IX.

El grupo había llegado a los alrededores de una población de esquí enclavada entre las montañas. El cartel rezaba: « Bienvenido a Cloudcroft, Nuevo México». El aire era frío y estaba algo enrarecido.

Los tejados estaban todos blancos y se veían montones de nieve sucia apilados en los márgenes de las calles. Pinos muy altos asomaban al valle y arrojaban una sombra muy oscura, pese a ser un día soleado.

Incluso con su abrigo de piel de león, Naruto sentía frío cuando llegaron a Maine Street, que quedaba a un kilómetro de las vías del tren.

Solo quedaban cuatro días para el solsticio de invierno.

Se detuvieron en el centro del pueblo. Desde allí se veía casi todo: una escuela, un puñado de tiendas para turistas y una cafetería, algunas cabañas de esquí y una tienda de comestibles.

- Estupendo- dijo Thalia, mirando alrededor-. Ni estación de autobuses, ni taxis ni alquiler de coches. No hay salida-

- ¡Hay una cafetería!- exclamó Naruto.

-Sí- estuvo de acuerdo Zoë-. Un café iría bien-

-Y unos pasteles- añadió Grover con ojos soñadores-. Y papel de cera-

Thalia suspiró.

- Está bien. ¿Qué tal si van ustedes dos por algo de desayuno? Percy, Bianca, Grover y yo iremos a la tienda de comestibles. Quizá nos indiquen por dónde seguir-

- Está bien- expreso el hijo de Nyx yendo hacía la cafetería-. En quince nos reunimos aquí devuelta-

Indecisa, Zoë lo siguió hasta ponerse a la par suyo.

La campana colgada en la puerta sonó cuando Naruto la abrió, ingresando a la tienda. La cafetería no poseía ni muchas, ni pocas cosas. Solo lo esencial.

- ¿Tú que quieres? Yo invito- sonrió Naruto sacando un monedero con forma de sapo.

- Café- respondió la cazadora sin verle a los ojos.

- Oye- llamo el rubio acercándose hacía la chica quedando cara a cara-. ¿Sucede algo? Desde la mañana que pareces no dirigirme la palabra-

Al estar tan cerca, Zoë, por naturaleza, se sonrojo un poco y se puso levemente nerviosa.

- No es nada. Cosas mías- mintió dándole la espalda-. Iré por comida-

Naruto solo soltó un pequeño suspiro de resignación. El no había hecho nada malo. Bueno, o eso pensaba.

Una pequeña risa hizo voltear la mirada del semidiós hasta su origen. Apoyado detrás del mostrador se encontraba el dueño del local.

- ¡Ay, la juventud!- expreso el anciano.

Tras cinco minutos, el par salió de la tienda con nueva información: no había suficiente nieve para esquiar, y no había ningún modo fácil de salir del pueblo si no tenías coche.

- Bueno, la tenemos dificil- dijo el rubio cargando en sus brazos bebidas y pasteles.

- Tendremos que probar con el conjuro de rastreo- aconsejo Zoë, igual de cargada de comida en sus brazos.

El par caminaba uno al lado del otro viendo hacía el frente, en donde a cien metros, Percy, Bianca, y Grover los esperaban.

Unos pequeños copos de nieve caían tiñendo el cabello de ambos de blancura.

- Sabes- hablo Naruto-. Lo de ayer, no era broma- exclamo.

- ¿Qué cosa?- pregunto la cazadora desviando su vista hacía su compañero, error fatal.

- No estas sola. Siempre contarás conmigo- sonrió Naruto viéndola a los ojos-. Así que, no trates de cargar todo tu sola-

Verlo fue un error fatal. Porque en aquel misero segundo, Zoë quedo absorta en aquellos ojos azules que brillaban como un hermoso zafiro.

Fue unos pequeños segundos en los que la cazadora se olvido del mundo, y de todo.

- ¡Oy! ¡Tierra llamando a Zoë!- exclamo Naruto.

- ¡Ah, si! ¡Perdón, me quede pensando en otra cosa!- se excuso rápidamente viendo hacía otro lado, nerviosa.

- Solo quería decirte eso- dijo siguiendo su paso.

- Si- una pequeña sonrisa adorno el rostro de la hermosa chica.

Dándose cuenta que se había quedado unos pasos atrás, Zoë se apresuro quedando de vuelta a la par de aquel rubio.

La escena era hermosa. Aquellos dos caminado juntos, bajo los copos de nieve, riendo como niños pequeños. Sin duda, la noche estaba cayendo sobre la caza.

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El par había llegado al encuentro con los demás. Chocolate caliente para Bianca y para Percy. Café para Grover, Zoë y Naruto, fue la manera en la que se repartió la bebida.

Percy comía una magdalena de arándanos, y estaba tan buena que casi conseguía olvidarse de la mirada indignada que le dirigía Bianca.

- ¿Aún te quedan bellotas, Grover?- pregunto Zoë.

- Humm- farfulló. Estaba masticando una magdalena integral, con envoltorio y todo-. Creo que sí. Sólo tengo que...- se quedó petrificado.

Iban a preguntarle qué ocurría, cuando una cálida brisa pasó por el lado de todos, como si en mitad del invierno se hubiera extraviado una ráfaga primaveral. Aire fresco perfumado de sol y flores silvestres. Y algo más: como una voz que tratara de decir algo. Una advertencia.

Zoë sofocó un grito.

Grover dejó caer su taza decorada con un estampado de pájaros. De repente, los pájaros se despegaron de la taza y salieron volando: una bandada de palomas diminutas. La rata de goma de Percy soltó un chillido; correteó por la barandilla y se perdió entre los árboles. Una rata con pelaje y bigotes reales.

Grover se derrumbó junto con su taza de café, que humeó en la nieve. Lo rodearon de inmediato y trataron de reanimarlo. Él gemía y parpadeaba.

- ¡Escuchen!- dijo Thalia, que subía por la calle corriendo-. Acabo de... ¿Pero qué le ha pasado a Grover?-

- No lo sé- declaro Percy-. Se ha desmayado-

- Aggg...- gemía Grover.

- ¡Pues levántenlo!- ordenó Thalia. Empuñaba la lanza y miraba hacia atrás-. Hay que salir de aquí-

Habían llegado ya al extremo del pueblo cuando aparecieron los dos primeros guerreros-esqueleto.

Surgieron de los árboles que había a ambos lados del camino. En lugar del traje gris de camuflaje, ahora llevaban el uniforme azul de la policía estatal de Nuevo México, pero seguían teniendo piel gris transparente y ojos amarillos.

Desenfundaron sus pistolas.

Thalia le dio unos golpecitos a su pulsera. La Égida se desplegó en espiral en su brazo, pero los guerreros no se arredraron. Sus relucientes ojos amarillos los taladraban.

Percy saco a Contracorriente, aunque no sabía muy bien de qué le serviria contra un par de pistolas. Capaz pudiera desviarlas como hace Naruto con su katana.

Zoë y Bianca prepararon sus arcos. La pobre Bianca tenía ciertos problemas porque Grover seguía medio desmayado y apoyaba todo su peso en ella. Naruto se puso enfrente del sátiro y la cazadora, protegiéndolos de cualquier peligro, mientras su katana oscura brillaba entre tanto blanco.

- Retrocedan- dijo Thalia.

Empezaron a hacerlo, pero entonces oyeron un crujido de ramas. Tres guerreros esqueleto más aparecieron detrás. Estaban rodeados.

Percy se estaba preguntando dónde se habrían metido los demás guerreros esqueleto. Había visto una docena en el museo.

Entonces vio que uno se acercaba un teléfono móvil a la boca y decía algo. No hablaba, en realidad. Emitía un chirrido, como unos dientes royendo un hueso. Y de repente comprendió lo que sucedía: los guerreros-esqueleto se habían dispersado para buscarlos. Ahora estaban avisando a los demás. Muy pronto tendrían al equipo completo con nosotros.

- Está cerca- gimió Grover.

- En realidad, ya están enfrente nuestro- dijo burlón Naruto.

- No- insistio-. El regalo. El regalo del salvaje-

- Debemos combatir uno contra uno- dijo Thalia-. Cinco contra cinco-

-De acuerdo- repuso Zoë.

- ¡El Salvaje!- gimió Grover.

El primero en lanzarse fue Percy, siendo impulsado por los recuerdos de aquella charla del General, y la traición de Luke.

El primer guerrero-esqueleto disparó. El tiempo pareció ralentizarse. Percy la desvío con la hoja de su espada y siguio adelante.

- (Ey, eso era mío)- pensó Naruto haciendo un puchero.

La habilidad del hijo de Poseidón se hizo notar cuando venció a dos esqueletos con mediana facilidad. Sin darse cuenta que dos esqueletos dispararon de atrás.

- ¡Percy!- grito Thalia.

Tardo casi un segundo en comprender que no estaba muerto.

- No te distraigas- exclamo Naruto enfrente de Percy.

El hijo Nyx lo había protegido de los proyectiles con su abrigo del León.

Thalia arremetió contra el segundo esqueleto. Zoë y Bianca habían empezado a disparar sus flechas a los otros dos. Grover se mantenía en pie y extendía los brazos hacia los árboles, como si quisiera abrazarlos.

Se oyó un estruendo en el bosque, a la izquierda, algo parecido a una excavadora. Quizá llegaban refuerzos para los guerreros-esqueleto. Percy se puso de pie y esquivo una porra. El esqueleto que había cortado en dos se había recompuesto y se echaba otra vez sobre el.

No había modo de pararlos. Zoë y Bianca les disparaban a bocajarro, pero las flechas no les hacían mella. Uno de ellos embistió a Bianca. Creyeron que estaba perdida, pero ella sacó de improviso su cuchillo de caza y se lo clavó en el pecho. El guerrero entero ardió en llamas en el acto, dejando sólo un montoncito de ceniza y una placa de policía.

- ¿Cómo lo has hecho?- pregunto Zoë.

- No lo sé- dijo Bianca, nerviosa-. ¿Un golpe de suerte?-

- ¡Pues repítelo!-

Bianca lo intentó, pero los tres esqueletos restantes recelaban de ella y no se le acercaban. Los obligaron a retroceder blandiendo sus porras.

- Puedo mandarlos a volar- dijo Naruto mientas su katana se rodeaba de oscuridad.

- No, eres el más fuerte del equipo. Tienes que estar al 100%- exclamo Zoë a su lado.

- ¿Algún plan?- dijo Percy mientras se batían en retirada.

Nadie respondió. Inesperadamente, los árboles que había a espaldas de los guerreros empezaron a estremecerse y sus ramas a quebrarse.

- Un regalo- murmuró Grover entre dientes.

Entonces, con un poderoso rugido, irrumpió en el camino el cerdo más grande que hayan visto en sus vidas. Era un jabalí salvaje de unos diez metros de altura, con un hocico rosado y lleno de mocos y colmillos del tamaño de una canoa. Tenía el lomo erizado y unos ojos enfurecidos.

- ¡Oííííínk!- chilló, y barrió a los tres esqueletos del camino con sus colmillos. Tenía una fuerza tan enorme que los mandó por encima de los árboles y rodaron ladera abajo hasta hacerse pedazos, dejando un reguero de huesos retorcidos.

Luego el cerdo se volvió hacia ellos.

Thalia alzó su lanza, pero Grover dio un grito.

- ¡No lo mates!-

El jabalí gruñó y arañó el suelo, dispuesto a embestir.

- Es el Jabalí de Enmanto- dijo Zoë, tratando de conservar la calma-. No creo que podamos matarlo-

- ¿Segura? Porque se me antoja un rico tocino- exclamo Naruto alzando su katana.

- Es un regalo- dijo Grover-. Una bendición del Salvaje-

La bestia volvió a chillar y los embistió con sus colmillos. Zoë, Naruto y Bianca se echaron de cabeza a un lado. Percy tuvo que empujar a Grover para que no saliera disparado en el Expreso Colmillo de Jabalí.

- ¡Sí, una gran bendición!- dijo-. ¡Dispérsense!-

Corrieron en todas direcciones y por un instante el jabalí pareció confundido.

- ¡Quiere matarnos!- dijo Thalia.

- Por supuesto- respondio Grover-. ¡Es salvaje!-

- No puedo argumentar nada contra esa logica- dijo Naruto.

- ¿Y dónde está la bendición?- pregunto Bianca.

Parecía una buena pregunta, pero al parecer el cerdo se sintió ofendido, pues cargó contra ella.

Por suerte, era más rápida: rodó para eludir las pezuñas y reapareció detrás de la bestia, que atacó con sus colmillos y pulverizó el cartel de « BIENVENIDOS A CLOUDCROFT».

- ¡No se queden quietos!- chilló Zoë.

Ella y Bianca corrieron en direcciones opuestas. Grover bailaba alrededor del jabalí tocando sus flautas, mientras el animal soltaba bufidos y trataba de ensartarlo. Pero Thalia, Naruto y Percy fueron los que se llevaron la palma en cuestión de mala suerte.

Cuando la bestia se volvió hacia ellos, Thalia cometió el error de alzar la Egida para cubrirse. La visión de la cabeza de la Medusa le arrancó un pavoroso chillido al jabalí. Quizá se parecía demasiado a alguno de sus parientes.

El caso es que los embistió enloquecido.

Lograron mantener las distancias porque corrían cuesta arriba esquivando árboles, mientras que el monstruo iba en línea recta y tenía que derribarlos.

 - ¡Por aquí!- exclamo Percy agarrando a Thalia del brazo y corrieron por los raíles con el jabalí rugiendo a sus espaldas. Naruto les seguía el paso.

El animal se deslizaba y resbalaba por la pendiente. Sus pezuñas no estaban hechas para aquello, gracias a los dioses.

A cierta distancia había un túnel que desembocaba en un viejo puente de caballetes que cruzaba un desfiladero. Percy tuvo una idea loca.

Naruto observo al hijo de Poseidón, captando la idea.

- ¡Oh, si! ¡Me encantan tus ideas!- rió Naruto.

El trío cruzó el túnel y llego al otro lado.

- No- gritó Thalia.

Había palidecido como la cera. Estaban en el inicio mismo del puente. A sus pies, la ladera descendía abruptamente formando un barranco de unos veinte metros de profundidad.

- ¡Vamos!- dijo Percy-. Seguramente aguantará nuestro peso-

- ¡No puedo!- gritó Thalia con ojos desorbitados.

El jabalí se había metido a toda marcha en el túnel y avanzaba destrozándolo a su paso.

- ¡Ahora!- grito el hijo de Poseidón.

Ella miró hacia abajo y tragó saliva. Habrían jurado que se estaba poniendo verde, aunque no tenían tiempo de adivinar la causa: el jabalí venía por el túnel directo hacia ellos.

- Bien, plan B- exclamo Naruto simplemente para... patear al par.

Percy y Thalia empezaron a deslizarse por la ladera.

Casi sin pensarlo, se montaron sobre la Égida como si fuera una tabla de snowboard, y bajaron zumbando entre las rocas, el barro y la nieve.

Naruto comenzó a correr por el puente rápidamente tratando de llegar al otro lado.

El jabalí no podía virar tan deprisa, de modo que sus diez toneladas se adentraron en el puente, que crujió y cedió bajo su peso.

Al sentir las tablas caer, Naruto dio un enorme saltó de casi tres metros. Casí parecía caminar por el aire. Los dedos de sus manos se aferraron a la tierra con fuerza evitando la caída.

El animal se despeñó por el barranco con un chillido agónico y aterrizó en un ventisquero con un estruendo colosal.

Se detuvieron derrapando. Los dos jadeában. Percy se había hecho multitud de cortes y sangraba. Thalia tenía el pelo lleno de agujas de pino.

Muy cerca, la bestia daba chillidos y forcejeaba. Lo único que se le veía era la punta erizada del lomo. Estaba completamente encajado en la nieve, como un juguete en su molde de poliestireno. No parecía herido, pero tampoco podía moverse.

- Te dan miedo las alturas, ¿eh?- exclamo Percy viendo a la chica.

Ahora que estaban a salvo al pie del desfiladero, la chica tenía su expresión malhumorada de siempre.

- No seas idiota-

- Lo cual explica por qué te asustaste en el autobús de Apolo. Y por qué no querías hablar de ello-

Respiró hondo y se sacudió las agujas de pino del pelo.

- Te juro que si se lo cuentas a alguien...-

- No, no- la tranquilizo-. Pero es increíble. O sea... la hija de Zeus, el señor de los cielos, ¿tiene miedo a las alturas?-

Thalia estaba a punto de derribarlo en la nieve cuando la voz de Grover sonó por encima de sus cabezas:

- ¡Eeeeeoooo!-

- ¡Aquí abajo!- grito Percy.

- ¡Casi me muero!- grito Naruto desde el otro lado agarrado de la cornisa del barranco, evitando su caída.

Unos minutos después se les unieron Zoë, Bianca, Naruto y Grover. Se quedaron todos mirando al jabalí, que seguía forcejando en la nieve.

- Una bendición del Salvaje- dijo Grover, aunque ahora parecía inquieto.

- Estoy de acuerdo- dijo Zoë-. Hay que utilizarlo-

- Un momento- dijo Thalia, irritada. Aún parecía que acabara de ser derrotada por un árbol de Navidad-. Explícame por que estás tan seguro de que este cerdo es una bendición-

Grover miraba distraído hacia otro lado.

- Es nuestro vehículo hacia el oeste. ¿Tienes idea de lo rápido que puede desplazarse este bicho?-

- ¡Qué divertido!- dijo Percy-. Cowboys, pero montados en un cerdo-

Grover asintió.

- Tenemos que domesticarlo. Me gustaría disponer de más tiempo para echar un vistazo por aquí. Pero ya se ha ido-

- ¿Quién?-

Grover pareció no oír. Se acercó al jabalí y saltó sobre su lomo. El animal ya empezaba a abrirse paso entre la nieve. Una vez que se liberase, no habría modo de pararlo. Grover sacó sus flautas. Se puso a tocar una tonada muy rápida y lanzó una manzana hacia delante. La manzana flotó en el aire y empezó a girar justo por encima del hocico del jabalí, que se puso como loco tratando de alcanzarla.

- Dirección asistida- murmuró Thalia-. Fantástico- avanzó entre la nieve y se situó de un salto detrás de Grover.

Naruto fue el siguiente colocándose detrás de la hija de Zeus. Extendió su brazo derecho hacía las cazadoras. Para sorpresa de Percy, Zoë tomo la mano del rubio siendo ayudada a subirse, pocisionandose detrás de Naruto.

- Una cosa- le pregunto Percy a Zoë-. ¿Tú entiendes a qué se refiere Grover con lo de esa bendición salvaje?-

- Desde luego. ¿No lo has notado en el viento? Era muy fuerte... Creía que no volvería a sentir esa presencia-

- ¿Qué presencia?-

Ella lo miró como si fuese un idiota.

- El señor de la vida salvaje, por supuesto. Por un instante, cuando ha aparecido el jabalí, he sentido la presencia de Pan-

Fin del capítulo.

Un cap, un poco más largo que de costumbre. Así lo gozan más jejeje.

Si les gusto dejando su voto o comentario, e incluso compartiendo el fic, me ayudarían mucho.

Gracias por todo.

Bye-bye.

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