XVIII.
Poder.
Aquella fue la sensación que sintió el hijo de Poseidón al ver a Naruto acabar con facilidad con su enemigo.
- ¿Estas bien?-
Aquella pregunta distrajo a Percy de sus pensamientos trayendolo a la realidad. El semidiós del mar se tomo varios segundos para estudiar la voz de aquella pregunta.
Seguía siendo el mismo tono, pero podía sentirlo diferente. Como si toda inseguridad y miedo hubiese sido erradicado.
Levanto la mirada conectando sus ojos azules como el mar, con los azul zafiro de su amigo. Y por un breve segundo, inconscientemente, su cuerpo quiso hincar su rodilla. Como si estuviese en frente de un monarca.
- ¡Oy!- llamó por tercera vez Naruto sacudiendo sus manos delante de la cara del chico-. ¡Préstame atención, bastardo!-
- ¡Naruto! ¡Tú, estas despierto!-
- Creo que es algo obvio- contesto Naruto viendo hacía todos lados estudiando la situación.
Jamás se espero despertar y ver el campamento bajo ataque.
- Yo me encargo de los del frente-
Y sin dar tiempo a replicar, Naruto se lanzó hacía las tropas enemigas, con su katana en mano.
Entonces, Percy oyo un aullido detrás suyo. Una enorme sombra se abalanzó sobre los enemigos, quitándoles bruscamente del camino. Era la mole de la Señorita O'Leary.
- ¡Buena chica!- dijo una voz conocida.
Dédalo se abría paso con su espada desde la entrada del laberinto, abatiendo enemigos a diestra y siniestra y aproximándose a ellos.
Había alguien más a su lado: un gigante muchísimo más alto que los lestrigones, con un centenar de brazos sinuosos y cada uno de ellos con una roca de buen tamaño.
- ¡Briares!- gritó Tyson, asombrado.
- ¡Hola, hermanito!- bramó el gigante-. ¡Aguanta!-
Y mientras la Señorita O'Leary se hacía rápidamente a un lado, el centimano le lanzó a los enemigos una ráfaga de rocas que parecían aumentar de tamaño al salir de sus manos.
Y eran tantas que parecía que la mitad de la tierra hubiera aprendido a volar.
Una oleada de vítores estalló entre los campistas. Pero los enemigos no estaban vencidos aún.
- ¡Acaben con ellos!- chilló una dracaena-. ¡Matenlos a todos o Cronos los desollará vivos!-
Por lo visto aquella amenaza era más terrorífica que las fuerzas del Campamento.
Naruto ladeó la cabeza hacía un costado, esquivando una estocada de un semidiós enemigo. Sin piedad, tomo la cara de su enemigo y la estrello contra el suelo, dejándolo inconsciente.
Por otro lado, otro semidiós enemigo, se arrastraba por el suelo. Su sangre que emanaba de su pierna faltante manchaba la tierra, cortesía de Fenrir.
Un gigante sorprendió a Quirón con un golpe oblicuo en las patas traseras, que lo hizo trastabillar y caer.
Otros seis gigantes gritaron eufóricos y avanzaron corriendo.
- ¡No!- grito Percy, pero estaba demasiado lejos para echar una mano.
Y entonces sucedió.
Grover abrió la boca y de ella surgió el sonido más horrible que se haya oído. Era como una trompeta amplificada mil veces: el sonido del miedo en estado puro.
Los secuaces de Cronos, todos a una, soltaron sus armas y echaron a correr como si en ello les fuera la vida.
Los gigantes pisotearon a las dracaenae para huir primero por el laberinto. Los telekhines, los perros del infierno y los mestizos enemigos se apresuraban tras ellos a tropezones. El túnel se cerró, retumbando. La batalla había llegado a su fin.
El claro se quedó de repente en silencio, salvo por el crepitar del fuego en el bosque y los lamentos de los heridos.
Percy ayudo a Annabeth a ponerse de pie y corrieron hacia Quirón.
- ¿Te encuentras bien?- pregunto.
Estaba tendido de lado, tratando en vano de levantarse.
- ¡Qué embarazoso!- masculló-. Creo que me recuperaré. Por suerte, nosotros no les pegamos un tiro a los centauros cuando tienen... ¡aj!, una pata rota-
- Necesitas ayuda- dijo Annabeth-. Voy a buscar a un médico de la cabaña de Apolo-
- No- insistió Quirón-. Hay heridas más importantes que atender. Estoy bien. Grover... luego tenemos que hablar de cómo has hecho eso-
A la conversación se unió Naruto, quien llego sobandose una de sus orejas.
- Y vaya que gritó- exclamo el rubio tratando de aliviar el dolor en sus tímpanos.
Grover se ruborizó.
- No sé de dónde me ha salido-
Enebro lo abrazó con fuerza.
- ¡Yo sí lo sé!-
Antes de que alguien pudiera añadir más, Tyson grito:
- ¡Percy, deprisa! ¡Es Nico!-
Su ropa negra despedía humo. Tenía los dedos agarrotados y la hierba alrededor de su cuerpo se había vuelto amarilla y se había secado.
Percy le dio la vuelta con todo cuidado y le puso la mano en el pecho. El corazón le latía débilmente.
- Le está pasando lo mismo que a mi. Abusó de sus poderes- revelo Naruto viendo al niño.
- ¡Traigan néctar!- grito Percy.
Uno de los campistas de Ares se acercó cojeando y le tendió una cantimplora. Le echo a Nico en la boca un chorro de la bebida mágica. Empezó a toser y farfullar, pero sus párpados temblaron y se acabaron abriendo.
- ¿Qué te ha pasado, Nico?- pregunto-. ¿Puedes hablar?-
Asintió débilmente.
- Nunca había intentado convocar a tantos a la vez. Me pondré bien-
Lo ayudaron a sentarse y le dieron un poco más de néctar. Los miró parpadeando, como si tratara de recordar quiénes eran, y se fijó en alguien que estaba detrás de Percy.
- Dédalo- graznó.
- Sí, muchacho- dijo el inventor-. Cometí un gran error. He venido a corregirlo-
Tenía varias heridas que sangraban aceite dorado, pero daba la impresión de estar mejor que la mayoría de ellos. Al parecer, su cuerpo de autómata se curaba por sí solo rápidamente.
La Señorita O'Leary le lamía las heridas de la cabeza y le iba dejando el pelo levantado de un modo muy gracioso. Un poco más allá, Briares estaba rodeado de un grupo de campistas y de sátiros maravillados. Tenía un aire tímido, pero estaba firmando autógrafos en armaduras, escudos y camisetas.
Naruto no entendía nada de lo que pasaba. Lo típico si apenas despertabas de un coma. Observo impresionado como Dédalo entregaba todo su trabajo a Annabeth. Y en un último acto, el arquitecto dio su vida, enterrando el laberinto para siempre.
Naruto contemplo la carnicería que se había producido en el claro del bosque, y luego los rostros agotados de sus amigos.
- Vamos- exclamó-. Tenemos cosas que hacer-
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Hubo demasiadas despedidas.
Entre los muertos se hallaba Lee Fletcher, de la cabaña de Apolo, que había caído bajo la porra de un gigante. Lo envolvieron en un sudario dorado sin ningún adorno.
El hijo de Dionisio que había sucumbido luchando con un mestizo enemigo fue amortajado con un sudario morado oscuro, con un bordado de viñas. Se llamaba Castor.
Tenía diecisiete años. Su hermano gemelo, Pólux, trató de pronunciar unas palabras, pero la voz se le estranguló y tomó la antorcha sin más.
Encendió la pira funeraria situada en el centro del anfiteatro y, en unos segundos, el fuego se tragó la hilera de mortajas mientras las chispas y el humo se elevaban al cielo.
Se pasaron el día siguiente atendiendo a los heridos, que eran prácticamente todos los campistas, excepto Naruto.
Los sátiros y las dríadas se afanaron en reparar los daños causados al bosque.
A mediodía, el Consejo de Sabios Ungulados celebró una sesión de urgencia en su arboleda sagrada.
La arboleda estaba atestada de sátiros, de dríadas e incluso de náyades que habían salido del agua, todos ellos, eran centenares, ansiosos por oír lo que había sucedido. Enebro, Annabeth y Percy permanecían junto a Grover.
Naruto estaba a varios metros de allí, apoyado en un árbol de brazos cruzados, escuchando la reunión. No sabía nada de lo que había pasado, por eso mismo se quedo aparte de la situación, siendo solo un espectador más.
Cuando el relato concluyó, el señor D asintió.
- Da la impresión de que Pan habría hecho una cosa así. Grover tiene razón: esa búsqueda es agotadora. Deben empezar a pensar por su propia cuenta- se volvió hacia un sátiro-. ¡Tráeme unas uvas peladas, rápido!-
- ¡Sí, señor!- el sátiro salió corriendo.
- ¡Hay que desterrar al traidor!- insistió Sileno.
- Y yo digo que no- le replicó Dionisio-. Ese es mi voto-
- Yo también voto que no- intervino Quirón.
Sileno apretó los dientes con aire testarudo.
- ¿A favor de desterrarlo?-
El mismo y los otros dos viejos sátiros alzaron la mano.
-Tres a dos- sentenció Sileno.
- Sí- dijo Dionisio-. Pero, por desgracia para ti, el voto de un dios vale por dos. Y como he votado en contra, estamos empatados-
Sileno se puso de pie, indignado.
- ¡Esto es un escándalo! ¡El consejo no puede permanecer en semejante callejón sin salida!-
- Entonces, ¡disuelve el consejo!- replicó el señor D-. Me tiene sin cuidado-
Sileno le hizo una envarada reverencia y abandonó la arboleda con sus dos colegas. Unos veinte sátiros los siguieron. Los demás permanecieron en su sitio, murmurando con inquietud.
- No se preocupen- intervino Grover-. No necesitamos a un consejo que nos diga lo que debemos hacer. Eso podemos deducirlo por nuestra cuenta-
Repitió otra vez las palabras de Pan: que debían contribuir a salvar la vida salvaje aunque fuese poco a poco.
Luego empezó a dividir a los sátiros en grupos: los que se ocuparían de los parques nacionales, los que debían salir en busca de los últimos rincones salvajes y los que habían de defender los parques de las grandes ciudades.
- Bueno- exclamo Naruto llegando al lado Percy-. Me parece que Grover se nos está haciendo mayor-
- No es el único-
La voz de Dionisio paro en seco toda conversación en el lugar. Sus ojos estaban enfocados en el hijo de Nyx.
- Dime, chico. ¿Qué se siente ser un dios?-
Aquella revelación dejo conmocionado a la multitud. Los ojos de todos viajaron hasta Naruto, quien mostraba una pequeña sonrisa en su rostro.
- Ni idea, ya que no lo soy-
Lo dicho por el chico hizo entrecerrar la mirada del dios del vino.
- No mientas, Raruto Luzumaki-
Los orbes zafiros de Naruto brillaron con intensidad.
- Primero, es Uzumaki Naruto. Y segundo, no soy un dios-
- Sigue mintiendo, y te irá mal. Puedo reconocer a un dios cuando lo veo, y tú, tienes el poder de uno-
Naruto se quedo callado, y llevo una de sus manos hasta su collar, invocando su katana. Su arma viajo hasta la palma derecha de su mano, e hizo un pequeño tajo.
La sangre comenzó a gotear.
Dionisio se sorprendió al ver esto. Después de todo, la sangre era de un color rojo.
- Esto demuestra que no soy un dios. Sigo siendo un semidiós- exclamó serio Naruto extendiendo su palma herida hacía el frente, siendo vista por todos.
- Pero puedo sentir tu poder, y no hay duda que se trata de el de un dios. Los dioses menores tendrían serios problemas en una pelea contra ti- revelo Dionisio impresionando a todos.
- Un semidiós con el poder de un dios- expreso Annabeth llamando la atención de los presentes-. Esto conlleva muchas más cosas de las que se ven a simple vista-
- Habla- ordeno el dios del vino.
- Sigue siendo un semidiós, en otras palabras puede moverse libremente- aquellas palabras cambio la expresión de la mayoría, quienes habían entendido-. No está sujeto a las leyes divinas-
El silencio se volvió a instalar en el lugar.
- Los dioses no pueden enfrascarse en las batallas así sin más. Por eso los semidioses son sus medios para hacer las cosas. Los dioses no podrían enfrentarse a Naruto ya que es un semidiós, iría contra las leyes- exclamó Annabeth.
- Un semidiós con el poder de un dios, capaz de moverse libremente sin estar atado a las leyes antiguas- dijo Dionisio cerrando sus ojos, pensando-. Que aterrador... y útil-
- Pero, ¿como?- pregunto Percy.
- Nyx- respondió Naruto serio.
- ¿Tú madre?-
La mirada de Naruto se clavó en el hijo del dios de mar. Al ver aquellos zafiros, Percy, sintió como si estuviese cayendo por un pozo directo al Tártaro.
- Esa mujer, no merece ese titulo. No es nadie para mi. Nunca lo fue- exclamó Naruto serio.
- (Algo me dice... que está por arder Troya)- pensó el dios del vino viendo irse a Naruto.
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Después de la cena, todos los campistas se encaminaron hacia el anfiteatro, donde la cabaña de Apolo les había prometido un espectacular recital a coro para levantar el ánimo.
A lo lejos de allí, en la orilla del rio, Naruto estaba sentado viendo las estrellas. Siempre lo relajaban.
Su mente estaba ocupada en muchas cosas. Tenía que ponerse al corriente de todo. Giro su cabeza para ver a Dionisio detrás suyo, de pie, aún usando su traje negro.
- Acompáñame- indicó.
- ¿Adonde?- pregunto, suspicaz.
-A la hoguera del campamento. Estaba empezando a sentirme bien, así que se me ha ocurrido hablar un rato contigo. Tú siempre consigues ponerme de mal humor-
Una pequeña risa nació de Naruto.
Caminaron en silencio por el bosque.
- Hemos sufrido muchas traiciones- empezó-. Las cosas no pintan bien para el Olimpo. Y aunque Zeus no quiera decirlo, necesitamos tu ayuda-
Naruto no respondió, pero por un simple gesto de cabeza, Dionisio entendió que siguiera hablando.
- Como ya sabes hoy en la reunión he dicho que las cosas están mal. Los dioses menores se están cambiando de bando. Morfeo se ha pasado al enemigo. Hécate, Jano y Némesis también-
- No será lo que creo, ¿verdad?- exclamó Naruto.
- Lo es, Naruto- contesto serio-. Los doce olímpicos, queremos que les des caza-
- Esta bien- respondió serio-. Lo haré, pero con una condición-
- ¿Cual?-
Naruto contemplo a Clarisse y a Chris cantando estúpidas canciones de campamento y tomándose de las manos en la oscuridad, donde creían que nadie los veía, no pudo reprimir una sonrisa.
- Pues...-
Aquella noche ocultos entre las sombras, Naruto y Fenrir desaparecieron del campamento por todo el verano. Nadie, salvo los dioses sabían donde estaba.
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Manhattan. Varios meses después de aquella noche.
Los ojos zafiros de la persona estudiaban todo a su alrededor, tratando de averiguar el mínimo rastro de su presa. Estaba parado en la cornisa del techo de un edificio a más de 100 metros del suelo.
El viento agitaba sus cabellos rubios.
- Eres difícil de encontrar, Hécate- exclamó la persona tratando de buscar a su objetivo-. Tch- chasqueó su lengua al no ver ningún rastro.
Había cambiado un poco en estos meses. Creció un par de centímetros, llegando al metro ochenta y cinco. Iba con una remera corta blanca, vaqueros negros y una garbandina encima.
- Hoy es el cumpleaños quince de Percy- dijo Naruto-. Tú que dices, ¿vamos a su fiesta?-
Detrás de él, acostado, estaba Fenrir. El lobo también había crecido aún más, llegando a los dos metros y medio de altura. Algo que daba miedo a sus oponentes.
Fenrir solo dio un gruñido como respuesta.
- Seguro estará comiendo un pastel azul- rió comenzando a caminar en dirección a la casa de su amigo.
Dejaría la caza para más tarde. Y sobre todo había algo más que lo mantenía nervioso.
Había averiguado que ciertas cazadoras cruzarían la cuidad en unos días.
- (Zoë)- pensó sonriendo.
La última vez que la había visto fue cuando cayo en coma hacia ya casi un año. Lo último que recordaba de ella, fue su rostro preocupado.
- (Aunque los demás me dijeron que me estuvo cuidando)- pensó Naruto.
Imaginarse a la cazadora cuidándolo, mientras el estaba en coma, hacía que a su mente venga aquella imagen de Zoë sonriendo.
Naruto gano un pequeño sonrojo frente aquel recuerdo.
Fin del capítulo.
Espero que les haya gustado.
¡El próximo capítulo dará inicio al arco final del fic!
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