Capítulo 8
El sudor frío bajaba por mi espalda, la gente corría por los pasillos con desesperación de llegar a algún lugar, yo solo observaba con atención la lámpara que yacía a unos metros de mi.
—¿Familiares de Sean J. Thunder? —Preguntó el médico.
—Aquí —Dije en un hilo de voz.
—Buenas noches, Ralph Loundregh —Me tendió su mano— Quería informarle que afortunadamente el señor Sean se encuentra en estabilidad, los ladrones del atraco apuñalaron su estómago pero no llegaron a dañarlo, sólo es una herida externa.
—¿Puedo verlo? —Pregunté.
—Claro, por acá —Me indicó que lo siguiera.
Caminamos por un pasillo totalmente vacío, era obvio que los centenares de personas que veía pasar frente a mi no se dirigían a esta zona del hospital. Llegamos al ascensor y subimos.
—¿Que piso? —Pregunté.
—El seis —Dijo el médico distraído.
Los vellos de mi piel se erizaron ¡ME CAGO EN EL JODIDO NÚMERO! El ascensor se detuvo en el piso tres y una anciana subió, me dedicó una sonrisa amable y las puertas volvieron a cerrarse. Finalmente llegamos al piso destinado. El señor Loundregh se detuvo frente a la puerta 231-F, la abrió y me dejo pasar. Mis ojos se llenaron de lágrimas cuando vi a papá conectado a múltiples máquinas, estaba dormido así que me acerqué a silenciosos pasos a la camilla. Acaricié su rostro con delicadeza, ver al hombre que me vio crecer en este estado era devastador.
—¿Cuando despertará? —Miré al doctor.
—En unas pocas horas, fue sedado, en medio de la operación despertó gritando "¡NO LA TOQUÉIS!" Así que tuvimos que intervenir —Se encogió de hombros.
Asentí con la cabeza mientras trataba de deshacerme del nudo que se había formado en mi garganta ¿Qué había sucedido? ¿Quién había atacado realmente a papá? El doctor me hizo seña con la mano de que saldría y cerró la puerta.
—¿Papá? —Susurré.
Se movió disgustado y abrió los ojos lentamente, su mirada grisácea estaba llena de ira.
—Elisse —Musitó.
—¿Cómo te encuentras? —Tomé su mano.
—Demolido —Rió sin humor.
—Lo sé —Lo miré con compasión— Pero... ¿Podéis decirme quién te hizo esto?
—Ladrones —Respondió rápidamente.
—No mientas, por favor —Pedí.
—Fueron ladrones —Afirmó.
—Cuando te encontré, dijiste que había sido...Él ¿A quién te referías? —Lo miré curiosa.
—A los ladrones Elisse, por favor, créeme —Suplicó.
Asentí nada convencida, le relaté sobre lo que había encontrado en la biblioteca y agregó un poco de información extra.
—Julissa Fitzpatrick solía ser la mejor amiga de tu madre —Dijo mientras le daba a pequeños bocados el puré de papa que recomendó el médico.
—¿En serio?
—Si, sus hijos llamaban "Tía" a Kylie —Esbozó una pequeña sonrisa.
—¿Hijos?
—Oh si, tres, Trenton, Gabreel y Julia.
—¿Siguen con vida? —Pregunté.
—Claro que si, Julia vive a tres casas de la nuestra, tenéis que visitarla algún día.
—Lo haré.
Una enfermera entró a la habitación y preguntó si iba a quedarme con papá, asentí rápidamente y me ofreció una de las sábanas que traía consigo, ambas extendimos el sofá cama para que pudiese dormir ahí. La joven le dijo a mi padre que si se le ofrecía algo sólo tenía que presionar el botón de llamado.
—¿Listo para dormir? —Le pregunté a papá.
—Listo —Respondió.
Apagué la luz y sin cansancio alguno a pesar de que eran las tres de la madrugada, me quedé mirando a mi padre en la penumbra, el no había hecho daño a nadie, pero sin embargo tampoco las demás personas que habían sido asesinadas, era totalmente mezquino. Mis párpados se sentían como una tonelada sobre mis ojos así que no tuve más opción que rendirme al sueño.
—Buen día, estoy acá para administrarle en medicamento —Dijo la enfermera.
Abrí los ojos con pesadez, mi vista se adaptó a la luz del lugar y pude observar a mi padre, lucía totalmente incómodo mientras la enfermera le inyectaba el medicamento en el brazo izquierdo, arrugó el gesto cuando la aguja se enterró en su vena.
—Iré a casa a darme una ducha ¿Necesitas algo? —Dije levantándome de mi asiento.
—No cariño, estoy bien, cuídate por favor —Pidió.
Me despedí con la mano y caminé hasta el ascensor. Se detuvo en el piso tres y la misma anciana de la madrugada subió y me sonrió.
—No juegues con él —Susurró.
—¿Disculpe? —Dije alarmada.
De un segundo a otro, la adorable anciana que parecía se había convertido en una espantosa cosa tan inexplicable como irreal. Sus ojos eran dos bolas de fuego ardiendo, su rostro cubierto de sangre mientras la piel caía al piso para dar lugar a la carne en rojo vivo, se abalanzo sobre mi y caí al piso de inmediato, el ascensor se detuvo y las luces empezaron a fallar, trataba de sacarla de encima pero me era imposible, sentí un ardor insoportable en mi cuello, me había mordido y la sangre no dejaba de salir.
—¿Señorita? ¿SEÑORITA?
Abrí los ojos. El ascensor había llegado a la última planta. ¿Qué demonios?
—¿Se encuentra bien? —Dijo la doctora con gesto preocupado.
—Eh...si —Dije levantándome del piso.
¿Qué mierda?
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