Capítulo 59

Lennon soltó un bufido de fastidio cuando Paul subió las escaleras y se giró hacia Stuart para entregarle el vaso con agua. Le dio un gran trago a su propia bebida bajo la atenta mirada del diseñador.

— ¿No deberías ir detrás de él? —preguntó, entrecerrando un poco los ojos.

—No quiero pelear justo en Navidad —el magnate hizo una mueca de fastidio—. Las hormonas del embarazo lo ponen como loco y sé que no vamos a llegar a ningún punto si voy e intento hacerlo entrar en razón. Sospecho que sólo empeoraría las cosas, a decir verdad.

—Paul dijo que no quería seguir al lado de alguien como tú —le recordó Sutcliffe con una expresión de falsa preocupación en el rostro.

—Lo sé, ya se le pasará... —Lennon rodó los ojos antes de beber deprisa lo que quedaba de agua en su vaso—. Así es Paul. Pasa algo simple y se siente con poder de echarme de la casa a su antojo, pero hoy es Navidad

—Dijiste que el embarazo de Paul era de riesgo y no creo que tener disgustos así sea considerado seguro para el bebé. Ve a calmarlo, John.

—Está bien, intentaré hacerlo, pero estoy casi seguro de que no va a querer escucharme...

Le dio el vaso vacío a Stuart para subir las escaleras hacia el segundo piso de la casa. Antes de entrar a la habitación, se aseguró de entrar a su estudio para sacar una caja donde había guardado el regalo de Navidad para Paul. Quizá eso lograría apaciguar la furia del pelinegro. Tocó la puerta con sus nudillos dos veces antes de entrar.

—Paul, ¿podemos hablar? —el magnate se sentó en el lado de la cama que no estaba ocupado por el chico.

—No, no viniste enseguida.

—Paul... —John se aclaró la garganta.

—Los gatitos de Goose nacieron en la madrugada —comentó McCartney, sin mostrar demasiado interés en el asunto—. Son cuatro, están en tu armario, al parecer Goose lo consideró un lugar seguro para traerlos al mundo.

— ¿En serio? —Lennon sonrió de oreja a oreja—. Eso es genial, un dulce regalo de Navidad. Llamaré a la veterinaria para ver si puede venir a revisarlos hoy mismo, también sería bueno hablar sobre las vacunas que tienen que recibir y lo que haremos con ellos, ¿no crees? —Su sonrisa se borró al ver que su pareja no le estaba prestando atención—. ¿Puedo saber qué te sucede?

—Nada.

El empresario suspiró.

—Sé que Stuart no te agrada...

— ¿Vas a echarlo de la casa? —McCartney se cruzó de brazos y le dirigió una mirada desafiante.

—No, no puedo hacer eso, cariño —John negó con la cabeza—, ya te dije que tuvo un problema con Astrid y, bueno, ahora ella no quiere verlo. Fue una noche complicada, Stuart estuvo muy triste porque Astrid le va a pedir el divorcio.

El magnate intentó acercarse al menor, pero el último se alejó de él en cuanto notó sus intenciones. Estaba furioso. No iba a ceder a nada de lo que John dijera, Iba a gritar si le ponía siquiera un dedo encima.

—Claro, un problema, sí, ya entendí que te divertiste mucho en la cena de tu tía la loca —hizo una mueca de fastidio al mismo tiempo que posaba una de sus manos sobre su vientre, como si eso le diera más valor—. Stuart estaba triste y pasaste toda la maldita noche consolando a ese idiota mientras que yo, con tu hijo en el vientre, atravesaba una de las peores noches de mi vida. ¿Y si me hubiera pasado algo? ¿Y si perdía al bebé?

El castaño apenas si se inmutó, el leve dolor de cabeza que tenía por la resaca se estaba intensificando y seguramente se convertiría en algo muy molesto si no tomaba alguna píldora, pero no lo estaba animando a seguir el juego de Paul.

—Pero eso no pasó, Paulie, tanto tú como el bebé están bien.

—Me hubiera gustado tenerte aquí —le confesó McCartney—. Fue horrible, tenía fiebre y tuve uno de los peores sueños de mi vida. Me dijiste que volverías temprano. ¿Cómo crees que me sentí cuando desperté y vi tu lado de la cama vacío? Totalmente abandonado.

—Estás exagerando las cosas, pero bueno, métele chantaje emocional para hacerme sentir mal —Lennon fingió un bostezo—. No es como si no lo hubieras hecho antes, de todos modos.

—Eres un idiota...

—Insultos, fantástico —John soltó una risita—. Siguen los gritos.

—Acepta tu error —los ojos de Paul brillaban con furia, aún no podía controlarse—: ¡me dejaste solo!

—No estabas solo —el empresario negó con la cabeza, intentaba mantener la calma. No iba a dejar que McCartney lo contagiara con su ira—, literalmente le di instrucciones a todos mis empleados para que estuvieran al pendiente de ti. Si te hubiera pasado algo, hubiera sido porque les pediste que no me llamaran. ¿Realmente me querías aquí?

John dejó la caja con el regalo que había planeado darle al pelinegro y se llevó una mano a la barbilla, consciente de que el chico estaba a punto de reclamarle más. Siempre había sido así, con la diferencia de que en todo momento lo había tolerado y se había comportado paciente.

— ¡No quería preocuparte! —exclamó McCartney—. Quería que por lo menos tú tuvieras la oportunidad de salir y divertirte, pero no creí que regresarías con tu amante, que lo traerías a nuestra casa.

—Sabía que no era una buena idea venir a hablar contigo —negó con la cabeza—, sólo vine porque Stuart me lo pidió.

— ¿Y si Stuart te dice que me dejes?

—Paul, ya me cansé de tus actitudes cambiantes y de tus berrinches.

—De seguro ya te cansaste de no poder jugar con la pelota con patas que te costó medio millón de libras —el pelinegro estaba permitiendo que sus inseguridades se convirtieran en su peor enemigo—, así que trajiste a una puta conocida para darte un buen revolcón, ¿verdad?

— ¿Medio millón de libras? —John frunció el ceño, por primera vez sin comprender de qué le estaban hablando—. ¿A qué te refieres con eso?

— ¡Me compraste como si fuera un jodido esclavo! —chilló Paul, temblando y con la respiración agitada—. Lo que más me duele es que hayas pretendido que me querías cuando es claro que sólo buscas sacarle provecho a todo, ya no quiero más mentiras, John. ¿De cuántas cosas no me habré enterado todavía?

— ¡Deja de victimizarte, Paul! —le gritó Lennon con molestia—. Si no te lo conté antes es porque sabía que ibas a alterarte y a hacer un gran drama, justo como ahora. Ni siquiera me molestaré en preguntarte por qué motivo estabas husmeando en mis cosas, pero entiende: ¡no todo gira en torno a ti!

El pelinegro no pudo contenerse más y rompió en llanto. Todo era confusión en su mente y las hormonas del embarazo no eran de gran ayuda para calmarlo y permitirle pensar las cosas con razonamiento. Se abrazó a sí mismo e intentó hacerse un ovillo, pero no fue posible por su abultado vientre.

—Paul, no llores... —el castaño llevó su mano hasta la mejilla del pelinegro para limpiar una lágrima.

—No me toques —McCartney le apartó la mano con brusquedad—. ¿Alguna vez fuiste honesto conmigo?

—Nunca te he mentido, deja de inventar cosas, Paul —John rodó los ojos, pero para el menor era el mayor mentiroso de todos—. Omitir algo no es mentir... y estuve buscando un maldito momento para que no pasara esto, pero no pude; luego te conté lo de Cynthia y Julian y creí que me dejarías si te decía que ya no había ningún contrato. Ponte en mi lugar, últimamente te comportas muy impulsivo, el embarazo te ha vuelto... loco. Por supuesto que todos parecemos notarlo, menos tú.

—Pasé los últimos meses de vida de mi madre lejos de ella porque creía que estaba atado a un contrato que ya ni siquiera era válido... —susurró el pelinegro, pensando en todas las horas que pudo haber pasado con su madre antes de que ella se fuera para siempre—. No estuve junto a ella cuando... no estuve ahí. —Paul cerró los ojos con fuerza, intentando contener las lágrimas—. Ni siquiera tuviste el valor de decirme la verdad cuando me viste deshecho, cuando mi propio padre me golpeó...

—Tu embarazo se complicó —John trataba de justificar sus acciones—, no quería añadir una preocupación más, estabas muy triste. Los médicos fueron muy claros sobre no provocarte emociones fuertes. Estabas todavía en una etapa muy crítica, podías perder al bebé.

—El bebé... —el pelinegro abrió los ojos para mirar a Lennon y negar con la cabeza—. Por supuesto, es lo único que quieres de mí.

—No, Paulie...

John se precipitó sobre el embarazado con los brazos extendidos para abrazarlo, pero Paul lo abofeteó antes de que lo lograra. No fue nada demasiado aparatoso, el chico estaba demasiado débil para ocasionarle un daño severo a alguien. No obstante, la fría sensación en su mejilla detuvo el mundo del magnate de una manera en que nunca nadie lo había hecho.

Paul le había pegado.

No había daño físico, pero Lennon estaba seguro de que aquello había roto más que lo que había entre él y McCartney. Las duras palabras del chico sólo se lo confirmaron:

—Te dije que no me tocaras —se apartó aún más de él para luego levantarse de la cama—. No quiero que me vuelvas a tocar, tampoco me hables, ni siquiera me mires, de ser posible.

—Paul, lo siento, déjame explicarte... —el menor negó con la cabeza y se dirigió hacia la puerta de la habitación—. Entiendo si quieres dejarme, pero no te vayas, por favor. Cálmate. El bebé es mi hijo también, no puedes separarme de él.

McCartney se detuvo y giró su cabeza para ver a John una vez más. Aunque le avergonzó mucho y se sintió más perdido que nunca en sus dieciocho años de vida, lo admitió en voz alta:

—No tengo a nadie, tampoco a dónde ir. Cuando el bebé nazca... tomaré una decisión.

. . .

Paul sonrió un poco cuando la secretaria dijo su nombre y no tardó en levantarse del sofá para dirigirse hacia la puerta que tenía una placa con el nombre "Klaus Voormann". Giró el picaporte e ingresó al consultorio para cerrar la puerta detrás de él. Se sintió más seguro con el calor de la habitación, así como al ver que la decoración no era exagerada ni tenía el aspecto de un sitio al que las personas que habían perdido la razón acudían. A decir verdad, los cuadros y el par de plantas que se encontraban ahí se veían bien, hacían que el recinto tuviera un aura cómoda.

—Bienvenido, toma asiento, por favor —le pidió el hombre de cabello castaño que estaba sentado en uno de los sillones al mismo tiempo que señalaba el sillón que estaba frente a él.

McCartney suspiró y caminó hasta el lugar para sentarse, acomodó su playera casi por inercia. Mentiría si dijera que no estaba nervioso, pero ya se había convencido de que necesitaba ayuda de un profesional.

—Hola...

—Hola, soy Klaus Voormann, pero puedes llamarme Klaus —el hombre le sonrió de forma amable—. ¿Cuál es tu nombre y cómo te gusta que te llamen?

—Soy James Paul McCartney, pero siempre me han llamado por mi segundo nombre.

—Muy bien, Paul —el psicólogo anotó el nombre del paciente antes de volver a mirarlo—. Bueno, ahora voy a hacerte varias preguntas para hacer tu expediente y luego comenzaremos con la sesión, ¿de acuerdo?

—Claro.

Tal y como Voormann le había indicado, comenzó a hacer preguntas de datos personales y familiares que iba escribiendo en la libreta que había tenido entre sus manos desde que el pelinegro había entrado a su consultorio. McCartney contestó con honestidad todo el interrogatorio, el hombre le inspiraba confianza.

—Gracias por contestar, Paul —Klaus le agradeció—. Antes de que continuemos, quiero que sepas que este es un lugar seguro, nadie te juzgará, y tú decidirás qué cosas salen de aquí y cuáles no, tu información es confidencial para mí.

—Gracias —el pelinegro sonrió un poco.

—Dime, Paul, ¿por qué quisiste venir a terapia?

Voormann se inclinó ligeramente hacia adelante para acercarse a su paciente. McCartney suspiró y pensó en su respuesta por algunos segundos.

—Porque todo en mi vida parece ir mal y no puedo solucionarlo —dijo el chico, mirando hacia el suelo al sentirse incapaz de decirlo de frente—. Ya intenté arreglarlo por mi cuenta, pero cuando comienzo a sentir que todo está mejorando, pasa algo que me hace darme cuenta de que no puedo hacerlo. Todo en mi vida está mal.

— ¿Por qué crees que todo está mal?

—Son muchas cosas —contestó, ladeando su cabeza.

—Bueno, ¿cuál crees que está afectándote más justo ahora?

—No sé...

Paul frunció el ceño, no se había hecho esa pregunta antes. Voormann pareció comprender la situación a la perfección, porque no lo presionó a darle una respuesta en concreto, sino que le sonrió de nueva cuenta y le dijo:

—Oh, muy bien, entonces cuéntame todo.

Asintió con lentitud mientras ordenaba sus ideas y decidía por dónde empezar. Llegó a la conclusión de que el diagnóstico de su madre había sido el comienzo de todo, así que optó por comenzar en ese punto.

—Le diagnosticaron cáncer a mi mamá hace algunos meses, así que conseguí un trabajo como acompañante para poder pagar su tratamiento. Se suponía que sería algo temporal, pero quedé embarazado cuando desconocía de mi condición de portador y las cosas cambiaron entre John, el millonario al que estaba acompañando, y yo. —Alzó la vista para encontrarse con los celestes ojos del psicólogo y sonrió por un momento con tristeza—. Todo parecía estar bien: mi mamá mejoraba, mi relación con John era increíble y hasta me puse feliz con la idea de tener un bebé, lo único malo que pasó entonces fue que mi mejor amigo me dio la espalda.

Klaus asintió y anotó algo más en su libreta mientras McCartney hacía una pequeña pausa.

—Y entonces mi mamá falleció —continuó el pelinegro, sintiendo un nudo en la garganta—. No pude estar en su funeral porque mi papá vio que estaba embarazado y me golpeó tan fuerte que terminé en el hospital. El bebé estaba bien, pero mi embarazo se volvió de riesgo y mi papá me odiaba. —Paul cerró los ojos con fuerza y suspiró profundamente para no ponerse a llorar en ese momento—. Las semanas siguientes fueron muy complicadas, me sentía feliz un momento y al siguiente estaba llorando, no sabía si era el embarazo o simplemente todo lo que me había pasado. A eso se le sumaron mis inseguridades: empecé a convertirme en una pelota por mi embarazo y, aunque John me decía que me veía bonito, temo nunca poder recuperar el cuerpo que tenía antes; el único amigo que tenía cerca de mí también estaba embarazado y me sentí abrumado cuando lo vi con el bebé en brazos, yo no creo poder llegar a ser ni la mitad de bueno de lo que es él como madre.

Voormann estaba escuchándolo con atención, sin hacer comentario alguno ni gestos que pudieran hacer sentir peor a su paciente.

—Lo más reciente pasó hace tres semanas, en Navidad —volvió a hablar Paul, su entusiasmo iba decayendo conforme las frases continuaban dejando sus labios—. John había ido a una cena en la casa de su tía y no volvió hasta la mañana siguiente. Como si fuera un mal chiste, esa noche tuve fiebre y una pesadilla sobre mi próximo parto que se ha vuelto recurrente en mis últimas noches. Cuando desperté, descubrí que nuestra gatita había tenido cuatro gatitos y de nuevo me sentí mal porque ella también sabe qué hacer no sólo con uno, sino con cuatro criaturas diminutas; y yo no. —El pelinegro chasqueó la lengua—. De cualquier forma, fui al estudio de la casa a buscar el número de la veterinaria para que fuera a revisar a los gatitos y entre los documentos de John encontré el expediente que le habían dado sobre mí en la empresa de acompañantes, también un documento donde decía que les había entregado medio millón de libras para anular el contrato. Pero el que más me dolió fue uno donde John quiere quitarme mis derechos sobre el bebé que todavía está creciendo aquí —McCartney se llevó ambas manos al vientre de manera protectora—. Para empeorar todavía más las cosas, llegó a la casa con su exnovio. Discutí con John porque dijo que Stuart se quedaría en la casa con nosotros y no le hablo desde entonces.

Klaus dejó su bolígrafo sobre su libreta y miró a Paul.

—Me gustaría simplemente poder despertar en mi habitación en Liverpool y bajar a desayunar con mis padres y mi hermano —McCartney suspiró—. Mi vida está tan mal que sólo quisiera que fuera posible volver en el tiempo.

—Los alemanes tenemos una palabra para describir ese sentimiento: Sehnsucht —le contó Klaus—. Sehnsucht se refiere al deseo de alcanzar algo que no se puede alcanzar, por eso puede doler tanto. Los cambios que has experimentado en tu vida han sido muy repentinos, Paul; si bien no podemos volver en el tiempo, sí podemos trabajar para que asimiles esos cambios y puedas seguir con tu vida.

McCartney sonrió, había esperanza.






¿Qué consejos le darían a Paul? ¿Creen que pueda asimilar todo y seguir con su vida?

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Ya casi llegamos al final de la historia.

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