•Capítulo veintiuno.

21.
El acontecimiento más esperado.

Los invitados se arremolinaron en torno a la bandeja de canapés que la cocinera del Instituto dejó sobre la enorme mesa del comedor. Todos los muebles del Instituto eran grandes y tenían ese aspecto de antigüedad que le recordaba a Marcos los siglos que deberían tener. No había estado en el Instituto de París nunca, pero había pasado algunas noches en el de Lyon como para saber a qué atenerse; pisos de mármol, mobiliario antiguo y techos altos. Sin embargo, ahí donde el de Lyon había sido todo sombras extrañas y chirridos agudos, el Instituto de París era totalmente distinto.  Las cortinas estaban corridas sobre los ventanales,  dejando entrar toda la luz natural que les proveía aquel especialmente cálido verano europeo, y aunque los muebles tuvieran pinta de otro siglo,  decoraban finamente la sala de estar.  Era amplio y muy bonito, aunque el empapelado de flores se estuviera descorchando en algunos lugares. 

Anda, coge uno, están deliciosos. Le dijo una voz suave. 

Marcos evaluó a la chica pelirroja de arriba abajo. Llevaba un vestido plateado ligero, sin mangas, ideal para el verano, y zapatos bajos sencillos. Él era más alto que ella, incluso siendo unos cuatro o cinco años menor que ella, pues no sabía exactamente su edad. Tenía un par de expresivos ojos color verde oscuro y aunque no era exactamente guapa, resultaba muy bonita, como una de esas bonitas muñecas de colección. 

Es Marcos, ¿cierto? Yo soy Clary,  realmente me alegro de conocerte. Le sonrió,  y él le devolvió la sonrisa, pues era una chica bastante agradable. 

Mia y él llevaban viajando ya casi un año,  y era verdaderamente difícil encontrar personas amables simplemente por el hecho de serlo.  Siempre había alguien que quería algo de ellos, y usualmente no podían darse el lujo de confiar en nadie. Pero, a pesar de la confusión inicial, ninguno de los habitantes del Instituto parecía querer algo de ellos, y hasta el momento no les habían pedido que se fueran. Lo cual era muy bueno, pensó Marcos, pues no tenían adónde ir y estaban algo escasos de suministros. 

No me gusta mucho el salmón.Le respondió él, haciendo una mueca hacia los bocadillos. 

La verdad es que habían un montón de variedades, y por lo que se oía, aún faltaba bastante para que comenzara la boda. Clary le habló sobre la cocinera del Instituto (Marie, era su nombre, y aunque un tanto amargada, tenía muy buenas dotes culinarias) y le señaló la variedad de bocadillos de carne y pollo, teniendo en cuenta su aversión por los pescados. 

Marcos tomó una especie de tortilla mini con carne de cerdo por encima y un toque de salsa verde y dejó salir un sonido de placer. Estaba absolutamente delicioso, y dado el repentino acontecimiento, ninguno había sido capaz de desayunar. Los aperitivos puestos en la sala durante esa media hora estaban destinados a evitar que los cazadores de sombras estuvieran famélicos antes de la recepción de la boda. Marcos se preguntó qué tan distintas serían las bodas de los cazadores de sombras de las mundanas. Jamás había asistido a una boda nefilim, y menos una del mismo sexo; si era honesto, para Marcos sonaba de lo más interesante. 

Terminó de masticar el quinto bocado del pequeño aperitivo y le señaló a Clary la región de su abdomen.

¿De cuánto estás?Había escuchado que a las mujeres embarazadas les preguntaban eso continuamente, era una forma correcta de preguntarle por su embarazo. No es que Marcos supiera mucho al respecto.

Los ojos verdes de Clary se iluminaron, ella acarició su prominente vientre con cariño y prosiguió inspeccionando la bandeja de bocadillos. 

Estoy entrando en la semana treinta y cinco.Contestó ella, y al ver su cara de perplejidad, soltó una risotada mientras tomaba otro bocadillo. Significa que en más o menos un mes y medio tendré al bebé. O bueno, menos tiempo si le creemos al Hermano Enoch, dice que le parece que tendré al bebé en menos tiempo de lo previsto.

Interesante. Susurró Marcos,  analizando la estancia con la mirada. 

Los miembros más importantes de la jerarquía de la comunidad Nefilim estaban allí, el Inquisidor y la Cónsul. Según lo que le había contado Clary, el Inquisidor, el hombre grande de aspecto intimidante que llevaba la túnica gris, era el padre de Alec. Alec era el novio más pequeño, aunque aún así, a Marcos le resultaba ridículamente alto, mientras que Jonathan era el novio más alto y rubio. Jonathan era hermano de Clary. Tenían los mismos ojos verdes, pero aparte de eso, Marcos no veía ningún otro parecido físico entre ellos.

Oh, mira, parece que ya va a comenzar. El Hermano Cimon está conduciendo a todos al jardín.Clary lo tomó de la mano y tiró de él en dirección a una puerta lateral. Marcos supuso que conducía al jardín.

Pero Mia... Protestó él, buscándola entre los pocos invitados sin éxito.

Clary le tranquilizó.

Jace me dijo que quería unos momentos a solas con ella, deben estar en una de las arboledas, no te preocupes.  Nos alcanzará antes de que comience la ceremonia. 

°°°

¿Se siente bien, señor?

Alec oyó la suave voz de Tony muy lejana, como si se encontrara a unos cien metros de él cuando en realidad estaba a su lado. Tragó saliva y asintió con la cabeza, se sentía mareado y con ganas de vomitar,  pero supuso que solamente eran los nervios.

Venga, le ayudaré con su traje. Chasqueó el joven muchacho, instándolo a que se levantara de la silla en la que llevaba sentado los últimos minutos. 

Cualquier otro día, Alec Lightwood hubiera protestado ante la idea de que otra persona lo ayudara a vestirse, pero se hallaba tan nervioso que no sabía si podría lograrlo él solo. Quizás terminara apareciendo en su boda con las piernas metidas en el saco de traje y los brazos en las botas de los pantalones o algo peor. No quería arriesgarse. 

Su boda.

Era algo extraño de decir. Iba a casarse ese día, en una hora, para ser exactos. Y se había enterado esa misma mañana. No es que no lo quisiera, por supuesto que quería, quería hacerlo desde el instante en el que Jonathan se le había declarado, pero pensó que tendría más tiempo para prepararse mentalmente. Pensó que tendría unas cuantas semanas, que se sentarían juntos y elegirían el día,  la comida, los trajes que usarían. Pero en su lugar había tenido apenas tres horas de aviso, Tony había tirado de él hasta una de las habitaciones vacías del Instituto y había comenzado con la parafernalia de su “Día Especial”, como lo había llamado.

Tony parecía realmente emocionado con la idea de su Día E,  y se había tomado bastante en serio la tarea de prepararlo. Alec se dio un largo baño de burbujas que lo dejó con una sensación de relajación e impregnado en fragancia de flores,  y cayó dormido como un muerto por las siguientes dos horas. Cuando Tony lo levantó, apenas quedaba una hora para el inicio de la ceremonia, así que ambos procedieron a vestirlo con suma delicadeza. El olor a flores, aunque fuera de su zona de confort, no disgustaba tanto a Alec como pensaba en un principio.

Oh, se ve maravilloso. El color resalta sus ojos y su piel.Admiró
Tony, con una mirada soñadora. 

Era cierto. Alec llevaba puesto un elegante traje de tres piezas color gris plomo, la tela se ajustaba a su cuerpo como un guante,  abrazando sus muslos definidos, los hombros fuertes y los bíceps esculpidos. El chaleco tenía unas finas rayas plateadas, y en el bolsillo traía un pañuelo rojo. Alec dejó salir un sonido tembloroso mientras se miraba en el espejo, se veía muy bien,  y... ¡Por el Ángel! Aquél ceñido traje resaltaba la curva de su culo de una manera casi obscena, Alec se ruborizó cuando Tony dejó escapar una gran carcajada.

Alec no estaba acostumbrado a la pequeña sombra en la que se había convertido Tony, pues en el Instituto de Nueva York no habían tenido empleados nunca. Sí, Alec se negaba a utilizar la palabra sirviente, le parecía arcaica y de mal gusto, además, Tony tenía un sueldo provisto por la Clave, así que entraba perfectamente en el concepto de empleado. 

¿Crees que le gustará cómo me veo? Preguntó, inseguro, pues aunque Jonathan había escogido él mismo el traje, todavía tenía la necesidad de preguntar.

Tony le miró como si le faltara un tornillo y procedió a hacerlo sentarse en la silla del tocador para arreglar su cabello negro. Lo tenía bastante largo ahora, sin haberlo cortado desde hacía unos nueve meses, y observó como Tony tarareaba para sí mientras se divertía arreglándolo con horquillas y bastante habilidad. Pareció darse cuenta de la mirada intensa de Alec clavada sobre él unos minutos después.

Oh, lo siento. Bueno, no creo que le guste cómo luce, señor. Dijo a Alec, terminando de arreglarle el cabello. Creo que tendrá que controlarse para no arrancarle la ropa en cuanto entre en la habitación.

Se le subieron los colores inmediatamente. 

¡Antoine! Exclamó Alec.

Tony también lucía apenado de sus palabras. Alec volvió a pensar en lo hermoso que era, Antoine era bonito en una manera en la que Alec no podría serlo nunca, era bajito y menudo, delgado y esbelto allí donde Alec era todo altura y músculos.

El sonrojo le adornaba las mejillas como si se hubiera puesto algo de colorete, de pronto Alec tuvo una visión de Isabelle frente a su tocador rosa, aplicándose rubor con una gran brocha sobre los afilados pómulos, y sintió una punzada dolorosa en el pecho.

Que su hermana y su madre se fueran a perder su boda era algo que le dolía profundamente.

Tony le distrajo de su agonía encogiéndose de hombros con un gesto despreocupado en el rostro.

Pero señor Lightwood,  estoy muy seguro de que en cuanto estén ustedes dos solos él le arrancará la ropa en menos de lo que canta un gallo. 

Alec negó con la cabeza, definitivamente Tony era un joven adolescente con las hormonas muy alborotadas. Aún así, le quemaron las mejillas y su traje comenzó a apretar en cuanto se imaginó la luna de miel, cuando Jonathan y él ya fueran oficialmente esposos y tuvieran un largo período de tiempo para ellos solos. 

Solo digo que ese traje le conseguirá buen sexo. Nada más mire su trasero, créame cuando le digo
que el señor Morgenstern querrá tomarlo en plena ceremonia, será tortura hacerlo esperar hasta esta noche. Dejó escapar Tony con malicia, entre risitas, y Alec solamente esperaba que cada palabra en la boca del chico se cumpliera al pie de la letra. 

°°°

Marcos tomó asiento junto a Clary en una de las sillas de madera decoradas con cintas de tela azul. La pelirroja no lo había dejado solo en toda la noche salvo durante unos cinco minutos para hablar algunas cosas referentes a la recepción con Marie, y él le estaba agradecido.  Marcos le oía parlotear pero no le prestaba atención realmente, pues tenía la mirada clavada en Mia y Jace, que conversaban animadamente bajo un precioso cerezo. El jardín del Instituto de París era grandioso, de un enorme tamaño y con una variedad de flora increíble. Marcos ni siquiera creía posible que altos cerezos y exóticas orquídeas crecieran por doquier.

Se sobresaltó cuando una voz profunda le habló cerca del oído, Marcos volteó y se encontró cara a cara con Jace Herondale. Se miraron directamente a los ojos durante un par de incómodos segundos, y Marcos se dio cuenta de que Jace le hablaba a Clary, que se hallaba sentada a su lado. Jace asintió con la cabeza en su dirección y estiró una mano que Clary tomó para levantarse. Ambos lucían maravillosos juntos, como una pareja de película, pensó Marcos.

Está a punto de comenzar. Susurró Clary, sonriéndole antes de caminar hacia el interior del Instituto mano en mano con Jace. 

Hey.

Marcos volvió el rostro a su derecha y Mia Herondale le dio la sonrisa amplia de la que se había enamorado cuando tenían apenas siete años. Aunque en ese entonces había tenido dos espacios vacíos en donde iban las paletas, seguía siendo la sonrisa más hermosa que Marcos había visto alguna vez. 

Hey.  Le sonrió de vuelta, indicándole la silla que celosamente le había estado guardando. 

Era algo tonto, pues la lista de invitados ni siquiera llegaba a las veinte personas, habían asientos disponibles de sobra. Mia Herondale le sonrió de nuevo y Marcos olvidó lo que había estado pensando anteriormente. Ella, como él, se había un largo baño de agua caliente para eliminar el sudor y la suciedad de su cuerpo. Su piel relucía de un precioso color dorado, al igual que sus ojos; Mia se veía espectacular en un vestido sencillo blanco que Clary le había prestado.

Creo que es demasiado femenino para mí.Se encogió de hombros.

El vestido era bastante escotado,  no tenía mangas y apenas le llegaba por la mitad de la rodilla; mostraba una escandalosa cantidad de piel. Mia tenía razón, Marcos nunca la había visto en algo tan femenino en los seis años que tenían de amistad. 

Iba a abrir la boca para decirle algo cuando una hermosa melodía comenzó a sonar; Mia sonrió, señalando las puertas dobles de cristal que daban al interior del Instituto con evidente emoción. 

Mira, allí viene el novio.

°°°

Seguía hablando cómodamente con Tony, ambos sentados en el borde de la cama, cuando tocaron la puerta un par de veces. Alec perdió todo el color del rostro en una milésima de segundo, le sudaban las manos, tenía la garganta reseca. Tony saltó de la cama como un resorte, retomando su evidente emoción por la boda.

Es momento, señor. Anunció junto a la puerta, alisándose el traje.

Alec lo observó con detenimiento, tomándose su tiempo en levantarse de la cama. Tony iba bastante guapo de color marrón claro, los pantalones ajustándose a sus delgadas piernas y la chaqueta abrochada haciéndole una cintura fina, dándole así el aspecto de un reloj de arena. Lucía un ceño de impaciencia, y repiqueteaba constantemente su zapato contra el suelo.

Señor Lightwood, se le hace tarde. Le dijo, no sin amabilidad.

Alec tomó aire lentamente y asintió con la cabeza suavemente, pues no quería despeinarse. Tomó la perilla de la puerta y se encontró con su padre del otro lado de la puerta; llevaba un suntuoso traje y la túnica gris del inquisidor sobre él. Le tendió una caja oscura y le sonrió.

La mandé a hacer para ti.

Con sorpresa, Alec le quitó la tapa a la caja y sacó de ella una rica tela de profundo color dorado. Dejó salir un jadeo ahogado, desdoblando la tela y descubriendo una larga túnica ceremonial. Tenía runas grabadas en el dobladillo y en las mangas, de un color dorado más oscuro.

Es preciosa.Le dijo a su padre, sonriendo. Muchas gracias.

Robert Lightwood dibujó una pequeña sonrisa en su tenso rostro y le quitó la tela a su hijo de las manos. Alec se dio vuelta y permitió que su padre le ayudara a colocársela; inconscientemente se preguntó si Jonathan estaría usando una también. No sabía a ciencia cierta lo que pasaría, pues todo lo referente al matrimonio en sí era una sorpresa para él. Usualmente los cazadores de sombras se casaban en un sencillo traje negro con runas de amor y de protección, el color del matrimonio para los nefilim era el dorado; las mujeres usaban sencillos
vestidos en diferentes tonos de dorado. Pero esto era distinto. Su padre le acarició el cabello con cariño, silencioso, y si le disgustaba el nuevo estilo en el que solía llevarlo últimamente no hacía ningún comentario al respecto.

Jonathan es lo que quiero, papá.Le dijo Alec, quizá algo alarmado por su silencio. Le amo y quiero una larga vida a su lado.

El Inquisidor soltó un suspiro nostálgico, y le sonrió brevemente.

Entonces no hay nada más qué decir. Andando, que vas tarde.

°°°

El Instituto estaba en calma, el único sonido que se oía era el resonar de sus zapatos contra la madera. Caminaron en absoluto silencio, su padre, Tony y él, pero con prisa, pues Alexander Lightwood pasaba de ir elegantemente retrasado a alarmantemente tarde a su boda. Y lo último que quería era arruinar todo haciendo pensar a Jonathan que le estaban entrando las dudas o segundos pensamientos. Fue solamente cuando llegó a la sala de estar y se detuvo abruptamente, que se dio cuenta de que había apurado tanto el paso que realmente había estado corriendo. Se halló él solo en aquella estancia, intentando recuperar el resuello, y desvío la mirada hacia las puertas corredizas. Eran de cristal, naturalmente transparentes. La boda se celebraba en el jardín, pues alcanzaba a divisar unas cuantas sillas y un pequeño tumulto de personas sentadas en ellas; una suave melodía se escuchó en la distancia y sintió que se le aceleraba el corazón. De repente, se quedó muy quieto, respirando con fuerza, sin saber qué hacer.

¡Señor Lightwood!Exclamó Tony, con el ceño fruncido.

Alec podía ver como su padre le dedicaba una mirada de reojo al joven; estaba colorado como un tomate y jadeaba, con las rodillas flexionadas. La carrera debía haberlo dejado sin aliento, pensó, y se recordó a sí mismo que debería retomar con su entrenamiento cuanto antes, pues Tony tenía un par de años por delante antes de su ascensión. El muchacho podría usar un poco más de entrenamiento.

Su padre se aclaró la garganta y sintió que se le subían los colores.

De acuerdo, estoy listo.Asintió con la cabeza, preparándose para ello.

Tony, no del todo recuperado pero aún así menos rojo, le mostró una elaborada corona de flores antes de hacerlo agachar la cabeza para colocársela con delicadeza. Alec se giró para observarse en el espejo de estilo victoriano que destacaba sobre la pared que dividía la sala de estar y el área de las cocinas, y se quedó sin palabras. Observó a su padre, que se había desplazado hasta quedar junto a él, y sonrió, dirigiéndose hacia las puertas corredizas que Tony sostenía abiertas para él.

Había dado menos de diez pasos, pero todos se enteraron de su presencia, puesto que se levantaron de sus asientos y clavaron su mirada en él. Alec se ruborizó nuevamente, se incomodaba cuando era el centro de atención. El cuarteto de cuerdas, ubicado al fondo del jardín, donde se bifurcaban los caminos del pequeño bosque que también era parte del instituto, cambió la pieza que habían estado tocando por una más sentimental, que comenzó con un solo del violonchelo que le hizo palpitar con demasiada prisa el corazón. Aunque durante los últimos minutos su corazón había estado más acelerado que en sus dieciocho años de vida.

Por el Ángel, es hermoso.Susurró, a mitad de camino ya saltándosele las lágrimas.

Los invitados, al igual que él, traían puestas aquellas elaboradas coronas, y el jardín entero estaba exquisitamente decorado con todo tipo de flores y luces, dándole un aspecto vivaz y muy colorido al otrora soso jardín. Las pocas sillas estaban acomodadas en hileras a ambos lados del improvisado pasillo por el cuál caminó Alec hacia un enorme arco de espinos entrelazados bajo el que se hallaba esperándolo Jonathan.

Era el único que no estaba usando una corona de flores, exceptuando al Hermano Cimon, y se veía increíblemente apuesto. Llevaba puesto un traje negro, con runas grabadas delicadamente en el borde de la chaqueta y en los puños, y también usaba una túnica dorada como la suya por encima. Se había afeitado la incipiente barba rubia que le cubría las mejillas, y se veía fresco como una lechuga. E increíblemente atractivo, por supuesto, pero Alec no creía que su palabra contara, pues iba a casarse con él.

Su padre le acompañó hasta allí, le dio un afectuoso apretón en el hombro y dedicó a Jonathan un corto asentimiento antes de volverse en redondo y caminar hacia el asiento vacío junto a la Cónsul.

Jonathan le cogió las manos con las suyas, y Alec le sintió la piel caliente.

Estás muy frío, ¿todo bien?Inquirió el rubio, dedicándole una mirada seria, pero cargada de cariño.

Él asintió. Por el rabillo del ojo vio como el Hermano Silencioso se situaba frente a ellos, listo para dar comienzo a la ceremonia en cuanto ellos estuvieran listos. Como si les hubieran llamado, Clary y Jace se acercaron y tomaron cada uno su lugar correspondiente al lado de cada novio.

Comencemos.Susurró Alec, fijando su mirada directamente en los ojos de Jonathan Morgenstern, su prometido y el hombre con el que quería pasar el resto de su vida.

°°°

En cuanto Jonathan y Alec se besaron por primera vez como esposos hubo una pequeña lluvia de aplausos. Marcos no creía que tan sólo una docena de personas hubiera logrado tanta algarabía, pero al parecer tal cosa era posible. Igual sonrió y aplaudió mientras que los novios recorrían el camino hacia el Instituto cogidos de las manos; Mia, a su lado, se deshizo de la corona de flores mientras le dirigía una mirada curiosa a su hermano. Marcos también lo hizo, y se sorprendió al captar el destello de nostalgia en la mirada cálida de Jace. También conocido como Jonathan Herondale (al parecer aquél era un nombre bastante común en los nefilim), Jace era el parabatai de Alec desde niños, parabatai significaba hermano de sangre, pareja de guerreros, algo que nada más los nefilim más afortunados llegaban a conocer. Marcos pensó que nunca sabría lo que era un lazo como aquél. Al parecer, esos cazadores de sombras estaban unidos por una cosa u otra. Jonathan era hermano de Clary, que estaba embarazada de Jace, que era parabatai de Alec, que recién se había casado con Jonathan. En fin, un lío. Marcos notó que en toda la ceremonia, Mia no le había quitado el ojo de encima al joven cazador de sombras de cabello dorado; probablemente se preguntara, como él, cómo iban a encajar en la pequeña familia que parecía estar tan unida entre sí.

Lo siento. Susurró ella, tomándole la mano con una mueca ladeada, cuando la pilló mirando fijamente a Jace mientras Marcos hacía intento de conversación con ella. No sé qué me pasa, pero no puedo dejar de pensar en lo mucho que se parece a nuestra madre.

Naturalmente, Mia tampoco había conocido a la mujer que les había traído al mundo, pero en la casa en donde ambos prácticamente se criaron habían habido un montón de retratos de los Herondale de generaciones pasadas; Céline incluida.

No te preocupes.Él le devolvió el apretón de los dedos con un poco más de fuerza, y sonrió. Mejor vamos a comer un poco, que huele delicioso.

Ambos se encaminaron a la sala de estar del Instituto, en donde ya se encontraban la mayoría de los cazadores de sombras que habían asistido a la boda.

°°°

Me alegro por vosotros, de verdad. Espero que vuestro matrimonio sea duradero. Mencionó la Cónsul, dedicándoles un asentimiento de cabeza antes de dirigirse hacia su hija, que se hallaba al otro lado de la habitación.

Aline, sonriendo junto a Helen Blackthorn, tenía la mirada clavada en él. Se quedó helada cuando él la descubrió, su mirada se endureció y su bonito rostro se deformó en una expresión amargada; Jonathan se encogió de hombros, resignado. Resultaba algo evidente que ella no lo había perdonado por sus pecados, pero él no podía hacer nada al respecto. Sebastian se había ido, él era una nueva persona, un cazador de sombras diferente, un joven hombre intentando forjar una vida de manera honrada. Muchas personas habían sufrido grandes pérdidas durante la Guerra Oscura, Jonathan dudaba que todas ellas (si es que alguna) le perdonaran la participación que había tenido en eso; sin embargo, él no podía vivir pensando en los demás, mucho menos ahora, que tenía una muy buena razón para querer vivir.

Por el Ángel, estoy muriendo de hambre. Susurró el joven de cabello negro como el azabache, sonriendo ampliamente a la cocinera cuando puso un par de fuentes con comida sobre la mesa, justo frente a ellos. Esto se ve delicioso, Jon, todo es magnífico.

Se sirvió un poco de cada cosa, pollo y patatas y ensalada y carne, e incluso hasta un poco de salmón; Jonathan lo observó comer con voracidad y sintió como su propio estómago rugía de hambre. Se sirvió un plato también y devoró el maravilloso festín; cuando acabó, Alec tenía entre las manos una copa alta de helado y hacía unos ruidos de placer bastante inadecuados mientras lo degustaba.

Cuando se hizo bastante obvio que lo observaba, casi quemándolo con la mirada, Alec carraspeó y dejó la copa medio vacía sobre la mesa; tenía las orejas rojas, pero sus ojos tenían cierto brillo lujurioso.

Es sinceramente espectacular. Dijo en voz baja, dirigiéndose a él, pero con la mirada clavada en el cuarteto de cuerdas, que interpretaba una preciosa pieza en ese momento.

Jonathan buscó su mano sobre la mesa, entrelazando sus dedos con los de él. El anillo con su elaborado diseño de estrellas destacaba en su dedo índice, lo cual lo hizo sonreír. Los cazadores de sombras intercambiaban anillos durante el compromiso y luego, en la ceremonia, se intercambian runas, pero esperaba que Alec siguiera utilizando su anillo durante el matrimonio. Le gustaba vérselo puesto, le hacía sentir que cualquiera que lo viera sabría que Alec era suyo, que pertenecía a su familia de ahora en adelante. Una familia pequeña por el momento, su familia de dos personas.

Jonathan se inclinó para hablarle al oído de una manera íntima; le acarició con los labios la suave piel de la oreja y lo sintió dejar salir un gemido quedo.

Quería que fuera la boda más preciosa que alguien pudiera darte.

Alec giró la cabeza, de modo que quedaron frente a frente, con los rostros separados por un par de centímetros, y Jonathan pudo apreciar su expresión. Tenía los ojos azules cristalizados, llenos de lágrimas sin derramar, las pestañas largas le rozaban los pómulos y las mejillas estaban coloreadas de un intenso color rosa, al igual que los labios; en estos últimos Jonathan se fijó por un largo rato, eran labios delgados y perfectos para besar.

Fue la boda más hermosa que podría haber tenido, Jon, y me alegro de estar casado contigo. Murmuró Alec, afianzando su agarre.

El rubio asintió a todo lo que le decía, sin escucharlo realmente. Se podría decir que no era un muy buen comienzo, no escuchar lo que su esposo estaba diciéndole el primer día de casados, pero Jonathan simplemente observaba como sus labios se movían y las palabras que salían de ellos se perdían en la cacofonía de los invitados hablando, riendo y relacionándose entre ellos.

Alec le seguía hablando, jugueteando con sus manos unidas y con la mirada desviándose de los músicos a la pista de baile y viceversa. Tenía la corona de flores enredada en el sedoso pelo negro, el azul de los pensamientos haciéndole competencia al color de sus ojos; Jonathan alzó la mano que tenía libre y le quitó del rostro un mechón de pelo que se le había escapado de la trenza. Soltó un suspiro pesado, interrumpiéndolo a mitad de frase.

Lamento enormemente que sea demasiado temprano aún para comenzar nuestra noche de bodas.Le dijo en una voz ronca, sin disimular el deseo que sentía.

Inmediatamente se le subieron los colores al rostro. Jonathan sonrió al ver como Alec, rojo como un tomate maduro, fallaba al buscar las palabras correctas con las que expresarse; estaba bastante seguro de que él también moría por salir de allí y comenzar la luna de miel, se le notaba en el pulso acelerado y los ademanes nerviosos.

Aún podemos disfrutar de otra manera. Se encogió de hombros, dándole una sonrisa de medio lado.

El rubio lo tomó de la barbilla y asaltó su boca con un fogoso beso, altamente inadecuado en público, por cierto. Al separarse, pensó, por la mirada llena de deseo de Alec, que le iba a sugerir entrar en uno de los armarios en desuso del instituto y comenzar de manera furtiva. Pero Jonathan se levantó con una rapidez digna de los cazadores de sombras y le tendió la mano a su excitado esposo.

Concédame esta pieza, señor Morgenstern.











Hey, chicos

Estaba trabajando en este capítulo desde hace como un mes, y ya tenía más de 10mil palabras y aún no concluía así que decidí partirlo por la mitad. El siguiente capítulo será la continuación de este y probablemente lo suba después de navidad. :3

Gracias a los que continúan leyendo esto. ♥




Multimedia: como se ve decorado el jardín para la boda.

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