•Capítulo veintiséis.
26
Construyendo una nueva rutina.
La brillante luz del sol iluminaba la enorme estancia, sacando reflejos de los antiguos jarrones y embargándolo todo de una indiscutible calidez veraniega. Alec se sacó el jersey gris de punto por encima de la cabeza y lo colocó doblado sobre una silla vacía. Se encontraba sentado en el comedor de la cocina, trabajando en la elaboración de un horario para las clases de los chicos; afortunadamente para él, Mia y Marco estaban en el mismo nivel que Clary, por lo que Alec debería realizar un solo horario y no tendría que dar lecciones privadas. Necesitaba equilibrar las clases teóricas con los entrenamientos prácticos; además, tenía que ver qué tan preparados estaban los chicos y esperar que Clary se recuperara por completo. Alec se estaba preguntando, con el borrador del lápiz apoyado en la mejilla, si sería ideal hacer que Tony retomara su preparación con los demás, pues realmente no sabía qué tan atrasado estaba, pero no quería hacer horarios extra para ocuparse de su educación; se preguntó vagamente si Jonathan podría manejar solo las actividades directivas del Instituto o necesitaría de su ayuda. Alec estaría contento simplemente encargándose de la instrucción de los más jóvenes. Llevar un Instituto era trabajo duro, y los Morgenstern estaban bastante cortos de personal.
“Un penique por tus pensamientos." Susurró una voz a su oído.
Alec echó la cabeza hacia atrás y se recostó contra el hombro de su esposo, quien se inclinaba para ojear sus papeles. Olía a cuero y a jabón, y todavía tenía un par de gotas de agua en la mejilla. Probablemente había saltado fuera de la ducha en cuanto había oído la campana que indicaba la hora de la comida; Alec lo observó de reojo, llevaba una camisa de vestir blanca y vaqueros negros, traía el pelo húmedo y le goteaba en la espalda. Se veía muy guapo. Alec alzó la cabeza y deslizó una mano tras su cuello, tomándolo de la nuca para besarlo suavemente. Jonathan susurró contra sus labios pero él no escuchó, se limitó a atraerlo hacia su cuerpo hasta que logró tenerlo sentado sobre su regazo; Jonathan era pesado, pero Alec estaba dispuesto a soportar mil veces su peso con tal de seguir disfrutando de aquella boca maravillosa. Jonathan le enredó las manos en el cabello, deshaciéndole la cola de caballo, y él jadeó cuando lo sintió halarle unos mechones con fuerza; él jadeó nuevamente cuando le sintió morderle el labio inferior lo suficientemente duro como para que se hinchara. El beso iba ascendiendo peligrosamente de temperatura, Alec hundió los dedos en los hombros de su esposo y ambos se separaron con lentitud cuando escucharon a alguien carraspeando a poca distancia.
Robert Lightwood y Tony Bissette se encontraban a escasos dos metros de la mesa del comedor, el mayor con una ceja oscura alzada y el joven con las mejillas sonrojadas.
“Padre.” Reconoció Alec, sintiendo como el peso de su esposo se levantaba de su regazo.
Jonathan se pasó una mano por el cabello mientras tomaba asiento en la silla junto a Alec, el Inquisidor y el joven lo imitaron. Alec notó que ambos compartían una mirada prolongada y entrecerró los ojos, más no hizo comentario alguno; Tony dirigió sus manos nerviosas al jarrón de tulipanes que adornaba el centro de mesa. Robert habló.
“Hay algo que necesitamos discutir.” Dijo con una voz serena, mirando de Alec a Jonathan y sin inmutarse cuando la puerta de doble hoja de la cocina se abría. Los habitantes del Instituto comenzaron a inundar la cocina y a tomar sus respectivos lugares en la mesa, a la espera de que el almuerzo fuera servido. “Respecto al entrenamiento de Tony.”
Jonathan asintió, sus brazos cruzándose en su pecho, pero fue Alec quien habló; era un acuerdo implícito, que ambos tuvieran igual autoridad pero distintos ámbitos de trabajo. Ni siquiera habían tenido que hablarlo antes, se maravilló el moreno, simplemente sabían cómo trabajaban y se complementaban a la perfección. Alec, que era el encargado de la organización de esa clase de cosas, asintió con la cabeza mientras le respondía:
“He estado haciendo los horarios ya que lo ideal es no perder tiempo y seguir con la instrucción de los chicos lo más pronto posible. He pensado darles este fin de semana para aclimatarse al nuevo ambiente y comenzar el lunes con las lecciones; Jonathan y Jace me ayudarán ocasionalmente en cuanto a las prácticas. He pensado que Tony podría unírsenos en la mayoría de clases, e incluso puedo darle algo de trabajo extra para que se nivele más rápidamente.”
Robert asintió, sin embargo, su expresión era seria y miró a su hijo durante algunos segundos antes de contrarrestar.
“Alexander, Antoine es un cazador de sombras.”
Durante un minuto, todo fue silencio; luego, Jonathan habló.
“¿Un cazador de Sombras?” Preguntó, y su tono de voz demandaba una explicación más detallada.
El Inquisidor asintió, dándole una mirada rápida al joven rubio que cruzaba la estancia con su bebé en brazos; Jace se sentó grácilmente sobre la encimera de la cocina y les dedicó toda su atención. Emmica bebía leche de un biberón y hacía ligeros ruiditos de satisfacción; Alec pensaba que era adorable.
“Elodie Verlac rescató a Antoine de un padre abusivo a los cinco años de edad y lo tomó bajo su protección, un niño mundano con la visión que se dedicó a entrenar para su eventual ascensión. O al menos, esa es la historia oficial.” El Inquisidor hizo una pausa dramática y continuó hablando. “No sé exactamente cuál es la verdad, pero Verlac grabó una runa de sanación en el cuerpo de un niño mundano sin ningún tipo de entrenamiento previo.”
Todos los presentes hicieron un ruido de horrorizada sorpresa; Alec giró su cabeza hacia Tony y lo analizó con la mirada, buscando cualquier indicio de una marca rúnica sobre su piel. Marcar mundanos era un asunto de gravedad, la mayoría no sobrevivía y los que sí lo hacían se convertían en Repudiados. La piel humana no soportaba las marcas del Ángel, eran demasiado poderosas.
Robert prosiguió.
“Conocí a Elodie en la boda de Jia y Patrick, y me pareció una mujer inteligente y muy centrada. No creo que se hubiera arriesgado a herir a un bebé mundano de una manera tan terrible, estoy seguro de que tenía conocimiento de quién era la madre de Antoine. Probablemente perteneciera a la Clave, seguro una cazadora de sombras renegada que huía de la mano dura de la ley.”
Alec asintió, su padre tenía toda la razón.
“¿Estás totalmente seguro, Robert?” Preguntó Jace, con el entrecejo fruncido. Al ver que el progenitor de su parabatai seguía firme en su suposición, agregó: “Bueno, supongo que solo hay una manera de comprobarlo.”
Todos los presentes observaron a Tony, que miró a Robert a los ojos durante una eternidad antes de asentir lentamente con la cabeza. El Inquisidor sacó su estela del bolsillo de su túnica gris y aceptó la mano que el joven le tendía; bajo la mirada atenta de todos los presentes, procedió a trazar cuidadosamente la runa de Clarividencia en el dorso de la mano derecha de quien Alec había pensado que era Tony Bissette. Aparte de morderse el labio y dejar salir un jadeo ante la quemazón, el muchacho permaneció quieto. Dejó caer su mano en el regazo y soltó su labio de entre los dientes, dedicándole a Alec una mirada insegura. A pesar de todas las cosas que pasaban a toda prisa por su mente, Alec le sonrió ampliamente y relajó su semblante.
“Bueno, parece que necesitaré un nuevo ayudante.” Rió Alec, quitándole algo de hierro al asunto en el momento en que Marie se proponía disponer todos los platos sobre la mesa.
***
Alec estaba terminando su almuerzo cuando sucedió. Clary entró en la cocina y ante la mirada atónita de todos los presentes se detuvo frente a Jace y tomó a la pequeña Emmica en brazos. Jonathan se levantó de su silla con una rapidez inusitada y en dos zancadas estuvo de pie frente a su hermana.
“¿Qué estás haciendo fuera de la cama? Deberías estar descansando y recuperándote.” Le dijo, consternado.
Ella solo lo miró. Llevaba jeans sueltos y una de sus camisetas con dibujos raros; Alec recordó a Simon hablándole sobre animes y mangas y toda esa clase de muñequitos de la cultura japonesa y no pudo evitar preguntarse si su hermana lo extrañaría. Alec sí que extrañaba a Isabelle, y a su madre también; si era honesto consigo mismo, incluso a Simon. Clary rodeó la alta figura de su hermano y tomó asiento en el comedor junto a Marcos, tras dedicarle una pequeña sonrisa se giró a Alec. Él notó que también tenía el pelo húmedo y que, si bien lucía cansada, ya no habían bolsas oscuras bajo sus ojos.
“Mi examen de demonología es la siguiente semana, ¿cierto?”
Alec asintió, en silencio. Clary notó que todas las miradas estaban sobre ella y tomó la palabra con un tono de voz mordaz, sin embargo, tenía las mejillas ruborizadas.
“Oh, vamos, dejad de mirarme como si estuviérais viendo un fantasma. Tuve in bebé, no me rompí todos los huesos del cuerpo.” Miró a la niña acunada cómodamente entre sus brazos y sonrió. “Estoy perfectamente bien.”
El silencio siguió siendo el mismo.
“Bueno, ¿alguien se molesta en decirme de qué me perdí? Por cierto, ¿qué hacéis vosotros aún aquí?” Les dirigió una mirada a Jonathan y a Alec. “Se supone que tendríais que estar envíandonos fotos de la hermosa vista de la playa desde el balcón de vuestra suite matrimonial en Acapulco.”
Alec casi escupe su vino, pero aparte de una mirada de Tony nadie notó su expresión de sorpresa; por un segundo, Alec se lamentó de su decisión de cancelar la luna de miel. Siempre había querido conocer latinoamérica, y había oído que las playas de México eran preciosas.
“Decidimos quedarnos en el Instituto hasta normalizar un poco la situación.” Explicó su esposo, a lo que Alec le sonrió. No estaban en condiciones de abandonar el Instituto por dos semanas enteras, lo mejor sería esperar. “Alec estaba hablando acerca de los horarios de clase, comenzaréis el lunes todos juntos y a final de mes Alec redactará unos informes para que la Clave evalúe vuestro progreso. Si todo resulta de la manera esperada Marcos, Mia, Tony y tú estaréis oficialmente autorizados para ir en misiones de entrenamiento sin la necesidad de un adulto que os supervise.”
Clary sonrió, dedicándole una mirada emocionada de ojos verdes al muchacho sentado junto al Inquisidor.
“Tomaré eso como que tu ceremonia de ascensión está programada.”
Tony abrió la boca y la volvió a cerrar sin haber pronunciado palabra alguna. Jonathan, de pie junto a Jace, se pasó una mano por el cabello rubio pálido.
“Si, bueno. Verás, Tony es un cazador de sombras y no necesita beber de la Copa. Al parecer, su madre pertenecía a la Clave. Es una nueva incógnita.” Explicó Jonathan, y procedió a relatar los acontecimientos sucedidos desde que se había bajado del regazo de Alec y el Inquisidor Lightwood habló mientras todos comían helado de postre.
***
Tras explicarle las nuevas a Clary, todos se habían retirado del comedor a sus habitaciones para descansar. Habían sido un par de días agotadores. Alec había dado órdenes a Jace, que conocía París y no tenía nada qué hacer, de que llevara a los más jóvenes de compras en la tarde; pues Mia era demasiado alta para usar la ropa de Jocelyn que Clary ahora tenía en su armario y y Marcos era lo bastante delgado como para que toda la ropa de Alec y Jace le quedara colgando. Los chicos habían pasado unos meses muy duros para ser tan jóvenes, se merecían tener algo de ropa de su talla y quizás un par de cosas para sí mismos. El Inquisidor Lightwood se había ido a refrescar a su habitación y Alec había llamado a Tony para que conversaran un poco en su oficina.
Jonathan no estaba a la vista, y por un momento Alec se preguntó qué estaría haciendo. Tony tomó asiento frente a él en los cómodos sofás que habían frente a la chimenea.
“¿Un nuevo asistente?”
Alec salió de sus cavilaciones y volvió la mirada a Tony. Él traía puestos unos vaqueros claros con huecos en las rodillas y un ligero suéter de cachemira púrpura, y calzaba botas marrones. Tenía los rizos perfectamente peinados, como siempre, y se acariciaba la runa recién trazada en la mano inconscientemente. Era la primera runa que ponían a los niños nefilim, usualmente a la edad de diez años, y era cierto que también la más dolorosa. Si un nefilim soportaba la primera marca entonces soportaría todas las demás. Era un acontecimiento importante para los cazadores de sombras, Alec recordó cuando el Hermano Jeremiah había trazado la primera runa angélica en su piel, había sido una ocasión especial. Su madre había cocinado la receta especial de su abuela y habían tenido una pequeña fiesta después, los Penhallow habían estado allí, al igual que unos primos lejanos de su padre y Alec había usado un ajustado traje rojo. Había sido toda una celebración.
Tony no había tenido nada de eso, y peor aún, todo lo que sabía de su vida había sido desmentido.
“Eres un cazador de sombras. No tienes que trabajar, la Clave se ocupará de tus gastos hasta que seas mayor de edad y cuando cumplas los dieciocho tendrás un salario. Por ahora solamente debes preocuparte por pasar tus exámenes y no ser herido de gravedad en alguna misión.”
Al ver que el muchacho no tomaba la iniciativa en cuanto a expresarse, Alec decidió abordarlo desde otro enfoque.
“Sé que todo esto te puede resultar bastante extraño e incluso atemorizante, pero Tony, necesito que sepas que no estás solo. Todos somos una familia ahora, puedes venir a mí o a Jonathan o a Jace cuando necesites algo. Un consejo, apoyo, cualquier cosa.” Le dijo en una voz tranquila, mirándole a los ojos. Quería que el joven se sintiera en confianza y que pudiera recurrir a él en caso de emergencia.
Tony asintió, aunque parecía que su cabeza estaba a un continente de distancia. Soltó un suspiro profundo y se levantó del sofá.
“Lo sé, señor Morgenstern.” Hizo una pausa y su voz se tambaleó. “Muchas gracias.”
Alec le sonrió mientras lo observaba salir de su oficina a paso apresurado y volvió la vista hacia los papeles apilados en la mesa de caoba pulida; Jonathan y él tenían mucho trabajo por delante.
~elle~
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