#𝐃𝐚𝐲 5: 𝐊𝐢𝐬𝐬.
Continuación del día 4.
Apenas Chūya entro a las puertas del palacio se ganó un fuerte regaño de sus padres, estos mismos le reprendian por sus acciones, dándole como castigo tener horas extra forzadas de piano, y de esgrima. Además de estará confinado en su habitación apenas se ocultara el sol.
Su mejilla aún ardía por la bofetada que le dio su madre apenas se le puso enfrente.
Dazai había explicado a sus majestades qué fue su culpa que el príncipe regresará hasta la noche, puesto que él lo retraso. Los reyes, algo indignados, aceptaron sus disculpas, pero objetaron que eso no salvaría a su hijo de resivir una reprimienda.
Hablaron frente a los padres de Chūya la marca que los unía, omitieron hablar de su matrimonio. Los reyes, a pesar de estar sorprendidos, aceptaron a quien Chūya presentó como su pareja. Aunque se podía notar que no estaban muy convencidos, su relación había sido tan repentina que no podía evitar desconfiar.
No se habló de que Dazai era un miembro del pelotón que se iba a ir a combatir. El castaño no quería que la familia real interviniera por él en su trabajo.
Según las fechas establecidas, solo contaban con una semana más antes de que Dazai se fuera. La familia real había permitido que los jóvenes se vieron por las tardes.
El lugar favorito de la pareja eran los jardines. Podían pasar tiempo sin que los reyes estuvieran vigilandolos, además el aire fresco era suficiente como para pensar que no estaban en una jaula de oro.
Estaban recostados sobre una manta turquesa sobre el césped, observaban los pétalos de las flores rondar por los vientos, el cielo azul comenzaba a llenarse de nubes, indicando que pronto llovería. Disfrutaban de su última día juntos, puesto que, a la mañana siguiente el sueño que estaban viviendo desde hace una semana ya iba a culminar.
——¿Cuánto tiempo estarás en tu escuela de principitos? —Cuestionó el castaño jugueteando con el tallo marchito de lo que antes fue una bella orquídea azul, en los dedos del ojiazul.
Chūya frunció el ceño. Suspiro y dejo que su pareja siguiera jugando con sus dedos. —No lo sé, uno o dos años.
Dazai abrió los ojos sorprendidos e hizo un mohín de berrinche. —¡Eso es mucho tiempo~! —Cantanurreo infantil.
El pelirrojo chasqueó la lengua y suspiro cansado. —¿Y qué hay de ti?
Dazai suspiro. —No tengo idea, las guerras pueden durar desde unos meses hasta décadas... Y ni siquiera sé si voy a sobrevivir. —Murmuró sin emoción.
Chūya se incorporó levemente, observó el rostro del hombre frente a él, recargo su mejilla en su palma para quedar de lado. —¿Por qué me dices eso?
—Porque eso es lo que hay en las guerras, petit, a eso va la gente: a matar personas, por ordenes de monarcas qué no luchan sus propias batallas. —Contestó mirándolo, acarició uno de sus pómulo, antes de pellizcarlo dulcemente.
—Entonces sigues con lo mismo. —Se dejó caer al suelo con un ceño fruncido.
—No es cierto. Simplemente te explico que de eso se trata la guerra.
—Sí, y además, le agregas el trasfondo de que es por culpa de los reyes.
—Ya basta~ —Vocifero exhausto —. Odio pelear contigo por causas tan estúpidas en las que no participas.
—Y de las que en un futuro participaré. —Acuso frunciendo el ceño.
—¿Y qué quieres que haga? ¿Cambiar mi punto de vista solo porque tú me lo pides?
Chūya paso sus manos por su rostro para tallarlo. —No, simplemente no hagas esos comentarios.
Dazai asintió con un suspiro cansado. Levanto parte de su torso para ver si había alguien al rededor cerca de ellos, se giro en repetidas veces como si fuera un infante a punto de hacer una travesura.
Cuando vio que no había nadie espiando, se lanzó a los labios de su pareja para comerselos.
Chūya, se sorprendió por la repentina acción, aún así, no rompió el contacto, lo siguió con naturalidad. Los labios del castaño eran agrietados y esponjosos, con un sabor a dulce de menta y duraznos frescos.
Mientras que, para Dazai, los labios del pelirrojo sabían a cerezas maduras, acompañadas, de caramelo fundido. Eran suaves y carnosos, siendo fácil de apresarlos entre los suyos.
Sus labios se movían con naturalidad, disfrutando la esencia del otro y como sus corazones se calentaban por tener tan cerca al contrario.
El sol comenzaba a ocultarse entre tantas nubes, el anochecer iba anunciando su llegada mediante tonos naranja.
—Dazai, ya tengo que irme. —Informo el mayor separando sus labios de los del oji-café. El susodicho aprovecho la separación para comenzar a besar las mejillas del más pequeño, soltando diminutas risas por la piel crispada de su amante.
—Voy a secuestrarte a este paso. —Susurro con labios pegados en sus pómulos.
—¡No digas esas cosas, bastardo! —Dazai rió por la tierna reacción —. Muévete, tengo que irme, me van a aumentar el castigo por tu culpa.
—¿Y? ¿Vas a despreciar el cariño que te da tu esposo? —Resivio un jalón de cabellos para que se separara de su piel y le viera.
—No vuelvas a repetirlo. —Sentenció molesto.
—¿Por qué? Es la verdad. Simplemente reclamo lo que por derecho es mío. —Otro jalón de cabello.
—No andes diciendo esas estupideces. Suenas como un hombre con paja por cerebro. —Dio un golpe en su frente con sus dedos pulgar e índice.
Dazai bufó antes de dejarse caer sobre el cuerpo bajo suyo. Chūya jadeo al sentir repentinamente un peso aplastandole.
—¿Cuándo te vas? —Un escalofrío recorrió la columna vertebral de Chūya al sentir los labios de su amante besar su cuello.
—E-en dos semanas. —Tartamudeo su respuesta, sintió sus mejillas arder por tan repentina acción.
—Que lindo; jamás te había escuchado tartamudear. —Detuvo en el aire la cachetada dirigida a su cara.
—Idiota.
—Petit. —Se separó del cuerpo del mayor para verle.
—Bastardo mal nacido. Quitateme de encima, tengo que irme. —Soltó un jadeo por la caída del cuerpo del castaño.
—Estoy muerto. —Murmuró oliendo el cabello del ojiazul. Olía a frambuesas y esencia a rosas.
—Que más quisiera yo. —Acarició sus rizos chocolate, deleintandose con la suavidad que tenían.
—Malo —Mordió su oreja —. ¿Cuándo tendremos nuestra luna de miel? Nuestra primera noche de casados estuvimos escuchando los sermones de tus padres.
Las mejillas del pelirrojo se encendieron. Tan solo un par de días y su pareja ya estaba proponiendo qué llevarán las cosas más lejos.
Como todo un adolescente inexperto claro que tenía curiosidad por ello, sin embargo, querer realizar aquel acto era más complicado que solo llevarlo.
—No digas eso. —Murmuró nervioso, los besos se iban dirigiendo a su clavícula, no ayudándole a controlarse.
—Sí muero, todas mis pertenencias pasan a ser tuyas. —Farfarrulló calmado, más calma de la que debería tener un hombre cuando va a un lugar donde solo habrá muerte y destrucción.
Chūya ahogo el sollozo qué quiso escapar de sus labios, para, abrazar al castaño con fuerza. Deseaba a los mil dioses que el castaño regresará a salvo, jamás había sido religioso, pero llegó al punto de ir a los templos a dejar ofrendas para que las deidades cuidaran a su amado y se lo regresarán con bien.
—Ya, ya, ya, no lo dije para que lloraras. Solo vi necesario decir para quien van a ir mis cosas en caso de lo remotamente imposible —Ambos se sentaron —. Chibi, sabe que soy un excelente guerrero y es imposible ganarme. ChuChu lo ha comprobado después de las miles de veces que lo he derrotado en esgrima.
Chūya rió limpiando sus rebeldes lágrimas. —Tuviste suerte, idiota, ese día no me sentía muy bien.
—Nee~, nee~. Chibiko es un mal perdedor —Beso sus labios con dulzura —. Sí le ganó al príncipe Nakahara, que no le gane a un montón de bolsas de testosterona.
—Mientras no hagas alguna estupidez.
—Ay~, pero de eso se construyen mis planes. Adrenalina pura.
Chūya negó con un diminuta sonrisa en sus labios. Se acercó a besar a Dazai con una sonrisa; abrazando su cuello.
—Visitame en mi cuarto en la noche. —Murmuró cerca de su oído.
Dazai se sonrojo por el comentario tan indecente. Asintió con una sonrisa tímida.
—¿Me despediras cuando me marche? —El pelirrojo asintió recargando su mejilla en el hombro contrario.
—Yo te acompañaría hasta el fin del mundo.
Dazai se tuvo que despedir de su amado apenas el sol salió, cuando este todavía estaba sumido en el mundo de los sueños. Los demás guardias reales correspondientes al pelotón que iría a la guerra ya deberían estar por llegar a tomar sus puestos.
Tuvo que aguardar por lo menos cinco minutos en los establos como para que llegara el primer soldado.
Kunikida le hizo un cuestionario extensivo de porque llego antes que él siendo Dazai uno de los más irresponsables. Además, de preguntar por su uniforme manchado de tierra.
Entre bromas y juegos, los hombres se preparaban para irse, ajustando sus caballos, armaduras y estaban. Apenas entrarán a territorio enemigo serían atacados, debían estar bien preparados.
—Yosano me ha organizado la mejor cena de mi vida; dejarla embarazada me duele tanto, mi hija esta por nacer y yo voy a comportarme como un oso. Tengo que volver a verlas, sin importar lo que pase. —Murmuró Kunikida limpiando sus anteojos.
—¿Cómo sabe que será niña, Kunikida-san? —Pregunto un inocente albino de ojos heterocromático, a leguas se podía ver que era la primera vez que combatía el chico; pero el sabia a lo que se enfrentaba al enlistarse en la guardia real.
—Fue una predicción que tengo. Según mi libro de ideales mi primer hijo será una niña; mi libro nunca se equivoca. —Dijo orgulloso.
—Y dale con ese tonto libro. Lo que escribes ahí no son más que tus mañas raras inexistentes; te dije que leer tanto romance te atrofia el cerebro, Kunikida-kun. —Intervino el castaño riendo.
—Yosano cumplió mis ideales en una mujer. Además, es mi alma gemela.
—Yosano no sabía a lo que se enfrentaba al ser tu alma gemela; mucho menos en casarse contigo. —Hizo que Atsushi soltara una pequeña risa mal disimulada.
Kunikida frunció el ceño por las burlas de sus compañeros. —¡¿Y qué hay de ti, Dazai?! ¡Yo no escucho tus anécdotas sobre tu alma gemela! ¡Es cierto, no existe!
Dazai jadeo espantado por sus incinuaciones. —¡Para tu información, Kunikida-kun! Anoche tuve la más entretenida velada romántica con mi alma gemela. ¡Me divertí tanto! ¡No creí que él sería capaz de despedirme de tan linda manera!
—¿... Él? —Cuestionaron al mismo tiempo Kunikida y Atsushi.
En ese momento uno de los guardias anunció la llegada del príncipe Chūya, todos los hombres sin excepción se pusieron en posición de firmes con un rostro serio. Las miradas de pánico y miedo aún estaban presentes.
—¿Listos para irse? —El príncipe llevaba comiendo una manzana roja, era la primera vez que los guardias veían ojeras debajo de esos lindos zafiros —. ¿Quién es el capitán de este equipo?
Un hombre de cabellera rojo opaco se puso frente a él, sus ojos estaban opacados por la tristeza al lugar a donde se iba a ir, su barba descuidada de tres días reflejaban las dudas de su mente.
—Le deseo la fuerza e inteligencia necesaria para poder ser vencedores y regresar con sus hombres a casa. A nombre del reino Golden Demon les deseamos suerte y fortuna en esta aventura, y aguardamos su llegada con ansias. Que los dioses se apiaden de ustedes y los traigan a salvo.
El capitán asintió con firmeza, dio una reverencia ante el príncipe y agradeció por sus buenos deseos.
Chūya camino sigilosamente hasta Dazai, lo encaró con un semblante serio y sin emoción.
—Soldado Dazai. —Lo llamo con firmeza, el nombrado se sintió extraño, era la primera vez que lo trataba con tanta frialdad.
—Dígame, su majestad.
Chūya desprendió de su cuello un bolo con una gema azul indico. Era del mismo tono que los ojos del príncipe.
—Se está llevando algo de mi a ese reino. Espero que le traiga buenos recuerdos en momentos oscuros y cuando se sienta perdido.
Dejo en las manos vendadas la gema, el castaño la miró asombrado, algo aturdido asintió y sonrió.
—Siempre volveré a ti, Chūya.
Ambos sonrieron.
El resto de la familia real llego para despedir a los soldados. Viéndolos marchar junto al asenso del sol para combatir.
Corrió ansioso por las escaleras.
Jamás creyó que tras un año de estar en aquel instituto, le dieran la noticia de que un guardia real de su reino lo estaba buscando con urgencia. Le advirtieron que el hombre tenía aspecto de vagabundo y que las vendas que llevaba no les inspirabs confianza.
Cuando llego a la entrada principal sintió su corazón emocionarse.
Frente a él estaba un Dazai con aspecto descuidado, tenía más vendas que antes, pero seguía siendo su amante.
—¡Dazai! —Grito para después lanzarse a sus brazos. Este mismo lo atrapó sin ningún problema, sintiendo aquella comodidad y protección qué no sentía desde hace un año.
La guerra lo había cambiado, pero seguía siendo el mismo idiota que conoció en el bosque.
Chūya comenzó a besar sus mejillas, había olvidado la pena. No había cupo para eso cuando acababa de reencontrarse con su amado.
—Te dije que volvería, petit.
Ambos unieron sus bocas en un largo beso, seguían manteniendo el mismo sabor que recordaban.
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