Capítulo 49
El pelinegro fue testigo de algo que pocas personas en el mundo habían podido ver: la vulnerabilidad de John. Al magnate no le gustaba mostrarse vulnerable, todo el mundo veía eso como una señal de debilidad, una cualidad que como empresario no se podía dar el lujo de poseer. La fortaleza y la entereza de una persona siempre facilitaban la confianza, era una de las claves de sus negocios, después de todo.
—Mis padres se casaron en contra de la voluntad de la familia de mi madre —habló el castaño, creyendo que la mejor manera de contar su historia era empezar donde todo había comenzado—. Él, Alfred, era un marino mercante, siempre estaba fuera, ni siquiera estaba en la ciudad cuando nací; mi madre, Julia, era una mujer alegre y realmente talentosa para la música. Se separaron cuando yo tenía cinco años: mi padre se fue, y yo iba a quedarme con mi madre, pero ella decidió entregarme a su hermana mayor, a Mimi.
Paul frunció el ceño, sin entender cómo alguien podría dejar a su hijo como si se tratara de un objeto cualquiera, y de manera casi inconsciente llevó sus manos hasta su pancita, su bebé todavía no nacía, pero estaba seguro de que no quería separarse de él nunca.
— ¿Por qué hizo eso?
John sonrió con tristeza y suspiró.
—Llegué a preguntármelo también —admitió—, en mi interior. Nunca lo pregunté en realidad, pero creo que fue porque ella quería un nuevo comienzo. Conoció a otro hombre y formó una familia, una donde yo no pertenecía, supongo.
El castaño pudo notar que la expresión facial de su pareja se tornaba a una de completa tristeza y pena, lo conocía tan bien que sabía que estaba imaginándose a sí mismo o incluso al bebé que llevaba en su vientre en la misma situación. John sintió su corazón encogerse, Paul estaba intentando entender por lo que había pasado.
—No sientas pena por mí, Paulie —le pidió el empresario—, Mimi me cuidó muy bien, me crió de una manera más educada, con una rutina y muchas reglas que mi madre jamás me habría impuesto. Mimi y su esposo, mi tío George, siempre me dieron lo mejor, siempre obtenía lo que yo quería. Tío George era lechero, así que solía llevarme con él al trabajo y me presumía con los clientes; nunca experimenté eso con Alfred y Julia. —El magnate soltó un suspiro—. No teníamos dinero en exceso, pero tampoco nos faltaba nada.
El pelinegro sonrió por un momento, hasta que un pensamiento llegó de pronto a su cabeza.
— ¿Por qué ahora tienes tanto dinero? —preguntó, muy intrigado.
—Aún no llego a esa parte de la historia, Paulie —respondió John, casi sonriendo—. Como te decía, tuve una infancia feliz. Luego me volví un adolescente rebelde, nunca me gustaron las reglas, pero fue entonces cuando ya no quise seguirlas. Me convertí en alguien que hubiera horrorizado a mi tía si se hubiera enterado: me metía en peleas, bebía mucho, llegué a robar de algunas tiendas, jugaba a cosas peligrosas con mis amigos y... me di cuenta de que me gustaban los chicos. —Lennon hizo una mueca extraña—. Me besé con un chico en una fiesta, era uno de los músicos de la banda que el cumpleañero había contratado, ni siquiera lo conocía, ¿sabes? El punto es que... nos besamos varias veces y estuvimos cerca de tener... —el castaño le dirigió un mirada nerviosa a la pancita de su pareja, recordando lo mucho que a Paul le disgustaba que dijeran "sexo" delante del bebé— casi nos acostamos.
— ¿Por qué no te acostaste con él? —el pelinegro se acomodó en el asiento, de modo que pudiera ver a John de frente—. ¿Al final no te pareció tan atractivo?
El corazón de McCartney casi se derrite al escuchar una risita por parte del empresario, como si pudiera reconocer lo valiosa que era esa melodía en medio de una conversación tan difícil.
—En realidad, era muy guapo, no un adonis como tú, pero estaba bien dotado —respondió John, sonriendo de lado al notar el rubor en las mejillas de Paul—. No lo hicimos porque creí que estaba mal, era lo que me habían enseñado toda mi vida: un hombre no podía estar con otro hombre. Además, me consideraba un chico rudo, no un marica. Como todo cobarde, culpé a la bebida y a mi estado de embriaguez de esa clase de pensamientos extraños. Funcionó por un tiempo, pero los pensamientos continuaron en mi mente, así que le conté a Stuart. Era mi mejor amigo y, bueno, creyó que sólo había una manera de comprobar qué estaba pasando conmigo. Él y yo, bueno, ya sabes...
— ¿Te acostaste con él para comprobar que te gustaban los hombres? —McCartney se cruzó de brazos, imaginarse a John dándole a Stuart lo mismo que ahora le daba a él lo incomodaba.
—Algo así —Lennon asintió sin mucho entusiasmo—, primero fueron simples besos, luego caricias y... sí, nos acostamos. No creo que te guste conocer muchos detalles al respecto, así que sólo diré que después de algunas semanas haciéndolo, nos volvimos una pareja. Tenía quince años, sentía que podía pasar toda mi vida a su lado, era muy ingenuo; quizá todavía lo soy. Yo... era una especie de galán, las chicas babeaban por mí, ¿sabes?
—No las culpo —McCartney mordió su labio y miró hacia otro lado que no fuera el rostro de John al darse cuenta de que había hablado en voz alta—. Bueno... eres guapo, nadie puede negarlo.
—Eso creía todo el mundo, al parecer, y yo tenía que mantener esa reputación de chico rudo y atractivo, te digo: era ingenuo —le contó el empresario, rodando los ojos—. Stuart no se molestó cuando le pedí que mantuviéramos lo nuestro en secreto, tampoco parecía molestarle que me folla... —Paul lo miró de forma amenazante, el castaño carraspeó— acostara con chicas. Era una relación bastante libre. De todos modos siempre estábamos peleando por algo, en una de esas peleas me confesó que en realidad sí le molestaba que yo... ya sabes, con las chicas. Le prometí que no volvería a hacerlo, pero no pareció perdonarme nunca, fue su excusa perfecta para romper conmigo al menos cinco veces. Creo que le gustaba ver cómo me sentía cada que lo hacía, siempre me vigilaba y se aseguraba de que bebiera hasta que no recordara ni mi nombre. Eran días terribles. Normalmente terminaba en la cama con alguna chica, a veces con un chico, y eso le aseguraba a Stuart que podría volver a terminar conmigo si volvíamos.
—Cynthia fue una de las chicas con las que te acostaste, ¿no? —se aventuró a preguntar el pelinegro.
El castaño suspiró y asintió con pesadez. No podía recordar nada de la noche que había pasado junto a Cynthia, pero sí todo lo que había pasado después. Era la parte complicada de la historia, probablemente la más complicada de su vida misma.
—Me casé con Cynthia porque estaba embarazada y nos mudamos a Londres —confesó con una voz extraña, como si las palabras le lastimaran al salir—. Quería asegurarme de que ese bebé tuviera una familia, que no repitiera mi historia. La situación era muy parecida a la de mis padres, ¿sabes? Ella estaba muy feliz por ser la "señora Lennon", su familia no me aceptaba, pronto tendríamos un bebé... quizá la única diferencia era que los Powell tenían muchísimo dinero. Siempre hablaron lo peor de mí, decían que la había embarazado a propósito porque no tenía donde caerme muerto, incluso se burlaron diciendo que nunca sería capaz de darle a Cynthia y al bebé lo que merecían. Ella me decía que no los escuchara, pero era difícil porque sabía que tenían razón: mi trabajo en el almacén apenas si dejaba para la comida de la casa. Mimi me dio el dinero para la universidad.
— ¿Cuántos años tenías cuando te casaste con Cynthia?
—Diecisiete —contestó John, sintiéndose un tanto avergonzado—. Un muchacho a esa edad debería preocuparse por la escuela, no por sostener a una familia ni por el odio de su familia política. Estaba muy asustado, Paul, intentaba mostrarme amable y cortés con mi nueva esposa, pero no podía verla como algo más que una amiga; ella parecía frustrarse con eso, me pedía que tuviéramos intimidad, que la acompañara a sus citas médicas, que sintiera al bebé... siempre me negué a hacerlo, creo que era la única manera en que podía mostrar lo infeliz que era.
John abrió los ojos al sentir que una mano suave le acariciaba el pecho desnudo con suma delicadeza y cariño. Llevaba un par de meses siendo despertado de esa manera y, aunque no debería quejarse, comenzaba a extrañar los gritos de su tía para que bajara a desayunar. Soltó un gruñido, aún no salía el sol.
—Es muy temprano —se giró para quedar boca abajo, esperando que eso fuera suficiente para que dejara de molestarlo—. Déjame dormir.
—Tu hijo está pateando, ¿quieres sentirlo? —le aseguró, con aquella dulce voz—. Creo que está jugando un partido de fútbol ahí dentro. Vamos, es maravilloso, siéntelo.
—Dormir es más maravilloso...
Escuchó un suspiro lleno de pesadez, no le preocupó mucho sentir cómo el colchón de la cama se levantaba un poco del lado derecho, pero escuchar la puerta del armario abrirse y luego varios pasos dirigiéndose hacia la puerta de la habitación lo alarmaron. Lennon se apoyó deprisa sobre sus hombros y encendió la luz de la lámpara que había sobre la mesita auxiliar junto a su cama.
— ¿A dónde vas? —preguntó, somnoliento.
—Con mis padres —el castaño apenas si pudo notar que estaba al borde de las lágrimas—. Siento que soy un mueble más en esta casa: siempre evitas salir conmigo, nunca muestras entusiasmo por el bebé y no me has tocado ni una sola vez en estos seis meses, John.
—Cyn... —tragó saliva y se levantó de la cama para acercarse a ella, no era la primera vez que su esposa intentaba irse—. Sólo estoy cansado, ¿de acuerdo? Voy a la escuela en la mañana y trabajo por las tardes, perdón por sacrificar toda mi energía por querer darle lo mejor a mi familia.
—Sé que lo haces por nosotros —la rubia dejó su abrigo a un lado y miró a su esposo a los ojos—, pero siento como si esto no fuera lo que tú querías. ¿Por qué te casaste conmigo si a veces actúas como si no te importara? ¿Fue por mi embarazo?
Lennon jamás le había contado a Cynthia sobre su atracción hacia los hombres, eran muy pocos los que conocían su secreto. En cuanto la chica le había revelado que estaba encinta con su bebé, había empezado a ir a terapia para curar su homosexualidad; aún no tenía muchos avances, y eso lo frustraba. ¿Por qué no podía ser un buen esposo?
—No fue sólo por el bebé —respondió Lennon, intentando sonar convincente—, también lo hice porque te amo. Sí, somos jóvenes para todo esto, sabía que no sería fácil, pero sé que es lo correcto. Seremos padres en menos de dos meses, estoy muy emocionado por poder conocer a nuestro hijo o hija.
El castaño colocó sus manos sobre el abultado vientre de casi seis meses y sonrió con timidez al sentir los movimientos del bebé. El médico le había indicado a Cynthia que intentara controlar sus emociones porque el bebé podía sentirlas también, pero era complicado. A John le sacaba de quicio no poder calmarla.
—Cynthia, por favor, tienes que creerme.
McCartney no sabía qué decir, la poca tranquilidad y seguridad en sí mismo que Lennon había demostrado al principio de la conversación parecía haberse desvanecido por completo.
Recordar era doloroso para John, en especial porque aún no se había podido convencer a sí mismo de que él no había tenido la culpa de nada, sólo había sido una pieza del tablero que había jugado demasiado y que había terminado perdiéndolo todo, sin haber movido las demás piezas. Su corazón duró roto casi diez años, hasta que alguien llegó a levantar los pedacitos para intentar unirlos otra vez.
—Hubo momentos en que pensé mandar todo a la mierda —continuó el castaño después de una prolongada pausa—, pero las críticas y burlas me hacían seguir adelante. Intenté enamorarme de ella, Cynthia era una persona hermosa, por dentro y por fuera. Había terminado con Stuart horas antes de dar el sí frente al juez y me había asegurado de no pasar más de media hora con un hombre; tomaba terapias para "curarme", por Dios... tenía que amar a mi mujer, a la madre de mi hijo.
— ¿Lo conseguiste?
—Ojalá pudiera decir que sí —se lamentó el magnate—, nunca lo logré. Las cosas empeoraron cuando mi madre falleció, no había sido la madre número uno, pero la quería. ¿Cómo no iba a hacerlo? Ella me había traído al mundo, me había enseñado a disfrutar de la vida y también a tocar la guitarra. Nos volvimos muy unidos en sus últimos meses de vida, antes de que un policía borracho la atropellara.
Se había negado a verla así. Quería conservar para siempre en su memoria el recuerdo de aquella pelirroja risueña, divertida y llena de vida; y eso no sería posible si se acercaba al ataúd. El castaño estaba roto, no podía comprender por qué su madre se había ido para siempre justo cuando la relación entre ambos se encontraba mejor que nunca.
Julia estaba emocionada por ser abuela, llamaba al menos una vez por semana con la excusa de preguntar por el estado de su hijo, pero en realidad le interesaba saber los avances de su nieto. John se mordió el labio para contener un sollozo, su madre jamás conocería al bebé.
—John...
—Te dije que no me moveré de aquí, Mimi —susurró el castaño, cuya cabeza reposaba en el regazo de la mujer que lo había criado—. Nada de lo que digas me hará cambiar de opinión.
—Sé que no lo harás, pero tienes que ser fuerte —Smith acariciaba los mechones castaños con cariño, sabía que eso era lo que más necesitaba su sobrino en ese momento—. Tu esposa y tu hijo necesitan un hombre fuerte, no puedes sumirte en la tristeza, John.
El mencionado se reincorporó para verla a los ojos. Ella no lucía ni de cerca igual de terrible que el muchacho, sus ojos no estaban hinchados ni enrojecidos, tampoco parecía encontrarse en medio de una especie de trance indescriptible; Mimi siempre mostraba una fortaleza inquebrantable.
—Perdí a mi madre, no me pidas que sea fuerte... —Lennon sollozó, sin comprender por qué su tía seguía exigiéndole tanto en el que posiblemente era el momento más difícil de su vida.
—Julia no sólo era tu madre, también era mi hermana, John.
El castaño asintió con lentitud, aturdido y convencido por completo de que la mujer con la que había crecido nunca entendería el dolor y la tristeza que estaba sintiendo. Hundió su rostro en sus manos para comenzar a llorar, eso parecía ser lo único que lo ayudaba un poco a disminuir la sensación de pesadez que lo inundaba.
—Cariño... —su esposa se sentó a su lado para acariciar su espalda—. Está bien, es bueno que saques todo el dolor que estás sintiendo. Julia era increíble, la mejor suegra que pude haber tenido, y te amaba mucho, siempre lo mencionaba en sus llamadas.
—Nunca me va a llamar... —murmuró Lennon—. La última vez que llamó estaba muy cansado para hablar y ahora nunca volveré a escuchar su voz. Soy un idiota.
—Ella se sentía muy orgullosa de ti, ¿sabes? —Cynthia suspiró sin dejar de acariciar la espalda de su marido—. Siempre me dejó claro que me había casado con el mejor muchacho de Liverpool y que iba a ser muy feliz a tu lado, dijo que no tendría que preocuparme de nada porque tú te encargarías de mantenerme a mí y al bebé a salvo de cualquier peligro, me aseguró que eres muy valiente.
John apartó su cara de sus manos y abrazó a su esposa para continuar sollozando. Cynthia lo estrechó entre sus brazos, con fuerza, necesitaba hacerle saber que no estaba solo, que podía confiar en ella.
—Se equivocó, soy un cobarde.
—Cynthia siempre estuvo ahí, jamás me dio la espalda, me amaba —recordó Lennon con un amargo sabor de boca—, pero yo nunca pude amarla a ella. Me sentía un ser despreciable. Ella estaba ahí, consolándome por la muerte de mi madre, diciéndome que todo iba a estar bien; yo sólo estaba pensando en lo infeliz que era y en lo mucho que necesitaba a Stuart. Con sólo pensar en cómo debía sentirse ella... me siento mal conmigo mismo.
Paul sentía su estómago revolverse al mismo tiempo que un nudo se formaba en su garganta, era como si lo que John sentía se le estuviera transmitiendo también. Quizá fuera por las hormonas, pero quería llorar. No entendía por qué la vida había sido tan terriblemente injusta con John, él no merecía nada de eso, no era una mala persona.
— ¿Estás bien, amor? —Lennon frunció el ceño y pasó su mano por la mejilla del pelinegro, notando que el menor tenía los ojos llenos de lágrimas—. Por favor, no llores, Paulie. Dios, ni siquiera he llegado a lo peor —el magnate abrazó a su pareja, acción que terminó por desencadenar el llanto del pelinegro—, calma, amor. ¿Te parece si vamos a casa a descansar? Terminaré con la historia, pero no ahora, no quiero agobiarte más el día de hoy. Te contaré el resto mañana, quiero llevarte a un lugar importante también.
—Estoy bien, John —dijo Paul antes de soltar un sollozo, no podía controlarse—. Son las hormonas, por eso estoy llorando, no puedo parar. Pero... sí, puedes continuar mañana, creo que han sido muchas peleas hormonales para mí el día de hoy.
—Te prepararé un batido de plátano cuando lleguemos a casa —le prometió el magnate, intentando animarlo—, uno con mucha azúcar. Lo mereces por tolerarme tanto el día de hoy, cariño.
El pelinegro sonrió con timidez y asintió mientras sentía que la boca se le hacía agua con sólo pensar en la deliciosa bebida. Como si quisiera sumarse a los esfuerzos de su padre por levantarle el ánimo, el pequeño humanito dentro de su vientre comenzó a moverse y a patear un poco. McCartney acarició su barriga por encima de la ropa que llevaba puesta y se sintió mejor al pensar que no tendría que aprender a hacer absurdos peinados para niñas: ¡iban a tener un varón!
—John...
— ¿Qué ocurre? —el magnate frunció el ceño.
—Tendremos un niño —susurró el pelinegro—. Sé que querías una niña, yo... soy su mamá y no quiero que lo ames menos por eso. Él no tiene la culpa.
—Paulie, jamás amaría menos a nuestro bebé sólo por su sexo —Lennon besó la frente de McCartney con cariño—. Sólo... me asusté cuando Robert lo dijo, saber que es un niño me hizo pensar en Julian y entré en pánico. Amo a nuestro hijo, nunca lo dudes.
El pelinegro sonrió con alegría antes de abrochar el cinturón de seguridad. John hizo lo mismo. Luego encendió el auto y condujo hasta el holding. El magnate planeaba llegar, avisar que se retiraría con Paul, subir al helicóptero y relajarse con su pareja por lo que restaba del día. No contaba con que alguien estaba esperándolo en su oficina, ocupando su silla detrás del escritorio.
—Al fin llegas...
— ¿Mimi? —Lennon frunció el ceño al ver a la mujer, Paul sólo se quedó estático—. ¿Qué estás haciendo aquí?
McCartney se preguntaba si la tía de John también percibía lo tenso que se volvía el ambiente cuando ella se presentaba o si ella creía que era lo normal. La mujer parecía molesta con John, pero el pelinegro llevó sus manos hasta su pancita de manera protectora de todas formas.
—Vine por respuestas —Smith se cruzó de brazos y alzó una ceja—. Hoy llegué de mi viaje a Italia y me enteré de que Lennon Enterprises ya no patrocina mi casa de modas y que las acciones que te pertenecen están a la venta. ¿Qué tienes que decirme al respecto?
John fingió un bostezo antes de mirar su reloj de muñeca.
—Escucha, dile a Rita que te agende una cita —el empresario se encogió de hombros, como si en realidad no le interesara el asunto—, no tengo tiempo para atenderte ahora. Venimos del doctor y queremos ir a casa a descansar.
— ¿Doctor? —la mirada de Mary se posó sobre el vientre abultado de Paul con malicia antes de volver a ver a su sobrino—. ¿Ya saben el sexo del bebé? Tu puta debe estar de veintidós semanas, si mal no recuerdo.
Lennon sintió cada gota de su sangre arder con furia y, aunque se contuvo, quiso golpear a su tía en ese mismo instante.
—Vuelve a llamarlo así y me aseguraré de que tu ridícula casa de modas quede en quiebra...
La mujer no pareció intimidada, sino divertida con las palabras del castaño. Lo conocía lo suficiente como para saber que él no haría algo así, su sobrino era débil, sólo estaba donde estaba porque había tenido mucha suerte.
— ¿En serio, Johnny? —le preguntó ella, con una inocencia fingida—. ¿Crees que amenazarme te hará sentir mejor?
—Es un varón —intervino Paul antes de que el empresario pudiera contestar.
El castaño vio con confusión a su pareja, Smith se limitó a sonreír con malicia.
—Ya veo por qué te agradó este —comentó con una risita—. No parece tener las agallas para meterse en problemas, cual dulce y sumiso cervatillo. Como sea, vas a sacar las acciones del mercado y seguirás apoyando mi empresa, considerémoslo un agradecimiento por criarte, ¿no?
— ¿Qué te hace creer que lo haré? —John se cruzó de brazos—. No te debo nada, nunca pedí que me criaras, ¿sabes?
—Me refiero a...
—Lo hará —volvió a intervenir McCartney, queriendo acabar con el conflicto—. Sacará las acciones del mercado y regresará el apoyo a su casa de modas, señora Smith.
—Lo sé.
La mujer dirigió su mirada hacia el pelinegro y sonrió con suma satisfacción antes de dirigirse a la puerta de la oficina para salir sin decir una palabra más. El magnate soltó un quejido cuando la puerta estuvo cerrada.
— ¿Por qué demonios le dijiste eso, Paul? —le preguntó con molestia. El menor suspiró y apartó las manos de su vientre, sintiéndose seguro—. Ya no pienso permitir que te trate así, tengo que hacerle entender que ya no puede arruinar mi felicidad. Cumpliendo sus caprichos sólo la hará creer que tiene poder sobre mí.
—Pero no lo tiene —el pelinegro se acercó a John y lo abrazó, él no tardó en corresponder el gesto—. Ella me odia, pero tengo el presentimiento de que podría volverse peor si la molestas. Si le das lo que quiere, se mantendrá alejada de nosotros, eso es lo que ha hecho los últimos meses, ¿no?
El magnate suspiró, rendido, esperando que su pareja realmente tuviera razón.
—Además, puede que así comience a agradarle...
—No lo creo, amor, absolutamente nadie le agrada a esa mujer —el castaño le dio un beso corto—. Vamos a casa, Paulie.
¿Qué opinan de lo que pasó en la última parte?
Sé que ya quieren saber lo que pasó con Cynthia y Julian, pero el capítulo se estaba volviendo muy largo, así que decidí dividirlo en dos. En el siguiente se sabrá todo.
*inserte opiniones, comentarios y sugerencias del capítulo aquí*
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