Capítulo 10
Tara Browne era uno de los mejores amigos de John, y eso quedó en evidencia cuando el chico se presentó en la mansión en Ascot apenas unas horas después de que Lennon lo llamara. Había estacionado su lujoso auto muy cerca de la residencia principal de la propiedad y bajó con su característica sonrisa en el rostro.
—Parece que alguien por fin decidió hacer algo interesante con su vida —el heredero de la fortuna Guinness se acercó a John para darle un fuerte abrazo—. Recibir tu llamada me causó mucha alegría, creí que había hecho algo terrible y que seguirías evadiéndome toda la vida.
—Sabes que no estaba evadiéndote, Tara.
—Ambos sabemos que sí lo estabas haciendo —Browne rió—. Cuando tu esposa falleció, te convertiste en una persona que todo el mundo desconocía y ni siquiera yo tuve la oportunidad de seguir disfrutando de tu compañía; aunque sé que Stuart no se ha alejado de ti...
—Lo que había entre Stuart y yo se terminó hace mucho —le aclaró el magnate, alzando las cejas de forma amenazadora—. Él tiene una esposa y tres hijos, yo no me voy a interponer en su camino a la felicidad. Sólo es un empleado más en mi empresa, aunque no voy a negarte que a veces actúa como si quisiera volver en el tiempo.
— ¿A quién no le gustaría regresar en el tiempo, querido amigo? —Tara entró a la casa e inspeccionó el lugar con la mirada, sin poder evitar notar lo mucho que había cambiado todo—. Este lugar está radiante, la última vez que estuve aquí era un desastre; supongo que ya arreglaste tus problemas internos. Creo firmemente en lo que la gente dice: tus problemas se reflejan en tu entorno.
—Se podría decir que estoy mejor, sí —Lennon se encogió de hombros—. Me ha tomado casi una década darme cuenta de que no puedo seguir llorando por la muerte de mi familia como si hubiera pasado ayer.
—A Cynthia le hubiera gustado que siguieras adelante, siempre te lo dije.
—Cynthia era un ángel, Tara.
El heredero de Guinness asintió, había tenido la fortuna de conocer a la bellísima Cynthia Powell la misma noche que John lo hizo, incluso antes que Lennon. Todo por mera casualidad, por supuesto. La rubia era lo que muchos consideraban la "mujer perfecta", dispuesta a quedarse en casa y criar a los hijos sin rechistar. Si no hubiera estado distraído con otras mujeres, era probable que la historia fuera diferente.
— ¿Y me llamaste para contarme eso?
—No, quiero retomar mi vida social por una noche —contestó John—. Podríamos ir a algún bar, quizá encuentre a alguien atractivo. No creo que tu esposa se moleste, ¿o sí? Es sabido que el peor adversario de las amistades entre hombres se llama matrimonio.
—No, Nicki no es de esas esposas que hagan escándalos por cualquier cosa —Browne se encogió de hombros y rió—. Si no vuelves a aislarte como en los últimos años, la conocerás pronto. Es una adorable chica, hija de un granjero, con los pies sobre la tierra.
— ¿De verdad? —preguntó Lennon. El rubio asintió—. No suena como tu tipo de chica, siempre creí que te gustaban las que adoran ser el centro de atención y viven a todo lujo, como tú.
—Pues te equivocas, amigo —el heredero de Guinness miró a John—. El atardecer está cerca y la carretera a Londres tiene unas curvas preciosas, será mejor que nos vayamos cuanto antes... ¿nos vamos en tu auto o en el mío?
—A decir verdad, preferiría que tomáramos el helicóptero...
— ¿Para qué? —Tara frunció el ceño—. Conducir autos es mucho más divertido que los helicópteros aburridos, ¿o acaso tienes prisa? —John negó con la cabeza—. Bien, porque sólo los viejos se trasladan en helicópteros; tú y yo estamos en la flor de la vida, el auto es la mejor opción.
El rubio se acercó al espejo que estaba en el recibidor de la casa para acomodarse el cabello. Igual que el resto de los jóvenes socialité, se volvía muy vanidoso cuando se trataba de salidas con amigos.
— ¿Quieren una taza de té? —Richard también lucía feliz por la visita de Browne—. ¿O prefieren salir?
Browne se giró sólo para sonreír y darle un abrazo al guardaespaldas.
— ¡Ringo! —Starkey correspondió el abrazo de manera breve. Aunque Tara había dicho en más de una ocasión que eran amigos, seguía existiendo un abismo de clases sociales entre ellos—. Ahora entiendo por qué este zopenco no se desmoronó por completo: tenía a alguien sabio a su lado. Nunca lo abandones, Ringo.
Starkey se limitó a sonreír y a negar con la cabeza.
—Vamos a salir, Ringo —contestó el magnate, con voz orgullosa—. Tara y yo pensamos ir a divertirnos esta noche en los bares londinenses.
— ¿Necesitan mi compañía? —preguntó el guardaespaldas.
—No, John irá conmigo, así que no necesitará niñera hoy —Tara le hizo un guiño a Richard, quien se limitó a sonreír—. Si mis planes salen de acuerdo a lo esperado, no visitaremos ningún bar de mala muerte... pero sería divertido, ¿no crees, John?
—Un poco, sí —Lennon rió por un momento, luego dirigió su vista hacia Ringo—. Cuida a Goose y encárgate de darle de comer, porque no sé a qué hora vayamos a regresar. Quizá hasta mañana.
—Está bien —el guardaespaldas estaba contento porque John hubiera decidido volver a conectarse con el mundo—, ¿necesitas que prepare el helicóptero?
Tara dejó de ver el espejo que estaba en la habitación para fijar su mirada en el magnate, listo para burlarse en cuanto diera una respuesta afirmativa. El heredero de Guinness y el guardaespaldas se llevaron una grata sorpresa:
—No, Ringo, iremos en el auto de Tara.
. . .
Maxwell tomó a Paul por el brazo para evitar que siguiera corriendo, ambos estaban agitados, pero sólo había temor en el rostro de uno de ellos. El menor ni siquiera intentó forcejear, no tenía la energía suficiente para huir.
—Corres increíblemente rápido, pensé que no lograría alcanzarte —Edison sonrió de forma sincera. McCartney prefirió quedarse callado ante el comentario—. Creo que es un buen momento para tener una conversación de amigos. Te invito una cerveza en el Cavern, ¿qué dices?
—No, lo siento —el menor negó con la cabeza e intentó calmar su respiración—. Tengo cosas por hacer en casa; mi papá y mi hermano están esperándome, no puedo. Quizá luego.
—Tenemos que hablar ahora, Paul —la voz del rubio sonaba firme, había perdido el toque de diversión que tuvo unos momentos atrás—. Necesito aclararte un par de cosas sobre lo que viste y es muy importante que sea ahora mismo.
—No es necesario que me invites una cerveza para que me quede claro que estás saliendo con el señor Epstein —el chico de cabellera oscura miró a Maxwell a los ojos, intentando averiguar si había alguna mala intención detrás de ellos—. No te juzgo y te prometo que no diré nada, sólo... me sorprendió. Nunca mencionaste nada y, bueno, creí que me tenías confianza suficiente para contarme algo así porque, ya sabes, se supone que éramos amigos.
Edison sonrió y soltó a McCartney, con la esperanza de que no fuera a huir. Sus intenciones eran buenas.
—Somos amigos, Paul —le aseguró—, y por eso mismo quiero explicarte todo, por favor, déjame hacerlo.
El chico de ojos color avellana dio un paso atrás y suspiró.
—Bien —contestó sin mucho entusiasmo—, pero intenta no tardarte mucho. De verdad tengo que ir a casa lo antes posible.
No mentía, aún debía llegar para planchar al menos dos docenas de camisas y pantalones, eso sin mencionar el aseo de la casa. Mike era quien se encargaba de lavar. Se turnaban para preparar la comida. Si bien, sus tías se habían ofrecido para ayudarles, tenían claro que la responsabilidad era de ellos.
—Seré breve.
Ambos jóvenes comenzaron a caminar por la calle sin intercambiar más palabras, el silencio era más cómodo en esos momentos. Paul fue quien decidió hablar, cuando se encontraban a escasos metros del conocido club Cavern.
—Me ayudarás a que Brian no me despida por lo que pasó, ¿verdad?
—Él jamás te despediría por algo así —Edison rodó los ojos con fastidio—. Es un hombre justo. Llevas algunas semanas conociéndolo, creí que lo sabías a la perfección.
—Las personas guardan secretos.
Maxwell se disponía a contestarle, pero Paul cruzó el umbral y prefirió seguirlo. El hedor del sitio inundó las fosas nasales de los dos jóvenes, pero ninguno emitió queja alguna. Pidieron un par de cervezas y no tardaron en encontrar un lugar donde el ensordecedor sonido les permitiera escuchar sus voces.
El rubio tomó aire y lo soltó de forma brusca antes de hablar. No se sentía preparado para confesarle su "secreto" a Paul, pero no quería perder al que quizá era su único amigo honesto en esa ciudad.
—Salgo con Brian...
—Creo que eso ya lo noté, Maxwell —el menor alzó las cejas de forma amenazadora—. ¿Me vas a contar su historia de amor o algo así? Porque sigo sin saber la finalidad exacta de esta conversación.
McCartney le dio un gran trago a su bebida.
—Él y yo no tenemos una historia de amor —Edison negó con la cabeza e hizo una mueca extraña—. No estamos enamorados, es algo diferente. Se podría decir que él me da todo lo que yo quiero y necesito... a cambio de compañía y lo que sea que le venga a la cabeza.
— ¿Como una prostituta?
—Ese término es horrible, agradecería que no lo utilizaras —el rubio estaba un tanto incómodo con la situación. Paul asintió—. Pero... sí, firmé un contrato con Brian por un año para ser su acompañante. Yo hago lo que él me pida y recibo dinero.
McCartney frunció el ceño, preocupado.
— ¿Te forza a hacer algo que no quieres?
Edison soltó una carcajada y negó con la cabeza.
—Brian no es un monstruo, le agradeceré toda mi vida que me haya sacado de la pobreza a la que mis padre me arrojaron —dijo Edison antes de encogerse de hombros—. Se suponía que lo "nuestro" debía permanecer como un secreto, a Brian le preocupa mucho su reputación.
—Entonces no va a despedirme...
— ¿Tanto te gusta tu empleo en la tienda de música? —Maxwell rió y bebió de su cerveza.
McCartney se quedó callado, meditando si debía seguir la idea que se estaba formando en su mente o sólo conformarse con su vida y permanecer en silencio. Tragó saliva. Le daba mucho miedo tomar una decisión equivocada.
— ¿Te sientes bien? —cuestionó Edison—. Estás muy pálido, no era mi intención asustarte.
— ¿Cuánto dinero ganas?
Esta vez fue Maxwell quien se mostró confundido ante la pregunta de Paul, desconocía por qué el menor parecía demasiado interesado en el aspecto monetario. Frunció el ceño. McCartney tenía una familia y la posibilidad de acceder a la educación superior, no se encontraba ni de cerca en la misma situación que el rubio.
—El empleo en la tienda de música es bueno, Paul —Edison bebió más cerveza para no tener que decir más.
—Maxwell, necesito conseguir dinero...
—No insistas —vociferó el rubio, dirigiendole una mirada asesina al menor—. Eres un chico listo, carismático e increíble; puedes conseguir todo lo que te propongas sin tener que... meterte en algo así.
McCartney negó lentamente con la cabeza y sus ojos se llenaron de lágrimas. La imagen de Mary postrada en la cama seguía fresca en su mente. Iba a salvarla, se lo había prometido a sí mismo. No le importaba si necesitaba confesar la verdad para lograrlo.
—Mi madre está enferma.
. . .
John había dejado de tomar después de la cuarta cerveza, Tara ya llevaba más de seis y parecía ser un barril sin fondo. El lugar al que habían acudido resultó ser el indicado: el ambiente era agradable, las bebidas estaban a un precio razonable y había un variado menú para elegir compañía. No obstante, al magnate no le atraía nadie.
—Yo creo que ese es el indicado —el heredero de Guinness señaló a un chico de cabellera castaña que parecía estar teniendo problemas para socializar con la muchacha que estaba junto a él—. Está titubeando y no aparta su mirada de los ojos de ella, de seguro es homosexual.
—O quizá sólo le gustan los ojos de ella —Lennon se encogió de hombros y rió—. No tiene nada de malo, no todos los hombres tenemos conductas depravadas como tú, Tara.
—Se supone que ambos ya bebieron —Browne tenía una sonrisa burlona en el rostro, no dejaba de mirar a la pareja—. Ella está deseando que él tenga iniciativa, pero él sólo parece querer salir corriendo. Cuando alguien te parece atractivo y estás alcoholizado, no lo miras a los ojos.
—Deja de verlos —el magnate jaló a su amigo del brazo y soltó una carcajada al verle el rostro—. Alguien no parece reconocer que existen límites para todo, estás verde, ¿no tienes náuseas o algo así?
—Claro, te voy a vomitar encima, Johnny —Tara dejó de ver a su amigo para enfocarse en una de las chicas que estaba trabajando como mesera del lugar—. Quince libras a que la llevo al baño y la convenzo de que me dé una mamada.
—Cuidado, tu esposa podría ponerse celosa si se entera —Lennon sonrió de manera forzada—. Recuerda que ya no estás soltero y, aunque pareciera que no te importa tu reputación, estoy seguro de que no quieres hacer algo de lo que te arrepentirás después.
Browne soltó una carcajada y asintió.
—Espero con ansias mi vigésimo quinto cumpleaños, te lo aseguro —el heredero de Guinness le dio otro gran trago a su cerveza—. Haré una fiesta inolvidable, no voy a reparar en gastos... y la maldita farsa se acabará. Seré un hombre libre de nuevo.
El magnate frunció el ceño y aprovechó para darle un sorbo al vaso de la gaseosa que había pedido para el resto de su estadía en el bar.
— ¿A qué te refieres con eso? —le preguntó a su amigo—. Dijiste que Nicki era una mujer increíble, que estabas feliz a su lado, ¿no es así?
—Sí, lo dije —Tara soltó una carcajada—. Sólo es por un acuerdo, John, un contrato. Necesitaba mostrarle a mi familia que tengo una vida estable para poder heredar el millón de libras en mi cumpleaños número veinticinco.
— ¿Y tus hijos?
—Lo establecimos en el contrato —Browne bebió más de su cerveza—. Cuando cumpla veinticinco años, me quedaré con la custodia de Dorian y Julian. No te preocupes por ella, todos ganamos. Además, ni ella ni yo hemos desarrollado sentimientos que vayan más allá del aprecio por el otro. Somos muy buenos amigos.
—Pues a mí me parece algo muy delicado lo que estás haciendo, Tara.
—Tú deberías hacer lo mismo, ¿sabes? —el heredero de Guinness se llevó una mano a la barbilla y asintió—. Solucionarías ese vacío del que me hablaste cuando llegamos y dejarías de estar frustrado sexualmente.
—El alcohol está causando estragos severos en tu cerebro —John sacudió a su amigo con algo de fuerza—, ya dejaste de hablar con claridad.
—Oh, vamos, no pasará nada si lo intentas...
El magnate rodó los ojos, pero una sonrisa se hizo presente en su cara.
—Será mejor que te lleve a descansar a algún hotel cerca, mañana tendrás una resaca histórica, Tara.
El mencionado sonrió.
¿Esperaban lo de Brian y Maxwell?
Sólo para aclarar: modifiqué varios datos de la vida de Tara Browne para que coincidieran con la historia.
Está tomando una eternidad para que John y Paul se conozcan, agradezco su paciencia...
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