XI.
La primera vez que conoció a Uzumaki Naruto, este, apenas era un niño. Al ver sus facciones era más que obvio pensar que sería hijo de Apolo. Pero no, se había equivocado.
Ese pequeño niño era hijo de Nyx, una diosa primordial. Su poder sería equiparable a los hijos de los tres grandes, o incluso superior.
Por esto, y por toda su experiencia con héroes, era más que obvio pensar que ese pequeño niño crecería para ser iguales a la mayoría.
Arrogantes, ambiciosos, egoístas, orgullosos, etc.
Pero se había equivocado de nuevo. Aquel niño ligado a la noche era como un pequeño sol, iluminando hasta el ultimo rincón de oscuridad.
Y ahora la cazadora observaba la espalda de aquel semidiós. Aquel semidiós que poco a poco se colaba más en sus pensamientos, y generaba sensaciones dentro suyo que eran desconocidas.
Zoë camino hasta llegar aún lado del rubio, que se encontraba sentado sobre un pedazo de chatarra, viendo hacía el frente, a ningún punto en especifico.
Nadie hablo, inundando el ambiente de silencio.
- Uzumaki Naruto, hijo de Nyx- dijo sarcástico Naruto-. Uno de los semidioses más fuertes de los últimos tiempos- exclamo con un tono de voz más furioso.
El silencio se volvió a instalar por varios segundos.
- ¿De que me sirve ser fuerte, sino puedo protegerlos?- dejo escapar Naruto aquella pregunta.
Zoë había visto aquella mirada que poseía el chico ahora. Era la misma que tuvo ella hace tiempo atrás.
- Es la primera vez que pierdes a un compañero, ¿verdad?- afirmo Zoë viendo también hacía el frente.
Naruto dio un pequeño asentimiento con la cabeza.
- Tengo dos mil años siendo cazadora. Y aún así, aún después de tanto tiempo, nunca te acostumbras a la perdida- exclamo dándose la vuelta para marcharse-. Nunca se podrá salvar a todos, no importa tu fuerza, incluso si eres más poderoso que un dios-
- Yo solo... tengo cosas que replantearme- exclamo Naruto con un tono de voz bajo.
Zoë no dijo nada empezando a irse, tras varios pasos se detuvo.
- ¿Sabes?- dijo mostrando una muy pequeña sonrisa-. Te diré las mismas palabras que me dijiste: No cargues con todo tu solo, al lado tuyo, tienes a gente que te ayudará- sentencio sonriendo.
Se giro, dejando de ver al chico, y su sonrisa se transformo en una mueca de tristeza. Tal y como había dicho, por más tiempo que pasará, nunca se acostumbraria a la perdida de una compañera.
Naruto por el rabillo del ojo observo a la chica irse, seguramente iría a un lugar alejado a desahogarse de su tristeza.
- (Idiota)- pensó Naruto habiéndose dado cuenta de aquella sonrisa falsa-. Das consejos, pero no los usas. Realmente, tú...- susurro con una pequeña sonrisa.
Se quedo callado viendo a ningún punto en especifico. Tenía muchas cosas en las que pensar, y muchas tendrían que cambiar.
El Olimpo necesitaba un cambio.
Y él, se lo daría.
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A la salida del vertedero, tropezaron con un camión de remolque tan desvencijado que parecía que también lo hubiesen dejado allí como chatarra. Pero el motor arrancó y tenía el depósito casi lleno, así que decidieron tomarlo prestado.
Thalia conducía, pues parecía menos aturdida que los demás.
- Los guerreros-esqueleto aún andan por ahí- les recordó-. Hay que seguir adelante-
Avanzaron por el desierto bajo un cielo límpidamente azul. La arena brillaba de tal modo que no podías ni mirarla. Zoë iba en la cabina con Thalia; Grover, Naruto, y Percy, en la caja, apoyados en el cabrestante. El aire era caliente y seco, pero el buen tiempo parecía un insulto después de perder a Bianca.
Percy llevaba apretada en la mano la figurita que le había costado la vida a la chica. Aún no tenía claro qué dios se suponía que era. Nico lo sabría.
¿Qué iba a decirle a Nico? Era lo que pensaba el hijo de Poseidón.
Quería creer que Bianca seguía viva en alguna parte. Pero tenía el funesto presentimiento de que había desaparecido para siempre.
- Tendría que haberme tocado a mí- dijo Percy-. Tendría que haberme metido yo en el gigante-
- ¡No digas eso!- exclamo Grover, alarmado-. Bastante terrible es que hayamos perdido a Annabeth. Y ahora a Bianca. ¿Crees que podría resistirlo?- se sorbió la nariz-. ¿Crees que habría alguien dispuesto a ser mi mejor amigo?-
- Ay, Grover...-
Se secó los ojos con un pañuelo grasiento que le manchó la cara, como si llevara pinturas de guerra.
- Estoy... bien-
Pero no lo estaba. Desde lo sucedido en Nuevo México con aquel viento salvaje que había soplado de repente, se lo veía más frágil y sentimental que de costumbre. Nadie se atrevía a hablar de ello, porque igual empezaba a sollozar.
- (Tener un amigo que pierde la calma más fácilmente que uno no deja de ofrecer una ventaja)- pensó Naruto sonriendo un poco al ver la escena entre aquel par-. (No puedo continuar deprimido. Tengo que dejar de pensar en Bianca hasta que termine la misión y espolear a los demás, tal como Thalia)- pensó viendo ahora hacía la cabina-. (Me pregunto de qué estarán hablando aquellas dos)-
Se les acabó el depósito a la entrada de un cañón. Tampoco importaba, porque la carretera terminaba allí.
Thalia se bajó y cerró de un portazo. En el acto, reventó un neumático.
- Estupendo. ¿Y qué más?-
Naruto estudio el horizonte. No había mucho que ver. Desierto en todas direcciones y, aquí y allá, algún grupito de montañas peladas y estériles. El cañón era lo único interesante. El río en sí mismo no era gran cosa: tendría unos quince metros de anchura y unos cuantos rápidos, pero había abierto una garganta muy profunda en mitad del desierto. Los riscos se precipitaban vertiginosamente a sus pies.
- Hay un camino- señaló Grover-. Podemos bajar al río-
Percy estiro el cuello para ver a qué se refería y descubrió por fin un saliente diminuto que bajaba serpenteando.
- Eso es un camino de cabras- dijo.
- ¿Y qué?- preguntó él.
- Que los demás no somos cabras-
- Podemos hacerlo. Me parece a mí-
Percy lo pensó dos veces. Había cruzado precipicios otras veces, aunque no le gustaban demasiado. Entonces miro a Thalia y vio lo pálida que se había puesto.
Su problema con las alturas... ella no lo conseguiría.
- Humm, no- dijo-. Creo que deberíamos ir corriente arriba-
- Pero...- protestó Grover.
- Vamos. Una caminata no nos vendrá mal-
Miró a Thalia. Sus ojos le dijeron « gracias».
Siguieron el curso del río durante un kilómetro y llegaron a una pendiente por la que era mucho más fácil bajar. En la orilla había un centro de alquiler de canoas, cerrado en aquella época del año. No obstante, dejaron un puñado de dracmas de oro en el mostrador con una nota que ponía: « Te debo dos canoas, amigo».
- Tenemos que ir corriente arriba- indicó Zoë. Era la primera vez que la oían desde la chatarrería y les inquietó lo mal que sonaba: casi como si tuviera la gripe-. Los rápidos son muy violentos-
- Eso déjamelo a mí- dijo Percy mientras transportaban las canoas al agua.
Antes que Thalia fuera con la cazadora, fue detenida por una mano sosteniendo su muñeca.
- ¿Qué pasa?- pregunto la chica viendo al rubio.
- Déjame ir a mi con Zoë, necesito hablarle- pidió Naruto.
Thalia pareció relajarse.
- Gracias. No sé si podré soportar más rato a solas con ella. Esa chica... empieza a inquietarme-
- Te debo una- exclamo Naruto.
Sonrió y, por un segundo, el chico recordo que le caía bien cuando no se dedicaba a gritar.
Luego se volvió y ayudó a Grover a preparar su canoa.
Al final, resultó que Percy ni siquiera tuvo que controlar las corrientes. En cuanto se metieron en el río, echo un vistazo al agua y descubrió a dos náyades mirándolo fijamente.
Tenían el aspecto de dos adolescentes normales, como las que puedes encontrar en cualquier centro comercial, salvo que estaban bajo el agua.
« Eh, chicas», las llamó.
Hicieron un sonido burbujeante que tal vez era una risita. No estaba seguro.
- « Vamos río arriba- les dijo-. ¿Podrían..?».
Ni siquiera le dejaron terminar la frase. Eligieron una canoa cada una y se pusieron a remolcarlos por el río. Salieron a tal velocidad que Grover se cayó dentro de su canoa y quedó con las pezuñas al aire.
- Odio a las náyades- refunfuñó Zoë.
Un chorro de agua saltó desde la parte trasera del bote y le salpicó toda la cara.
- ¡Demonios femeninos!- exclamo agarrando su arco.
Naruto solo soltó una pequeña risa. Las náyades al ver al rubio le guiñaron un ojo. Dicha acción solo causo aún más enojo en la cazadora, por alguna razón.
- Sólo están jugando- dijo el chico.
- Malditos espíritus del agua. Nunca me perdonarán-
Ante lo dicho por la chica Naruto solo entrecerró la mirada.
- Fue hace mucho. No importa- dijo Zoë volviéndose a colgarse el arco en el hombro.
Aceleraron río arriba; las paredes de roca se alzaban amenazadoras a ambos lados.
- Deberias seguir tus propios consejos- exclamo Naruto viendo la confusión en el rostro de Zoë-. Lo que le ocurrió a Bianca no es culpa tuya- dijo.
- No, Naruto- contesto-. Yo la empujé a participar en esta búsqueda. Fui demasiado impaciente. Era una mestiza muy poderosa. Tenía un corazón bondadoso también. Pensé que podría llegar a ser lugarteniente de las cazadoras-
- Ese puesto lo ocupas tú-
Ella retorció la correa de su carcaj. Parecía más cansada que nunca.
- No hay nada que dure siempre, Naruto. Durante dos mil años he dirigido la Cacería. Pero mi sabiduría no ha aumentado. Ahora, Artemisa en persona corre peligro-
- No puedes culparte también de eso-
- Si hubiera insistido en acompañarla...-
- ¿Y que hubieras hecho contra algo tan poderoso como para secuestrar a Artemisa? No habrías podido hacer nada-
Zoë no respondió.
Los riscos del cañón eran cada vez más altos. Sus sombras alargadas cubrían el agua y la enfriaban aún más, aunque el día fuese luminoso.
- Tú siempre serás su lugarteniente, es tu hogar. Sino, ¿cual más lo sería?- pregunto Naruto dirigiendo su mirada hacía el agua.
Ante aquella pregunta, Zoë se quedo observando al chico. Como si algo dentro suyo estuviese diciendo algo.
- No lo sé- contesto la cazadora.
- ¡Oigan!- llamó Percy desde la otra canoa junto a Grover y Thalia.
No podian seguir. El río estaba bloqueado. Un dique tan grande como un estadio de fútbol se alzaba ante ellos cerrandoles el paso.
- ¡La presa Hoover!- exclamo Thalia-. ¡Qué cool!-
Se quedaron boquiabiertos contemplando aquel muro curvado de hormigón que surgía de pronto entre las dos paredes del cañón. Había personas en lo alto del dique; se veían tan diminutas como moscas.
Las náyades los habían abandonado soltando gruñidos. No entendían qué decían, pero era obvio que odiaban aquel dique que bloqueaba su hermoso río.
Las canoas giraban sobre sí mismas y empezaban a moverse río abajo, impulsadas por el agua que dejaban escapar las esclusas.
- Doscientos metros de altura- dijo-. Construida en los años treinta-
- Treinta y cinco mil kilómetros cúbicos de agua- añadió Thalia.
Grover suspiró.
- El mayor proyecto constructivo de Estados Unidos-
Zoë los miró perpleja.
- ¿Cómo saben todo eso?-
- Annabeth- contesto Naruto-. A ella le gusta la arquitectura-
- Se volvía loca con estas cosas- dijo Thalia.
- Se pasaba todo el rato recitando datos- agregó Grover, sorbiéndose la nariz-. Una verdadera lata-
- Ojalá estuviese aquí- murmuró Percy.
Los demás asintieron. Parecía una crueldad del destino que hubieran llegado a la presa Hoover, uno de sus monumentos favoritos, y que ella no estuviera allí para verla.
- Tenemos que subir- exclamo Percy-. Aunque sólo sea por ella. Para poder decir que hemos estado-
- Tú estás loco- replicó Zoë-. Aunque... también es verdad que allí está la carretera- añadió señalando un enorme aparcamiento junto al dique-. Y las visitas guiadas-
Tuvieron que caminar casi una hora para hallar un camino que llevase a la carretera. Salieron al este del río y luego retrocedieron hacia el dique. Hacía frío y soplaba mucho viento allá arriba. A un lado, se extendía un inmenso lago encajonado entre montañas desérticas. Al otro lado, el dique descendía doscientos metros hasta el río en lo que parecía la rampa de monopatín más peligrosa del mundo.
Thalia caminaba por el centro de la carretera, para permanecer lo más alejada posible de los bordes del dique.
Grover husmeaba el aire, muy inquieto.
Naruto y Zoë estaban perdidos en sus pensamientos.
Ya era miércoles: sólo faltaban dos días para el solsticio de invierno y aún les quedaba mucho camino por delante.
- Había un bar en el centro turístico- dijo Thalia.
- ¿Ya has estado aquí?- pregunto Naruto.
- Una vez. Para ver a los guardianes- respondió señalando a un lado del dique. Excavada en el flanco de la roca, había una pequeña plaza con dos grandes esculturas de bronce. Se parecían a la estatua de los Oscar, pero con alas -. Consagraron esos guardianes a Zeus cuando fue construido el embalse- añadió-. Un regalo de Atenea-
Los turistas se agolpaban a su alrededor y parecía que todos contemplasen los pies de las estatuas.
- ¿Qué hacen?- pregunto Percy.
- Les frotan los dedos- explicó Thalia- Dicen que trae suerte-
- ¿Por qué?-
Ella meneó la cabeza.
- Los mortales se inventan cosas absurdas. No saben que las estatuas están consagradas a Zeus, pero intuyen que hay en ellas algo especial-
- Cuando estuviste aquí, ¿te hablaron o algo así?-
Su expresión se endureció.
- No- respondió-. En absoluto. Son dos estatuas de metal, nada más-
- Busquemos esa condenada taberna- concluyó Zoë, malhumorada-. Ya echemos un bocado mientras podamos-
Grover sonrió.
- ¿De qué te ríes?- le preguntó Zoë.
- No, de nada- respondió, aguantándose la risa-. Me zamparía unas condenadas patatas fritas-
Incluso Thalia se sonrió.
- Y yo he de ir al baño, maldición-
Tal vez sería porque estaban tensos y cansados, pero empezaron a reírse en voz baja.
Zoë los miraba perpleja.
- ¿Qué les pasa?-
- Voy a refrescarme el gaznate en esa taberna- dijo Grover.
Percy estallo en carcajadas.
- ¡Muuuuuu!-
Percy y Grover dejaron de reírse mirando extrañados a su alrededor.
- ¿Era una vaca lo que acabo de oír?-
- ¿Una condenada vaca?- dijo Thalia riendo.
-No- insistió Grover-. Hablo en serio-
Zoë aguzó el oído.
- No oigo nada-
Thalia miraba a su primo.
- ¿Te encuentras bien, Percy?-
- Sí. Adelántese ustedes. Yo voy enseguida-
- ¿Qué pasa?- le preguntó Grover.
- Nada. Necesito un minuto para pensar-
Los cuatro vacilaron, pero se percataron de la inquietud de Percy y al final se fueron al centro turístico.
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Varios minutos después.
El bar estaba lleno de chicos que disfrutaban de la mejor parte de la excursión, o sea, el menú infantil. Thalia, Zoë, Naruto y Grover ya se habían sentado con sus bandejas.
- ¡Tenemos que irnos!- jadeo Percy llegando al lugar-. ¡Ahora mismo!-
- Pero si acaban de servirnos nuestros burritos- se quejó Thalia.
- Eso- apoyo Naruto con su tazón de ramen.
Zoë se puso en pie, mascullando una maldición en griego antiguo.
- ¡Tiene razón! Miren-
El bar tenía grandes ventanales en los cuatro lados, lo cual les ofrecía una excelente panorámica del ejército de guerreros-esqueleto que habían venido a matarlos.
Contaron dos al este, bloqueando el paso hacia Arizona, y tres más al oeste, cubriendo la salida hacia Nevada. Todos iban armados con porras y pistolas.
Pero su problema inmediato estaba más cerca. Los tres que habían perseguido a Percy en la sala de turbinas aparecieron en las escaleras. Al verlo por la ventana, entrechocaron los dientes con avidez.
- ¡Al ascensor!- grito Grover.
Se disponian a correr hacia allí cuando se abrieron las puertas y salieron tres guerreros más. Ya estaban todos, salvo el que Bianca había destruido en Nuevo México. Los tenían rodeados.
Entonces Grover tuvo una idea brillante y muy propia de él.
- ¡Guerra de burritos!- chilló, y le lanzó su guacamole gigante al esqueleto más cercano.
La comida de Grover golpeó al esqueleto y le arrancó la calavera de cuajo. No se sabe que verían exactamente los otros chicos del bar, pero todos se pusieron como locos y empezaron a lanzarse los burritos, las patatas fritas y los vasos de refresco en medio de un griterío infernal.
Los guerreros-esqueleto intentaban apuntar con sus pistolas, pero era inútil. Los burritos y las bebidas volaban por todas partes.
En medio del caos, Naruto le dio una patada al pecho al esqueleto más cercano, al más estilo 300 la película.
Bajaron los peldaños de tres en tres mientras las raciones de guacamole volaban por encima de sus cabezas.
- ¿Y ahora qué?- pregunto Grover cuando salieron al exterior.
Nadie respondio. Los guerreros apostados en la carretera se acercaban por ambos lados. Corrieron hacia la plaza de las estatuas de bronce y se dieron cuenta demasiado tarde de que los tenían acorralados contra la roca.
Los esqueletos avanzaban formando una media luna. Sus compañeros venían desde el bar. Uno de ellos todavía se estaba colocando la calavera sobre los hombros. Otro venía cubierto de kétchup y mostaza. Y había dos más con burritos incrustados entre las costillas. Muy contentos no parecían. Sacaron sus porras y avanzaron.
- Cinco contra once- masculló Zoë-. Y ellos no mueren-
- Ha sido fantástico compartir esta aventura con ustedes- dijo Grover con voz temblorosa.
Naruto chasqueó la lengua con furia, como si las palabras del sátiro hubiesen sido una maldición.
- ¡Cierra el pico!- ordeno Naruto-. ¡No pienso perder a nadie más!- exclamo apretando los dientes con furia.
Dio un paso estando enfrente del grupo con su katana.
Percy contemplo a los dos gigantes de bronce detrás suyo, cada uno con dos alas grandiosas y tan afiladas como un abrecartas. La exposición a la intemperie los había vuelto de color marrón, salvo los dedos de los pies, que relucían como monedas recién acuñadas gracias a la costumbre de la gente de frotarlos para que les dieran suerte.
De repente pareció entender algo, como si hubiese completado un rompecabezas.
- Thalia- dijo-. Rézale a tu padre-
Ella le lanzó una mirada furiosa.
- Nunca responde-
- Sólo por esta vez- suplico-. Pídele ayuda. Creo que estas estatuas pueden darnos suerte-
Seis esqueletos los encañonaron. Los otros cinco se acercaban con sus porras.
Quince metros. Diez.
La katana de Naruto empezó a llenarse de oscuridad, lista para pelear.
- ¡Vamos, hazlo!-
- ¡No!- insistió Thalia-. No me va a responder-
- Esta vez es distinto-
- ¿Quién lo dice?-
Percy dudo.
- Atenea, creo-
Ella lo miró como si me hubiese vuelto loco.
- Prueba- suplicó Grover.
Thalia cerró los ojos y empezó a mover los labios en una plegaria silenciosa.
Los esqueletos estrecharon el cerco. Percy blandio su espada para defenderse. Thalia alzó su escudo. Zoë apartó a Grover de un empujón y apuntó con su arco a la cabeza de un esqueleto. Naruto estaba apunto de atacar.
En ese momento, una sombra se cernió sobre el grupo.
Los esqueletos levantaron la vista demasiado tarde. Hubo un destello de bronce y los cinco que se aproximaban con sus porras fueron barridos de un solo golpe.
Los otros abrieron fuego. Naruto trató de cubrir a Zoë, la más cercana a él, con su abrigo del León de Nemea. No hizo falta: los ángeles de bronce se adelantaron y desplegaron sus alas. Las balas resonaron en la superficie como la lluvia enfurecida en un tejado de chapa. Luego los dos ángeles se lanzaron sobre los esqueletos, que salieron despedidos hasta el otro lado de la carretera.
- ¡Chico, qué agradable resulta caminar!- dijo el primer ángel. Su voz sonaba metálica y oxidada, como si no hubiese echado un trago desde que lo habían esculpido.
- ¿Has visto cómo tengo los pies?- dijo el otro-. Sagrado Zeus, ¿en qué estarían pensando todos esos turistas?-
Aquellos dos ángeles los habían dejado pasmados, pero todavía estaban los esqueletos. Unos cuantos habían logrado reunir sus piezas y ya se incorporaban de nuevo, buscando a tientas sus armas con dedos esqueléticos.
- ¡Peligro!- exclamo Percy.
- ¡Sáquenos de aquí!- chilló Thalia.
Los dos ángeles bajaron la vista hacia ella.
- ¿La cría de Zeus?-
- ¡Sí!-
- ¿Cómo se piden las cosas, señorita hija de Zeus?- dijo uno de ellos.
- ¡Por favor!-
Los ángeles se miraron y se encogieron de hombros.
- Podríamos aprovechar para estirar los músculos-
Y antes de que se pudieran dar cuenta, uno de ellos había agarrado a Thalia, Grover y Percy, y el otro a Zoë y a Naruto y se elevaban ya sobre la presa y el río mientras entre las montañas reverberaba un eco de disparos. Los guerreros se fueron encogiendo allá abajo hasta convertirse en manchitas minúsculas.
Fin del capítulo.
Espero que les haya gustado.
¡Abrazos!
Bye-bye.
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