenda? ¿Debería dar esa carne que su cuerpo exigía consumir? ¿O la ensalada? Debe preocuparse por la salud de su padre, el dios debe tener comida saludable en su dieta.

Ríe, finalmente lanza gran parte de la carne al fuego con ayuda de su tenedor.

Poseidón, padre, Possy, como te guste que te digan... ¿Hola? Bueno, uh... Gracias por darme a Percy, bueno, no me lo diste, pero sabes a lo que me refiero. Uh, creo que... que tal vez perdone esos años sin ti, si me das alguna explicación... Unas palabras, sólo eso.

Asintió y luego se volteó para volver a su mesa. En el camino vio a Troy Eaton y le sonrió, él correspondió con un pequeño movimiento de cabeza.

Seguro se veía como una chica racional mientras caminaba lo que faltaba, pero en su mente pensaba a los gritos ¡Oh sí! Mi amigo es el señor ceps, envidien perras. La sensualidad se contagia, terminaré matando con sólo aparecer en la puerta. Al final abre más los ojos y Percy le observa confundido.

— ¿Estás planeando una especie de asesinato?

—No, ¿por qué? —se sienta junto a él alzando ambas cejas.

—Tienes cara de psicópata.

—... Diablos —masculla—. Nunca puedo pensar algo con cara normal.

—Ajá, comienzo a replantearme el dormir junto a ti, tal vez se me pegue lo... —cierra la boca cuando ella le mira mal—. Buen provecho.

Al principio estaban comiendo como cualquier persona normal, pero de un momento a otro comenzó una carrera donde el ganador sería quien deje limpio su plato primero. Annabeth masticaba lentamente mientras miraba a su novio y su nueva amiga comer como animales.

—En verdad debe gustarte —le murmuró una de sus hermanas al notar la escena, la rubia sólo asintió en silencio.

— ¡Ajá! —gritó Meredith luego de beber todo su jugo, golpeó la mesa con su puño y se levantó para señalar a Percy—. ¡En tu cara!

—Bo esh jushto —dijo él aún con comida en la boca, tragó y frunció el ceño—. Tú eres una tragona.

—Haré como si nunca hubieses dicho eso.

***

Las espadas apenas chocaban, lo que más se escuchaba eran las quejas de parte de los hijos de Poseidón. Comer tanto y muy rápido no era bueno si luego debían entrenar. Annabeth suspiraba rodando los ojos al verlos quejarse en cada movimiento.

—No debieron comer tanto, y tan rápido —les regaña antes de embestir contra el muñeco de prueba.

—Mis... Mis órganos de esta zona —lloró Meredith posando una mano en su barriga—. Quiero... Ir al baño.

—Te juro que no quería saber eso —exclama Percy con una mueca.

Ella se sonroja —Lo siento, aún no supero que antes debía decírselo a los profesores y a mi madre.

—Eso me recuerda... No comiste maní, ¿verdad?

El rostro de Meredith se vuelve aún más rojo y comienza a negar con rapidez. Maldición, no pensaba que él seguiría recordando aquello. Su madre tenía que contarlo, tenía que avergonzarla o no sería su madre.

—No, Percy, no lo hice —balbucea y observa confundida que el rostro de Percy se ilumina—. Oye, tampoco es para tanto. Mis gases son inofensivos...

— ¡Tyson! —exclama y la hace a un lado para caminar hacia la puerta.

Mar voltea con curiosidad, ve al muchacho ser prácticamente levantado por uno mucho más grande. Su boca se abrió por la impresión, ese era Tyson y era... Era... Tan adorable. Su cabello castaño, su ojo... Su ojo y su sonrisa al saludar a Percy. Eso no era un monstruo, era un angelito.

—Annie —dijo Tyson tomando a la rubia que apenas se había acercado—. ¡Hola!

—Hola Tyson —corresponde ella con media sonrisa.

La morena permanece con las manos juntas mientras los ve saludarse. Su corazón late rápido cuando Tyson al fin se percata de su presencia y todo queda en silencio mientras la observa.

—Meredith, ¿no? —le dice caminando lentamente hacia ella.

—Sí... Y tú Tyson —responde sonriéndole emocionada—. Oh Merlín, yo he estado esperando esto —su voz se vuelve un poco chillona.

—Yo también —asegura y se lanza para darle un gran abrazo.

Se sentía bien, no era extraño. Lo raro sería que Tyson la abrazara como si la hubiese visto antes pero sin la oportunidad de hacerlo. Como si hubiese esperado ese momento durante mucho tiempo.

Luego de todo eso, salieron a caminar hacia la playa. Mientras la pareja se dirigió al agua riendo, Meredith y Tyson se sentaron en una roca a hablar.

—Papá me hablaba de ti, de ti y de Percy —soltó él.

— ¿Cómo? —la chica pelea para mantener su sonrisa—. Si él siquiera se ha aparecido... No lo conozco.

—Bueno... —balbucea pensando cómo decirlo—. Mar, aunque no lo creas, él siempre ha estado ahí.

—Habrá sido como un fantasma, porque no recuerdo haberlo visto —mira hacia el agua con tristeza.

Tyson hace una mueca ante ello, posa una mano en su hombro.

—Me dijo que podía venir si era discreto pero... ¡No puedo verte tan triste! —la abraza con expresión un tanto dramática—. Él no se dejaba ver cuando te cuidaba, pero siempre estuvo en los momentos que le necesitabas. A mí, ¡a mí también me ha ayudado mucho!

Piensa, ¿en qué momentos la habrá ayudado Poseidón? Cuando cayó de las escaleras efectivamente no.

— ¿La espada? —murmura, se separa y ve la sonrisa del cíclope—. ¿Él me dio la espada?

—Yo la hice, él te la dio —le dice como si fuese un secreto, con suma emoción.

— ¿Qué? —lo mira confundia, una vez más.

—Yo hice tu espada —toma el collar y lo observa con admiración—. La hice hace tiempo, fue de las primeras con la capacidad de cambiar de forma que hice. Cuando él me contó sobre ti yo... Yo quise dártela.

Permanece en silencio sólo escuchándolo.

— ¿Te ha servido?

—Que si me ha servido —repite y ríe—. ¡Me salvó la vida!

Sus ojos se cristalizan sin poder evitarlo, ríe sin parar, era demasiada información y no sabía cómo reaccionar.

—Estás riendo y llorando... Aún no lo comprendo —admite él con media sonrisa.

—Creía que a él no le importaba —se limpia las lágrimas—. Ahora resulta que él me ayudó y tú... Estás aquí e hiciste mi espada, yo... Necesito comer.

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