•Capítulo diecinueve.

19.
Un alegre despertar.

Era una perfecta mañana de primavera en el instituto de París. La cama de dos plazas estaba hecha de madera oscura y era bastante alta; las sábanas limpias, al igual que el dosel, eran de algodón egipcio. Los almohadones eran grandes y esponjosos. La habitación principal, en sí, era como una lujosa suite. Amplia, ubicada en el segundo piso y con un precioso balcón que tenía vista al centro de la ciudad. Las puertas de cristal estaban abiertas de par en par y una suave brisa refrescaba la habitación entera.

Estás despierto.

Alec dirigió la mirada hacia la voz que le hablaba. Jonathan Morgenstern, de pie junto a la puerta del baño, le observaba, divertido. Alec le dio una sonrisa perezosa mientras se estiraba y daba vueltas sobre la cama; cerró los ojos, bostezando. Cuando los volvió a abrir, el joven cazador de sombras seguía mirándolo desde lejos, cruzado de brazos.

Al parecer alguien más lo está. Murmuró con picardía, señalándolo con la mirada.

Jonathan solía dormir en pantalones sueltos de seda, estos le colgaban bajos en las caderas y hacían contraste con su pálida piel; su erección matutina se marcaba perfectamente contra ellos. Jonathan caminó hacia él, tomando su teléfono celular de la mesilla de noche antes de dejarse caer sobre el colchón a su lado; soltó un suspiro. Alec reparó en su estado por primera vez desde que había abierto los ojos y frunció el ceño.

¿Qué hora es? Preguntó, incorporándose con algo de pereza.

Una mirada hacia el balcón le demostró que, aunque ya había amanecido, el día apenas estaba comenzando. Jonathan soltó el teléfono y le dio una sonrisa cansada.

Poco más de las seis treinta. Vuelve a dormir, es temprano.Susurró, besándole la mejilla.

Alec negó con la cabeza, Jonathan se había lavado los dientes y olía a una rara combinación de jabón, sudor y crema dental.

Estoy bien, eres tú el que necesita descanso.

Jonathan le acarició el rostro con el dorso de la mano, acercando los labios a su oído. Alec se mareó con la cercanía, su corazón comenzó a latir con rapidez y se le puso la piel de gallina.

Estoy bien.Dijo él, deslizando su otra mano por el costado derecho de Alec. Hablé con tu padre, la Clave enviará una comisión mañana temprano para observar nuestro desempeño. Necesito encargarme de que todo esté perfecto.

Sus labios habían llegado a la mandíbula del moreno, que retuvo un suspiro cuando sintió como comenzaba a mordisquear su cuello.

Mentiroso. Le dijo, tirando de su cabello claro con suavidad. Estás exhausto, Jonathan, puedo verlo. Tú no te vas a mover de aquí hasta que hayas tenido unas buenas horas de sueño.

Lo sintió sonreír contra su cuello, y sus manos se centraron en sus caderas, tomando la camiseta de algodón y comenzando a subirla por su cuerpo.

¿Es eso una orden? ¿Acaso me obligarás a quedarme en la cama a la fuerza? Se burló, dándole una suave mordida a su mandíbula.

Alec sintió un ligero ardor allí, pero Jonathan pasó sus labios suavemente sobre la zona afectada y le dio un par de besos húmedos.

Jonathan.Dijo Alec, bajando sus manos por la espalda del otro chico. Podía sentir las horribles cicatrices deformando la perfecta piel pálida del rubio, pero le encantaban, eran parte de su hombre, de su historia, y lo hacían ser quien era.

Jonathan se separó de su cuello durante un momento para mirarlo a los ojos; tenía ojeras oscuras bajo los ojos y el cabello revuelto. Pero lucía hermoso. Aún sin haber dormido nada la noche anterior, él seguía siendo hermoso. Hubo un brillo malicioso en sus claros ojos verdes y Alec se estremeció ligeramente.

Me encanta la manera en la que dices mi nombre. Confesó él, acomodándose sobre su cuerpo, cerniéndose sobre Alec.

Jonathan.Repitió Alec, tragando saliva con dificultad.

Él le dio una sonrisa amplia que lo dejó sin aliento durante algunos segundos. Vaya que era un hombre atractivo.

Así mismo. Me encanta. Le dijo, presionando sus cuerpos juntos mientras lo besaba profundamente.

Alec se quedó allí por lo que pudieron haber sido horas, minutos o simplemente un par de segundos, sintiendo el cálido cuerpo pesado de Jon sobre él. La boca del rubio, experta y demandante, dejó la suya y volvió a posarse en su cuello, haciéndolo sentir débil en las rodillas. Alec gimió, pues Jonathan se presionaba duro contra su muslo y sus labios atacaban su cuello violentamente.

El rubio se separó con una lentitud  exasperante; Alec gruñó, pues no entendía porqué en un principio había dejado de besarle. Sintió las manos de Jonathan en el borde de su camiseta de algodón, que estaba enrollada a la altura de su cintura, y asintió, levantando su cuerpo para ayudarle a sacársela por la cabeza. Permitió, también, que se deshiciera de sus pantalones de franela y de su ropa interior; durante todo el proceso los ojos verdes estuvieron clavados en los suyos, como si temiera que Alec fuera a salir corriendo en cualquier momento. «Puedes detener esto si lo deseas» parecía querer decirle. 

Oh, pero Alec no iba a detener nada ahora, no cuando por fin estaba pasando. Iba a hacerlo. Iba a hacer el amor con Jonathan finalmente.

Jonathan.Susurró, con amor, tomando el rostro del rubio entre las manos.

Le dio un beso en los labios y lo dejó ir, pero solo para deshacerse de sus pantalones de seda. No lo pudo evitar y ocupó los duros glúteos entre sus manos, acariciándolos, degustándolos; Jonathan dejó salir una risa, mientras enterraba la cara en su cuello.

Tienes un muy buen culo.Constató Alec, maravillado, estrujando los suaves y duros glúteos entre sus dedos.

Podría jurar que se puso duro instantáneamente, pero sería mentira, ya que desde el momento en que había comenzado a besar a Jonathan lo había estado. Alec soltó otro gemido sonoro al sentir como Jonathan le tomaba entre sus propias manos y presionaba sus cuerpos mucho más juntos de lo que pensaba que podrían estar alguna vez.

Tú también lo tienes. Contestó sobre su oreja, causándole un estremecimiento de placer.

Las manos de Jonathan no se quedaron quietas sobre sus glúteos, sin embargo, pues Alec las sintió acariciándole los muslos, las caderas e incluso la parte de atrás de las rodillas.

Ah, Jon.Soltó, extasiado.

Sus cuerpos cálidos entre las sábanas, sus erecciones presionadas juntas, su boca pegada a su garganta y sus manos apretando sus caderas. Era una vorágine de placer, y ni siquiera estaban explorando sus cuerpos de una manera sexual aún. Esto era diferente, era... íntimo.

Oh, por el Ángel.Gimió, al sentir la lengua húmeda de Jonathan trazando un camino sensual desde su clavícula hasta sus pectorales.

Jonathan succionó sus pezones, haciéndolo gemir nuevamente, antes de seguir su húmedo camino hasta donde quería llegar. Al sentirlo abandonar su último par de abdominales, Alec se tensó, emocionado con la idea de Jonathan dándole un oral por primera vez. Uno real, esta vez, no como el día en el apartamento de Valentine, cuando había tenido que tragarlo solo para no ser descubiertos.

Ángeles, esto iba a ser muy bueno.

¿Quieres esto? Susurró Jon, dándole una mordida ligeramente fuerte en el hueso de la cadera.

Alec gimió, retorciéndose sobre el colchón, y asintió frenéticamente. La lengua de Jonathan le dio un ligero toque en la punta del glande, sus manos tomaron sus glúteos para mantenerlo en su lugar y, con los ojos fijos en los suyos, lo engulló por completo y de un solo movimiento.

¡Ah! ¡Ah, sí! Gimió Alec, extasiado, preguntándose si podría correrse en tan poco tiempo.

Jonathan sonrió, malvado, y ahuecó las mejillas mientras lo dejaba salir con un húmedo sonido. Alec rodó los ojos, mordiéndose los labios para detener otro grito de placer. Sabía que a Jonathan le gustaba que fuera ruidoso, pero a esa hora el instituto estaba tan callado como un cementerio, y Alec temía que sus gritos de placer llegaran a oídos de los demás habitantes.

Jonathan le estaba dando el mejor sexo oral de toda su vida, le amasaba los glúteos con los dedos y ahuecaba las mejillas, y todo esto mientras le miraba directamente a los ojos. Alec se sentía desfallecer, su corazón latía demasiado rápido y su respiración era entrecortada; estaba a punto de llegar. Al parecer, su rubio amante estaba consciente de ello, ya que le dio una sonrisa ladeada al separarse de su húmeda y muy necesitada polla.

Jon...Susurró, enredando los dedos en su cabello al sentirlo asaltar su dulce boca.

El hombre rubio lo devoró en ese hambriento beso, demostrándole sin necesidad de palabras que era suyo, le pertenecía. Se separó, dejándolo jadeante, y volvió a arrodillarse entre sus piernas.

Acaba.Lo urgió, con voz demandante el rubio, tomándolo en su boca una vez más.

El interior de su boca era suave y cálido, húmedo, Jonathan llevaba un ritmo enloquecedor. Alec estaba a punto de obedecer su orden y acabar allí mismo en su boca, pero un insistente toque en la puerta los interrumpió.

¡Señor Morgenstern!Vociferó una voz masculina desde el otro lado de la puerta. ¡Señor Morgenstern! ¡Señor Lightwood!

Jonathan se tensó, fijando su mirada en Alec y dejándolo salir de su boca. El pelinegro soltó un gruñido, tomando el rostro de su chico entre las manos.

Ignóralo. Anda, Jon, sigue, sigue que estoy a punto, por favor... Gimió él, rogándole porque devolviera su atención a sus partes bajas.

Jonathan lucía contrariado.

¡Señor Morgenstern! ¡Señor Lightwood!

Jonathan, ni se te ocurra.Amenazó Alec, con furia en la voz.

Alec...

¡No!

¡SEÑOR MORGENSTERN ES ALGO IMPORTANTE, POR FAVOR! Vociferó el joven tras la puerta, tan fuerte que de hecho tuvo que haberse oído en todo el instituto.

Jonathan besó su erección húmedamente y saltó de la cama, en menos de un parpadeo había tomado unos vaqueros del suelo y se los había enfundado. Le dio una mirada de disculpa y procedió a abrir la puerta, Alec solo atinó a maldecir por lo bajo y arrastrar el cubrecama para evitar que vieran su desnudez. Y su palpitante erección, por supuesto.

***


Tony, ¿qué demonios quieres? Por el bien de tu integridad física realmente espero que sea un asunto de vida o muerte. Espetó Jonathan Morgenstern, cruzándose de brazos y en un tono de voz para nada amigable.

Tony comenzó a hablar, pero las palabras parecieron atorársele en la garganta. Jonathan Morgenstern, el director del Instituto de París estaba de pie frente a él, con el pecho desnudo, el cabello desordenado y una gran erección marcada en el muslo.

Antoine... Ahora mismo estás tentando mi paciencia. Dime qué demonios significa todo este griterío ahora mismo. Continuó el hombre rubio, con una nota de fastidio en la voz.

Tony despegó su mirada del gran espécimen masculino para observar a Alec Lightwood, el hijo del Inquisidor y, desafortunadamente, el prometido de Jonathan. Estaba sentado en medio de su cama con dosel, con las sábanas arremolinadas alrededor de sus caderas y aparentemente desnudo. Tenía las mejillas rojísimas y una mirada asesina en su bello rostro, así como también el pecho lleno de marcas y chupetones. Tony se ruborizó, pero antes de que pudiera disculparse por haberles interrumpido en pleno acto sexual, Jonathan le envió una mirada fría.

Hay intrusos en el Instituto, mi señor. Los descubrimos en la cocina robando alimentos secos y cargados con armas que sacaron de la sala de entrenamiento.

Jonathan frunció el ceño, animándole a seguir.

Eso es todo, señor, a simple vista parecen inofensivos pero la mujer es bastante agresiva. Intentó noquearme con un cabezazo y por poco lo logra. Necesitamos saber qué hacer con ellos. El señor Herondale fue notificado de inmediato, está en camino y no tardará en llegar.

Jonathan compartió una mirada preocupada con su prometido, al instante Alec salió de la cama de un salto y procedió a vestirse mientras que Tony fijaba su mirada incómoda en los ojos del director del Instituto. La mantuvo allí hasta que un finalmente vestido señor Lightwood se detuvo en la puerta junto a ellos; Alec le dio una mirada de reojo mientras le entregaba a su prometido un par de zapatos y una sencilla camiseta.

Aguarda un minuto... Pronunció el hombre rubio, mientras se calzaba los bonitos mocasines de color beige. Si Jace está en camino y tú estás aquí... ¿Quién se supone que está con los intrusos?

El joven guardó silencio.

Antoine, por favor dime que no dejaste a mi pequeña hermana embarazada en la cocina con un par de intrusos armados.

Son inofensivos, señor, lo juro. Además, la señorita me ordenó venir en su búsqueda. Dijo que estaría bien y que podía defenderse sola.Murmuró, sin enfrentar la mirada helada de ojos verdes.

Vamos, será mejor que nos demos prisa. Murmuró Alec, tomando al señor Morgenstern del brazo y urgiéndolo a caminar.

***


Antoine Bissette lideraba la marcha hacia la planta baja del instituto; Alec lo observó con el ceño fruncido.

Era muy joven, de dieciséis años apenas, y un mundano con la visión. Había sido el protegido de Elodie Verlac durante años, pues el chico era huérfano de madre, y solía ser obligado a robar por su padre. Elodie lo sacó del hogar abusivo en el que estaba y lo crió en el Instituto de París desde niño; prometiéndole que algún día podría ascender. Cuando la directora del Instituto murió, Tony había estado devastado, pero aún así insistió en convertirse en el cazador de sombras que siempre quiso ser. El futuro de su vida había estado en las manos de Alec y Jonathan una vez hubieron tomado el mando del Instituto. El chico no quería ser enviado a la Academia, puesto que Elodie lo había preparado durante casi una década entera, pero tampoco quería beber de la copa y ascender en ese momento, puesto que se sentía nervioso e inseguro. Elodie lo había mantenido junto a ella todos esos años tratándolo con cariño y queriéndolo como a un hijo, pero ante los ojos de la Clave, él desempeñaba una labor en ese lugar; era uno de los trabajadores que mantenía en orden el castillo. Ayudaba a mantener limpia la cocina; fue el único sobreviviente tras el ataque durante la Guerra Oscura. Ahora, trabajaba como encargado del mantenimiento del castillo para los nuevos directores.

Era joven y hermoso, con el cabello castaño cayéndole en suaves ondas hasta los hombros y ademanes suaves y delicados, además de una muy bonita boca con labios en forma de corazón. Alec le detestaba, pues se sentía tosco y algo ordinario a su lado. Que fuera de risa fácil y siempre estuviera atento a Jonathan no le hacía mucha gracia tampoco.

Son inofensivos, señor, se lo digo.Repitió Tony, ante la ira de Jonathan.

¿Cómo podrías saberlo? Podrían ser asesinos despiadados y los dejaste a solas con mi hermana. Refunfuñó su prometido, apurando el paso.

Tony soltó una risita que no le pasó por alto al hombre rubio.

Realmente dudo eso, mi señor. Contrarrestó, haciendo énfasis en sus palabras.

¿Por qué estás tan seguro?

Mi señor, porque son poco más que un par de niños.

***



Alec se detuvo abruptamente ante las escena que se desarrollaba frente a sus ojos. Un par de niños discutían acaloradamente en medio del comedor, con lágrimas en los ojos y las manos vueltas puños. O bueno, el chico constantemente repetía que todo eso había sido una mala idea y que debían disculparse de inmediato antes de sufrir las consecuencia, y la chica, con la voz bañada en ira, le recordaba que ambos habían accedido a ese plan y que no tenían adónde ir ahora. Desde el otro lado de la cocina, Clary se acariciaba el vientre con la cara pálida como un papel.

Jonathan procedió a calmar a los embravecidos jóvenes y, luego de eso, a conseguir una maldita buena explicación a toda esa algarabía.

Basta ya de gritos, ¿acaso no sabéis hablar como la gente civilizada?

El niño, de ojos oscuros preocupados y delgaducho como un mondadientes, se limpió las lágrimas de los ojos antes de hablar.

Lo sentimos mucho, señor. Sentimos haber entrado de esta manera, por favor disculpe.Dijo en una voz determinada, sorprendiendo a todos los presentes.

Alec pudo ver como Jonathan relajaba su postura y poco a poco el enfado iba dejando su cuerpo.

De acuerdo, no hay nada que disculpar. Simplemente necesito una detallada explicación de lo que está sucediendo y...

La chica explotó, cruzando la habitación en zancadas rápidas y furiosas. Por primera vez Alec reparó en ella, también era delgada, pero bastante más alta que el chico. Lucía menor incluso que Tony, apenas una adolescente.

¡No te dirá nada! ¡¿Pero quién te crees que eres?! ¡Ni siquiera sabemos quién eres tú, no te debemos ninguna explicación! Vociferó, enojada, gesticulando frente a Jonathan.

Alec se hubiese reído si fuera otra ocasión. Si no estuviera con la boca abierta, en estado de shock. Jonathan, aunque también afectado, habló sin perder la compostura.

Mi nombre es Jonathan Morgenstern y soy el director en funciones del Instituto de París.Dijo en un tono de voz claro, sin pausas. ¿Tú quién eres?

La chica reparó en que todas las miradas de las personas reunidas en aquella habitación estaban sobre ella, pero en lugar de amedrentarse sacó pecho y sonrió, altiva.

Tenía un porte felino y era bastante guapa para apenas estar entrando en la adolescencia, sus ojos de aquel color tan distintivo muy expresivos y el cabello dorado cayéndole suelto hasta la cintura, en rizos desordenados.

Alec tragó saliva cuando sintió la desazón de su parabatai, ignorante de lo que sucedía, mientras este abría la puerta de par en par.

Soy Mia. Mia Herondale.














Es corto pero intenso.

Multimedia: como luce el Instituto de París, que en realidad es la catedral de Saint-Julien de Le Mans, ubicada en Le Mans, Francia.

Actualizaré pronto, agradezco si aún hay personas leyendo esto. ♥


~Elle.

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