Capítulo 4


 "El precio"

Al ver que la luz anaranjada del cuarto de mi madre se apagó supe que ya era tiempo. Era el momento de volver a ver a Areu por respuestas. Y esta vez no me iría sin ellas. Las necesitaba más que nada. Necesitaba saber que era lo que me estaba pasando y cómo afectaba a mis poderes. Siempre supe que él me escondía secretos, y si bien había veces en las que me arriesgaba a preguntar, jamás insistí. Tal vez tenía miedo de que se enojara o de cómo reaccionaría. Las pocas respuestas que lograba darme no eran más que vacías y sin sentido para luego terminar diciendo: "Aún no es el momento" o "Cuando seas mayor lograrás entenderlo mejor". Pues ya no hay tiempo para esperar. La vida me está golpeando con todo lo que tiene, monstruos aparecen de la nada y mis poderes –aún que no quiera admitirlo– están demasiado descontrolados. Y mi único recurso es él. No conozco a nadie más que sea como yo. Ni nadie –hasta hoy– siquiera sospechaba que era diferente en un sentido más amplio a sólo ser una friki.

— Aquí vamos — murmure dándome ánimos.

Esta sería la segunda vez en que pasará la barrera por mi misma. La primera vez que la crucé fue tres meses luego del "incidente" – una semana después de cumplir los doce– y ese fue el primer día que lo vi. Nunca supe porque fui a parar a su casa, y genuinamente el tampoco lo sabe.

Recuerdo muy bien ese día. Habíamos venido de una fiesta de cumpleaños y mi madre estaba peleando con Isabella sobre papá. Mamá comenzó a gritar y a decir tonterías que no vale la pena repetir y yo me encerré en mi curato, pero aún así podía educarlas a ambas. Y deseaba tango irme, largarme lejos y desaparecerlas... que simplemente pasó. Lo siguiente que recuerdo es despertar en un jardín rodeado de hermosas flores rosadas. Tenía mucho miedo, ya ni siquiera recuerdo las tonterías que pensaba en ese precisó momento. Entre por la puerta trasera del enorme castillo y como la curiosa tontilla que soy comencé a tocar todo lo que encontraba a mi paso, hasta que a mis oídos llegaron la más hermosa melodía. Y la seguí sin pensarlo ni un segundo. Me guío hasta un salón de baile enorme como el de las películas de la era victoriana y en medio había un bellísimo piano negro que hacía juego con el piso. El hombre que tocaba la hermosa melodía era Areu. Ahora que lo recuerdo parecía casi como poseído mientras tocaba, ni siquiera me veía. Y de hecho, no lo hizo hasta que le toque el brazo haciendo que se equivocara una nota. Él me miro sin entender nada y yo simplemente le sonreí. Areu me pregunto quien era y como había llegado allí, y yo le dije que no lo sabía, que simplemente había deseado que pasara y simplemente pasó. Me pregunto que si eso me pasaba muy a menudo, yo iba a mentirle como a los demás pero una vocecita dentro de mi me dijo que a él no, y le conté que no era la primera vez. Le conté de las hermosas luces del prado, y de cómo cuando deseaba algo como una simple galleta al instante la tenía en la mano o como cuando ese niño feo de mi salón me empujó diciéndome fea "accidentalmente" se callo por las escaleras y se rompió varios dientes sin que yo tuviera que tocarlo. Parecía más que asombrado, y me reveló que él era como yo. Que ambos éramos iguales y que si yo quería él me enseñaría a controlar mis poderes y las responsabilidades qué había detrás de ellos. Supe en ese momento que ese hombre sería una pieza crucial en mi vida, y que siempre lo necesitaría.

Y no me equivoqué. Incluso ahora luego de tres años, siempre que tengo un problema Areu debe ayudarme.

Cuando por fin pude despejar mi mente de todas las distracciones, lo hice. Me tire al suelo con la mayor fuerza que pude hacer. Mi mente se preparo para la posibilidad de el golpe en el piso de madera de mi habitación y el muy probable grito de mi madre al escuchar el estruendo, pero nada de ello llego. Con ambas manos frente a mi y mis reflejos evite un golpe muy feo a mi rostro. Me sorprendí al ver que mis manos ya no estaban apoyadas sobre mi piso de madera caoba, sino sobre una piso de azulejos blancos perfectamente pulidos.

Trate de levantarme pero el cansancio y el mareo que estaba experimentando provocó que volviera a caer pero esta vez accidentalmente. Me volte boca arriba y sabiendo que necesitaría descansar para recuperar fuerzas, comencé a observar la habitación. Era muy parecía a la la habitación de la vez anterior, excepto que está no tenía ninguna pintura. Lo único que rebosaba en sus hermosas paredes era un bello espejo dorado, con una extraña inscripción en un lenguaje que jamás había visto, en la parte inferior del lado derecho. Aunque no le di mucha importancia.

Después de lo que me pareció una eternidad y con la ayuda de los muebles que se encontraban a mi disposición, logré levantarme y comenzar mi búsqueda. Al salir al pasillo lo que más me llamo la atención fue como todo parecía tan blanco, tan puro e impecable. No veía ni una simple gota de suciedad sobre aquellos muebles, ni sobre las paredes. Docenas de puertas de asomaban por aquel pasillo. Camine por lo que me pareció una eternidad hasta que una puerta blanca con detalles dorados me precio demasiado familiar y sin pensarlo dos veces, la abrí. Dentro de ella había una habitación si bien algo más grande que el pasillo, ambas tenían la misma estética. En dirección recta había una puerta exactamente igual que la de la entrada, y una vez más la abrí descubriendo otra habitación casi idéntica a la anterior a excepción del piso que tenía otro diseño. Algo cansada, camine con rapidez tomando el picaporte de la siguiente puerta y al abrir volví a encontrarme con otra habitación exactamente igual que la primera habitación. Seguí ese patrón hasta que mi desesperación combinada con mi impaciencia hicieron que comenzara a correr. Luego de la séptima habitación comencé a escuchar una bellísima melodía, una que hizo que mi corazón se parara. Era aquella melodía que lo escuché tocar hace años atrás. Cuando la canción se hacía cada vez más y más fuerte supe que había llegado a la última habitación, y así fue. Al abrir aquella puerta blanca descubrí la enorme sala a la cual no había puesto un pie desde la primera vez que vine.

Salí desde uno de los laterales de la sala. Desde aquí pude ver en primera fila a Areu tocar. La gracia que tenía, la sofisticación que portaba y la pasión con la que tocaba era... simplemente espléndida.

No me moví ni provoqué ningún ruido hasta que termino de tocar.

Al hacerlo vi como cerró sus ojos mientras pasaba sus manos por su rostro en un gesto de cansancio. Algo que hizo que sintiera pena por él ya que no sabía que era lo que lo mantenía así, pero no. "No iba a irme sin respuestas", me dije a mi misma animándome.

— ¿Alguna vez te he dicho que amo como tocas el piano? – pregunté en voz alta provocando que mi voz retumbara en toda la habitación.

La sorpresa en su rostro no se dejó desprevenida. Parecía más que sorprendido, casi anonadado. Pero al instante volvió a ocultar sus sentimientos para si mismo y mostrándome una sonrisa victoriosa en el camino.

— En un arte que a muchos les apasiona, pero yo lo aborrezco con cada fibra de mi ser – comentó acariciando el piano y con un rápido movimiento de manos bajo la tapa guardando las teclas de mi vista. Sin saber que responder, él añadió –. Me ha... esclavizado durante mucho, mucho tiempo.

– ¿Si no te gusta para que lo tocas?

– A veces, mi damita, estamos tan acostumbrados a realizar actos que aborrecemos, que cuando ya no debemos hacerlos, se encuentran tan arraigados a nosotros que no hay modo de borrarlos. Este piano... me recuerda cada día el porqué me encuentro aquí, y porque me merezco estar aquí.

– ¿Y por qué crees que te mereces estar aquí?

Como pensé, no me respondió. Se quedó callado y aparto su mirada hasta la puerta por la que había entrado. Tratando de distraerme me pregunto intrigado: "¿Como es que llegó aquí?"

Armándome de valor camine lentamente hasta llegar a su lado.

– No soy tan tonta cómo parezco, Areu. Crear una entrada es fácil, el problema con este... mundo, es salir.

– No hay mejor forma de decirlo. Este mundo siempre me ha resultado... – Areu intento encontrar la palabra adecuada mientras daba una vuelva sobre si levantando sus brazos en gesto demostrativo, y valla que lo hizo – incomprensible. Muy confuso para alguien como yo, pero usted y vuestra mente joven a podido descifrarlo desde el primer día que vino. Ahora que lo pienso bien, las jovencitas de vuestra edad no deberían estar lejos de sus casas a estas horas. Debo suponer que vuestra madre esta preguntando por su paradero.

– Supondrías mal – murmuré en un leve susurro bajando la cabeza.

Comencé a caminar al rededor del piano observando la habitación, dejándolo a él parado en su lugar. Areu tampoco era tonto. Casi nunca preguntaba por mi familia pero sabía que perfectamente que era un tema el cual prefería no hablar.

– ¿A que ha venido esta noche? – inquirió cambiando de tema.

Con el poco valor que había estado juntando me di vuelta viéndolo firmemente y comencé a relatar el monólogo que había estado preparando durante toda la noche.

– Tu sabes a qué he venido. Quiero respuestas, respuestas reales. Quiero que me digas lo que realmente está pasando conmigo, con este mundo, incluso contigo. Lo necesito, Areu. Necesito saber que es a lo que me estoy enfrentando.

Vi un destello de incertidumbre en su rostro que fue tan fugaz pero que aún así pude captar.

– Aún es muy...

– Joven, inexperta, demasiado blanda. ¿Pues que crees, Areu? Estoy creciendo, y ya no soy la misma niña de 12 años que vino a esta misma sala hace dos años.

– Lo sé – musitó con tristeza, algo que hizo retorcer mi corazón.

– Entonces, dímelo. Sé que puedo manejarlo. No voy a negarlo. Aún soy joven, pero necesito saber. Te lo ruego, Areu, quiero saber porque soy como soy. Necesito respuestas. No quiero mas secretos.

Le rogué. Yo jamás le rogaba a nadie, y me preguntaba porqué. Tal vez lo hice porque estaba desesperada por tener algo a lo que aferrarme. No tengo una familia estable, ni una vida social, mis amigos acaban de renegar de mi y toda mi existencia parece ir cada vez más en picada. O yo vez porque se que Areu no me negaría ningún pedido que yo le hiciera si le rogaba. Me tiene demasiado aprecio, y yo a él. Es lo más cercano a un padre que tengo. Y creo que él lo sabe.

Areu me miro como jamás me había mirado antes, con preocupación. Entre pasos lentos se acercó a mi y uniendo nuestras manos la levantó para luego llevarla hasta su pecho.

– Mi joven dama, he hecho muchas cosas para protegerla. Aún que no lo sepa, le debo mucho. Y se que nada de lo haga podrá pagar todo lo que ha hecho usted por mi. Pero debe entender que cada acción que he llevado a la práctica, cada palabra que he dicho, cada movimiento que he realizado... fue para que no tuviera que pasar por lo que yo he pasado con estos... ¡malditos poderes!

Di un saltó sobre mi misma por el susto repentino al oír su voz, y no pasó desapercibido por él. Con algo de vergüenza soltó mi mano dejándola caer, y tomando sus manos detrás de su espalda.

– Lo lamentó – se disculpó y con la cabeza gacha añadió –. Realmente lo siento.

– Descuida. Esta bien.

– Mi joven aprendiz, no hay día que no me sienta orgulloso de cómo ha aprendido a dominar sus poderes. Eres sin ninguna duda un prodigio.

– Jamás me has adulado tanto – comenté entre sonrisas mirándolo con desconfianza –. Debe haber un pero al final.

– No. Esta vez no hay ningún pero. No hay excusas. No habrá más secretos.

– Gracias. No sabes cuánto te lo agradezco. De...

– Sin embargo... – vaciló interrumpiéndome repentinamente – debo insistir una última vez. Los secretos que he estado omitiendo no han sido por capricho. Si te son revelados, ya no habrá vuelta atrás. Deberás pagar el precio por la sabiduría.

– Estoy dispuesta a pagarlo. Solo dime que es y... – afirme sin ninguna duda en mi voz.

– El precio es alto, pero ni yo ni nadie puede decidir cual es. Su cobrador vendrá en el momento en que menos lo esperes, y de la forma menos pensada.

– No lo entiendo.

– Y no lo hará. Nadie lo entiende hasta qué pasa. Pero todos nosotros, todos aquellos que poseemos estos poderes estamos destinados a pagar una deuda por ellos. Lo queramos o no. Por eso se lo preguntaré una última vez, porque no quiero que cuando llegue el momento le pase lo mismo que me paso a mi.

– ¿Qué te paso, Areu?

Verlo de esta forma me estaba matando. Jamás lo había visto tan roto.

– No siempre fui un hombre viejo, encerrado en esta gran y viejo castillo – murmuro más para si mismo que para mi –. Hubo un tiempo en el que fui un joven lleno ideas, un joven listo para cambiar el mundo con un chasquido de manos. Era un revolucionario. Pero mi gente no estaba lista para los cambios que proponía.

– ¿Y luego?

– No siempre lo que soñamos se convierte en realidad para todos, pero no por ello no hay que dejar de buscar nuestra felicidad – entre largos suspiros se dio vuelta dejándome ver su espalda y su gris cabellera, y sin voltearse siguió –. Pague un precio demasiado alto por el uso de mis poderes. Me alejaron de todo lo que amaba. Estos poderes no son una broma, una vez que te unes con ellos no hay vuelta atrás. Te darán ventaja sobre los demás, pueden mejorar tu vida, pero siempre habrá un pero. Por cada truco que uses estarás lastimando a alguien, dejando a otros perder por tu tomar su victoria. Siempre habrá un pero sin importar que. Y siempre habrá algo que te diga que tú no mereces realmente tener lo que tienes.

– Areu... – balbuce sin sabe que decir exactamente.

– Tienes mi advertencia, mi experiencia y también mi preocupación. No dudes ni por un momento que no te salvaría de no ser necesario, pero esto no es algo de lo cual te pueda salvar.

A este punto todo mi cuerpo estaba temblando de los nervios pero las palabras que escuché a continuación hicieron que todo mi mundo diera un giro.

"¿Estás dispuesta a pagar el precio por la sabiduría, Selene Smith?"

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top