Capítulo 4
John se dirigió al helipuerto de la propiedad después del magnífico desayuno que había preparado Prudence. Las hélices de su más preciado medio de transporte ya estaban girando, listas para elevar en el aire la cabina blanca hasta el corazón de Londres. Richard se encontraba junto a la enorme máquina, portando sus auriculares y con los de su jefe en las manos.
—Buenos días, Ringo —saludó John, con una sonrisa de oreja a oreja. El guardaespaldas contestó con un ligero movimiento de cabeza—. ¿Acaso no estás emocionado por volver a volar?
—Sólo es un día más de trabajo, señor Lennon —le entregó los auriculares y subió al helicóptero para ocupar el asiento del copiloto.
El magnate se colocó los auriculares y siguió a Starkey dentro del vehículo aéreo, aunque comenzó a invadirlo una extraña sensación de que lo mejor que podía hacer ese día era quedarse en la cama o jugando con Goose. Suspiró antes de cerrar la puerta. Abrochó su cinturón, se colocó sus gafas especiales y miró al frente por un momento para después realizar las maniobras necesarias.
Diez minutos más tarde el helicóptero se encontraba surcando el cielo londinense. Lennon era un pésimo conductor de automóviles, pero un brillante piloto de helicópteros.
—Lamento lo que dije anoche, Ringo —se disculpó John, después de dar aviso a Heathrow sobre el helicóptero a punto de sobrevolar el área—. Sabes que soy un estúpido de vez en cuando y digo cosas que no quería decir. Por favor, no quiero que te comportes tan frío conmigo, eres el único amigo que tengo.
—Creo que estás exagerando en la última parte, John —contestó el guardaespaldas. Lennon no podía mirarlo, pero estuvo seguro que había rodado los ojos—. Seré honesto: tu comentario me desconcertó un poco. Somos amigos desde la adolescencia y, aunque sé que tú tienes la última palabra sobre tu vida, me preocupa que no hayas buscado nada estable.
Para ese momento ya estaban sobrevolando la torre de Lennon Enterprises Holding Inc., así que Lennon se vio obligado a dejar la conversación pendiente para poder llevar a cabo el aterrizaje. Sonrió al apagar el motor del vehículo aéreo. Había sido perfecto, igual que siempre.
—Estoy bien, Ringo —miró al hombre quitarse los auriculares y lo imitó—. No tengo deseos de nada de esa índole por ahora. No puedo mentirte a ti, a veces siento que algo de compañía en la cama me haría bien, pero es todo. Enamorarme no está en mis futuros planes porque sé que sería doloroso para los dos y una relación "aceptable" ante la sociedad no me haría feliz tampoco.
—Es muy injusto.
—Lo sé —Lennon sustituyó la sonrisa por una mueca de incomodidad—. Tienes suerte de tener una orientación sexual que la mayoría de la población considera normal. —Suspiró y bajó del helicóptero, sin deseos de que la charla se tornara deprimente. Starkey lo siguió—. Por cierto, ¿qué tal las cosas con Maureen?
Ambos hombres comenzaron a caminar hacia la entrada del edificio, el ruido de los empleados y de las máquinas trabajando a toda velocidad comenzó a hacerse presente apenas si atravesaron las puertas. Cuando John comenzó a trabajar en la empresa, detestaba el ruido sin control; diez años después había aprendido a tenerle aprecio a la extraña sinfonía del espacio laboral.
—Bastante bien —el magnate pudo ver un brillo especial en los celestes ojos—. En los últimos días he estado pensando mucho en la gran palabra con "m", creo que estoy listo para hacerlo.
Lennon paró en seco y alzó las cejas al mismo tiempo que veía a su mejor amigo con asombro.
—De acuerdo, pero quiero ser el padrino y apoyar con los gastos de la boda —Ringo soltó una carcajada—. Y debo subirte el sueldo, porque estoy seguro que no tardarás en querer formar una familia con Mo.
—Sólo dije que he estado pensándolo, no es como si ya quisiera acordar el bautizo también...
Esta vez fue el turno del magnate para reír.
. . .
Lennon estaba en su oficina trabajando. Necesitaba revisar de manera minuciosa todos los contratos de Bookleaf, los salarios de sus empleados y los gastos que había realizado la editorial para encontrar la causa de la crisis. Llevaba casi dos horas en la tarea y hasta ahora sus únicas sospechas eran una mala administración y corrupción por parte del director. Casi había confirmado la última.
—Buenos días, John —el magnate alzó la vista y descubrió a Stuart Sutcliffe sonriendo frente a él con una taza humeante en su mano derecha—. Te traje un café, a esta hora del día siempre es bueno, ya sabes, para despertar.
—Gracias —Lennon se quitó los anteojos que tanto odiaba y tomó la taza para beber un sorbo de café. Negro y con casi nada de azúcar, justo como le gustaba—. ¿Qué hacías ayer en mi oficina, Stuart?
La mirada del mencionado pareció oscurecerse al mismo tiempo que se cruzaba de brazos como prueba de lo mucho que le fastidiaba cuando John decidía interrogarlo.
—Nada importante —contestó—. Sólo vine a ver si estabas en tu oficina, pero me fui en cuanto descubrí que no era así, quería invitarte a comer algo conmigo a la cafetería.
El diseñador gráfico llevaba el cabello peinado hacia atrás, John lo encontraba más atractivo con ese estilo e hizo un esfuerzo para no hacer algún comentario subido de tono al respecto.
—Rita te informó que yo estaba en una reunión importante y de todas maneras entraste —Lennon alzó las cejas y le dirigió una mirada retadora—, sin mencionar que rompiste el cristal del retrato de Cynthia, así que no voy a creer ese cuento de que querías invitarme a comer, Stuart. ¿Debo recordarte que nadie entra sin mi consentimiento a mi oficina cuando yo no estoy?
Sutcliffe puso una expresión de inocencia en su rostro, se acercó hacia John y colocó sus manos sobre el escritorio para verlo más de cerca. El magnate podía oler el aliento a menta que poseía su acompañante.
—Creí que esa regla no aplicaba para mí, Winnie —el diseñador gráfico fingió hacer un puchero—. Muchas veces me dijiste que era especial para ti y que eso nunca iba a cambiar, ¿no es verdad?
—En primer lugar, no vuelvas a llamarme así, Stuart —le pidió Lennon de forma seria—. Y sobre lo otro... sí, lo dije, pero eso fue antes de que me casara con Cynthia y tú con Astrid. Así que no veo el punto de querer recordar algo que jamás va a volver. Lo pasado, pisado.
Sutcliffe suspiró y asintió al alejarse del escritorio.
—Astrid te envía saludos —se sentó en uno de los sillones de piel que John tenía en su oficina—, y me pidió que te invitara a la comida especial que tendremos la próxima semana por mi cumpleaños, será el jueves por la tarde. En realidad, ayer venía a pedirte permiso para salir más temprano ese día, ya sabes, quiero asegurarme de que todo esté en orden antes de que los invitados lleguen.
—Gracias por la invitación, pero no sé si esté disponible ese día —Lennon volvió a colocarse los anteojos para continuar con su trabajo—. Puedes tomarte el día libre si así lo deseas.
El magnate bajó la vista al contrato del director de Bookleaf, quería encontrar alguna cláusula que pudiera servirle para despedirlo sin compensación alguna. Su empresa jamás le daría dinero a un ladrón.
—No lo estás.
— ¿Disculpa? —John alzó la vista.
—Estás libre —le aclaró Stuart—. Ayer revisé tu agenda laboral y también la personal, no tienes nada registrado para la próxima semana. Si no quieres asistir, deberías decirlo y ya.
—Stuart...
—Me lo dirás luego, tengo trabajo por hacer.
El diseñador gráfico salió de la oficina del magnate, esperando que este saliera detrás de él para hablar.
Lennon continuó con sus pendientes.
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