XIV. Las historias de Barahaus
Las palabras de Dorothea quedarán en el aire en un tenso silencio.
—¿Algún problema?— preguntó desconcertada.
—En absoluto, será un placer.—barbotó Yim.
—¡Excelente! Mañana ireis a comprar mi harina.—exclamó sonriente Dorothea.
—Bueno...Supongo que dormimos juntos.—comentó Marcus.—Te aviso de que ronco como un aberrante.—añadió sonriendo.
La noche transcurrió sorprendentemente sin incidentes, Selene se pasó con diferentes excusas para controlar a Marcus que hablaba sin darse cuenta de la incomodidad de su compañero de habitación.
—¿Cual es tu aberrante preferido?— preguntó Marcus medio en serio medio en broma.
—Me encanta matar Susurrantes y fuegos fatuos.—masculló escupiendo para resaltar su odio.
La mirada de Marcus cambió a una triste y melancólica aunque su voz siguió sonando alegre.
—No sabía que se puede matar a un fuego fatuo...—murmuró.
—Los apago.—dijo sin dar más explicaciones. Marcus tampoco se las pidió.
La mañana se levantó con una densa niebla y un viento gélido. Prepararon una tarta de melaza, la preferida de Marcus, y salieron pronto. Tenían que bajar al pueblo caminando y para eso tenían que atravesar un bosque. El bosque que rodeaba a Woods Malory.
Un silenció incómodo se instaló entre sus huesos como el frío. No hablar demasiado, alguna pregunta y una vaga respuesta. Lo necesario y mínimo.
Pero sucedió algo en el bosque.
Entre la maleza encontrarán una trampa de aberrantes y en ella un cachorro de Bestia yacía medio dormido gimiendo de dolor. Selene aprovechó aquel instante de sorpresa para observar bien, tenía el cuerpo de un felino con unos aguijones de escorpión donde tendría que estar la cola.
—No temas Selene, yo mataré a esta asquerosa criatura y después te regalaré su cabeza. —dijo Yim interponiendo su espada entre el aberrante y Selene.
Pero Selene se apartó malhumorada.
—¿Porque supone que necesito ayuda? Marcus también está aquí. — preguntó cruzándose de brazos.
—Ya pero...no se, tu...A ver es que... —y dejo la frase a medio terminar soltando una risa nerviosa.
—¡Yo te mato! —gritó Selene abalanzándose sobre el soldado que ya no sabía dónde meterse.
—Selene tu no matas a nadie. Yim...En fin tú sabrás pero Sel és tan capaz como nosotros. Id adelantandos vosotros y yo me encargo del aberrante.
—¿Sel? — preguntó Selene alzando una ceja divertida.
—Id tirando.—insistió.
Selene comprendiendo las intenciones de Marcus empezó a tirar de Yim que acabó aceptando. Cuando la chica vio que Marcus volvía corriendo y le giño un ojo suspiró. Sabía que no podía pedirle a Marcus que matara a aquella criatura. Aunque por dentro tenía una sensación agridulce...
Llegaron al pueblo sin dificultades. Marcus se retrasó un rato en el que Yim y Selene estuvieron en un tenso silencio que ninguno de los dos se atrevió a romper.
Las casas del pueblo tenían las paredes que daban al norte cubiertas de un espeso moho y el frío los hizo decidirse a entrar a un pequeño local iluminado con unos tenues candelabros.
—Es aquí.—murmuró Yim dando unos toques nerviosos a la lanza dorada.
El cartel anunciaba; Pastelería de los Robbinson en un desgastado amarillo.
Cuando entraron sonó una campana. Selene aspiró profundamente el olor del lugar, olor a harina y miel. De la trastienda asomó una mujer robusta y sonrojada por el trabajo.
—¿Disculpad la espera, que se os ofrece?—antes de que pudieran responder abrió los ojos como dandose cuenta de algo.—¿Tu no eres la niña del loc...de Barahaus?—se corrigió.
—Soy su nieta.—respondió Selene un tanto a la defensiva cruzándose de brazos.—¿Podemos comprar un poco de harina o a parte de locos también tenemos que morirnos de hambre?—cuestionó ironizando al máximo sus palabras. Marcus estaba atento a la interacción de ambas en tensión como dispuesto a defender a Barahaus pero Yim apartaba la mirada como si aquella situación le incomodara.
Por algún motivo le había molestado mucho el tono que había usado la señora aunque pensara lo mismo. Su abuelo era un loco ermitaño y no había razón para seguir negándolo. Pero era el loco ermitaño que la había acogido en su casa.
—Hay niña disculpa si te he ofendido, no era mi intención pero ese hombre hace cosas muy raras.—se justificó en tono de disculpa mientras se apartaba la melena rubia de la cara y amasaba con los dedos una pasta con frutos secos.
—¿Cosas raras?
Aunque no quería darle coba a aquella señora que parecía capaz de contarles la vida del aberrantologo con todos los salseos desmigados no podía dejar de admitir que la curiosidad por saber un poco más acerca de su abuelo la carcomía interiormente.
—Bueno...—empezó dubitativa bajando la mirada como si de repente no quisiera irse de la lengua. Selene chasqueó la lengua con impaciencia.—Varias personas lo han visto cargar aberrantes.
—Por supuesto, es un aberrantologo, es su trabajo.—ironizó Selene que empezaba a sentir que perdía el tiempo con aquella conversación.
—Por supuesto por supuesto, pero el hecho es...en fin, los aberrantes que se le ha visto cargar siempre estaban vivos o heridos de forma que solo los había podido sacar de una trampa de la guardia de Luwynavia.
Selene asintió presurosa, tocar un aberrante que había caído en una trampa de la guardia estaba prohibido y era exactamente lo que Marcus y ella habían hecho minutos antes.
—Además,—continuó la mujer que había dejado de amasar y ahora parecía satisfecha de tener a un público tan entregado—nunca baja a por provisiones, siempre manda a su sirvienta o a ese muchacho.—dijo señalando con la cabeza a Yim.—Y lo más inquietante, es que a veces, en las noches de luna llena, se oyen gritos desgarradores provenientes de su casa...
Un tenso silencio se asentó en la pastelería tras las palabras de la mujer, que sonreía, aparentemente satisfecha con el resultado causado.
—Mujer, razones para sospechar no les faltan.—comentó Marcus rompiendo el silencio. Selene le pegó un codazo en las costillas que hizo que este se doblara disimulando un rictus de dolor.
Mientras tanto, Yim permanecía en silencio apoyado en la puerta.
—En fin, si nos pudiera poner la harina no la molestaremos más.—dijo Selene esbozando una forzada sonrisa, aunque en su cabeza todavía resonaban las últimas palabras de la mujer.
***
Salieron de la pastelería en silencio, Yim había empezado a andar antes por lo que se quedaron Marcus y Selene solos con la harina en un bote de cristal.
—¿Estás bien?—preguntó Marcus dándole un apretón en la mano para reconfortarla.—No hagas caso de la gente de pueblo, tienen muchos prejuicios y...
Marcus se interrumpió al notar un beso de Selene en la mejilla. Un beso suave y tierno que Selene aderezó, para sorpresa de Marcus, soplándole una pizca de harina a la nariz.
Selene echó a correr y Marcus la siguió soltando una carcajada subiendo la colina hacía el bosque.
Y detrás de ellos, en la pastelería, la mujer los observaba con mirada preocupada y un cuchillo de plata escondido entre los pliegues de la falda que al final no había tenido que utilizar.
NOTA DE AUTORA: Lo sé, lo sé y lo siento. Podéis matarme si queréis (aunque no os lo recomiendo porque entonces sí que os quedáis sin más capítulos fijo). He estado muchísimo tiempo sin actualizar (como un mes y ya me sentía fatal) pero vuelvo con ganas de que no os hayáis olvidado de mí... Estoy trabajando en un proyecto paralelo a SLLD para el NaNoWrimo y aunque continúe con ello no era excusa para dejaros sin capítulo nuevo.
¿El ship MarcusxSelene está confirmado o Yim contraatacará? ¿Los gatos están sobrevalorados? ¿Se ha puesto de moda decir que amas la lluvia cuando en realidad a la mínima que llueve te da un bajón de la leche?
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