XII.
La estatua los sujetaba con fuerza; no podían caer, pero aun así Thalia se aferraba al brazo de bronce como si le fuera la vida en ello.
- Avísame cuando esto haya terminado- dijo Thalia, apretando los párpados.
- Todo va bien- la tranquilizo Percy.
- ¿Volamos... muy alto?-
Miro hacia abajo. A sus pies desfilaba a toda velocidad una cadena de montañas nevadas. Estiro una pierna y le dio una patada a la nieve de un pico.
- No- dijo-. No tan alto-
- ¡Estamos en las Sierras!- gritó Zoë. Ella y Naruto volaban en brazos de la otra estatua-. Yo he cazado por aquí. A esta velocidad, llegaremos a San Francisco en unas horas-
- ¡Ah, qué ciudad!- suspiró un ángel-. Oye, Chuck, ¿por qué no vamos a ver a esos tipos del Monumento a la Mecánica, ese grupo escultórico de bronce que hay en el centro de la ciudad? ¡Ésos sí que saben divertirse!-
- ¡Ya lo creo, chico!- respondió el otro-. ¡Decidido!-
- ¿Han visitado San Francisco?- pregunto Naruto.
- Los autómatas también tenemos derecho a divertirnos de vez en cuando- repuso Hank-. Los mecánicos nos llevaron al Museo Young y nos presentaron a esas damas esculpidas en mármol, ¿sabes? Y...-
- ¡Oye! ¡No hacía falta ese dato!- exclamo Naruto un poco sonrojado al haber entendido.
Zoë y Grover eran otros dos que dieron un suspiro de alivio al no tener que escuchar detalles.
Thalia no se había enterado al tener su mente concentrada en cerrar sus ojos. Y Percy, era Percy.
- Ah, cierto- si las estatuas de bronce pueden sonrojarse, hubiesen jurado que Hank se ruborizó-. Sigamos volando-
Aceleraron. Era evidente que los dos ángeles estaban entusiasmados. Las montañas se fueron convirtiendo en colinas y pronto empezaron a sobrevolar tierras de cultivo, ciudades y autopistas.
Grover tocaba sus flautas para pasar el rato. Zoë, aburrida, se puso a lanzar flechas a las vallas publicitarias que desfilaban a sus pies. Cada vez que pasaban un gran centro comercial —y los vieron a docenas—, ella le hacía unas cuantas dianas al rótulo de la entrada a ciento sesenta por hora. De vez en cuando charlaba con Naruto, aunque trataba de evitarlo por aquellas sensaciones que surgían cuando lo veía.
Thalia mantuvo los ojos cerrados todo el trayecto. No paraba de murmurar entre dientes, como si estuviera rezando.
- ¿Dónde quieren aterrizar, chicos?- preguntó Hank, despertando de la siesta a unos cuantos.
Naruto miro hacia abajo, y soltó un silbido.
Era una de las ciudades más bonitas que había visto en su vida: una especie de Manhattan más pequeño y más limpio, rodeado de colinas verdes. Había una gran bahía, barcos, islas y botes de pesca, y el puente Golden Gate destacaba entre la niebla.
- Allí- propuso Zoë-.Junto al edificio Embarcadero-
- Buena idea- dijo Chuck-. Hank y yo podemos camuflarnos entre las palomas-
Todos se lo quedaron mirando.
- Era broma- se apresuró a aclarar-. ¡Uf! ¿Es que las estatuas no pueden tener sentido del humor?-
Al final, resultó que no había necesidad de camuflarse. Era muy temprano y casi no había gente circulando. Eso sí: dejaron completamente patidifuso a un vagabundo que andaba por el muelle. El hombre dio un alarido al verlos aterrizar y salió corriendo y gritando que venían los marcianos.
Hank y Chuck se despidieron y salieron volando para irse de juerga con sus colegas de bronce. Y entonces cayeron en la cuenta de que ignoraban su próximo paso.
Habían llegado a la costa Oeste. Artemisa tenía que estar allí, en algún sitio. También Annabeth esperaba. Pero no sabían cómo íban a encontrarlas y al día siguiente era el solsticio de invierno. Tampoco tenían la menor idea sobre el monstruo que Artemisa había estado persiguiendo. Se suponía que él saldría a su encuentro durante la búsqueda, que él les « mostraría la senda», según el Oráculo. Pero no había sido así. Y ahora estaban allí atascados, en el muelle de los transbordadores, con escaso dinero, sin amigos y sin suerte.
Tras un breve cambio de opiniones, llegaron a la conclusión de que había que averiguar quién era aquel monstruo misterioso.
- ¿Y cómo vamos a averiguarlo?- preguntó Naruto.
- Nereo- respondió Grover.
- ¿Cómo?-
- ¿No es lo que te dijo Apolo?- dijo Grover viendo a Percy-. ¿Que encontraras a Nereo?-
El hijo de Poseidón asintió. Había olvidado por completo su última conversación con el dios del sol.
- El viejo caballero del mar- recordó-. Por lo visto, tengo que encontrarlo y obligarlo a que nos diga lo que sabe. Pero ¿cómo lo encuentro?-
Zoë hizo una mueca.
- ¿El viejo Nereo?-
- ¿Lo conoces?- preguntó Thalia.
- Mi madre era una diosa del mar. Sí, lo conozco. Por desgracia, nunca es demasiado difícil de encontrar. Simplemente, has de seguir el olor-
- ¿Qué quieres decir?- pregunto.
- Ven- dijo ella sin ningún entusiasmo- Te lo mostraré- exclamo para ver al rubio-. Tú también, necesito tu ayuda-
- ¿Mía?- pregunto señalándose.
- Si, necesito ese gusto horrible por la ropa que tienes-
- ¡¿Eh?!- exclamo Naruto-. ¿Gusto horrible? Si me veo genial- dijo viendo su vestimenta.
Percy comprendió que estaba metido en un lío cuando se detuvieron en un local de ropa de beneficencia. Cinco minutos más tarde, Zoë y Naruto lo habían equipado con una andrajosa camisa de franela y unos tejanos tres tallas más grandes, además de unas zapatillas rojas y un enorme gorro multicolor.
- ¡Ya lo creo!- dijo Grover, a punto de estallar en carcajadas-. Ahora pasas completamente desapercibido-
Zoë asintió satisfecha.
- Un típico vagabundo-
- Muchas gracias- refunfuñó-. ¿Para qué tengo que vestirme así?-
- Ya te lo he dicho. Para no desentonar-
Los condujo de nuevo al muelle. Tras un buen rato buscando, Zoë se detuvo en seco. Señaló un embarcadero donde un grupo de vagabundos se apretujaban cubiertos de mantas, aguardando a que abrieran el comedor de beneficencia.
- Tiene que estar allá abajo- dijo Zoë-. Nunca se aleja demasiado del agua. Le gusta tomar el sol durante el día-
- ¿Cómo sabré quién es?-
- Tú acércate a hurtadillas. Actúa como un vagabundo. Lo reconocerás. Huele de un modo... distinto-
- Estupendo- prefirió no pedir más detalles-. ¿Y cuándo lo encuentre?-
- Agárralo. Y no lo sueltes. Él hará todo lo posible para librarse de ti. Haga lo que haga, no lo dejes escapar. Oblígalo a que te hable de ese monstruo-
- Nosotros te cubrimos las espaldas- dijo Thalia mientras le quitaba algo en la espalda de la camisa: un trozo de pelusa. A saber de dónde procedía-. Eh... bueno, pensándolo bien, te las cubriremos a distancia-
Grover y Naruto alzaron los pulgares, deseándole suerte.
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El grupo comenzó a bajar para observar a Percy sosteniendo a Nereo.
- ¡Lo tienes!- dijo Zoë.
- No hace falta que lo digas tan asombrada-
Nereo soltó un gemido.
- Ah, magnífico. ¡Una audiencia completa para presenciar mi humillación! ¿El trato de siempre, supongo? O sea, me dejas ir si respondo a tu pregunta-
- Tengo más de una- replico Percy.
- Sólo una pregunta por captura. ¡Son las reglas!-
Miro a sus compañeros.
Muchas cosas pasaban por sus pensamientos. Artemisa, Annabeth, el monstruo. Quería preguntar por la hija de Atenea, pero si lo hacía aquella muchacha jamás se lo perdonaría.
Suspiro.
- Muy bien, Nereo. Dime dónde puedo encontrar a ese monstruo terrible que podría provocar el fin de los dioses. El que Artemisa estaba persiguiendo-
El viejo caballero del mar sonrió, enseñando sus dientes verdes y enmohecidos.
- Ah, muy fácil- dijo en tono malvado-. Está aquí mismo- Y señaló el agua a sus pies.
- ¿Dónde?- pregunto.
- ¡Yo ya he cumplido el trato!- repuso, regodeándose. Y con un chasquido, se convirtió en un pez de colores y saltó al agua.
- ¡Me has engañado!- grito.
Thalia abrió unos ojos como platos.
- ¿Qué es eso?-
- ¡Muuuuuu!-
- Bessie- dijo-. Ahora no-
- ¡Muuuu!- insistió.
Grover sofocó un grito.
- Dice que ni se llama Bessie ni es una hembra-
- ¿Puedes entenderla, digo... entenderlo?-
Grover asintió.
- Es una forma muy arcaica de lenguaje animal. Pero dice que es un taurifidio-
- ¿Tau... qué?-
- Significa toro-serpiente en griego- explicó Thalia-. Pero ¿qué está haciendo aquí?-
- ¡Muuuu!-
- Dice que Percy es su protector- explicó Grover-. Y que está huyendo de los malos. Dice que están muy cerca-
- (¿Cómo se las arregla para sacar todo aquello de un simple « muuuu»?)- pensó Naruto tratando de recordar el nombre de aquel animal.
- Espera- dijo Zoë mirándolo-. ¿Tú conoces a esta vaca?-
Percy les contó la historia.
Naruto sacudió la cabeza, incrédulo.
- ¿Y habías olvidado contárnoslo?-
- Bueno... sí-
- ¡Seré idiota!- dijo Zoë de pronto-. ¡Yo conozco esta historia!-
- ¿Qué historia?-
- La guerra de los titanes. Mi padre me la contó hace miles de años. Esta es la bestia que estamos buscando-
- ¿Bessie?- miró al taurifidio-. Pero si es... una lindura. ¿Cómo podría querer destruir el mundo?-
De cuclillas, Naruto picaba con uno de sus dedos la mejilla del animal.
- (¿Esta cosa tiene el poder para destruir a los dioses?)- pensó siguiendo su acción.
- En eso estribaba nuestro error- prosiguió Zoë-. Habíamos previsto un monstruo enorme y mortífero, pero el taurifidio no acabará con los dioses de ese modo. Él debe ser sacrificado-
- ¡Muuuu!-
- Creo que esa palabra con « s» no le gusta- dijo Grover.
- ¿Cómo se atrevería alguien a hacerle daño?- pregunto Percy-. Es inofensivo-
Zoë asintió.
-Ya, pero matar a un inocente encierra un poder. Un terrible poder. Hace eones, cuando nació esta criatura, las Moiras hicieron una profecía. Aquel que matase al taurifidio y sacrificara sus entrañas, dijeron, tendría el poder de destruir a los dioses-
- ¡Muuuu!-
- Eh... creo que tampoco deberíamos hablar de « entrañas»- les advirtió Grover.
Thalia contempló asombrada al toro-serpiente.
- El poder de destruir a los dioses... ¿cómo? Es decir, ¿qué pasaría?-
- Nadie lo sabe- respondió Zoë-. La primera vez, durante la guerra de los titanes, un gigante que se había aliado con ellos mató al taurifidio, pero tu padre, Zeus, envió un águila para que les arrebatara sus entrañas antes de que pudieran arrojarlas al fuego. Lo logró por muy poco. Ahora, tres mil años después, el taurifidio ha vuelto a nacer-
Thalia se acuclilló y alargó una mano. Bessie acudió a su lado. Cuando ella le puso la mano en la cabeza, se estremeció.
Naruto entrecerró la mirada seriamente. La expresión de Thalia parecía algo... hambrienta.
- Tenemos que protegerlo- exclamo Naruto-. Si Luke le pone las manos encima...-
- Luke no vacilaría- musitó ella-. El poder de derrocar al Olimpo. Es... increíble-
- Sí, querida. Así es- dijo una voz masculina con acento francés-. Y ese poder lo vas a desencadenar tú-
El taurifidio soltó una especie de lamento y se sumergió.
Alzaron la vista. Estaban tan absortos que habían dejado que les tendieran una emboscada.
A sus espalda, con sus ojos bicolores reluciendo de maldad, estaba el doctor Espino. La mantícora en persona.
- Esto es peggg-fecto- dijo la mantícora, relamiéndose.
Llevaba un andrajoso impermeable negro sobre el uniforme de Westover Hall, también manchado y desgarrado. El pelo, antes al cero, le había crecido y se le veía erizado y grasiento. Tampoco se había afeitado últimamente y empezaba a asomarle una barba de brillos plateados. En resumen, no tenía mucho mejor aspecto que los tipos del comedor de beneficencia.
- Hace ya mucho tiempo, los dioses me desterraron en Persia- prosiguió la mantícora-. Me vi obligado a buscarme el sustento en los confines del mundo; tuve que ocultarme en los bosques y alimentarme de insignificantes granjeros. Nunca pude combatir con un héroe. ¡Mi nombre no era temido ni admirado en las antiguas historias! Pero todo eso va a cambiar. ¡Los titanes me honrarán y yo me daré un banquete con carne de mestizo!-
Tenía dos guardias a cada lado armados hasta los dientes. Eran algunos de los mercenarios mortales que había visto Percy en Washington. Dos más se habían apostado en el siguiente embarcadero, por si trataban de escapar. Había turistas por todas partes, caminando junto a la orilla o haciendo compras en las tiendas del muelle, aunque aquello no frenaría a la mantícora.
- ¿Y los esqueletos?- pregunto Naruto, sino estaban eran un problema menos.
Él sonrió, desdeñoso.
- ¡No necesito a esas estúpidas criaturas de ultratumba! ¿El General me había tomado por un inútil? ¡A ver qué dice cuando sepa que te he derrotado por mi cuenta!-
- (¡No puedo dejar que tengan a Bessie!)- pensó Naruto viendo para todos lados, en busca de una salida.
- Ya te derrotamos una vez- exclamo Percy.
- ¡Ja! Apenas tuvieron que combatir, con una diosa a su lado. Pero, ay... esa diosa está muy ocupada en este momento. Ahora no cuentan con ayuda-
Zoë sacó una flecha y le apuntó directamente a la cabeza. Los guardias que lo flanqueaban alzaron sus pistolas.
- ¡Espera!- la detuvo Naruto-. ¡No lo hagas!-
La mantícora sonrió.
- El chico tiene razón, Zoë Belladona. Guárdate ese arco. Sería una lástima matarte antes de que puedas presenciar la gran victoria de tu amiga Thalia-
- ¿De qué hablas?- gruñó Thalia, con el escudo y la lanza preparados.
- Está bien claro- dijo la mantícora-. Éste es tu momento. Para eso te devolvió a la vida el señor Cronos. Tú sacrificarás al taurifidio. Tú llevarás sus entrañas al fuego sagrado de la montaña y obtendrás un poder ilimitado. Y en tu decimosexto cumpleaños derribarás al Olimpo-
Todos quedaron mudos. Era tremendamente lógico. Sólo faltaban dos días para que Thalia cumpliera los dieciséis. Ella era hija de uno de los Tres Grandes. Y ahora tenía ante sí una elección: una terrible elección que podía implicar el fin de los dioses. Era tal como había predicho la profecía.
Thalia parecía estupefacta.
- Tú sabes que ésa es la opción correcta- continuó él-. Tu amigo Luke así lo entendió. Ahora volverás a reunirte con él. Juntos gobernarán el mundo bajo los auspicios de los titanes. Tu padre te abandonó, Thalia. Él no se preocupa por ti. Y ahora lo superarás en poder. Aplasta a los olímpicos, tal como se merecen. ¡Convoca a la bestia! Ella acudirá a ti. Y usa tu lanza-
- Thalia- dijo Percy-. ¡Despierta!-
Ella lo miró tal como lo había mirado la mañana en que despertó en la Colina Mestiza, aturdida y vacilante. Era casi como si no lo reconociera.
- Yo... no...-
- Tu padre te ayudó- exclamo-. Envió a los ángeles de metal. Te convirtió en un árbol para preservarte-
Su mano asió con fuerza la lanza.
Naruto miro a Grover, desesperado. Gracias a los dioses, comprendió a la primera lo que necesitaba. Se llevó su flauta a los labios y tocó un estribillo muy rápido.
- ¡Deténganlo!- ordenó la mantícora.
Los guardias seguían apuntando a Zoë y, antes de que entendieran que el tipo de las flautas era un problema más acuciante, empezaron a brotar ramas de las planchas de madera del muelle y se les enredaron en las piernas. Zoë lanzó un par de flechas que explotaron a sus pies y levantaron un sulfuroso humo amarillento. ¡Flechas pestilentes!
Los guardias se pusieron a toser como locos. La mantícora disparaba espinas que eran repelidas por el filo del arma del rubio.
- Grover- ordeno Percy-. Dile a Bessie que baje a las profundidades y no se mueva de allí-
- ¡Muuuu!-tradujo Grover.
El hijo del mar confiaba en que Bessie hubiese recibido el mensaje.
- La vaca...- murmuraba Thalia, aún confundida.
- ¡Vamos!- la arrastro escaleras arriba hacia el centro comercial.
Corrieron como alma que lleva al diablo, abriendose paso entre los turistas, y doblaron en la esquina de la tienda más cercana.
El grito de la manticora a sus secuaces se pudo escuchar:
- ¡Agárrenlos!-
La gente chilló al ver a los guardias disparando al aire.
Llegaron al final del muelle y se ocultaron tras un quiosco lleno de baratijas de cristal, como móviles de campanillas o cazadores de sueños que destellaban al sol. Había una fuente muy cerca. Abajo, un grupo de leones marinos tomaban el sol en las rocas. Toda la bahía de San Francisco se desplegaba ante ellos: el Golden Gate, la isla de Alcatraz y, más allá, hacia el norte, las colinas verdes cubiertas de niebla. Un momento ideal para una foto, salvo por el pequeño detalle de que iban a morir y estaba a punto de llegar el fin del mundo.
- ¡Salta por allí!- le dijo Zoë a Percy-. Tú puedes huir por el agua, Percy. Pídele auxilio a tu padre. Tal vez puedas salvar al taurifidio-
- No los abandonaré- contesto seguro-. Combatiremos juntos-
- ¡Tienes que avisar al campamento!- exclamo Naruto-. Para que al menos sepan lo que sucede-
Percy pareció fijarse en las baratijas de cristal, que formaban más de un arco iris a la luz del sol. Y había una fuente al lado.
- Avisar al campamento- murmuro-. Buena idea-
Destapó a Contracorriente y corto de un tajo la parte superior de la fuente. El agua manó a borbotones de la tubería y los roció a todos.
Thalia jadeó al contacto con el agua. La niebla que velaba sus ojos pareció disiparse.
- ¿Estás loco?- menciono viendo a su "primo".
Pero Grover lo había entendido. Ya estaba hurgando en sus bolsillos para encontrar una moneda. Lanzó un dracma de oro al arco iris que se había formado en la cortina de agua y gritó:
- ¡Oh, diosa, acepta mi ofrenda!-
La niebla empezó a ondularse.
- ¡Campamento Mestizo!- clamo Naruto entendiendo el plan.
Temblando entre la niebla, surgió la imagen de la última persona que hubiera querido ver Percy y Naruto en aquel momento: la del señor D, con su chándal atigrado, husmeando en la nevera.
Levantó la vista con aire perezoso.
- ¿Dónde está Quirón?- pregunto a gritos Percy.
- ¡Qué grosería!- El señor D bebió un trago de una jarra de zumo de uva-. ¿Así es como saludas?-
- Hola- se corregío-. ¡Estamos a punto de morir! ¿Dónde está Quirón?-
El señor D reflexionó. Los pasos y gritos estaban más cerca. Las tropas del mantícora estrechaban el cerco.
- A punto de morir...- musitó-. ¡Qué emocionante! Me temo que Quirón no está. ¿Quieres dejarle un recado?-
- Estamos perdidos-
Thalia aferró su lanza. Ahora parecía otra vez la Thalia furiosa de siempre.
- Moriremos luchando- aseveró.
- ¡Cuánta nobleza!- dijo el señor D, sofocando un bostezo-. ¿Cuál es el problema exactamente?-
Los ojos de Naruto comenzaban a teñirse de furia con cada palabra que el dios soltaba.
Sin creer que sirviera de algo, Percy le habló del taurifidio.
- Humm...- estudió los estantes del frigorífico-. Así que es eso. Ya veo-
- ¡Ni siquiera le importa!- chilló Naruto-. ¡Preferiría vernos morir!-
- Veamos. Me parece que me apetece una pizza esta noche-
Naruto quería dar un tajo a través del arco iris y desconectar, pero no tuvo tiempo, porque la mantícora gritó « ¡Allí!», y de inmediato se vieron rodeados. Dos guardias permanecían detrás de él. Los otros dos aparecieron en el techo de las tiendas que quedaban sobre sus cabezas. La mantícora se quitó el impermeable y adoptó su auténtica forma, con sus garras de león y su cola puntiaguda y erizada de púas venenosas.
- Magnífico- dijo. Echó un vistazo a la imagen de la niebla y sonrió con desdén.
Estaban solos, sin ninguna ayuda tangible. Fantástico.
- Podrías pedir socorro- murmuró el señor D, como si encontrara divertida la idea-. Podrías decir « por favor»-
Los dientes de Naruto comenzaban apretarse con más fuerza. Jamás lo haría.
Sabía que si se empleaba al fondo, a su cien porciento, podría derrotarlos a todos. Pero, ¿y sus amigos?.
No podría pelear y proteger al mismo tiempo. En medio de todo, alguno sería asesinado.
Zoë preparó sus flechas. Grover se llevó a los labios sus flautas. Thalia alzó su escudo mientras una lágrima se resbalaba por su mejilla.
El dios seguía esperando, todo con una pequeña sonrisa en su rostro.
- (Naruto)- pensó Zoë viendo al semidiós-. (¿Realmente eres igual a él?)- la imagen de Hércules pasó por sus recuerdos-. ¿Prefieres que alguien salga asesinado antes que tu orgullo?- exclamo en un susurro.
Susurro que fue escuchado por Naruto.
Fugazmente recordó a Bianca. Luego observo la lágrima salada resbalandose por la mejilla de Thalia. Aquello ya le había sucedido una vez. La hija de Zeus había quedado acorralada en la Colina Mestiza y había dado su vida de buena gana por sus amigos. Pero ahora no podría salvarlos.
Naruto cerró sus párpados, dejándolos así por dos o cuatro segundos.
- Por favor, señor D- murmuró Naruto-. Socorro-
Por supuesto, no pasó nada.
La mantícora sonrió de oreja a oreja.
- Dejen a la hija de Zeus con vida. Ella se nos unirá muy pronto. A los demás, matenlos-
Los tipos apuntaron con sus pistolas. Y entonces pasó algo muy raro. Todos sintieron alrededor una oleada parecida y un sonido que recordaba a un gran suspiro. El sol se tiñó de color morado. Les llegó un olor de uvas y de algo más agrio: de vino.
¡Crac!
Era el ruido de muchas mentes descuajaringándose al mismo tiempo. El sonido de la locura. Un guardia se metió la pistola entre los dientes como si fuera un hueso y empezó a correr a cuatro patas. Otros dos tiraron sus armas y se pusieron a bailar un vals. El cuarto acometió lo que parecía una típica danza irlandesa.
- ¡Qué les pasa, maldita sea!- chilló la mantícora-. ¡Yo me encargaré de ustedes!-
Su cola se erizó, lista para disparar, pero entonces brotaron enredaderas del suelo entarimado y empezaron a envolver su cuerpo a una increíble velocidad. Por todas partes surgían hojas y racimos de uvas verdes que maduraban en cuestión de segundos mientras la mantícora se debatía y daba alaridos. En un abrir y cerrar de ojos, fue engullida por una masa de enredaderas, hojas y racimos de uva morada. Cuando las uvas dejaron de cimbrearse, tuvieron la sensación de que la mantícora había sucumbido allí dentro.
- Bueno- dijo Dionisio, cerrando el frigorífico-. Ha sido divertido-
Percy lo miró horrorizado. Naruto solo veía a su alrededor viendo todo lo que aquel dios había hecho.
- ¿Cómo ha...? ¿Cómo...?-
- Menuda gratitud- murmuró-. Los mortales se recuperarán. Habría que dar muchas explicaciones si volviera permanente su estado. No soporto tener que escribirle informes a mi padre-
Miró a Thalia con rencor.
- Confío en que hayas aprendido la lección, chica. No es fácil resistir la tentación del poder, ¿verdad?-
Thalia se ruborizó, avergonzada.
- Señor D- dijo Grover, atónito-. Nos... Nos ha salvado-
- Hum... No hagas que me arrepienta, sátiro. Y ahora, en marcha, Percy Jackson, y Uzumaki Naruto. Solamente les he hecho ganar unas horas como máximo-
- El taurifidio- dijo Percy-. ¿Podría llevárselo al campamento?-
El señor D arrugó la nariz.
- Yo no transporto ganado. Eso es problema tuyo-
- ¿Y adónde vamos?-
Dionisio miró a Zoë.
- Creo que eso lo sabe la cazadora. Tienen que entrar hoy a la puesta de sol, ¿entiendes?, o todo estará perdido. Y ahora, adiós. Me espera mi pizza-
Se despidió con una mano y su imagen se disolvió en la niebla.
Los secuaces de la mantícora continuaban haciendo locuras alrededor de ellos. Uno de ellos se había tropezado con aquel vagabundo y ambos se habían enzarzado en una conversación muy seria sobre los ángeles metálicos de Marte.
Otros se dedicaban a molestar a los turistas, haciendo ruidos guturales y tratando de robarles los zapatos.
Zoë se acerco hasta llegar al lado de Naruto.
- No todos abandonan su orgullo para pedir ayuda cuando la necesitan- dijo la cazadora conectando su mirada con la azul zafiro del chico.
- Yo solo... hice lo necesario para salvar a todos-
- Realmente- hablo Zoë con una pequeña sonrisa-. No eres como los demás-
Naruto sonrió de lado.
- ¿Y eso es bueno o malo?-
Su pregunta no fue respondida.
Percy miró a la cazadora.
- ¿Es verdad que tú sabes adónde tenemos que ir?-
Señaló al otro lado de la bahía, más allá del Golden Gate. A lo lejos, una montaña se elevaba por encima de las primeras capas de nubes.
- Al jardín de mis hermanas- contestó-. Debo volver a casa-
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El lugar estaba lleno de oscuridad y tinieblas. Solo unas pocas antorchas encendidas daban luz.
En medio de todo, un trono. Su apariencia era un poco intimidante al estar decorado con calaveras.
Sentada en él. Una mujer. Su belleza no era humana, demostrando que no lo era. Su cabello oscuro ondeaba levemente gracias al tenue viento. Sus labios estaban pintados de un color rojo vino.
Y en aquel rostro había una sonrisa.
- Sigue~-
La mirada de la mujer estaba enfocada en aquella pequeña pantalla. Donde la imagen de Uzumaki Naruto estaba siendo mostrada.
Nyx, la diosa de la noche, siguió observando a su hijo.
Fin del capítulo.
Espero que la situación en la que se vio Naruto haya quedado bien. Quiero dar a entender que Naruto podía contra todos, si hubiese estado el solo. Al estar acompañado, no puede protegerlos y atacar. En consecuencia, habría vencido, pero alguien hubiese muerto.
Espero que les haya gustado.
Nos leemos en otro fic.
Bye-bye~
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