Capítulo 5

El decimoctavo día de junio había llegado, aunque el hijo mayor de los McCartney no lo deseaba. El dinero de su madre estaba intacto, en el sitio donde ella lo había guardado; pero estaba considerando tomarlo para dárselo a su padre como ayuda para el tratamiento.

Paul no había cumplido con su promesa: no estaba pasando un cumpleaños increíble, sino uno bastante deprimente. Se había levantado con entusiasmo para hornear su propio pastel y había decidido decorarlo con ayuda de Mike. Por supuesto que no contaba con que su hermano saldría muy temprano para ver a su novia.

Había decorado su pastel solo, lo había puesto sobre la mesa y se había sentado a esperar a que alguien llegara. Llevaba dos horas así, pero parecía que su "día especial" terminaría siendo igual de terrible que los de las últimas semanas.

Quitó una de las cerezas del pastel para comerla e intentó no llorar por la sensación de soledad que lo estaba invadiendo mientras masticaba con calma. Deseaba despertar, que la pesadilla terminara pronto y que pudiera ver la sonrisa genuina de su madre; no estaba hecho para soportar tanto sufrimiento.

Alguien llamó a la puerta y no perdió tiempo en ir a atender. Se trataba de George, sosteniendo en sus manos una pequeña caja envuelta en papel azul brillante que tenía una tarjeta blanca pegada en la que se podía leer: "Para: Paul".

— ¿Estás ocupado? —preguntó Harrison. McCartney sonrió y negó con la cabeza antes de invitarlo a pasar—. Mi mamá decía que no era conveniente que viniera porque seguramente estarías celebrando con tu familia o algo así, pero como no recordé que hubieras mencionado algo sobre una fiesta, vine a verte.

—Agradezco que estés aquí —el chico de grandes colmillos le dio un fuerte abrazo de cumpleaños—. Mi papá está en el hospital con mi mamá y Mike salió con su novia, así que tengo la casa para mí solo, ¿no es genial?

—No sé si lo estás diciendo para que me ría o te tenga lástima —confesó George, con algo de preocupación en su rostro, la cual desapareció en cuanto Paul soltó una pequeña carcajada—. Traje esto para ti, espero que te guste.

—Gracias.

Harrison le entregó el presente y McCartney lo observó en sus manos como si se tratara de un tesoro. Era delgado, muy ligero y había muchas posibilidades de que tampoco valiera una fortuna; pero para él era invaluable. Con seguridad, el único regalo que recibiría en su cumpleaños. Quitó la envoltura con la delicadeza que se merecía y ahogó un grito al ver que se trataba del single más reciente de Elvis Presley.

—Tenemos que escucharlo enseguida —le dijo Paul a mi amigo, con una sonrisa de oreja a oreja—. No puedo creer que me regalaras esto, salió hace muy poco, ¡¿cómo lo conseguiste?!

—Mi hermana lo consiguió, no fue difícil.

—Eres genial —el mayor volvió a abrazar a George.

Ambos fueron a la sala del número 20 de Forthlin Road deprisa. George ocupó uno de los sillones mientras que Paul se encargó de colocar el disco de vinilo de siete pulgadas sobre la tornamesa. McCartney tomó la aguja y suspiró al soltarla en la orilla del vinilo. La alegre melodía de "Stuck On You" inundó la habitación.

— ¡Suena increíble! —exclamó Paul, moviendo su cabeza al ritmo de la canción—. Me encanta su voz y también la armonía de todo... Elvis no es sólo el rey, es el dios de la buena música.

La canción terminó y los chicos decidieron repetirla, esta vez se levantaron de sus asientos para bailar al compás de la melodía. Paul reía ante los movimientos de George, quien no era para nada un buen bailarín. Después de escuchar y bailar la misma melodía por quinta ocasión, se dejaron caer sobre los sillones en medio de risas.

—Muchas gracias, George —le dijo McCartney a su amigo—. Es el mejor regalo que pude haber recibido.

Harrison sonrió con timidez y asintió. Desde que Mary estaba en el hospital, el hijo mayor de los McCartney había optado por aislarse de sus amigos; pero George había encontrado en eso la oportunidad perfecta para fortalecer sus lazos de amistad con Paul, en especial cuando sólo quedaba poco tiempo para que el mencionado comenzara sus estudios posteriores.

— ¿Sabes? Ayer pasé en mi bicicleta por Penny Lane y vi un anuncio en la tienda de frutas y verduras —le contó Harrison—. Necesitan a alguien que cargue los costales y acomode las cosas, deberías ir a ver si puedes obtener el empleo.

—Fui ayer, después de la escuela —Paul se encogió de hombros—. No siento que vaya a conseguir algo pronto, parecen asustarse cuando menciono que soy estudiante del Inny y luego dicen que me llamarán.

— ¿Alguien te llamó?

—No, nadie me ha llamado todavía —McCartney negó con la cabeza—, y eso que siento que ya dejé mis datos en todos los posibles negocios de la ciudad. —Suspiró—. Ahora que tengo vacaciones comenzaré a ir a los mercados para cargar las bolsas de las ancianas. No puedo cruzarme de brazos.

— ¿Has pensado en...

Paul dejó de prestarle atención a George en cuanto el teléfono comenzó a sonar, corrió hacia el aparato y aclaró su garganta antes de contestar.

— ¿Hola?

Harrison se acercó a McCartney para escuchar la conversación al notar lo nervioso que su amigo comenzaba a ponerse. Sabiendo a cuántas puertas había llamado, entendía su nerviosismo.

—Buenas tardes —la voz no parecía provenir de alguien de Liverpool, sino que sonaba como alguien que trabajaba para la BBC—. Mi nombre es Brian Epstein, soy el encargado de la tienda de música de North End Music Stores. Me gustaría hablar con Paul McCartney.

—Soy Paul...

—Perfecto —dijo Epstein con tono amable—. Me preguntaba si podrías venir a la tienda cuanto antes. Necesito hablar contigo.

—Claro que sí —el chico asintió para sí mismo—. Estaré allá lo antes posible.

El hijo mayor de los McCartney colgó con una sonrisa en el rostro, George no tardó en contagiarse de su alegría.

. . .

El pelinegro suspiró y se cercioró de que su camisa estuviera en perfectas condiciones, no quería causar una mala impresión que hiciera que el señor Epstein decidiera no darle el empleo. Entró a la tienda con naturalidad.

—Hola, Paul, me alegra que estés de vuelta —Maxwell se acercó a él y le señaló una puerta—. Esa es la oficina de mi jefe, quizá esté ocupado con asuntos de la tienda, pero no le molestará si entras. Está esperándote.

—Gracias, Maxwell.

El chico rubio le hizo un guiño antes de alejarse para atender a un cliente que acababa de entrar a la tienda. Paul caminó con lentitud hasta la oficina del encargado para llamar a la puerta tres veces.

—Pase —escuchó la voz del mismo hombre que lo había llamado.

Ingresó a la oficina y cerró la puerta detrás de él. El señor Epstein sonrió al verlo, dejó a un lado los documentos con los que estaba trabajando y se levantó para estrechar la mano de Paul con calidez.

—Toma asiento —el empresario señaló una de las dos sillas que se encontraban frente a su escritorio.

El chico de ojos color avellana ocupó una de las sillas, no podía evitar sentirse sorprendido. Todo el mundo conocía el nombre de Brian Epstein en Liverpool, pero el pelinegro no creía que se tratara de alguien tan amable y joven.

—Bien, mi... empleado, Maxwell, me habló de ti —Epstein alzó las cejas—. Me dijo que podrías ser un buen elemento para la tienda porque tienes el carácter necesario para tratar con clientes, pero antes de hablar de un contrato quiero que me cuentes más sobre ti y tus aspiraciones.

Paul sonrió con timidez y asintió.

— ¿Cuántos años tienes, muchacho?

—Dieciocho —contestó el pelinegro sin titubear—. Acabo de cumplirlos hoy.

—Vaya, muchas felicidades por tu cumpleaños —Brian sonrió.

—Gracias. Y, bueno, no sé qué contar, estudio en el Liverpool Institute. Estoy por terminar, me falta aprobar un par de exámenes, y luego quiero hacer mis estudios posteriores en una escuela de formación docente, claro que también soy un gran fanático de la música y me gustaría enseñar a mis futuros alumnos a tenerle tanto gusto como yo.

—Suenas muy seguro de lo que dices —el señor Epstein asintió con lentitud—. ¿Qué hay de tu familia? ¿Aún vives con tus padres?

—Sí, vivo con mis padres en el número 20 de Forthlin Road —le contó—. Mi padre trabaja como vendedor en una empresa de algodón, mi mamá es matrona. También tengo un hermano menor.

—De acuerdo, sólo una pregunta más, ¿por qué quieres este trabajo?

McCartney frunció el ceño, confundido. No sabía qué contestar. Se debatía sobre si decir la verdad era una buena idea o no. Por un lado, hacerlo haría que el señor Epstein tuviera un panorama completo de la situación y quizá sería más comprensivo; pero tampoco buscaba que las personas le tuvieran lástima porque su madre estaba en el hospital.

—Quiero ganar algo de dinero para mí, ya sabe, tener mi propio ingreso —Paul mintió, encogiéndose de hombros—. Mis padres dicen que no es necesario, pero quiero hacerlo y, bueno, con las vacaciones tendré mucho tiempo libre. Trabajar es una buena manera de aprovecharlo, ¿no cree?

—Coincido contigo —Brian rió, sin apartar la mirada de Paul—. Todavía falta que firmes un contrato, pero tienes el trabajo, muchacho. Puedes empezar mañana mismo si tú lo deseas. Abrimos a las diez de la mañana, los otros empleados se encargarán de explicarte cómo funciona todo en la tienda.

—Muchas gracias, señor Epstein —McCartney se levantó de la silla y volvió a estrechar la mano de Brian—. Le prometo que me esforzaré bastante para ser un empleado ejemplar y que no le daré motivos para quejarse.

—Confío en ti, Paul.

El pelinegro salió de la oficina del hombre con una sonrisa de oreja a oreja por lo feliz que se sentía. Por fin tenía un empleo, y estaba dispuesto a doblar turnos o a trabajar de sol a sol para poder ayudar a pagar el tratamiento de su madre. Iba a hacer hasta lo imposible por verla recuperada y sonriente.

—Esa sonrisa me indica que conseguiste el empleo.

McCartney asintió.

—Agradezco que hayas hablado con el señor Epstein para que me contratara, sé que eso influyó en su decisión.

—No tienes nada de qué agradecerme —Maxwell se encogió de hombros con ligereza—, necesitamos más personas trabajando aquí porque con el periodo vacacional, tendremos clientes entrando y entrando; así que todos ganamos con tenerte aquí.

—El señor Epstein dijo que los empleados me explicarían todo sobre la tienda —le contó Paul—. También dijo que podría empezar mañana mismo, y me parece una idea muy buena.

—Sí, muy bien —Edison sonrió—, entonces te veré mañana afuera de la tienda, quince minutos antes de las diez de la mañana. Eleanor y yo te explicaremos todo lo que necesitas saber. Por favor, sé puntual.

—Por supuesto.

El rubio se despidió de McCartney para después dirigirse a la oficina del señor Epstein.




¿Cómo creen que la vida de Paul y la de John se entrelazarán? (Todavía faltan algunos capítulos para que eso pase).

Sé que la historia apenas empieza, pero me gustaría conocer lo que opinan de ella hasta ahora, así que las leo.

Wattpad me dice que me leen desde México, Chile, Perú, Argentina, Bolivia, Estados Unidos, Colombia y Venezuela. ¡Muchas gracias por el apoyo a Sehnsucht!

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