•Capítulo diecisiete.
17.
Un día para holgazanear.
“Jonathan... Sí, hmm.” Gimió Alec, retorciéndose entre sus brazos.
Ambos estaban tumbados a lo largo en el sofá, con las luces bajas y los Beatles sonando en el tocadiscos; entrelazados, acalorados, en una de sus sesiones de besuqueos. Alec estaba sobre Jonathan, sentado a horcajadas en su regazo, con los brazos alrededor de su cuello. Los dos estaban descalzos, y Alec tenía las manos bajo la camiseta de su novio. Estaba explorando el territorio, los abdominales de acero, los pectorales bien marcados y la enloquecedora V de las caderas. Era un domingo cualquiera del mes de abril, los pájaros de la anciana del 1° cantaban y el día estaba soleado, Jace había ido a hacer algunas compras y Clary seguía durmiendo; mientras tanto, la joven pareja disfrutaba del apartamento solo para ellos.
Los labios de Jonathan Morgenstern eran delgados y muy suaves, y Alec Lightwood simplemente no podía parar de besarlos. «Se están convirtiendo en mi adicción.» pensó, sintiendo como lo tomaba entre sus brazos y lo apoyaba contra el sofá, quedando ahora él arriba.
Jonathan se cernía sobre él, separando sus piernas con una rodilla mientras bajaba sus besos por su cuello. Alec gimió de nuevo, tirándole del cabello, giró su cuello y expuso su garganta. Jonathan la besó húmedamente, y como para él no era suficiente, comenzó a succionar la sensible piel; seguro le dejaría moretones. No habían tenido sexo todavía. Ambos habían acordado que primero se conocerían mejor, y hasta ahora lo habían hecho, saliendo a citas varias veces por semana, entrenando juntos en la sala de armas e incluso cazando demonios. Jonathan le había dicho a Alec, quien aún se sentía algo incómodo con lo sucedido con Jace, que el sexo no lo era todo en una relación, y que él realmente esperaba que su noviazgo fuera algo serio, basado en confianza y amor. Pero por el Ángel, eran chicos de dieciocho años, y la química sexual simplemente estaba allí. Así que habían llegado a la conclusión de que dejarían que las cosas fluyeran, y hasta ahora no habían comenzado a explorar el aspecto físico de su relación.
Sin embargo, no creía que eso fuera a tomar mucho tiempo. Jonathan se impulsó contra él, Alec gimió nuevamente cuando aquél cuerpo esculpido por el mismísimo Raziel chocó contra el suyo; los vaqueros del chico estaban igual o más apretados que los de Alec. El moreno tiró del cabello rubio, exigiéndole a Jonathan un beso apasionado. Jonathan lo complació, hincando un codo en la superficie mullida del sofá y recorriendo con su otra mano los costados del muchacho bajo él; Alec se estremeció cuando le desabrochó el primer botón de los pantalones.
En un acuerdo tácito, rompieron el beso lentamente y se miraron a los ojos durante segundos eternos. Alec asintió con la cabeza, mordiendo su labio inferior y presionando la mano de Jonathan contra el bulto en su entrepierna. Jonathan bajó su cremallera y coló un par de dedos largos bajo los calzoncillos de algodón, Alec retuvo la respiración mientras el rubio lo tanteaba.
Jonathan lo miró directamente a los ojos durante todo el tiempo, tomándose su tiempo para sacar la erección atrapada de su prisión de tela. Al lograrlo, desvió su vista de los ojos azules para admirar su premio: era larga y delgada, de un color rosa pálido excepto por el glande, que brillaba de un rojo intenso con presemen. Envolvió sus largos dedos alrededor del eje y comenzó a acariciarla con delicadeza antes de comenzar a bombear.
“Jon...” Susurró Alec, tomándolo de los hombros.
Tenía los ojos fuertemente cerrados y la boca abierta, incapaz de resistir la tentación, Jonathan se inclinó y la besó. Entonces ambos oyeron el sonido de la puerta principal al abrirse y los ojos de Alec se abrieron de par en par; intentó alejarlo, pero el rubio no se lo permitió. Comenzó a tironear de su pene con más rapidez, besándole los labios mientras intentaba pensar en una manera de llevarlo al orgasmo silenciosamente. Alec escuchó la voz de su parabatai tarareando en la cocina mientras arreglaba los víveres, y como si eso no fuera poco, Clary bajaba las escaleras en dirección a ellos en ese mismo instante.
“Jonathan” Sollozó Alec, apretando la boca fuertemente, pues se sentía al borde del orgasmo.
El rubio le mordisqueó el cuello con saña, moviendo su mano de arriba abajo, y en un movimiento demasiado rápido para el ojo humano, consiguió que Alexander se corriera en su boca. Alec se vació en su garganta, mordiendo su propia mano para ahogar un grito, cuando sintió que Jonathan se lo tragaba hasta la raíz. Vio fuegos artificiales estallando tras sus párpados cerrados, y cuando recobró la consciencia se dio cuenta de que Jonathan ya había arreglado sus pantalones.
Clary los miraba desde el inicio de la escalera, tallándose un ojo con el dorso de la mano; aún llevaba el ligero camisón color rosa de su pijama y el pelo enmarañado. Claramente acababa de levantarse. Jonathan, de pie frente al sofá, le tendía una mano para ayudarle a levantar. Jace, que salía de la cocina con un sándwich a medio comer en la mano, se sorprendió al verlos.
“Vaya, no me di cuenta de que estábais allí. ¿Fue una buena sesión de besuqueos o qué?” Usó su tono irónico, a lo que Clary rodó los ojos, pasándose una mano sobre el vientre redondeado.
“Mejor prepáranos algo de comer.” Dijo, pasando por su lado y robándole el sándwich en un movimiento veloz.
Alec sentía las mejillas muy rojas, se giró hacia su parabatai, que lucía muy divertido como para creer que solo habían estado besándose, y sintió como Jonathan le pasaba una mano por la cintura.
“Anda, aprovecha tú también y come algo. Te espero en la sala de entrenamiento.” Susurró, antes de darle un beso.
Alec pudo saborearse a sí mismo en la boca de Jonathan, sabía salado y un poco amargo. Se preguntó si Jonathan habría gustado de su sabor o simplemente lo había tragado porque no había más opción en el momento. Ignoró la risita sardónica de su parabatai, entró en la cocina y se sentó en la barra americana, dispuesto a desayunar.
***
Clary estaba sentada, con la espalda contra la pared y el bloc de notas apoyado en el regazo, escuchando a Alec hablar sobre los primeros Acuerdos, cuando sucedió. La verdad no había estado prestándole mucha atención, nunca lo hacía, estaba dibujando a Jace de pie sobre el lomo de un corcel, fingiendo que escuchaba cada palabra que Alec relataba. Abrió los ojos de par en par, soltó el lápiz y contuvo un grito de emoción al sentir como algo se removía en su interior. Unas semanas antes de que diera a los chicos la noticia de su embarazo ya había sentido como el bebé se movía dentro de su cuerpo, pero eso había sido ligero y espontáneo, casi como un cosquilleo. Con veintitrés semanas de embarazo, estaba esperando que su bebé comenzara a dar sus primeros movimientos verdaderos prácticamente desesperada; quería que Jace los sintiera.
Alec se giró hacia ella, con el entrecejo fruncido y a punto de regañarla, así que Clary tomó su mano y la dirigió hasta su vientre hinchado. El muchacho de cabello negro la miró con una enorme sonrisa plasmada en su cara pálida.
“El bebé, se... ¡Se está moviendo!” Exclamó, palpando su piel sobre la camiseta sencilla que la chica llevaba puesta.
Ella sonrió también, con la vista fija en la mueca de felicidad que Alec esbozaba, y de pronto una runa nueva parpadeó frente a ella, brillante e innovadora. Aunque algo dentro de su mente le dijo que no era el momento todavía, así que la dibujó en una esquina del bloc y prometió nunca olvidarla. El bebé dejó de moverse, por lo que Alec retiró la mano de allí y se sentó frente a ella. Adoptó la posición de flor de loto, su semblante se tornó serio y Clary temió por lo que le fuera a decir.
Alec pareció captar la vibra de la pelirroja, por lo que simplemente exhaló con fuerza y rodó los ojos.
“¿Bueno, y ya pensaste en nombres? Dado que los Hermanos Silenciosos son, en cierto modo, nuestros médicos, también se encargan de llevar los embarazos de las cazadoras de sombras.”
Clary se estremeció al pensar en un Hermano Silencioso ayudándola a dar a luz, pero se dijo a sí misma que debía acostumbrarse a ese tipo de cosas si quería convertirse en una cazadora de sombras real. Alec siguió con su diatriba, inconsciente de los pensamientos de la chica.
“Deberías haber ido a la Ciudad Silenciosa por un chequeo inmediatamente después de haberte enterado de tu embarazo, pero por no complicar las cosas, será mejor que el Hermano Enoch te visite una vez estemos instalados en el instituto.”
Clary asintió, mordiendo la goma de su lápiz distraídamente.
“De verdad no termino de creerme que nos iremos a vivir a Francia. ¡París, de todos los sitios!” Vociferó, fascinada, según lo que Alec había relatado, el instituto tenía una vista increíble de toda la ciudad. “¿Cómo haréis vosotros? Es decir, ¿quien va a dirigir el instituto? ¿Tú o Jonathan, o podrían hacerlo ambos?”
Sentía mucha curiosidad al respecto, pues aunque tenía bastante información de los cazadores de sombras hasta el momento, Clary no tenía ni idea de los requisitos para optar a la dirección de un instituto. Aparte de, obviamente, tener la mayoría de edad. Alec se sonrojó, la pálida piel de sus pómulos enrojeciendo furiosamente; vaciló un segundo, pero luego pareció recobrar la compostura.
“Eso es algo de lo que tu hermano y yo aún no hemos hablado. Generalmente, los institutos están dirigidos por una pareja casada; ya sabes, como los Blackthorn en L.A y los Lightwood en Nueva York. Pero no hay reglas para que un cazador de sombras soltero no pueda dirigir un instituto.”
Clary asintió, Alec se veía muy perdido. Ambos acordaron que luego del almuerzo seguirían con las clases: una hora de latín y dos de demonología. Bajaron las escaleras en silencio, en donde se unieron a sus respectivas parejas y disfrutaron de una comida grasienta y poco nutritiva.
***
Alec salió de la ducha reprimiendo un bostezo, iba en calzoncillos y tenía la toalla húmeda colgada de un brazo. Jonathan ya estaba en la cama, con el cobertor hasta la cintura, recostado contra la cabecera mientras ojeaba un libro. Levantó la vista al verlo salir, sus brillantes ojos verdes
recorrieron su cuerpo de arriba abajo un par de veces, haciéndolo sentir cohibido. Alec se apresuró a ponerse el pijama, que consistía básicamente en una camiseta y pantalones de franela sencillos, y a acostarse a su lado. Recostó la cabeza contra su pecho y Jonathan le plantó un beso en la coronilla, volviendo la mirada a su libro.
Alec no podía creerlo, después de varias semanas conviviendo con Jonathan, durmiendo juntos, besándose y cocinando para él, se daba cuenta de lo pacífica que era su relación. Aunque aún no hubiesen llegado al siguiente nivel, se sentía como si ambos fueran una pareja de casados de muchos años.
“¿Sabes que puedo oír cómo trabaja tu cerebro desde aquí?” Le preguntó Jon en un susurro, cerrando su libro y dejándolo sobre la mesilla de noche.
Se giró para mirarlo a los ojos, verde contra azul, y sonrió.
“Todo va a estar bien, Alexander, deja de preocuparte.”
Alec asintió, inclinándose para poder besarlo con más facilidad, y se quedó congelado en su lugar, con los labios entreabiertos. Abrió los ojos, percatándose de que Jonathan había pronunciado las palabras que él había estado pensando al mismo tiempo.
“¿Qué dijiste?” Murmuró, inseguro.
El chico rubio dejó escapar una sonrisa dulce, tumbándolo sobre el colchón y sosteniéndole el rostro entre las manos. Su mirada era penetrante.
“Cásate conmigo.” Repitió en un murmullo.
No había necesidad de gritar, estaban solos en su habitación y el resto del apartamento estaba tan silencioso como una tumba. Alec lo miró a los ojos, intentando descifrar las palabras.
“¿De verdad?”
Jonathan asintió con la cabeza.
“Pienso que mudarnos a París es el primer paso para una vida nueva, lejos del pasado. Una vida que quiero comenzar contigo.” Le dijo, con mucha sinceridad. “Alec Lightwood, ¿quieres ser mi esposo?”
“Sí, si quiero.” Contestó él, besándole los labios con cariño. Antes de que el rubio pudiera profundizar, sin embargo, lo frenó con ambas manos sobre sus anchos hombros. “Aguarda un segundo, ¿quieres...? ¿Cómo...? ¿Quieres que combinemos nuestros apellidos, si la Clave lo permite?”
El chico sobre él, su novio, su prometido, su hombre comenzó a reírse a carcajadas.
“Eso podemos pensarlo después, ¿no lo crees? Tenemos tiempo.” Le dijo, tomando su anillo familiar.
Alec le tendió su mano, y cuando Jonathan hubo acabado, repitió el proceso. El anillo Morgenstern, con su diseño de estrellas, brillaba sobre su dedo anular; y el anillo Lightwood, cuyo patrón era el de un fuego ardiendo, destacaba contra la pálida piel de la mano de Jonathan.
Alec asintió.
“Sí, luego.” Murmuró, dejándose llevar por los labios suaves de su hombre.
Hola, chicos. ^^
¿Qué os pareció el cap?
¿Así o más romántica la proposición de Jonathan? :v
¿Y el bebé Clace, creéis que es niño, niña, gemelos, quintillizos...?
Respecto a lo de los oneshots, me encantaron algunas de vuestras ideas. *0* Elegí dos ideas que, con un poco de trama, creo que serán historias geniales. ^^ Entraré a la escuela, así que no me quedará mucho tiempo para escribir, por lo que no os puedo decir con exactitud cuándo vaya a publicarlos, pero prometo hacerlo.
Oh, y podéis seguir comentando ideas mientras tanto. Pueden ser fuera del universo de CDS, pueden ser Omegaverse, o seres humanos totalmente normales. ^^
Os ama, Elle. <3
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