Capítulo 3


Llamas. Gritos. Estantes ardiendo. Vicent mirando como él trata de alcanzarlo. El sonido del estante cayendo.

Estarás bien Draco. Estarás bien.

Aquellas palabras repitiéndose con profundidad. La desesperación consumiéndolo y la realidad chocando con él cuando sus ojos se abren. De nuevo como cada noche.

El pulso acelerado. El sudor corriendo por su frente y la boca abierta tratando de no hiperventilarse. Sus ojos enfocan un punto fijo en aquella habitación y el visaje que lo persigue se reaparece envuelto en humo denso. El terror crece en él de forma avasallante y el grito que brota de su garganta es agónico.

Intenta huir de aquel sitio pero sus acciones son torpes e inconclusas debido al poco orden de su cerebro.

─ ¡No eres real! ─ Grita en dirección a la sombra oscura que permanece en el sitio ─. No eres real. No eres real. No eres real ─ Repite tratando de creerlo ─. No debes ser real.

Su oración flaquea carente de convicción ante lo que ven sus ojos, sus manos alcanzan el pomo de la puerta en su intento de huir, puede sentir los vellos de su cuerpo increparse ante el espasmo de escalofrió que lo abrazo. La manilla se mueve en su mano haciéndolo que la suelte con rapidez echándose hacia atrás totalmente consumido por el miedo.

La puerta se abre con premura dejando pasar a Narcissa envuelta en una fina bata para dormir. Draco libera el aire que estaba reteniendo de forma brusca y ruidosa.

─ Ven acá ─ Su madre extiende sus brazos de forma cariñosa hacía él, pero esté se rehúsa.

─ Estoy bien madre ─ Intenta aliviarla con sus palabras, sin embargo los gestos de su rostro y el estado de asombro no lo abandonan. Está intranquilo con ganas de salir corriendo de su encierro en cualquier instante.

─ No, no estás bien Draco. ─ Lágrimas humedecen sus ojos ante la imágen de su hijo ─. Quiero verte bien. Entiéndelo por favor ─ Su suplica es agónica logrando estremecer al muchacho quién finalmente se rinde ante sus miedos buscando refugiarse en el cobijo de su madre.

Aunque intente hacerse el fuerte sus lágrimas se presentan mojando el hombro de Narcissa, la siente tensarse abrazándolo con más fuerza.

Sabe que esa situación está dañando a todos a su alrededor, el ver a su madre tan afectada, tan inofensiva ante sus ataques y preocupada por lo que pueda pasarle le altera.

La realización de su realidad. De lo mucho que puede seguir dañando a su progenitora cae en él. Las palabras se acumulan en su boca, un resoplido ahogado lo abandono dándole el impulso que necesita para poder hablar, pero aún así se rehúsa callandose así mismo.

Debía trazar el camino que necesitaba recorrer para saber que tan capaz era de afrontar sus temores. Además de asegurarse que las sesiones con aquel psicólogo pudieran ayudarlo de no terminar en un pabellón de San Muggo, con camisa de fuerza.

Cerró los ojos con profundo cansancio. Su madre se separó de él lo suficiente para la regalarle una sonrisa cálida al tiempo que con su mano derecha ahuecaba una de las mejillas del rubio.

Aquél gesto logro desmoronar sus pocas defensas. Sus pestañas se dejaron caer, en la penumbra tanteó la hasta sujetar la mano de su progenitora con ahínco.

Odiaba sentirse débil. Odiaba su vida después de aquel día que lo marco para siempre, pero debía hacerle frente de una vez. Basta ya de persimonía para sí mismo, de lamentos baratos y de buscar refugio en los brazos de sus padres aún cuando en el fondo responsabilizaba a Lucius, de todo este martirio agónico.

─ Pronto madre ─ Arguyó con determinación abriendo los ojos y tratando de sonreírle, pero la mueca que surco sus labios no resplandeció en sus retinas.

Retiro con cuidado la mano de su madre como una clara invitación a dejarlo solo, Narcissa sin embargo avanzo hacia la cama dejándose caer en ella en una posición aristócrata, él avanzo imitando su gesto, como en muchas otras ocasiones prestando le atención al palabrerío incesante de la mujer quién le relataba alguna historia.

Estaba seguro que la  había escuchado con anterioridad, pero no por eso iba a interrumpir el esfuerzo de su madre por quedarse a su lado hasta esperar la salida del alba.

Las horas restantes pasaron con premura dándole paso a un nuevo día. Draco yacía recostado del espardal de la cama buscando la energía en su cuerpo para levantarse de aquella cama e ir a tomar una ducha.

Narcissa se había marchado apenas los primeros rayos de sol iluminaron la ventana.

Pasado los minutos por fin fue capaz de poner los pies descalzos sobre el afelpado de la alfombra que rodeaba el mobiliario. Ese día en particular se tornaba quejumbroso para él.

Fue una de la peores noches, medito aquello el tiempo que le tomo llegar hasta el baño. En raras ocasiones podía ser testigo de la silueta que se aparecía en medio de humos como si ascendiera de debajo de la tierra hasta postrarse en su frente para atormentarlo.

Lo desequilibraba por completo haciéndolo dudar de su poca cordura, dejándolo en la orilla de una abismo de perdición e incertidumbre, dónde pese a negarse, se hundía. En lo más profundo sin encontrar una salida por su cuenta.

Al salir del baño comprobó que no fuese tan temprano para enfundarse en aquel traje que el sastre confecciono con dedicación. Peino su cabello al descuido y aplicó la fragancia que tuvo que rebuscar en la gabetilla principal. Nada reposaba encima de aquel estante, no habían decoraciones, floreros o cuadros, ningún artilugio que echar al suelo en alguno de sus ataques de ansiedad.

Nada que pudiera lastimarlo, o que él utilizará para lastimarse.

Bajo a la segunda gabeta dando con el sin número de guantes que se acomodaban con perfeccionismo en el sitio. Tomo los primeros que alcanzo, al final de cuántas todos eran exactamente iguales, negros de cuero curtido. Los acomodo con agilidad escondiendo la apariencia de su mano con el trapo.

Eso era todo lo que necesitaba para salir de esa casa con la determinación de curar sus miedos o terminar de por vida interno en San Muggo, una vez la evacuación se concluyera.

......

Sus párpados se dejaban caer por voluntad propia y el ardor en sus ojos era nuestra clara de su necesidad por dormir.

Eran pasadas las nueve de la mañana, generalmente a esa hora  lograba cerrar los ojos y dejar descansar su mente unas cuentos minutos recostado en la silla presidencial que ocupaba en su empresa, pero hoy no podía realizar su habitual rito, hoy no.

Hoy se encontraba en el área de consultorios privados de San Muggo, ocupando un asiento al lado de un ansioso Blaise Zabini, luchando por mantenerse despierto.

Gracias a Merlín, solo estaban ellos dos y por lo que Blaise había comentado su madre se había encargado de organizar todo a tal punto de que las sesiones a las que ambos asistieran  fuesen tratada en la más absoluta confidencialidad ¡Bendita fuese Eleonor! 

─ Blaise Zabini ─ Mencionó una joven asistente saliendo del consultorio que estaba frente a él ─. Por favor acompañeme ─ Pidió con una amabilidad perfecionada por ensayos.

Blaise dudo el instante que quiso ponerse en pie y sus reflejos le fallaron, se recompuso de inmediato avanzando delante de la asistente quien mantenía una sonrisa en su rostro indicandole por dónde caminar.

Pudo sentir la ansiedad carcomiendo sus nervios. La sangre burbujear en su torrente como muestra clara de la desesperación en su sistema, podía escuchar el pulso retumbar en sus orejas y el miedo subir en escalones rápidos alcanzando su pulsó para desestabilizarlo hasta provocarle arqueadas.

Se aferró con vehemencia en los descansa brazos de aquel asiento contando los segundos que corrían para apaciguar el temblor en sus manos que lo llevo a sujetarse del mueble.

Se perdía, una y otra vez, en diferentes ocasiones desvariando en su cuenta casi perfecta hasta desorientarse y desconocer que tiempo tuvo que esperar para que la puerta frente a él se abriese nuevamente.

Zabini fue el primero en cruzar el umbral. No le dió tiempo decifrar su rostro pues inmediatamente la misma joven le pidió que pasará.

Sus piernas andaron por inercia obedeciendo la petición de la asistente dejando atrás el pasillo de la agonía para entrar al sitio donde seguramente sería juzgado, sus pensamientos eran sin duda su peor enemigo en esos casos.

La estancia lo recibió con mucha caoba pulida, un pequeño sillón de extensión larga y a su lado en una silla reclinable estaba un hombre de aspecto sabio con el rostro lleno de una creciente barba blanca. Echó la vista hacia un lado deteniéndose en el escritorio lleno de papeles con una estantería detrás.

No sé dió cuenta que estaba detenido a mitad de camino hasta que el hombre le hizo un gesto para que terminara de llegar hasta el sillón. Negó, lentamente su cabeza se giró en un movimiento contradictorio antes de hablar.

─ ¿Puede ser en el escritorio? ─ La pregunta le fue trabajosa, el sanador asintió en afirmativa poniéndose en pie hasta avanzar  a la silla principal del mobiliario. Tomo asiento ante las vista atenta del rubio quién lo imitó en uno de las sillas de invitados.

─ Cuentame Draco, ¿Qué es lo que te inquieta? ─ La mención de su nombre lo vuelve un acto más personal. Quiere perforar sus sentidos con su voz calmada juega a ser el amigo a quién le puede contar sus secretos. Aparta sus pensamientos con brusquedad al darse cuenta que está analizando al doctor cuando debería ser él tratado.

Se remueve incómodo en el asiento uniendo las yemas de sus dedos en un ritual de calma.
─ Hace mucho tiempo que no logro dormir. ─ Se sincera. Le cuesta hablar de lo que vive.

─ Entiendo ¿Qué tiempo exactamente llevas sin conciliar el sueño?

Draco observa con atención como la pluma que se alza encima del escritorio se detiene cuando el medimago deja de hablar. Era obvio saber que la sesión quedaría registrada de alguna manera.

─ Diez años ─ La respuesta le quema la lengua. Muerde sus labios en un intento de callar las palpitaciones que suben con ímpetu hasta sus oídos taladrando sus sienes.

─ ¿Te has realizado evaluaciones clínicas? Algo que apoyé que tu falta de sueño por tantos años no se trata de algún problema sistemático de tu cuerpo. ─ El viejo mueve sus manos a medida que su explicación se va extendiendo.

─ Doctor... ─ El calificativo se queda extendido más tiempo de lo normal dándole a entender al hombre su desconocimiento en cuanto a su nombre o apellido.

─ Mcgregor ─ Le hace saber el hombre ──. Thomas Mcgregor  ─ Completa sin parecer ofendido ganando una inclinación por parte de su paciente.

─ Doctor Mcgregor, lo intente. Todo tipo de estudios mágicos. Cada uno que a los medimagos le pareció conveniente. Brebaje tras brebaje. Hechizos en prueba. Pociones nuevas, las más viejas, esas que fueron casi olvidadas. Todos ellos se dieron por vencidos ─ Desvía la vista escondiendo la frustración que lo embarga al recordar todos los meses que pasó tratando de encontrar una solución médica a su problema ─. Fue ahí cuando mi familia se trago todo su orgullo estúpido e ideales de sangre y buscaron respuestas en médicos Muggles ─ Una mueca torcida se forma en sus labios.

El doctor Mcgregor arquea sus cejas interrogante. ─ ¿Y bien?

─ Nada ─ Se alza de hombros restandole importancia a los hechos ─. Un simple insomnio según sus estudios. Fui sometido a muchas pruebas y todas concluyentes en el mismo diagnóstico. Las drogas que me recetaron no contrarestaron el efecto por lo que deje de usarlas.

Los recuerdos se acalopan en su mente transportandolo a los momentos dónde debía quedarse inmóvil mientras chupones eran conectados en su cráneo para evaluarlo.

Tenía la esperanza de que los Muggles obtuvieran la respuesta. Sería irónico que fuesen justo ellos quienes pudieran ayudarlo, pero lo deseaba con mucho fervor.

─ No te desanimes. Por una parte entendemos que tu problema se debe de forma directa con tu mente. Tu cuerpo está bien y eso es un punto a favor.

─ ¿Creé tener un punto a favor después de determinar que estoy loco? ─ Se exaltó. Su respiración se agitó rápidamente.

─ No pongas palabras en mi boca. No he dicho tal cosa ─ Reprendió afable. ─ Estoy de acuerdo contigo en que existe un problema. Tú falta de sueño es sin duda grave, muy grave, pero voy a ayudarte Draco. Estás aquí porque has decidido por tu bienestar.

─ No pretendo causar lastima.

─ Deja de sacar conjeturas acerca de mi análisis. No hemos terminado aún ─ Regaño está vez levantándose de su asiento  ─. Dime Draco ¿Acaso tu insomnio es debido al mismo origen que del Blaise?

El cuerpo del rubio se estremecio con fuerza, su corazón pareció detenerse por un efímero segundo para luego reanudar su marcha con una fuerza abrupta que lo lastimo. Reguló su respiración tratando de mantenerse en calma y en el momento preciso detallo al sanador observando meticulosamente.

─ Si ─ Admitió por debajo ─. Pero él no lo sabe y espero siga así. Blaise debe creer que estoy acá por solidaridad con su persona, no porque tenga la vida tan jodida que no puedo siquiera dormir...

─ Cálmate ─ Interrumpe el hombre dejando caer una mano sobre su hombro ─. Nadie está aquí juzgando tus acciones, y por el señor Blaise despreocúpate todo lo que me digas es en absoluta confidencialidad ─ Hace pausa retirando la mano hasta rodear el escritorio tomando asiento nuevamente ─. Sí he sacado a colación al señor Zabini fue porque él se afianzó en que usted conocía la historia que lo agobia. ¿Por qué se trata del mismo motivo verdad?

Ante su cuestionamiento, Draco solo pudo dar su afirmación con una inclinación de cabeza.

<< Pero lo del señor Zabini, es un episodio ocasional una vez por año que se activa en vísperas del aniversario postmorten de su amigo ─ Continua luego de recibir el gesto como respuesta y ver la constipación en su rostro ─. En cambio lo tuyo, deduzco, es algo diario. Por lo que me has dicho estás atravesando un insomnio crónico Draco, por el mismo motivo ¿Es solo eso? ¿O hay algo más? ─ Indaga con curiosidad. La pluma vuelve a detenerse esperando por la contestación, el tiempo suficiente que le toma al medimago analizar la conducta de su paciente.

Los dedos de Draco se taborilean con inseguridad sobre la superficie del escritorio. En qué tiempo exactamente sus mano llegaron a ese sitio lo desconoce su atención fue puesta por completo en aquella pregunta que significa su paso a qué ese hombre creyese que había una demencia superior.

<< Draco ─ Insistió Mcgregor al ver su silencio y el estado taciturno en el que había caído.

Un suspiro sonoro abandono al muchacho, recogió sus manos y busco una nueva posición en la silla antes de responder ─. Ese día se revive en los pocos momentos que logro cerrar los ojos y dormir. Veo a Blaise tratando de llegar hasta Vicent, me veo a mi mismo tratando de ayudarlo y no pudimos. ─ Sus manos se entrelazan apretandose con fuerza, el cuero emite un sonido casi imperceptible por el estrujon.

Mcgregor asiente comprendiendo el dolor en ambos amigos. Ambos dispuestos a dar su vida por un tercero a quién no pudieron salvar. Ambos con el conflicto interno de que ellos lograron vivir y esa persona no.

─ Draco, no sé cuántas veces hayas escuchado esto que estoy por decirte, pero es necesario que te lo grabes; Tú no fuiste el responsable de lo que allí paso. Nada absolutamente nada de lo que ocurrió ese día es responsabilidad de Blaise o tuya. Ambos  estaban dispuestos a salvar a su amigo, sin importar sin en el intento sus vidas se vieran comprometidas, lamentablemente las circunstancias fueron diferentes y hoy ustedes están aquí.

─ ¿Creé que me siento culpable por estar vivo?

─ Estoy completamente seguro que es uno de los motivos de que estés padeciendo esto. No vamos a determinar lo que es aún, faltan varias sesiones para dar una conclusión apresurada. Por lo pronto voy a programar una próxima cita  para dentro de dos días.

─ ¿No es muy pronto? ─ Una pizca de miedo baño su oración.

─ No lo será. Dos veces por semana estará bien, por supuesto una de esas veces será con el señor Blaise, será una forma de que piense que sigues siendo solo su compañero, y no que tu vida está más jodida que la de él ─ Hace referencia al calificativo usado por Draco hace unos momentos ─. Aunque el término no sería el ideal para definir lo que le pasa señor Malfoy, yo no creo que tenga la vida jodida. ─ La pluma se detiene cayendo sobre la madera de forma ruidosa. ─ Tu otra visita será para avanzar más rápido con tu proceso.

─ ¿Es solo un proceso me dice? ─  Le pregunta con un brillo singular en sus retinas. La mayoría de las ocasiones sus esperanzas morían en el primer intento con la persona que ocupaba el lado contrario del escritorio.

─ ¡Por supuesto que sí! ─ El entusiasmo se alza en medio de ambos ─. Es solo un proceso que podemos tratar, será algo tardío, la mente es muy extensa por lo que debemos tener paciencia.

─ ¿Desde cuándo se dedica a esto?

─ Muchos años ya, no diré con exactitud cuántos se me notaría la edad biológica ─ Río con gracia ignorando el ceño fruncido de Draco ─. Tengo mucho tiempo estudiando la mente humana, cuando no encontré más respuesta de este lado del mundo fuí a Londres Muggle, indague, investigué y volví a estudiar desde otro punto de vista la psicología. No es por presumir señor Malfoy, pero ha llegado al sitio indicando.

─ Ciertamente espero haberlo hecho ─ Termino esté poniéndose en pie.

Noto entonces que la asistente salió de una puerta adjunta a un lado de un archivo, corrió abriendo la entrada para él regalando una gran sonrisa que le hostigo.

Anduvo hasta detenerse a su lado, con un gesto de su mano se despidió del sanador y cuando quiso reanudar su marcha su cuerpo se mantuvo rígido ante la presencia de una cuarta persona en la habitación.

Su saliva pereció y sus ojos inmediatamente buscaron la cara de la recién llegada. Las palabras resonaron en su cabeza como un torbellino.

Sus ojos bañados en dolor sin gota de lo que significo esperanza aquella noche no repararon él, pero si en la mujer a su lado, escucho los movimientos a su espalda sabiendo que el doctor Mcgregor, se acercaba a ellos con cautela.

Hermione Granger, estába parada justo en su frente con una bata blanca cubriendo su vestimenta y su apellido realzado en el bolsillo de la misma representado su papel con aquella prenda. Era una médica.

─ Doctora Granger ¿Puedo ayudarle en algo? ─ Mcgregor lucía confundido ante su colega.

─ No ─ Respondió de forma contundente. En un gesto en cuál utilizó más fuerza de lo normal jalo uno de los brazos de la muchacha sorprendiendolos a todos.

La asistente jadeo expectante de que aquello se tratara de un ataque por una de sus superiores, sin embargo Hermione la obligó a extender su palma y dejo en este un anillo de compromiso.

─ Es todo tuyo ─ Le cerró la mano en el proceso para después soltarla y con rapidez buscar limpiar sus manos con la bata ─. Faltaba solo el anillo así que te lo he traído. No creo que tengas problemas en comprar un vestido de tu talla, evidentemente soy mucho más alta que tú por lo que dudo que el mío vaya a servirte.

Ambas parecían contener el llanto por motivos diferentes. La humillación era tan obvia para la asistente y el dolor más la rabia eran palpables en Granger.

─ Ah. Claro las invitaciones fueron enviadas hace algunos días por lo que seguramente los que asistan creerán que seré yo la novia, pero que no te preocupe ─ Hizo un ademán restando importancia a la situación ─. Así como no te preocupó, ni importo involucrarte con un hombre comprometido ─ Sus gestos se endurecieron más ─. No te martirices cariño continúa con la boda al final de cuentas a Ronald Weasley, no le importa quien sea la novia ─ Su mirada nunca abandono a la muchacha ─. Doctor Mcgregor, disculpé la escena y espero no sienta sorpresa en la boda como lo dije hace un momento la novia será su asistente.

Draco permaneció en su sitio hasta que observó la insinuación de la asistente por lanzarle el anillo de vuelta a la sanadora. No lo previo, su cuerpo actuó por inercia y en el tiempo que menos percató su mano sostenía con fuerza la muñeca de la jóven.

─ No te atrevas ─ Tercio con los labios apretados. La asistente jalo su brazo con fuerza soltándose con abrupto del agarré.

Hermione direccionó su vista hacía a él por primera vez, hizo un asentimiento para salir del consultorio dejando aquél desenlace fatídico en la estancia.

No supo porque lo hacía con precisión, pero se vio imitandola para ir detrás de ella. Alcanzó  ver a Blaise, quién supuso había logrado ver lo que ahí sucedió ya que la puerta siempre se mantuvo abierta.

La encontró unos metros más adelante recostada de la pared con la vista fija en el suelo.

─ Bastante patético ¿No es así Malfoy? ─ Lo sorprendió un poco la manera tosca en la que le hablo. Su tono hostil detonado en cada palabra.

─ Bastante si ─ Admitió logrando que ella soltará una carcajada arisca.

─ Gracias por la sinceridad. ─ Levantó la vista para mirarlo logrando que su corazón lata con mayor intensidad. Casi todas sus noches esos ojos marrones se presentaban en su mente, como un espejismo, porque cuando despertaba ya no estaban.

─ Él no vale la pena. ─ Se vio diciéndole.

─ Lo sé ─ Arguyó ella en respuesta ─. Debo irme, tengo una guardia que cubrir ─ Le regaló una sonrisa forzosa.

─ Hasta luego Granger ─ Se despidió viéndola marcharse y con las emociones tan catastróficas en su interior que aclamaban ser liberadas.

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¡Hola! ¿Cuéntenme que les va pareciendo la historia? Me siento orgullosa de largo del capítulo, y espero todos los siguientes sean de la misma forma ♥

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