«❝No debais a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley.❞ (Romanos 13.8).

Este es un pasaje bisagra; Pablo viene hablando del sometimiento a toda autoridad del deber de pagar a todos lo que corresponde (vs. 1-7), para luego seguir con la ley del amor (vs. 9-10). Deja claro que a nadie se le tiene que deber cosa alguna, dando detalles en el versículo 7. Desde las cosas tangibles como el tributo y el impuesto, hasta las intangibles como la honra y el respeto, el hijo de Dios no se las puede guardar y negarse a entregarlas. Quien salda su deuda se olvida de ella, porque queda totalmente cancelada. Ya no volverá a pagar el mismo impuesto, ni el mismo crédito por determinado objeto.

Pero no es así en el caso del amor. Esta es una deuda incancelable que el creyente tiene para con su Dios y sus hermanos. ¿No fue acaso el amor de Cristo por mí inmenso e infinito? A sus discípulos amó hasta el fin (Juan 13.1). Debería mirar con mayor atención, como dice el apóstol Juan, cuál amor me ha dado el Padre, para que sea llamado hijo de Dios (1 Juan 3.1).

 ¿Será entonces que algún momento habré saldado la deuda de amor hacia mi Salvador y su iglesia? Sin duda alguna que no. Incluso, de manera indirecta, me veo impelido a amar a los perdidos como Dios los ama (1 Juan 3.16). Ese amor práctico y vivo, tiene que fluir de mi día y noche. Todo lo que pueda hacer sigue siendo insuficiente, ya que el amor lo es todo, y todo lo abarca (vs. 9). Amar a tiempo y fuera de tiempo debe ser una de mis mayores pasiones y aspiraciones.

❝Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe❞. (Gálatas 6.10).

¡Y vaya que las oportunidades abundan a lo largo del día! El Señor puede ayudarme a ver con Sus ojos cada momento propicio para derramar amor y gracia sobre los demás, para acompañar de toda manera y forma a mi prójimo, según la multiforme y bendita gracia de Dios❞».

—Devocionales y Comentarios.