Capítulo 29
Cuando atravesaron las puertas de Lennon Enterprises Holding Inc. y al menos tres pares de ojos se centraron en el todavía plano abdomen de Paul, el pelinegro supo que su embarazo ya no era un secreto para los empleados de John. No sé necesitaba ser un genio para saber que Campbell había sido el que reveló todo.
— ¿Puedes llevarme a casa? —preguntó McCartney en cuanto subieron al ascensor—. Creo que el ambiente de oficina no está sentándome bien el día de hoy, sólo quiero recostarme y descansar un rato. No quiero terminar vomitando en alguna alfombra, eso sería más que desagradable para tu personal de limpieza...
— ¿Tienes náuseas todavía, Paul?
—Pues... sí —mintió el chico de bonitas avellanas. Había dejado de sentirse así desde que estaban en la revisión—, aún me siento extraño y, como te digo, no quiero vomitar por ahí. Esto es una oficina, tú oficina, yo no debería estar aquí. Mejor llévame a casa y que Prudence me prepare un té como el de hace rato.
—Pensé que tus náuseas se habían ido por hoy —el castaño frunció el ceño antes de presionar el botón del piso previo al de su oficina. Tomó la mano del menor en cuanto las puertas se abrieron—. Ven, te prepararé otro té para que te sientas mejor.
A Paul nunca le había molestado ser el centro de atención; por el contrario, se jactaba de tener las miradas de los demás siempre que quería gracias a su talento, encanto y carisma. Pero ahora era diferente. No estaban observándolo disimuladamente por ninguna de las cualidades que tanto lo llenaban de orgullo, sino porque sabían que era un portador, uno embarazado, y eso lo hacía sentir muy incómodo, incluso vulnerable.
Los susurros y risas de los empleados cesaron en cuanto el magnate puso un pie en lo que parecía ser una cocina improvisada, pero con todo lo necesario para preparar cosas simples. El castaño sonrió como si no hubiera notado lo que acababa de pasar, pero definitivamente no estaba dispuesto a ignorarlo del todo.
—Hola —saludó Lennon a los empleados que se encontraban disfrutando su almuerzo o sólo conviviendo con los demás durante su receso—. Qué lástima que el jefe se presente a la cafetería justo a la hora del almuerzo, ¿no? Porque se nota que estaban disfrutando de este gran día para crear rumores sobre él...
Paul evitó mirar a los empleados, sabía que sus expresiones no debían ser para nada de felicidad. El silencio del recinto convertía el ambiente en algo más tenso e incómodo. John sólo se dirigió a la cafetera para quitar la jarra y llenarla con agua para verterla en el compartimiento del agua.
—Sólo comentábamos lo que William estaba diciendo cuando volvió de su cita médica, señor Lennon —dijo un hombre de alrededor de treinta años cuyo abrigo llevaba una placa con el nombre "Daniel"—. Nosotros creemos que es un disparate del chico, el embarazo lo está volviendo un poco extraño.
El magnate encendió la cafetera y abrió una de las alacenas para buscar la caja con bolsas de té del sabor que quería. Maldijo entre dientes al no encontrarlo y se giró para encarar a Daniel, con una sonrisa fingida en el rostro.
— ¿Qué es lo que William ha estado diciendo?
—El chico asegura que usted está saliendo con el señor McCartney, y que él está embarazado —otra de las empleadas contestó, señalando brevemente a Paul antes de ver a su jefe de nuevo—. Nosotros creemos que es una tontería, los que estamos aquí desde hace años conocemos su historia con la señora Cynthia y...
El magnate buscó a su secretaria con la mirada, pero la mujer sólo se encontraba disfrutando de una taza de café en la esquina. Apartada del resto de los empleados. Montgomery era muy leal y sabía mantener todos los secretos de John a salvo.
— ¿Mi historia con Cynthia me impediría salir con Paul o embarazarlo, Georgia? —John rodó los ojos.
—Bueno, claro que no lo haría, pero... bueno, todos sabemos que usted no es... ya sabe, un invertido —Daniel hizo una mueca de desagrado. Lennon continuó con la sonrisa fingida—. Y nos queda claro que contrató al joven McCartney como reemplazo de Richard.
—Paul no es el reemplazo de Richard —aclaró el magnate.
—Pero igual es un empleado más, ¿no es así? —Daniel se cruzó de brazos—. Y que William diga que está embarazado... es una falta de respeto. Esos portadores son peculiares, pero que él sea una falla de la naturaleza no quiere decir que todos lo seamos.
—No es que lo defienda ni nada por el estilo, pero ¿decirle falla al chico no se considera una falta de respeto también, Daniel? —John alzó una ceja de manera retadora.
— ¿Significa que ese chico estaba diciendo la verdad? —ahora era Daniel quien parecía ver a Lennon con malicia en su mirada.
El castaño sirvió el agua hirviendo en una de las tazas y tomó una caja de té al azar para sacar una bolsita y sumergirla en el líquido. Le entregó la taza a McCartney para ver a los empleados.
—Mi vida personal no es asunto de ninguno de mis empleados, Daniel, pero... ¿y qué si Paul fuera en realidad mi pareja y estuviera esperando un bebé con él?
John sonrió todavía más cuando las miradas de los presentes se alternaron entre el menor y él. El sobre con las ecografías que McCartney tenía en sus manos no era una gran ayuda tampoco. El menor deseó que la tierra se lo tragara en ese preciso momento, en su mente sólo había una pregunta: ¿qué le sucedía a Lennon?
—Sería realmente extraño, usted no podría... —habló Daniel.
— ¿Seguirían trabajando aquí? —El magnate hizo una pausa mientras miraba los rostros avergonzados que tenía enfrente. Nadie contestó—. Quien no quiera seguir trabajando para un invertido, espero su renuncia mañana sobre mi escritorio; excepto tú, Daniel, no necesito personas como tú en ninguna de mis empresas.
—Pero... señor Lennon... —el hombre lucía desconcertado.
—Quiero tu renuncia hoy mismo.
Habiendo dicho eso, John salió de la cafetería con Paul a su lado para regresar al ascensor y continuar su camino hasta el siguiente piso del edificio. El pelinegro optó por mantenerse callado mientras se desplazaban hacia la oficina del magnate, pero una vez ahí soltó un gran suspiro y dijo:
—Quiero irme a casa.
— ¿A casa? —Lennon frunció el ceño, sin comprender por qué Paul le estaba pidiendo eso—. Acabamos de llegar, no puedo llevarte a casa justo ahora. Tómate el té y si quieres algo más, lo pediré para ti.
—Quiero irme ya...
—Hace un momento te había convencido de que te quedaras —comentó el magnate antes de cerrar la puerta—. ¿Qué fue lo que te hizo cambiar de opinión?
—Sólo... quiero irme —contestó Paul—. No quiero estar aquí, ¿de acuerdo?
—Eso no contesta mi pregunta, pero está bien —John rodó los ojos y se dejó caer en la silla detrás del escritorio—. Te llevaré a casa, lo prometo, pero antes tengo que hacer un par de cosas aquí. Te dije que no soy de esa clase de jefes que rompe sus propias reglas por mero capricho.
— ¿Y lo que acabas de hacer qué fue? —McCartney alzó una ceja, sonaba molesto.
—No entiendo —Lennon frunció el ceño—. Te hice un té...
—Lo de la cafetería.
—Eso no fue actuar por capricho —el magnate rodó los ojos—. ¿Acaso escuchaste lo que Daniel dijo? Porque a mí me sonó a un terrible insulto, contra mí, contra ti, y contra William. ¿Qué querías? ¿Que pretendiera que no pasaba nada y me riera de sus estúpidas palabras?
Paul negó con la cabeza.
—Se suponía que no ibas a decir nada de mi embarazo... —el chico de ojos color avellana sonaba herido ahora—. Hace una semana no sabía que podía quedar embarazado y necesitaba tiempo para pensar en todo lo que está pasando conmigo antes de que los demás se enteraran. Creí que lo entendías...
—No dije nada de tu embarazo, Paul —John se cruzó de brazos—. Lo único que hice fue poner algo de orden, porque no esperabas que fuera a tolerar que comenzaran a inventar rumores sobre ti, ¿o sí?
—La gente siempre va a inventar cosas —respondió McCartney—. Lo que hiciste fue confirmarle todas sus sospechas: ahora saben que tienes una relación con un hombre y que ese hombre resulta ser también un fenómeno que está esperando a tu bebé.
—No eres un fenómeno —le dijo Lennon, negando con la cabeza—, y me da igual lo que sepan. No tienes idea de lo complicado que es lidiar con las insinuaciones de las personas que se creen con derecho de sugerirte una pareja porque desconocen tu orientación sexual. Al menos eso se terminará.
El pelinegro se cruzó de brazos.
—Claro que sé cómo es eso. Hasta hace poco podía contar con los dedos de la mano a las personas que sabían que me gustan los hombres —le aclaró al empresario. Suspiró—. La verdad no me interesa que sepan que tengo algo contigo, pero habíamos acordado que mantendríamos el asunto del bebé en secreto.
— ¿Y qué querías? ¿Que mintiera?
— ¡Sí! —Paul asintió con la cabeza—. Tú y yo teníamos un acuerdo... y no te importó. ¿Querías defenderme de rumores? Debiste negar lo que decían, porque ahora sí que me acusarán de ser un cazafortunas, dirán que sólo me acosté contigo para quedar embarazado.
John rodó los ojos.
—Pues en todo caso, tendrías que portarte como una perra caprichosa con William, no conmigo; porque él sí que no pudo mantener tu "secretito" con los demás.
McCartney puso la taza de té casi llena y el sobre con las ecografías sobre el escritorio de Lennon para después dejarse caer sobre uno de los sillones que había en la habitación. Se aseguró de darle la espalda al castaño y se cruzó de brazos, dispuesto a permanecer así el tiempo que fuera necesario. El magnate sonrió con malicia, sin poder creer lo infantil que el pelinegro se estaba comportando.
— ¿No vas a terminarte el té?
—No —respondió Paul sin siquiera moverse un poco—. Descubrí que no siento náuseas en tanto no te vea...
—Como quieras.
John tomó el sobre de las ecografías y extrajo una para observar a detalle el pequeño círculo que contenía la mitad de su ADN. Con Julian, nunca había tenido la oportunidad de algo así, sólo había tenido que confiar en el criterio del doctor sobre el estado del embarazo de Cynthia. No podía esperar a que el bebé comenzara a ser más visible en la imagen.
Un quejido lo distrajo de su ensimismamiento y, al alzar la vista, notó que los rayos de sol estaban posándose justo encima de la cara del pelinegro. El menor se había cubierto el rostro, pero eso no parecía disminuir sus molestias.
—El sol está molestándote —comentó Lennon—. ¿Quieres que cierre las persianas?
—Lo único que me molesta es tu presencia y tu falta de comprensión —respondió McCartney.
—Entonces no te molestaré más, hay dinero en los cajones de mi escritorio por si quieres irte...
El magnate se levantó y salió de su oficina con la ecografía todavía en su mano para dirigirse al escritorio de su secretaria. La mujer estaba conversando con un hombre cuya cabellera rojiza hizo que John lo reconociera de inmediato: Richard Asher. Al darse cuenta de que su jefe estaba presente, Montgomery le hizo una seña al empresario.
—Señor Asher, no sabía que iba a venir —Lennon estrechó la mano del hombre.
—Descuide, entiendo las formalidades de su empresa, pero le comentaba a su secretaria que vengo a hablar con usted de un asunto muy importante —explicó el hombre mayor—. Me enteré de lo que pasó con mi empleado y, bueno, no es algo que se pueda tomar a la ligera, así que estoy aquí para conversar con usted porque ya pasó el lapso de tiempo que usted solicitó.
—Sí, lo sé, es sólo que he estado muy ocupado —mintió John, lo cierto era que no quería reunirse ni con Asher ni con nadie que tuviera algo que ver con la administración de la empresa de escorts—. Pero puedo atenderlo ahora...
—De acuerdo, entonces vayamos a su oficina —Asher hizo ademán de señalar la puerta por la que Lennon había salido antes.
—No, lo discutiremos en la sala de conferencias, tengo una propuesta por hacerle —John vio a Rita de nuevo y le entregó la ecografía—. Por favor, quiero que se la envíe a Mimi hoy mismo, ya sabe cómo son las tías, no quiero que me reproche que fue la última en enterarse.
—Está bien, señor Lennon —la secretaria tomó la ecografía y sonrió—. Felicidades por el bebé.
—Gracias, Rita —el castaño contestó con sinceridad—. Si Paul pregunta por mí, dígale que salí de la oficina.
. . .
Una hora después de que se hubiera quedado a solas, Paul decidió escabullirse del edificio de Lennon Entrerprises Holding Inc. con la suficiente precaución para que casi nadie lo viera y tomó un taxi para ir a casa. Se sentía muy triste y solo como para seguir un momento más en la asfixiante oficina del magnate.
—Señor McCartney, no creí que llegaría tan rápido a casa —Prudence lucía verdaderamente sorprendida al verlo—. La comida todavía no está lista, pero puedo prepararle algo sencillo en menos de lo que canta un gallo.
—No, estoy bien, creo que necesito ir al baño y luego descansar...
—Yo... —la mujer parecía temerosa de seguir hablando—. Sé que no debo meterme en la vida privada del señor Lennon, pero usted comienza a preocuparme, no creo que sea normal tanto cansancio y luego están los vómitos. Es como si... como si estuviera...
— ¿Como si estuviera embarazado? —Paul suspiró al ver a la ama de llaves asentir—. Quizá es porque lo estoy, Prudence. Tengo casi cinco semanas. Yo... todavía no quiero que se sepa, así que, por favor, es un secreto.
—Entiendo, no voy a decir nada —O'Brien le sonrió—. ¿El señor Lennon conoce su condición?
—Por supuesto que sí —McCartney asintió—. Nos enteramos al mismo tiempo y, bueno, hoy fuimos juntos al doctor para comprobar que el bebé estaba bien.
—Muchas felicidades —dijo la mujer, todavía con una sonrisa enorme en el rostro—. Un pequeño bebé es justo lo que esta enorme casa necesita, y al señor Lennon le hará bien tener una familia después de lo de la señora Cynthia...
— ¿Qué pasó con ella? —preguntó el pelinegro, esperando conocer por fin la historia de la que fue esposa del magnate—. Sólo sé que murió, pero... ¿cómo pasó?
—Es una historia muy triste —contestó Prudence, su sonrisa se había esfumado—, pero estoy segura de que el señor Lennon se molestaría mucho conmigo si le cuento lo que sé, mejor espere a que sea él quien lo haga. Aunque debo advertirle que es algo que todavía lo pone muy triste.
—Está bien, supongo que me contará.
— ¿Entonces no quiere que le prepare algún aperitivo?
—No, muchas gracias —Paul negó con la cabeza—. Sólo necesito descansar.
Un capítulo de relleno, prácticamente, pero estoy segura de que el siguiente será mejor :)
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