Capítulo 14
John se sentó en su silla habitual, situada en una de las cabeceras de la mesa rectangular, mientras que Paul ocupó la que estaba a un lado después de que Lennon se la señalara. Al empresario le parecía extraño tener a alguien más en el comedor, pero le agradaba, no recordaba la última vez que se había sentado junto a un desconocido para cenar en su casa.
Richard entró en la habitación y frunció el ceño al ver a McCartney junto a su jefe, pero prefirió no emitir palabra al respecto. El más joven del recinto miró al guardaespaldas y luego a John, como si esperara que alguno de los dos hablara.
—Paul, él es Richard Starkey, mi guardaespaldas —Lennon hizo un ademán con la mano para señalar a Ringo, luego dirigió su mano hacia el menor—. Ringo, él es Paul McCartney, trabajará para mí durante los próximos meses.
Starkey asintió sin mucho entusiasmo, pero le dirigió una sonrisa sincera al joven. Después miró a Lennon con un ápice de confusión en el rostro, su jefe se limitó a hacerle una seña con la cabeza para indicarle que luego le contaría todo con detalles. El hombre de ojos azules soltó un suspiro antes de preguntar:
— ¿Puedo hablar contigo a solas, John? —el mencionado frunció el ceño, Ringo comenzó a jugar con sus manos—. Es algo importante, sobre Maureen.
—Claro —se levantó y vio a Paul—. Vuelvo en un momento. Si Prudence trae la cena, no me esperes, puedes empezar. Debes estar hambriento.
McCartney asintió, muy agradecido por las palabras del hombre. El magnate tenía razón, no había probado bocado desde que había bajado del tren y comido unas galletas en la estación de Londres.
Lennon y Starkey salieron de la habitación, el primero cerró la puerta del comedor para que Paul no pudiera escuchar su conversación. Richard lucía muy nervioso, por lo que John temió que hubiera pasado algo malo entre él y su novia; aun con los más terribles pensamientos en su mente, optó por esperar a que el guardaespaldas hablara.
—Estuve hoy en la mañana con Maureen porque quería preguntarle algo importante y ella quería decirme algo con la misma relevancia —anunció el hombre de ojos azules antes de soltar un suspiro—. Le propuse matrimonio...
John alzó las cejas.
— ¿Aceptó?
—Sí, por supuesto que aceptó —el guardaespaldas se mordió el labio inferior y cerró los ojos.
—No entiendo, se supone que es una buena noticia, pero... no pareces muy feliz —Lennon se cruzó de brazos—. ¿Te obligó a proponerle matrimonio o algo por el estilo? Ringo, sabes perfectamente que nadie puede obligarte a casarte. Si no quieres, no lo haces y ya...
—Maureen está embarazada, John.
—Pues... eso es... ¡vas a ser padre, Ringo! —el magnate abrazó a su amigo de manera efusiva—. Muchas felicidades, sé que formar una familia siempre había estado en tus planes y... Maureen es la mujer indicada para ti, desde el primer momento lo supe.
—Me siento abrumado, John —el guardaespaldas negó con la cabeza—. ¿Y si Maureen sólo aceptó mi propuesta por el bebé que esperamos? ¿Y si nuestro matrimonio no funciona? Además, Maureen tiene dos meses de embarazo y yo ni siquiera me había percatado de los síntomas, ¿y si resulta que soy un pésimo padre?
Lennon sonrió y negó con la cabeza.
—No digas tonterías, Ringo, ni empieces con ideas estúpidas antes de tiempo. Te aseguro que ninguna de tus preocupaciones tiene sentido alguno. Si no me crees, puedes hablarlo con Mo y ella te tranquilizará. —El magnate se miró las manos y jugó un poco con ellas—. ¿Ya tienen pensado quién será el padrino de bodas y del bebé?
. . .
Paul se sonrojó cuando, al sorber la sopa, John lo miró con una sonrisa burlona. La comida estaba deliciosa, pero el chico no estaba acostumbrado a comer en completo silencio y no podía evitar hacer ruidos por más que se esforzaba. Murmuró un "lo siento" por quinta vez en la noche y volvió a enfocarse en el plato, le faltaba muy poco para terminar.
— ¿Te cuento un secreto? —le preguntó John al chico, quien sólo asintió con la cabeza—. No soy amante de las comidas en silencio como la mayoría, así que... cuéntame sobre ti, Paul.
— ¿Sobre mí? —McCartney ladeó su cabeza e hizo una mueca. Lo último de lo que quería hablar era sobre él, pero el castaño desconocía eso—. ¿Qué quiere que le cuente sobre mí, señor Lennon?
—Lo que sea —el magnate se encogió de hombros—, pero preferiría que dejaras de llamarme "señor Lennon" me hace sentir viejo cuando, según mis aproximaciones, apenas si soy mayor que tú por algunos años, Paul.
—Pues... tengo dieciocho años.
—Mis aproximaciones eran correctas, yo tengo veintisiete —John sonrió, Paul no pudo evitar imitar su gesto—. Tú... es obvio que dejaste de estudiar para comenzar a trabajar, ¿piensas retomar los estudios algún día?
—Sí —contestó el chico, había mucha seguridad en su voz—. Sólo trabajaré algunos meses y me matricularé en algún sitio para convertirme en profesor, obtuve buenas notas en mi escuela en Liverpool, pero no sé, son planes a futuro y pueden cambiar.
—Suena genial, ¿estudiarás allá o tienes pensado hacerlo en otro lugar?
—En Liverpool, probablemente.
—Es una ciudad increíble —dijo Lennon antes de llevarse una cucharada más de sopa—. Quizá no me creas, pero yo nací y viví más de una década ahí; me mudé a Londres porque era más sencillo iniciar mi empresa acá. ¿Tú... has vivido toda tu vida en Liverpool?
—Sí.
—Pues entonces eres un caso muy extraño, ¿por qué no hablas como las personas de Liverpool? —preguntó John—. El scouse es un acento muy fácil de distinguir y tú definitivamente no hablas con ese acento.
—Mi mamá siempre creyó que era mejor que mi hermano y yo no habláramos como los demás chicos, creyó que tendríamos más oportunidades para obtener un buen trabajo o un mejor trato simplemente.
— ¿Tienes un hermano?
McCartney asintió con la cabeza sin mucho entusiasmo, no le gustaban los interrogatorios, lo hacían sentirse muy incómodo porque detestaba dar más información de la necesaria. Terminó su sopa poco después de John y luego Prudence les llevó el siguiente plato: filete de pescado y arroz.
Paul cortó un poco del filete con ayuda de los cubiertos y se llevó el pedazo a la boca. Cerró los ojos al darse cuenta de que se trataba de una delicia, la cocción era perfecta y la cantidad de sazonador también. Sin lugar a dudas, era el mejor pescado que había probado en toda su vida.
— ¿Tú no quieres preguntarme algo? —el chico abrió los ojos para encontrarse con John mirándolo. McCartney negó con la cabeza y cortó más pescado para comerlo—. Yo quiero conocerte, pero supongo que tú también necesitas conocerme, ya sabes, para sentirnos más en confianza cuando vayamos a la habitación y, bueno, creo que entiendes.
Paul casi se atraganta con el pescado por las palabras del magnate. Era evidente que entendía a qué se refería Lennon, pero no estaba seguro si conocerse era una buena idea. No quería crear una especie de lazo permanente con el empresario, porque sabía que sólo se trataba de un trabajo, no de camaradería, y era temporal.
—No tengo preguntas —habló McCartney entre dientes.
—Está bien, entiendo.
Ninguno de los dos dijo algo más hasta que hubieron terminado de cenar, momento en que el magnate le pidió al chico que lo siguiera para llevarlo a la que sería la habitación que iba a ocupar desde ese día hasta que dejara de trabajar para él. El menor lo siguió con cautela, intentando memorizar los pasillos que atravesaban.
Le fue inevitable notar que la casa estaba repleta de objetos lujosos. Paul pudo reconocer algunas de las pinturas que más le gustaban colgadas en las paredes, dudaba que fueran réplicas; además, los muebles estaban hechos de una madera tan sólida que no podía provenir de un árbol cualquiera.
Subieron las escaleras al segundo piso de la enorme casa y caminaron a través de un pasillo largo hasta que el magnate se detuvo.
—Es aquí, Paul.
Lennon abrió una de las puertas y entró, el menor ingresó detrás de él. La habitación era muy espaciosa, quizá del mismo tamaño que las tres habitaciones de su casa en Liverpool juntas. Las paredes estaban pintadas de un color crema que brindaba una sensación de calidez. La cama matrimonial que había en el centro del recinto estaba hecha de una manera tan impecable que Paul estaba seguro de que se sentiría extraño cuando tuviera que meterse en las cobijas.
—Espero que te guste —habló John, notando que McCartney seguía observando la habitación—. Tendrás que cerrar las cortinas si no quieres que el sol te despierte muy temprano. Normalmente yo me iré a trabajar temprano, pero tú no tienes que venir conmigo, así que puedes hacer lo que quieras hasta que yo regrese a la casa. Cuando no voy a la oficina, me levanto a las nueve en punto y bajo a desayunar.
El par de avellanas se posó sobre el empresario con curiosidad.
— ¿Qué días vas a la oficina? —preguntó.
—De lunes a viernes —contestó el magnate—. Salgo de casa poco antes de las ocho de la mañana y vuelvo media hora después de las cuatro de la tarde, comeremos en cuanto llegue. Soy mi propio jefe, podría llegar e irme cuando quisiera, pero me gusta respetar un horario.
— ¿Qué haré después de comer? —cuestionó McCartney, jugando con sus manos de forma inconsciente a causa de su nerviosismo—. ¿Haremos algo importante o sólo iremos a la habitación y...
—Oh, no, no lo sé —respondió Lennon, encogiéndose de hombros—. Dependerá de mi estado de ánimo y del tuyo, supongo. La casa es grande y podemos hacer muchas cosas, ya verás. Los fines de semana podemos ir a pasear a Londres si así lo deseas, conozco buenos lugares.
— ¿Los fines de semana? —Paul frunció el ceño—. El contrato decía que podía ser solicitado en esos días también, pero no creí que fueran todos. Yo... tengo cosas personales por hacer y, bueno, preferiría tener esos días libres.
—Claro, el contrato lo dice... —el magnate sonrió forzadamente y asintió—. Entiendo, tendrás los fines de semana libres, no te preocupes.
—Gracias, John.
El hombre de cabello castaño soltó un suspiró y comenzó a caminar hacia la puerta de la habitación. Se detuvo justo bajo el dintel para mirar a McCartney una última vez, sabiendo que era bueno darle privacidad.
—Por ahora iré a mi despacho, pero si necesitas algo más tarde, mi habitación es la que está al final del pasillo —Paul murmuró un apenas audible "gracias"—. Espero que duermas bien. Yo... te veré mañana en el desayuno, no iré a la oficina.
El pelinegro tragó saliva de forma casi imperceptible y asintió. Deseaba que el empresario saliera de su habitación cuanto antes para sentirse más cómodo, necesitaba estar a solas para poder tranquilizarse y respirar mejor.
—Bienvenido a Tittenhusrt Park, Paul.
Lennon sonrió de forma amable antes de salir y cerrar la puerta tras de sí. Se mordió el labio al mirar el pequeño bulto que comenzaba a notarse en sus pantalones, pero no se sintió avergonzado. Paul era un adonis, un sueño vuelto carne y hueso. El magnate ni siquiera podía comprender cómo era posible que un hombre como McCartney existiera.
Mientras caminaba hacia su despacho, John optó por dejar de pensar en el pelinegro y concentrar su mente en asuntos de la empresa, principalmente para que su erección no representara un problema si Prudence o Richard se presentaban. Lo consiguió justo antes de llegar a su destino.
— ¿Un escort? —la voz de su guardaespaldas le provocó un sobresalto al magnate, quien no esperaba encontrarlo dentro del despacho.
—Ringo, casi me matas del susto —el magnate se llevó una mano al pecho de manera exagerada.
—Lo siento —se disculpó Starkey—. No quería dejar pasar más tiempo antes de hablar de este asunto.
Lennon suspiró con pesadez e invitó a su amigo a sentarse, Richard aceptó.
—Fue idea de Tara —John ocupó su silla frente al escritorio, justo delante de Ringo—. Él tiene experiencia con escorts y dijo que quizá era la solución para mí, ya sabes, tendré compañía y mi dinero no se verá amenazado.
El empresario abrió un cajón de su escritorio y sacó una carpeta con el nombre de Paul escrito debajo del logo de Asher & Co. para deslizarla por encima del mueble para que su amigo la tomara. Richard abrió la carpeta y revisó el contenido sin ser minucioso, aunque le fue inevitable notar algunos detalles importantes.
— ¿Leíste todo esto antes de recibir al chico? —Starkey cerró la carpeta y se la regresó a su propietario—. Es mucha información.
—No —Lennon la regresó a su sitio en el cajón—. Quiero conocer a Paul yo mismo, que él sea quien me cuente todo, ganarme su confianza. Hoy aprendí que tiene un hermano y también por qué, aunque ha vivido toda su vida en Liverpool, no habla con acento scouse. Si hubiera leído lo de la carpeta, sabría muchas cosas íntimas y ya no sería divertido, ¿comprendes?
Richard no pudo evitar mostrar estar en desacuerdo con lo que su amigo acababa de decir, esa debía ser la primera vez que descubría que John no leía un documento tan importante como lo era un contrato.
—Paul no es un chico al que vayas a conquistar, ¿sabes? —Starkey se cruzó de brazos—. Ni siquiera sabes si tiene pareja. No está aquí para contarte de su vida, sino para complacerte a cambio de dinero. Eres un as en los negocios, me sorprende que quieras arriesgarte a incumplir con un contrato.
—Sólo quiero pasar momentos agradables con él —John se encogió de hombros—. Llevo muchos años solo, tú te casarás pronto y estoy seguro de que vas a querer pasar más tiempo con Mo y tu bebé. Además, las charlas con Goose no son muy recíprocas.
El guardaespaldas soltó una carcajada, siempre le habían causado demasiada gracia los chistes simples.
—Mañana me quedaré en casa para mostrarle la casa a Paul y conocerlo más —le contó Lennon—, así que puedes tomar uno de mis autos para ir con Mo enseguida. Te veo el miércoles en la oficina.
—Gracias, John.
El magnate observó cómo Starkey salió del despacho con una sonrisa de oreja a oreja, pero no se comparaba con la que se formó en su propio rostro. Por primera vez en mucho tiempo, se sentía ilusionado por la llegada del siguiente día.
Tenía una corazonada de que se aproximaban momentos felices.
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