•Capítulo dieciocho.
18.
Entre paquetes e idioteces.
“Déjame ver si entendí bien. Estábais los dos en la cama, en pijama, relajados y a punto de dormir. Y le pediste matrimonio.” Recapituló Clarissa, en un tono de voz indescifrable y mirándolo con los ojos entornados.
“Eh, sí. Lo has repetido dos veces ya y, honestamente, aún no veo cuál es el problema.”
Clary le dirigió una mirada exasperada desde el marco de la puerta, donde estaba recostada, y se pasó una mano por el rostro en una expresión universal de frustración. Jonathan la observó con atención: llevaba el cabello suelto y más rizado que nunca, de color rojo fuego, vaqueros claros, una sencilla camiseta de manga corta y zapatillas deportivas. Parecía una chica normal, excluyendo las marcas negras que le decoraban la piel expuesta de los brazos y la clavícula, y el redondeado vientre de embarazo. Su hermana era una adolescente de dieciséis años embarazada, por lo que debería estar lamentándose y sollozando debido a que su vida hubiera terminado. Pero, contrario a lo que la gente creería, ella estaba sobrellevándolo muy bien. Había hecho frente a su error (tener relaciones sexuales desprotegidas a una edad temprana) y se había hecho cargo de la situación con mucha madurez. Clary les había dicho que aunque su embarazo no hubiera sido planeado igualmente lo iba a llevar a término, pues aparentemente la idea de abortar a su bebé le aterrorizaba muchísimo más que ser madre a los dieciséis años. Después de una larga charla entre Alec y su parabatai, Jace se había disculpado por la manera en que actuó y había prometido a Clary que estaría ahí para ella y para el bebé en camino. Ella había estado tranquila al respecto, pues según lo que le había dicho a Jonathan, Jace era un chico serio y ella sabía que no actuaría de manera diferente que haciéndose responsable del bebé.
Clary dejó escapar un suspiro.
“Jonathan, no puedes solo proponerle matrimonio a alguien antes de ir a dormir.”
Él alzó una ceja rubia.
“Pero lo hice, y él dijo que sí.”
Clary rodó los ojos.
“Quiero decir, obviamente sí que puedes, pero no es lo ideal. Hay mejores maneras de hacerlo. Maneras más románticas.”
Ella cruzó la habitación lentamente, tomó asiento en el borde de su cama y le cogió las manos. Jonathan admiró la diferencia, las de ella eran suaves y remarcablemente más pequeñas, los dedos más cortos y menos delgados que los de él. En una ocasión ella le había dicho que tenía las manos de su madre, las manos de un artista, aunque no supiera que a él también le gustaba crear arte. Aún no se lo había dicho y no creía que lo hiciera en algún momento cercano, pues la pintura era una parte que había sido suya desde siempre, desde antes de ser el verdadero Jonathan. Algunas veces se asustaba, ya que se recordaba a sí mismo más joven, encerrado en cualquier habitación vacía de la mansión Wayland, con un par de pinceles y acuarelas; cuando se sentía pesado como el plomo, cuando tenía los ojos negros y un corazón incapaz de amar, cuando todavía era Sebastian. Valentine jamás lo había sabido, de hecho, nadie había sabido nunca. Excepto Alexander Lightwood, por supuesto, aquél día que lo había descubierto con las manos en la masa.
Alzó la vista cuando las manos suaves de su dulce hermana menor le apretaron los dedos. Clary lo miraba fijamente, con los ojos verdes claros y hermosos.
“¿Quieres decir que estuvo mal? Alec parecía conmovido, incluso se le saltaron algunas lágrimas.” Le dijo, retirándole un rizo pelirrojo del rostro pecoso.
“No te digo que estuvo mal, simplemente que pudo haber estado mejor. Nadie puede decirte cómo hacer las cosas más importantes de tu vida, Jonathan, y si salió de tu corazón en ese momento, entonces estoy segura de que fue maravilloso. Sin embargo, digo que quizás Alec podría haber esperado otra cosa. Algo más... Elaborado.”
Jonathan asintió, podía ver que su hermana estaba eligiendo las palabras cuidadosamente para no ser malinterpretada.
“Ya, te entiendo. Debería haber esperado el momento correcto, quizás conseguir un anillo, alquilar un bote... Lástima que sea demasiado tarde.” Suspiró.
Clary le dio una sonrisa amplia que le iluminó el rostro.
“Nunca es demasiado tarde.”
***
“Esta es la última.” Dijo Jace, colocando una caja de cartón sobre una enorme pila.
Alec observó que estuvieran rotuladas, asintió con la cabeza y siguió envolviendo platos en papel de burbujas.
“Si ya terminaste, puedes venir y ayudarme con la cocina. Aún falta la vajilla.” Contestó Alec, en voz alta.
A pocas horas de su traslado a Francia para hacerse cargo del Instituto de París, no habían terminado de empacar las cosas y Alec se estaba poniendo nervioso. A las once de la mañana un brujo enviado especialmente por la Clave estaría llegando para abrir el portal que los trasladaría al interior del instituto de París. Aparentemente, aún no confiaban lo suficiente en una adolescente criada como mundana para llevarlos a todos a salvo, lo cual era tonto, ya que Clary era capaz de eso y mucho más, lo había demostrado en los últimos ocho meses. Jonathan y Clary estaban encargándose de los pisos superiores: las habitaciones, la sala de armas y la biblioteca, mientras que Alec y Jace tenían que encargarse de la cocina y la sala de estar.
“Aquí, esta ya está.” Murmuró el moreno, colocándola en el suelo junto al marco de la puerta.
Su parabatai asintió distraídamente, empacando platos, vasos y ollas con una rapidez impresionante. Alec se recostó momentáneamente contra la pared y soltó un suspiro que llamó la atención de su parabatai. Él alzó la rubia cabeza, provocando que algunos rizos dorados se desparramaran sobre su frente, y lo miró con suspicacia, sin dejar de trabajar.
“Anda, suéltalo de una vez.” Le espetó, sin dejar de mirarlo a los ojos.
Alec se llevó el dedo corazón de la mano izquierda al rostro y rozó suavemente el anillo con los labios. Jace se quedó quieto, con un plato a medio camino del papel de burbujas, y sus ojos ardieron de un dorado profundo.
“Te propuso matrimonio.” Dijo, con un tono de voz inflexible. Alec asintió, luchando por retener una pequeña sonrisa al oírlo de boca de alguien más. “Y le dijiste que sí.”
“Enhorabuena, hermano. Espero que seas realmente feliz.”
Jace cruzó la habitación en dos zancadas y Alec aceptó su abrazo de buena gana, sintiéndose ligero. Su parabatai lo sostuvo entre sus brazos durante un largo tiempo, le acarició la mejilla mientras lo miraba con cariño y sonrió.
“Te mereces ser feliz.” Le dijo, antes de coger un par de cajas pesadas y llevarlas a la sala de estar.
“¿Se lo has dicho?” Fue lo primero que Alec preguntó en cuanto él volvió.
Jace siguió empaquetando platos y vasos, y solo alzó una ceja para que su parabatai se explicara. El moreno asomó la cabeza por la puerta de la cocina, asegurándose de que los hermanos seguían arriba terminando de empaquetar, y luego se acercó a la mesa y continuó empacando junto a su parabatai.
“A Clary. Sé que hablasteis hace unos días, pero ella no ha actuado diferente conmigo así que, o bien es una novia muy comprensiva, o bien no le dijiste que tuvimos sexo.”
Observó como los músculos de su espalda se tensaban bajo la ajustada camiseta negra que llevaba puesta, y la nuez de Adán subía y bajaba al tragar.
“Se lo dije.”
Esta vez fue Alec quien alzó una ceja oscura, exigiendo más información, pues sentía que su parabatai no le estaba contando todo lo sucedido. Jace suspiró.
“Bien, le dije que había estado teniendo serias dudas respecto... A mi sexualidad.”
Otra ceja oscura se alzó, Alec ni siquiera intentó disimular la expresión de sorpresa que cruzó su rostro. Jace jamás había tenido dudas respecto a su sexualidad, él simplemente había sentido el tirón de su unión parabatai y había cedido ante la atracción física hacia la persona con la que había enlazado su alma. Que Alec fuera un hombre no tenía absolutamente nada que ver, él era gay y Jace era heterosexual, y ambos habían acabado en la cama porque se amaban el uno al otro y la necesidad de Jace de demostrar su amor por Alec lo había llevado a sobrepasar algunos límites. Nada más.
El rubio pareció leer su mente, asintió con la cabeza y soltó otro suspiro mientras se pasaba la mano por el cabello.
“Le dije que había comenzado a sentirme atraído por ti y necesitaba pensar, pero que ya lo había resuelto todo.”
Alec asintió con la cabeza.
“¿Y entonces?”
Jace lo miró a los ojos, y allí vio un destello de dolor.
“Terminamos.”
Cuando Jonathan entró en la cocina ambos deshicieron rápidamente el abrazo, Jace los felicitó a ambos por el compromiso y se escabulló de allí en cuanto comenzaron a mirarse a los ojos. Alec se acercó a él, sonrojado, y dejó que le levantara el rostro para besarlo. Jonathan le envolvió la delgada cintura entre sus brazos y apretó ligeramente cuando el beso se tornó más apasionado. Lo recargó contra la encimera, le mordió el labio inferior con saña y habrían terminado haciéndolo sobre la barra del desayuno si Clary no hubiese elegido ese momento para entrar, murmurando algo sobre sentirse hambrienta.
“Realmente, chicos, tenemos que dejar de hacer esto.” Les dijo, chasqueando la lengua y mirando en el refrigerador, pretendiendo ignorar como Jonathan sacaba las manos de los pantalones de Alec.
Cuando ella se volvió a dar la vuelta, Jonathan estaba untando mayonesa en una rebanada de pan y Alec seguía sentado sobre la encimera, con los labios hinchados y las mejillas de un brillante rojo. Por lo menos sus vaqueros ya estaban abrochados, pensó ella. Comió felizmente el sándwich de pavo que su hermano le preparó, observando como los prometidos interactuaban. Era interesante, se dijo. Parecían una pareja que llevara años junta, en lugar de tan solo algunos meses. Jonathan preparó sándwiches de queso fundido para ellos dos, y le quitó las cortezas a los de Alec antes de aceptar la taza de café que este le tendía. Le dio un tierno beso en la mejilla antes de comenzar a desayunar. Ellos envejecerían y se convertirían en la clase de pareja tranquila y perfecta que despertaba envidia en los demás, de eso no tenía duda.
Hey, chicos.
Como siempre, lamento la demora, y esta vez, que el capítulo sea tan extremadamente corto. ;-; Pero hay una buena razón: ya comienza lo bueno, el drama, la acción. Como sabéis, iba a saltarme desde que Jace y Clary llegaron a vivir con Jonathan y Alec hasta este momento: cuando Jon y Alec ya fueran los directores del instituto de París. Pero hubiese sido raro que Clary y Jonathan fueran los hermanos cariñosos y perfectos de un momento a otro, así que decidí escribir un poco sobre la convivencia de los cuatro antes de París. Me disculpo, porque me estoy extendiendo y ya comienzo a divagar xd pero en los próximos capítulos empieza la trama verdadera de esta historia. Me voy a demorar (lo más probable es que mucho) porque estoy en mi último año de secundaria y no tengo tiempo ni de respirar.
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Ya publiqué el libro de oneshots Jonalec que prometí y la primera historia me encantó, es de mi autoría, y ambos chicos son completamente humanos en ella. Tiene más de 10000 palabras, si no me equivoco, y tardé casi dos meses en terminarla. ;-;
Podéis seguir dejando ideas para el libro de oneshots aquí. √
Ah, me olvidaba, aquí os dejo un adelanto de lo que se viene en los próximos capítulos de SO:
×Personajes nuevos.
×Más cazadores de sombras se unen al Instituto de París.
×Nace el bebé Clace.
×Conocemos a un nuevo Herondale.
×El Inquisidor Lightwood llega al Instituto de París.
×Un miembro del Círculo que se daba por muerto, de hecho, no lo está.
×Sabemos qué es de la vida amorosa del Inquisidor Lightwood después de su divorcio.
Muchas gracias por todos los votos y comentarios, os amo, lectores. ^^
~Elle.
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