Día 2: Festividad
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Noche de dulce o truco, así es como le solía llamar Kyojuro a esta festividad cuando era más pequeño. Pero ahora tenía quince años y era su turno de subir de nivel para acompañar a su hermanito de siete años a pedir caramelos.
- No sigan a nadie extraño, reciban los dulces y vayan a saquear la siguiente casa.
- ¡De acuerdo padre!
Shinjuro cerró los ojos más tranquilo con la respuesta y se enfocó en los últimos detalles que su esposa estaba dándole al disfraz de su otro hijo.
- Y recuerda dar las gracias cuando te hayan dado los dulces.
- Si mamá.
- No te alejes de tu hermano y sus amigos, ¿De acuerdo?
Senjuro asintió un poco nervioso y corrió a darle la mano a su hermano. Ambos estaban disfrazados como zombies, aunque de una manera un tanto... peculiar.
- Se ven tan lindos – dijo Ruka.
Puede que no lo pareciera con esa expresión imperturbable pero estaba vomitando arcoíris dentro de ella por lo lindos que eran sus dos hijos.
- Vayan pronto con los otros mocosos o los dejaran atrás – agregó Shinjuro guiñándoles un ojo para que se fueran.
- ¡Volveremos antes de las once! – exclamó animadamente el mayor.
- ¡Adiós mamá, adiós papá! – dijo tiernamente el menor.
Esperaron a que se fueran para verse entre ellos con una sonrisa y correr a planear su esperada velada libre de hijos.
Las calles estaban llenas de niños riendo y llevando sus bolsas de dulces por todos lados para conseguir más azúcar. Los padres formaban pequeños grupos para entretenerse hablando en lo que sus niños tonteaban por ahí, algunos iban con los más pequeñitos para cuidarlos y varios jovencitos tenían entre caras amargadas o emocionadas.
Ir a pedir dulces no es el agrado de todos los adolescentes, incluso si no tienen nada mejor que hacer.
Afortunadamente los amigos de los Rengoku no eran así. Desde que Kyojuro era pequeño le encantaba esta noche, pasaba tiempo con sus amigos, conseguía deliciosos tesoros gratis y siempre estallaba de la risa con ellos.
Claro que no siempre se podía reunir todo el grupo ahora que sus vidas eran más ocupadas, pero en esta ocasión consiguió a aquellas personas que nunca habían faltado a esa noche en lo que se conocían.
- ¡Senjuro! – gritaron tres niños emocionados al verlos acercarse.
- ¡Cejas raras! – dijo otro niño a diferencia de los otros tres.
Una niña de coleta, seria y ojos morado claro saludó con la mano a su amigo a diferencia de los otros cuatro.
Kyojuro dejó que su hermanito se reuniera con el hijo mayor de los Kamado, la hermanita menor de los Kochou, el niño que le seguía a Shinazugawa, el nieto de su maestro Agatsuma de kendo y el hijo de la joven maestra Hashibira que trabajaba en la escuela de Senjuro.
- ¡Hasta que te apareces, idiota!
- ¡Sanemi, me alegro tanto de verlos!
El peliblanco fingió estar irritado pero estaba muy feliz de ver a Rengoku, el azabache a su lado le sonrió levemente al verlo llegar finalmente y la chica de puntas moradas soltó una risa.
- Vamos Sanemi, es una excelente noche para presumir tu raro disfraz.
- ... si serás...
- Kochou, Shinazugawa no lleva puesto ningún disfraz fuera de lo normal.
- Ara ara, ¡Tienes razón Tomioka! Pero que torpe de mi parte, ¡Es tu cara!
El rubio se aguantó la risa pero al ver que su compañero de ojos azules también lo estaba haciendo no pudieron contenerse y se rieron mientras Sanemi amenazaba a la chica que le sacaba la lengua para molestarlo aún más.
- Es una pena que los demás no hayan podido acompañarnos.
- Bueno ya los conoces, hay fiestas en las casas de varios esta noche – comentó Sanemi mientras caminaba con las manos en su nuca.
- Al menos tenemos refuerzos para conseguir muchos más dulces – suspiró Giyuu, viendo a los dos colados entre los niños.
- Es verdad ¿Por qué vienen Zenitsu e Inosuke con tu primito? – preguntó Shinobu curiosa.
- Cuando fui por Tanjiro ellos ya estaban esperándome ahí, parece que los invitó él. Me dijo que Kaigaku olvidó que ya había quedado con sus amigos para algo y la madre de Inosuke está muy ocupada y no podía acompañarlo.
- ¡Ya veo! ¡Pero mientras más seamos mejor!
- Estoy de acuerdo Kyo, prefiero que Genya pase tiempo con sus amigos que bajo la cama en casa.
- No puedes culparlo por tener miedo si ayer vieron una película de terror.
- ¡Tuvimos que ver un maratón entero de Disney para que pudiera dormir! – Sanemi le respondió molesto a Shinobu.
Siguieron hablando entre todos mientras golpeaban a la puerta de las casas para decir la clásica frase al mismo tiempo.
- ¡Dulce o truco!
- ¡Pero que hermosos disfraces! – comentó una anciana enternecida, tomando una enorme bolsa de caramelos – Empecemos por los más pequeños, ¡Veamos de que se disfrazaron este año!
- ¡Waaargh! Yo soy un hombre lobo – gruñó alegremente Tanjiro.
- ¡Que tierno!
Su ropa estaba llena de huellas de perro color negro, vestía una chaqueta japonesa desgastada color verde, tenía colmillos falsos además de un collar rojo con piquitos, unas lindas orejitas y cola peludas café y para completar unos guantes de patitas de lobo.
- ¡Yo soy un hombre calabaza! – exclamó Zenitsu alzando sus tallos de papel.
- ¡Qué creativo!
Vestido completamente de amarillo y naranja, tenía un peluche-gorro de calabaza encima con expresión atemorizada y de la cintura se había colgado varios tallos largos de papel con hojas de calabaza.
- ¡Yo soy el indestructible frankenstein! – exclamó Inosuke a todo pulmón.
- ¡Un clásico! Aunque deberías ponerte ropa, te vas a resfriar querido.
Llevaba puesto un pantalón parchado y en todo el cuerpo tenía con maquillaje muchos parches de piel color gris, en su cabeza había dos tornillos para darle más fuerza a su personaje.
- ¡Yo soy un zombie-vampiro como mi hermano mayor! – dijo Senjuro con felicidad por lo último.
- ¿Oh, enserio? Pero quien lo hubiera dicho.
Senjuro se desanimó un poco por la reacción de la señora pero su hermano le explicó casi gritando como era su costumbre.
- ¡Nuestra madre nos hizo estos disfraces basados en los jiang shi por una película que vió! ¡Están a medio camino entre el vampiro y el zombie!
- ¡Ya entiendo! ¡Es un hermoso y creativo disfraz!
El menor volvió a sonreír e incluso se acomodó mejor el disfraz. Era una túnica de color café muy parecida a un estilo hanfu chino con flamas estampadas en colores naranja y rojo. Su cabello rubio tenía un clásico sombrerito de aquella criatura y tenía una etiqueta en su frente con caracteres orientales.
- Yo soy un fantasma - habló Kanao agitando sus mangas.
- ¡Te ves hermosa!
No se veía como el fantasma tradicional de una sabana y hoyos para ver. ¡Para nada! La que había hecho el disfraz era la misma Shinobu y no aceptaría menos que perfección para su linda hermanita. Usaba unas botas altas color gris oscuro y un par de moños rosas para atarlas, tenía una capa blanca con caras de fantasmitas en ella y además unas mangas largas del mismo color que le quedan grandes con otro par de caras fantasma en los extremos. Se veía adorable con la parte superior color rosa, un cinto ligeramente rojo y una falda que empezaba morado gris y apagado para terminar blanco y con pequeños fuegos color rosa.
La chica tenía una cara satisfecha al ver que todos admiraban el disfraz que había hecho y los chicos tuvieron que aceptar que era en verdad talentosa.
- ¡Yo también soy un hombre lobo como Tanjiro y mi hermano! - exclamó Genya haciendo una cara amenazante.
- ¡También te ves muy lindo!
El disfraz de Genya era muy diferente al de Tanjiro, iba totalmente de negro, su hermano le había pintado una nariz de perro color negro, llevaba colmillos falsos, uñas pintadas de negro y unas orejitas de clip atoradas en la franja de cabello. Se veía adorable en un estilo diferente.
Un puñado de dulces cayó en cada bolsa y los niños se vieron entre ellos emocionados.
- Muy bien ahora veamos a los mayorcitos. Ustedes dos vienen como sus hermanos, un zombie de fuego y un hombre lobo.
Kyojuro no pudo evitar reír con el nombre que había utilizado y Sanemi le restó importancia. El rubio iba igualito que su hermano y las únicas diferencias con el atuendo de Shinazugawa era que no tenía pintada una nariz, llevaba uñas falsas negras, una túnica verde con peluche en la zona del cuello para un aspecto más "bestial" y un collar parecido al de Tanjiro color negro.
Les dieron dulces y después voltearon a ver a Shinobu y Tomioka.
- ¿Qué hay de ustedes?
- Ara, yo soy una bruja que sabe de pociones.
- Te vez preciosa.
- Muchas gracias.
Shinobu traía un lindo vestido violeta y con final estampado mariposa de colores naranja y morado oscuro sobre un fondo que cambiaba a rosado. Llevaba una túnica negra por fuera con puntos blancos en las mangas y por dentro un bello patrón de mariposa blanco, verde claro y rosa. En su cinturón tenía frascos de plástico llenos de sustancias que según su amigo Giyuu no sería raro que fuera veneno real. Un sombrero típico de bruja con una cinta gruesa rosa y un adorno dorado de mariposa estaba en su cabeza.
- Yo soy algo parecido a la muerte... creo...
- ¿Crees? – preguntó divertido Rengoku.
- Yo no tengo la culpa, Sabito se robó el mío y tuve que llevarme el suyo.
- Tú hermano siempre hace lo mismo – suspiró Shinobu.
- ¡Bueno no importa, te ves muy guapo! – interrumpió la anciana.
- Muchas gracias.
Su ropa era negra y mostraba parches con un curioso estilo cúbico; se acomodaba la ropa con una tira de tela blanca amarrada en su cintura y una negra túnica, vieja, con capucha y llena de agujeros, se arrastraba por el suelo con cráneos blancos en los bordes. Haciendo pareja tenía un cráneo de plástico con un cuerno, amarrado a su cabeza con una cuerda gruesa roja que pasaba por uno de los huecos del ojo de la calavera.
- Oh espera, traes algo aquí detrás.
Giyuu saltó desprevenido cuando su amiga tiró de una cadena de plástico y de alguna parte de su pantalón salió el filo de una pequeña guadaña.
Se quedaron viendo en silencio al azabache que tomó el arma de plástico, alzando una ceja sin entender cómo demonios se había metido en su pantalón.
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Recibieron muchos dulces y pasearon por muchas casas más. Los niños estaban muy emocionados y los mayores no se quedaban atrás; en una casa les dieron una conferencia sobre lavarse los dientes después de comer dulces y para desilusión de todos lo único que recibieron después de eso fueron unos cepillos de dientes y pastas dentales para niños.
Extrañamente Inosuke echó la pasta de dientes a su bolsa como si fuera un caramelo y Tomioka se dijo a sí mismo que le recordaría al niño que la pasta no debe comerse bajo ninguna circunstancia.
Los pobres niños corrieron atemorizados en una de las casas que visitaron, cuando se abrió la puerta salió una mujer en un vestido blanco, cubierta de sangre más falsa que la dieta, con grandes mechones de cabello frente a su rostro y ofreciendo en un tazón lo que parecían órganos por montón.
Incluso los chicos mayores se acobardaron ante la tétrica escena, Shinazugawa se atrevió a tomar uno y se dio cuenta que era gelatina de cereza y leche, con grandes cantidades de dulce rojo y espeso derretido.
Les tomó diez minutos calmar al pobre Zenitsu que corría como pollo asustado de un lado a otro.
En una de las casas una chica de unos diecinueve años los vio con fastidio y que les da una despreciable mentita a cada uno para que se fueran porque tenía una fiesta en su casa.
- Ustedes son niños, vayan a pedir dulces a otra parte.
Senjuro volteó por todos lados la menta pero por más que la veía no podía dejar de verla rota, Tanjiro guardó el dulce con un puchero, Genya se sintió triste pues ni siquiera era una menta, puro polvo le tocó, Zenitsu se indignó pero no dijo nada, Kanao tiró la suya a su lado sin pensarlo e Inosuke le hizo una mueca de asco.
Los chicos mayores se quedaron callados pues la joven ni siquiera les ofreció una menta a ellos. Cuando se iban del lugar vieron a unas parejas de la fiesta besándose, a punto de pasar al escalón cinco de la escalera de las citas.
Shinobu fue la primera en ver esto e instintivamente le cubrió a los ojos a su Kanao antes de que viera eso, Sanemi pasó cargando a Genya en su espalda y gritando que se consiguieran una habitación, Kyojuro cargó a Senjuro y le indicó que se tapara los ojos hasta que él le dijera, Giyuu se sonrojó pero les echó su capa encima a los tres niños que traía y los fue guiando para que no se tropezaran.
Sus bolsas se encontraban casi llenas y dos hombres las terminaron de llenar. Uno de ellos se veía amable y su voz era suave, les ofreció varios caramelos hechos por él y su esposa que tenía un lindo cabello blanco. El otro se encontraba en la parte de los ricos de la ciudad, tenía el cabello ondulado y de color negro, les recordó a un vampiro por el inusual color de sus ojos pero antes de cerrarles la puerta le indicó a algunos de sus sirvientes que les dieran una gran cantidad de dulces, los pequeños se emocionaron con tantos dulces que nunca habían visto y los chicos se sorprendieron al ver que los dulces eran de marcas costosas.
Los adolescentes tuvieron que cargar las bolsas de los niños porque las estaban arrastrando de lo llenas que estaban.
A los primeros que fueron a dejar fueron a Tomioka y su pequeña compañía, el azabache no iba a poder con las cuatro bolsas y no podían abandonarlo así, las siguientes fueron Shinobu y Kanao, y por último los hermanos Shinazugawa.
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- Ya están de vuelta.
- ¿Cómo les fue?
Shinjuro y Ruka estaban muy pegaditos en el sillón de la sala con una película de terror en blanco y negro en la TV, palomitas, dulces de su infancia y una botella de vino abierta.
Kyojuro y Senjuro estaban sudados, llenos de polvo en sus disfraces y sus bolsas de dulces eran enormes, como si fuera navidad y trajeran regalos dentro. Pero más felices no podían estar.
- ¡Ir por dulces con Kyojuro es lo mejor del mundo! – gritó Senjuro mientras abrazaba a su hermano.
- Siempre dices lo mismo, cada año, Sen – rió Kyojuro mientras vaciaba los dulces en la mesa de la sala.
- Es porque es cierto – dijo el menor con una gran sonrisa.
Sus padres rodaron su ojos con diversión al ver que Kyojuro no pudo esperar más para comenzar a comer los dulces mientras Senjuro escogía con cuidado que dulce comería primero, relamiéndose con ansías.
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